Bosque

No sé qué es. Quizás el entrenamiento previo, ya que no suelo luchar intensamente contra los hombres antes de tener sexo. Quizás es que las últimas veces no salió tan bien y he estado acumulando más ansia por hacerlo. La cuestión es que siento que el estado de mi cuerpo avanza de forma especialmente rápida hoy, y eso es algo que solo me apremia a seguir. Y él también sigue, dentro de mí.
Me hace algo de daño en el cuello, y eso me hace gruñir.
¿Tanto te gusta morder? ¿Tanto quieres demostrarme tu fuerza?

Termino por dejar que la segunda mano descienda con la primera, y yo misma subo la intensidad. ¿O ha sido él?
Tengo calor pese a la lluvia. Nunca creí que pudiese olvidarme así de la lluvia.

Me crispo, cierro los ojos, dejo ir un gemido entre los dientes apretados. En el jadeo siguiente dejo ir otro, despegando los labios para que fluya mejor. La respiración se me acelera y no puedo evitar contraerme más en torno a él, moverme contra él, volviendo el ritmo más rápido, más intenso, aunque tenga poco espacio.

Detengo la cadera de pronto, arriba, con un nuevo gemido más contenido. Todo mi cuerpo se tensa, pero mis manos siguen moviéndose.
No pares. Más fuerte.

A Corbin le gustaba oírla. Su voz reverberaba en el bosque, extendiéndose, y le llenaba los oídos. Lo hacía pensar que él era el responsable, y eso le resultaba excitante. Obligarla a dejar ir la voz así. Sintió que le hacía aumentar el ritmo, y también el volumen de sus gruñidos. De verdad lo sentía como una cacería.

Acabó por convencerse, pese a todo, de que no era suficiente. Y se incorporó, decidido a cambiar ese hecho. Tomándola por las caderas, la obligó a alzarse y se alzó él mismo, obteniendo así más espacio. En su nueva posición, continuó manejándola, moviéndola en dirección contraria a sus propios movimientos, de tal forma que, cada vez que entraba en ella, parecía hacerlo con especial ahínco. Corbin apretó los dientes, sintiendo cómo el momento en que perdería aquel impulso anunciaba su llegada.

Eso es. Más rápido. Más...
Aunque ya no muevo más que las manos, él me toma y aumenta todavía más la dureza con la que me penetra. Pronto llega, y dejo ir un jadeo especialmente intenso, crispando todo el cuerpo, dejando que esa sensación que llevo esperando tanto tiempo me recorra por completo, hasta las puntas de los dedos. Ahora sí que respiro deprisa, al ritmo de sus embistes, y parece que mientras se mueve el placer se prolonga un poco más, y mi cuerpo se tensa.

Llevo una mano a su brazo y clavo las uñas en él, haciéndolo partícipe de mi tensión, apretando los dientes. La otra mano también abandona los estímulos, que ya no son necesarios.
Me dejo llevar. Me dejo envolver. Y en un instante el cuerpo me pesa más, abandonando esa tensión. Sus manos me mantienen alzada.

Corbin la sintió abandonarse, y su reacción le llamó la atención. Volvió la vista hacia ella, enfocándole el rostro, con los dientes apretados y el cuerpo completamente tenso mientras la veía temblar bajo sus movimientos. Aquello lo hizo sentir más urgencia, y volvió los movimientos más secos. O quizás solo imaginó que lo hacía y ya no le era posible.

No la dejó estar cuando pareció relajarse. No la soltó, ni se detuvo, ni hizo preguntas. Solo continuó utilizándola, embistiéndola, penetrándola, hasta que su propia tensión se disolvió en el clímax. Cuando lo sintió llegar, Corbin dejó escapar un jadeo seco, clavando la cadera contra ella, y se inclinó ligeramente hacia adelante. Continuó, después, con un par de embestidas secas antes de darse por satisfecho y soltarla.

La tensión, de nuevo, parecía haberse deshecho con aquello.

Los últimos movimientos parecen algo vacíos ahora que he acabado, pero no me incomodan. Cuando termina jadeo, pero ahora con más suavidad, por la fuerza del último embiste. Es diferente ahora, menos frustrante, notarlo pegado a mí, perdiendo esa tensión de golpe, como si hubiese estado ardiendo y se hubiese consumido.
Cuando me suelta desciendo despacio, controlando la cadera, relajada. Pero no me dejo estar. Me incorporo, sacudiendo un brazo para limpiarme el barro. Ahora sí me molesta la lluvia.
Esto es asqueroso.

Pero estoy muy bien, al mismo tiempo.

Me echo el pelo empapado hacia atrás y lo miro, con curiosidad. Termino por esbozar una sonrisa, diría que afable. Ha estado bien.
Ha sido un buen entrenamiento, eso desde luego.

Ella acabó por incorporarse, y Corbin se recolocó los pantalones, todavía con la respiración algo alterada, aunque notablemente más tranquilo. La observó un momento en silencio, preguntándose qué venía a continuación. Cuando sonrió, a Corbin se le ocurrió qué decir.

-Esta vez ha sido diferente -señaló, aunque con cierta cautela.

No había olvidado la última conversación al respecto, y no había pasado por alto aquella reacción de ella, casi al final. Corbin no tenía muy claro si era porque ella se había adelantado o porque él se había retrasado. Le costaba calcular el tiempo en aquellas situaciones. Era como si se le nublara la cabeza. Miró el arma de ella, pensativo. Quizás no había sido buena idea. Tendría que haberlo pensado mejor, porque a raíz de eso estaba muerto.

Acabó por tomar su camiseta, empapada, e incorporarse. Desde luego, su aspecto hablaba de una batalla feroz.

Se ha dado cuenta. Qué observador. Eso le da algún punto más, la verdad, aunque no es que me desviva por los chicos atentos. Termino por asentir con tranquilidad. La verdad es que pese a la extraña localización me siento bastante bien. Sí que tenía ganas...

-Esta vez he llegado, como tú -le explico, tras haberme limpiado el barro del brazo. Al menos la lluvia sirve para algo-. La verdad es que estaba un poco tensa. Ha estado bien.

He hecho la mitad del trabajo. Pero eso no es malo. Hace un tiempo no podía no soñar con que él hiciese un cuarto del trabajo.

Me llevo una mano al cuello y lo acaricio, con gesto distraído. Alzo un poco el mentón, dejando más visible la zona.

-¿Hay alguna marca? -le pregunto, relajada. Entonces lo veo coger la camiseta y miro la mira, de reojo. Ahora que lo pienso...-. ¿Me la dejas? -le pido, afable, incluso.

Los del servicio pensarán lo que quieran, pero prefiero que vean si pecho al mío si volvemos en estas condiciones. Lo que sí hago es recuperar el resto de mi ropa.
No apetece nada ponérsela. Lo que quiero es una ducha caliente...

Corbin ya lo sabía antes de que lo dijera, pero asintió, de todos modos. Así que era eso lo que la hacía ponerse a la defensiva. Porque, en aquel momento, su buen humor era evidente. De todos modos, pensó, no podría asegurar su control cada vez. Había sido, para él, una cuestión de suerte. Asintió.

Miró la camiseta que acababa de coger, y luego a la chica. Acabó por sacudirla un momento y tendérsela. En realidad, ni siquiera se le había ocurrido ponérsela. Pensó que eso le resultaría desagradable.

Al tenderle la camiseta, se acercó a examinarla. Acabó por asentir.

-Varias -informó.

Se preguntó si tendría él alguna. Aunque, bajo la piel oscura, no solían percibirse aquella clase de marcas.

Incluso la sacude. Qué caballeroso.

Acepto la camiseta con una sonrisa, y aunque la perspectiva de ponérmela no es nada alentadora, lo hago. Todo sea por la buena educación. O algo así...

Parece que mañana todo el mundo sabrá lo que he hecho. No con quién, no dónde ni cómo, pero... Bueno, qué más da.

Termino de vestirme y recojo los jirones de mi ropa, que miro sin mucho que decir al respecto. También guardo mi arma, tras limpiarla. Entonces me giro hacia Corbin. El torso, definido, sigue siendo atractivo incluso ahora que estoy satisfecha. Siento el impulso infantil de tocarlo, pero lo evito.

-Creo que lo mejor será tomar una ducha -le digo.

Al menos será lo que yo haga. O acabaré enferma.

*se van*

Me he encaramado a la rama de un árbol de tronco grueso, sentándome con los pies colgando a un par de metros. Aunque me cayese creo que me las arreglaría para no hacerme daño, aunque veo desde aquí unas raíces que tienen una pinta muy poco segura. Intentaré evitarlas.
Evidentemente, no voy a caerme.
Thor se ha ido a cazar, o a lo que sea que hace cuando desaparece entre los arbustos, porque cuando vuelve siempre tiene hambre de todas formas. Hace fresco, pero se está bien, y a esta hora todavía se puede ver gente despierta. Me libro, sin embargo, de ese sol espantoso en los ojos.

Me llevo el silbato de Retales a los labios y soplo rítmicamente, aunque como no da notas diferentes al final solo yo, imagino, sé de qué canción se trata. Termino por dejarlo estar y me calo el gorro sobre las orejas, tirando de forma que se doble el cartílago, aunque al soltarlo vuelven a su sitio, moviéndolo de nuevo hacia arriba.

*se queda empanada*

Estoy asqueado. El hombre llorón de nombre Heylel simplemente me ha alojado en la antigua habitación de Silvanus al lado de su cama y lo único en claro que he sacado estos días es que, por lo visto, mi hermano ya no dormía con el resto.
Heylel no me ha facilitado más información así que simplemente vagabundeo de un lado a otro esperando algún tipo de respuesta.
Escucho una musica rara a lo lejos y decido acercarme, aunque cuando lo hago, esta deja de sonar.
Roto los ojos y me llevo las manos a la nuca.-¿Hola?- Pregunto con tono aburrido.

Alzo las cejas. Llega alguien. ¿Es que una no puede estar jodidamente sola ni siquiera cuando se va a...?
Alzo las cejas (un poco más). Sin ser consciente de ello, entreabro los labios.

¿Quién coño es este tipo? ¿Nadie le ha enseñado a no interrumpir? Estaba pensando. Estaba... ¿Nadie le ha enseñado a...? Yo...

-Hola -lo saludo, con un tono algo agudo, de repente.

Esbozo una sonrisa algo tensa. ¿Soy yo o...? Es... Está muy...

-Hola -repito, al darme cuenta de que no he dicho nada más. Ahora tengo ganas de darme con la mano en la cara por gilipollas-. Ahora bajo -le digo, y busco la forma de hacerlo.

Tras comprobar la altura un par de veces termino por impulsarme y caigo de forma poco ágil, pero de pie. De cerca, desde el suelo, es todavía más...
Carraspeo. Venga, Frikka, joder. Eres dura. Hazte la dura.

-¿Y tú quién coño eres?

No... Así no.

Alzo una ceja y me paso una mano por la quijada algo asqueado. Una mujercita en un árbol. Este lugar es de locos.
La observo en silencio y analizándola. No tiene pinta de princesita y desde luego el escucharle hablar no ayuda a que su feminidad fluya.

-El tuyo no, desde luego.- Le respondo con grosería, alzando la cabeza.
Chasqueo la lengua y hablo de nuevo.- A ver, niña.- Su carácter ha sido molesto aún sin conocerme de nada.- Estoy buscando a quien maneja los hilos de este sitio o algo así.- La veo de nuevo y sonrío con sorna.- Aunque creo que una ardillita como tu no va a poder ayudarme.- Me agacho y cojo un fruto seco del suelo y se lo tiro despacio.- Enga, subete al árbol de nuevo que yo me piro.

Me pongo las manos en la nuca y me doy media vuelta con intención de irme, sonriendo triunfante.

Noto un tic instantáneo en la ceja, cuando responde, y estrecho los ojos. ¿De qué cojones va este tío? ¿Por quién me toma? ¿Cree que por estar bueno ya puede hablarle así a una? Frikka Njorthrbiartr es inmune a esas mierdas.

-Tampoco te lo ofrecía -gruño, cruzándome de brazos. Luego escucho sus palabras sin perder la mala cara en ningún momento-. Para empezar, llamándome "niña" o "ardillita" vas a conseguir menos que nada, que lo sepas -le espeto. Hay que demostrar que una tiene presencia, para empezar. Que aquí das la mano y...-. Y creo que lo que buscas es a un líder, ¿no? -añado-. Así que creo que esta "niña ardilla" sí que sabe algo. Pero ya me subo al árbol, ya... -murmuro, dándome la vuelta y acercándome al tronco.

-Tampoco me interesa, fea.- Le regalo un precioso cumplido para luego escucharla.

-¿Líder? Qué miedo da esa palabra, no es así, "súbditos"?- La pico.- Este lugar desde luego es escalofriante...- Acabo por decir más para mi que para ella.

-Bueno, puedes subirte a ese árbol otra vez o puedes venir a dar una vuelta conmigo.- Sonrío, mientras me veo las uñas de la mano con indiferencia.- Por cierto, Mordisquitos, me vas a decir tu nombre o lo dejamos en Ardilla?

¿Fea?
Hago una pequeña mueca. Pues diga lo que diga, me la suda. No me afecta lo que diga este... imbécil. ¿De dónde vienen esas confianzas? ¿Qué se cree?
¿Acaso sueno yo así cuando digo sobradas...?

-A mí no me asustan las palabras -respondo, sin más. ¿Por qué coño le sigo la corriente?-. Y si hablamos de nombres, yo pregunté antes. Frikka -le ladro-. Me llamo Frikka Njorthrbiartr-. ¿Una vuelta a dónde? Eso es lo que más me ha descolocado...-. Y...-. Carraspeo-. Si quieres dar una vuelta, bueno...-. ¡No decaigas, Ffi!-. Pero dame tu nombre antes, Bacalao.

No... No me ha quedado bien el mote.
Soy estúpida...

De nuevo, me felicito ante mis dotes: conocer a una tia, llamarle fea a la cara y a los dos minutos que quiera salir conmigo del brazo a dar una vuelta. Si pudiese darme un par de palamditas en la espalda lo haría sin dudarlo pero como no puedo, simplemente le sonrío con precisión y me coloco a su lado para comenzar a caminar.
-Frikkardilla.- Sonrío,ahora de buen humor.

(FdR: frikiii XD)

Me paso una mano por el pelo y luego suspiro.- Me llamo Gabriel Kettleburn.- Me estiro y coloco mi mano rodeando su cintura.- ¿Y qué se supone que hacéis aquí para no aburriros?- Pregunto mientras camino tranquilo, observando lo poco que se ve ya de los jardines como si el hecho de agarrarla fuese l más normal del mundo.

Lo miro de reojo, poco convencida, aunque echo a andar con él. Tengo curiosidad por qué cojones piensa este capullo, y para qué busca a un líder. Es solo eso. Me lo dice y lo planto. ¡Ja! Se va a quedar jodido.

-Nada de ardilla, merluzo -le respondo. Eso me ha quedado mejor, desde luego.

Merluzo. Je. De modo que Gabriel Merluz...
Me tenso al sentir su mano, que pasa a rodearme la cintura, y la miro un momento. Luego lo miro a él, llevando mi mano a la suya para apartarla con dos dedos, como si fuese un calcetín mojado, con cuidado.

-Bueno, ya sabes, lo normal: charlamos, entrenamos y cortamos manos muy largas-. Lo miro de reojo.

¿De qué va? ¿Se cree que soy así de fácil? Aunque a lo mejor estoy siendo algo dura. Es decir... ¿No? Y está bastante bien...
Carraspeo y esbozo una sonrisa. Tampoco voy a ser una borde.

-A veces se sale de fiesta también. Ya sabes... Hay poco tiempo libre, pero cuando se puede...-. Estoy algo nerviosa-. Pero eres guerrero, ¿no? ¿No querías ver a un líder? ¿O ahora solo quieres dar un paseo?

Se lo dirá a todas. Nada de hacerse ideas raras.

FdR- Fifi y los chicos guapos, capítulo 7

Noto como cuidadosamente aparta mi mano. Je, otra estrecha. Esta tiene pinta de ser la mítica tía que no ha mojado en su vida, amante de los animales y los árboles, que no sabe decir que no y esas cosas. Una pazguata, vamos. Dudo que consiga nada.
La escucho con atención.- Fiesta dice.- Repito en alto.- Pues ya me dirás donde. El caso: tengo que encontrar a alguien que mande y esas cosas. Si puedes ayudarme, hazlo. Sería un detalle por tu parte. - Le guiño un ojo.

Hago una pausa.- Un momento. ¿Guerrero yo? Erh... ¿tú me ves a mi con pinta de "guerrero"? -Hago una pausa.- Bueno muñeca.- La veo ahora más de cerca mientras me repaso la perilla con una mano y la veo de modo interesante. Va siendo hora de volver. Yo tengo hambre.- Le enseño un canino de forma persuasiva.

Alzo las cejas. ¿Dónde?

-En el pueblo, por ejemplo -comento, más para mí que para él. Es como si quisiese dejar claro que sí la hay. Le podría explicar que si no nos la montamos solos, que Gerry y Cierzo a veces tienen unas setas raras, pero no es necesario entrar en esas cosas-. Pero bueno, eso. Podemos buscar juntos.

Lo llevo junto a un líder y vía. Es entonces cuando algo que dice me hace tensarme, y lo miro de nuevo. Porque del servicio no parece. Si no es un guerrero... No es alguien turbio, ¿no? ¿Viene a atacarnos, o algo?
¿Muñeca?
¿De verdad intenta que yo...?
Me pongo nerviosa de nuevo. No estoy acostumbrada.

-Bueno, pues te llevo al comedor, entonces-. Luego ya buscamos a un líder o así... Echo a andar con él. Tengo que llamar a Thor también, que luego se pierde-. Y, si no eres guerrero, ¿se puede saber qué...?

*fin de escena*

Ben no solía tener especial interés en meterse con nadie pero, para qué negarlo, estaba bastante aburrida. En el bosque había encontrado cierto descanso de aquel sol cegador que había estado atosigándola, pero también una calma soporífera. Así que, aunque el piscis parecía muy concentrado (o dormido, ya lo averiguaría), decidió que no pasaba nada por molestarlo un poco.

Desde la rama en la que estaba, sopesó sus posibilidades. Mejor llegar hasta él saltado que por tierra. Además, allá abajo estaba su guardián, que aunque parecía igualmente concentrado (o dormido), no parecía algo a lo que fuera buena idea enfrentarse sin pensar.

Tras hacer sus cálculos, la mestiza se lanzó. Corrió por la rama en la que estaba subida, hasta ponerla al límite de su resistencia, y de ella saltó para agarrarse a otra, creando un suave murmullo de hojas en el bosque. Afianzó su agarre y se acercó al tronco, colgando de la rama, hasta que le pareció suficientemente sólida. Se encaramó entonces a ella y caminó hasta el tronco para escoger otra más alta pero igualmente fiable. Como una ardilla, saltó y trepó ágilmente hasta acomodarse más arriba, en una rama más alta pero casi en vertical sobre la de su compañero.

Desde allí, se hizo con un improvisado botín. Hojas, ramitas, cortezas e incluso algún fruto pequeño fueron pasando del árbol a sus manos y, de sus manos, directamente sobre el piscis.

Ben dejó escapar una risita, divertida con el aspecto confuso de su compañero. Pero hizo lo que le pedía y dejó sus proyectiles, aunque no lo dejó en paz. No se sentía muy culpable, precisamente. Más bien, le daba bastante igual.

Bajó de la rama en la que estaba, dejándose caer hasta alcanzar aquella en la que el chico se mantenía sujeto con las piernas. Se agachó, todavía mirándolo desde arriba, con una sonrisa entretenida.

-¿También tienes sangre caeruleus? -preguntó-. No se te nota mucho.