Bosque

No podía evitarla. Corbin lo sabía. Era demasiado rápida, y si no conseguía echarse sobre ella, tenía todas las de perder. Así que continuó hacia adelante, aceptando el golpe. Aunque, por supuesto, no en su totalidad. Su integridad física era algo que defender. Así que se concentró en la rigidez de su piel, buscando la forma de minimizar los daños. La hoz, en lugar de penetrar, hizo un rasguño sangrante que escocía mínimamente.

Y Corbin decidió que el riesgo había sido suficiente, y utilizó un nuevo ebrain aitchbrëa para desaparecer. Se situó tras un árbol, a su izquierda, analizando la situación. Incluso cuando la tenía tan cerca, atraparla seguía siendo tremendamente complejo.

Lo alcanzo, pero el arma no se hunde. Avanzo, de todos modos, saliendo de su alcance, ahora cegada por él. Pero no me importa. Es un momento para bajar un poco las pulsaciones, como si hubiese terminado la primera contienda. Y esto es tremendamente excitante.

Me vuelvo hacia el lugar por el que creo que se ha marchado, aunque mi propio movimiento me ha impedido escucharlo a la perfección. Inmóvil, espero a recuperar la vista. Y lo espero a él, tensa, alerta, atenta, ahora sí, al más mínimo crujido, a cualquier respiración que pueda delatarlo.
Es una pena no tener el olfato de un animal. Podría rastrear a la perfección ese olor suyo, que me despierta más que curiosidad.

Comienzo a mover la cadena, preparándola.

Corbin, desde su posición, esperó. Esperó a que ella se preparase, a que estuviese alerta. En tensión. Dispuesta a saltar a la menor señal de necesitarlo. Y, desde su posición, en un murmullo mínimo, trató de distraerla. Invocando un dëk äl diä, que crearía un movimiento por el rabillo de su ojo, que la haría prestar atención en la dirección contraria a él.

Corbin esperaría a que se tensase, se preparase para responder en aquella dirección. Y, entonces, saltaría sobre ella desde atrás, dispuesto a atenazarla. Necesitaba atraparla para vencerla. Era algo absolutamente necesario.

Ese movimiento me hace tensarme especialmente, y no puedo evitar girar un instante la cabeza en esa dirección, movida por la inercia de mi estado de alerta. Cuando me doy cuenta de que ha sido un engaño es tarde. Está demasiado cerca. Está...
No. Aún no estoy cansada.
Ni siquiera me giro, y me lanzo a la desesperada. En el último momento, cuando lo tengo tan cerca que, aunque logre escabullirme, noto cómo me roza. El impulso, algo torpe, no me aleja lo suficiente, pero aprovecho esa falta de estabilidad para rodar por el suelo, en una veloz voltereta hacia adelante, y al acabarla me vuelvo con un impulso feroz, aún apoyando una mano en tierra, buscándolo desesperada.
No he podido caer en eso... El error casi me cuesta la derrota. Y eso equivale a muerte.

Corbin pudo sentir la excitación, la adrenalina subiéndole desde la base de la espalda, cuando consiguió rozarla, pero se le escapó entre los dedos. Era tan rápida de reflejos que ni su estrategia la había conseguido detener. Tendría que seguir. La vio caer, rodar, tratar de alejarse, pero la sorpresa había mermado un tanto su capacidad de reacción. Y él debía aprovecharse y alcanzarla, valiéndose del mismo impulso.

Se abalanzó, pues, de nuevo, buscando caer directamente sobre ella. Su peso, esperaba, serviría para mermar sus capacidades. Su objetivo, claro, eran las manos, que podían inutilizar el arma. Pero, por encima de eso, debía hacerse con ella, alcanzarla, del modo que fuera. Detenerla, reducirla, atenazarla.

Viene de nuevo. Es como un juego, realmente. Me impulso desde la posición acuclillada porque no me da tiempo a levantarme, saltando hacia atrás, para hacer algo más de espacio. Lo malo es que tengo que acercarme para alcanzarlo, y eso no me ayuda.
Escapando no se vence.

Empiezo a girar la cadena saliendo yo ahora a su encuentro y la envío a su rostro, con intención de ser, mas bien, una distracción, mientras mi cuerpo sigue avanzando, buscando el suyo. Mi intención es cruzarme con él y dejar un tajo en su brazo derecho. Tengo que mermarlo. Sus golpes son un verdadero problema.

Se defendía, claro. Corbin procedió con una técnica que ya había utilizado. Con un puño, bloquearía la cadena, que tantos problemas le daba, y cambiaría su dirección. Aquel era el mal menor. La importante era ella, y lo importante de ella era alcanzarla. El otro puño contraatacaría el golpe de ella, sin darle ocasión de pasar de largo.

Corbin la quería en el suelo. A sus pies. Mermada. No tenía el menor problema en recibir, si era necesario, alguna herida por el camino, con tal de conseguirlo. No iba a dejarse amilanar por unos cuantos golpes.

¿Demasiado previsible? Tranquilo, la próxima vez probaré con otra cosa.
Aprieto los dientes viendo venir su puño. Demasiado cerca. Lo bloqueo con la hoz, dejando mi ataque a medias, ayudándome de su golpe, que me desplaza, para coger impulso retrocediendo, en vez de intentar absorberlo. No tengo fuerza para tanto. Pero no acaba ahí. Apenas he recibido el impacto en el arma y retrocedido para recuperar terreno y movilidad y ya me estoy lanzando de nuevo hacia adelante, impulsándome de forma explosiva en un espacio mínimo, queriendo entrar en su guardia antes de que le dé tiempo a rearmarla. Si lo logro, me valdré de un combo para lanzar un tajo a su garganta e, instantáneamente, retroceder usando su tórax como apoyo para un nuevo salto, esta vez hacia atrás.
Peligroso para mí, pero letal para él.

Cuando sintió que la hoz chocaba contra su puño, un brillo salvaje se asomó a sus ojos, y la fuerza de su golpe aumentó. En ningún momento retrocedió, sino que siguió adelante, buscando darle un nuevo golpe. Quería darle de verdad. Quería atraparla de verdad.

Alehyss parecía estar midiendo más la situación, ya que lo sorteó y le lanzó directamente a su garganta. Corbin se aprovechó de su rígida piel para mermar los daños, pero sabía que no debía hacer algo así. Tal y como estaba, con ella tan cerca, cerró los brazos en torno a ella, buscando abrazarla y no dejarla escapar, antes de que ella procediese.

Empieza a reaccionar. Parece tener esa fijación por atraparme, pero lo entiendo. Eso me dejaría muy mermada. Pero he entrado, y eso también es una victoria para mí. Creo que me va a dar tiempo a salir, pero no es así. Entonces me las arreglo para evitar el agarre con la derecha, que lleva el arma, y que pego a su cuello sin ninguna compasión, dejando que sienta sus latidos contra el frío metal húmedo.

-Chryasantae -siseo, amenazante.

No es un hechizo potente, pero hace más patente la amenaza. Mis ojos, clavados en los suyos, fieros, parecen seguir la batalla que mi cuerpo no puede librar, ahora mismo.
¿Tienes las suficientes defensas, Corbin? ¿De verdad puedes salvarte de un corte en la aorta? En el cuello apenas hay carne, y la arteria es treméndamente fácil de segar.
Mi mano mantiene la hoz apretada contra él, con tensión evidente, preparada.

La lluvia, aunque floja, me ha empapado. Ni me había dado cuenta.

Corbin sintió la corriente recorriéndolo, y aunque pudiera parecer contraproducente, su reacción fue atraer a Alehyss más contra sí. La atenazó por la cintura y, con un brusco gesto, la obligó a bajar, manteniéndose sobre ella. En situaciones normales, aquello podría haber supuesto su muerte, pero su rígida piel le ofrecía un mínimo de protección. Si Alehyss presionaba, de todos modos, no iba a conseguir evitar que un hilo rollo que bajara por el cuello.

Corbin la quería en el suelo, bajo su peso, donde fuera fácil controlarla. No más saltos, no más carreras. Mantenía un brillo feroz en los ojos, pero se sentía extrañamente tranquilo, más allá de la tensión física. En su cabeza había un objetivo, una salida que, creía, podía ser válida.

Evidentemente, aquí me corta mucho las posibilidades. No puedo moverme como quisiera, no tengo magia con la que soltarme y, además, si presiono más... ¿Qué voy a hacer? Matarlo. Siempre me ha parecido muy poco útil en esta clase de enfrentamientos. Mis herramientas son más definitivas, por lo que puedo recibir golpes, pero no contraatacar seccionando tendones.

Me dejo arrastrar, ya que oponer resistencia no es un opción, y barajo mientras tanto la forma de escapar de él. Si suelta un instante que me deje escurrirme podré arrastrarme a tiempo, espero. Aunque quizás termine agarrándome una pierna de todas formas.
No retiro la kusarigama, que es mi seguro. Ni dejo de evaluar sus ojos. Tienen ese brillo salvaje que tanto me gusta, pero no estoy en posición de apreciarlo.
¿O sí? De momento no me ha destrozado nada. Sigo teniendo los huesos enteros.

Corbin la llevo contra el suelo con cierta brusquedad, y ella parecía estar analizando la situación, evaluando qué hacer, así que no ofreció resistencia. Corbin se sabía muerto, de todos modos, pero no le daba importancia. Se le había ocurrido algo, una manera de no querer romperle el cuello. Tampoco sería la primera vez que la aplicara, pero sí conscientemente. Era como si tras su habitual impaciencia y furia se escondiese un brillo de lucidez aún sin enterrar.

Situado sobre ella, la atacó a conciencia, sin preocuparse por moderarse. Llegó, incluso, a soltar un gruñido contra sus labios cuando los buscó, los abrió y los traspasó. Buscó una postura que asegurase que ella no se iba a escapar, bloqueando sus posibilidades, y se concentró en aquel tipo de violencia que ella le había enseñado y que, por lo visto, no era tan contraproducente como él había llegado a pensar.

De todos modos, no importaba si lo era, porque Corbin estaba muerto.

Cuando viene respondo con ansia, y es que a mí el combate también me ha dejado el ánimo algo alterado. Mantengo, sin embargo, el arma en su cuello un rato más, como asegurándome, aunque termino por retirarla cuando los movimientos de su cuerpo sobre el mío me hacen sentir que su integridad peligra. Ni siquiera presto atención al barro del suelo, que me empapa todavía más la espalda, y contraataco con mi boca, aún sabiendo que debajo estoy en desventaja.

La izquierda, la mano de la cadena, asciende a su cabeza, a su pelo, y los dedos lo agarran, tensándose, tirando de él, pero la mano lo atrae más, evitando que el tirón lo aparte. Al final lo sometida soy yo, pero mantengo la rebeldía pese a todo, sin dejarme dominar.
No hay nada que me apetezca más ahora mismo que que me domine. Que me domine contra algún árbol, por ejemplo.

Corbin sintió cómo la energía del combate se canalizaba a aquello con toda facilidad. En realidad, y ya lo había pensado más veces, no le parecía que fuera muy distinto. Le causaba la misma sensación de necesidad de sometimiento, la misma adrenalina y las mismas ansias por llegar al culmen, por completar el proceso, a pesar de lo entretenido que era el camino hasta el final.

Empujó la boca de Alehyss, obligándola a ella a apoyar completamente la cabeza contra la tierra, y aflojó el agarre a su cintura cuando sintió que empezaba a ceder, obediente, en primer lugar, retirando el arma. Corbin se hizo hueco entre sus piernas, amenazando con la pelvis contra ella, y apartó su cabeza de un tirón de pelo para acceder al cuello, que le sabía a lluvia y a tierra. Allí donde la había obligado a llegar.

Empieza a responder. Cada ve más rápido. Ha aprendido. Lo ha asimilado. Y ahora me busca. Me busca en medio del barro, en medio del bosque, con ferocidad. Y eso me arranca un jadeo y voz, aguda, al final, pero contrarresto cualquier debilidad que pueda haber reflejado tirando más de su pelo y atacándolo con la boca.
Me he esforzado mucho por despertar lo que llevaba dentro, por conseguir atraerlo, tentarlo, excitarlo. Al final acabo yo misma excitada por haber conseguido lo que busqué, porque me busque a mí, porque descontrole y explote. Pero yo también quiero explotar, y todavía no lo he hecho.
No es justo, Corbin, ¿no lo crees? Es culpa tuya. Arréglalo.

Lo recibo con la pelvis, moviéndola contra la suya, sin amedrentarme. El roce es sugerente, pero hoy no estamos casi desnudos y no será tan fácil.
Dejo ir un gruñido cuando me tira del pelo y tiro también del suyo, apremiante, debatiéndome bajo su cuerpo.
Deberías probarme arriba alguna vez.

Termino dejando el arma en el suelo, ganando una mano libre para esta nueva lucha. Presiono su nalga y asciendo por su espalda bajo la ropa, hasta donde alcanzo.
De momento está bien. Has empezad. Dejaré que sigas.
Siento mucha curiosidad.

FdR- Pausa

A Corbin le gustó que gimiera como un animal herido. Lo hizo sentir, por un instante, muy poderoso. Respondió con fiereza a su boca y sacudió la pelvis hacia ella como respuesta, en una señal de que tenía el control de su cuerpo, sin permitir que sus tirones dirigieran sus movimientos contra su voluntad.

Atacó su cuello sin mesura, sin cuidado, con más ánimo de marcar, como un animal, su territorio, que de probarla sin más. No duró mucho allí, pese a todo. Arañaba con los dientes, dejaba su rastro a su paso, pero su atención estaba concentrada en seguir bajando, como si pretendiera demostrar que podía poseerla entera.

En cuanto ella retiró el arma, Corbin encontró mayor libertad y la utilizó para encajar la cadera de ella en dirección a la suya, antes de ocuparse en tirones de su camiseta con poco cuidado. Sin su colaboración, la prenda acabaría por rasgarse. Corbin quería exponerla, retirar aquel escudo que, aunque en términos físicos no era muy útil, sí tenía su utilidad simbólica. Y estorbaba en su camino.

Me retuerzo un poco bajo él, sin terminar de apartarlo, pero oponiendo alguna resistencia, participando en los gestos, y mientras él araña mi cuello con los dientes yo clavo las uñas en su espalda, dejando ir la tensión por los dedos y, a la vez, dejando que la sienta, que la note. Quiero que entienda mi parte, aunque sea poco a poco, ahora que ya entiende la suya.

Cuando empieza a hacerse cargo de mi camiseta, pego más la pelvis a la suya, apremiándolo, y clavo aún más las yemas de los dedos en su espalda, incitándolo, dejando ir un jadeo grave y alzando un poco el cuerpo un segundo. No me importa que la rompa, que la destroce, mientras solo sea la ropa.

Ya no puedo alcanzarlo con la boca, pero él sí. Rodeo su cadera con las piernas y lo atraigo, pero enseguida lo suelto, sin presionarlo más. Estoy esperando, aunque me cuesta no tomar las riendas.
Esto lo has empezado tú.

Corbin no lo tenía fácil para mantener a Alehyss quieta, pero no insistió tanto en ello. No era tan importante, mientras se debatiera en vano. Él tenía más de lo que ocuparse, y sabía que podía llegar a controlarla. Así que siguió con los tirones hasta que la camiseta se apartó de su camino y mordió la clavícula sin demasiada suavidad, succionando. No fue más cuidadoso con el sujetador, que hizo a un lado para alcanzar el pezón, marcándolo con la lengua.

No se preocupó por que Alehyss aumentara el contacto, pero sí por que dejara de hacerlo, y cuando ocurrió, él lo contrarrestó obligándole a atraer la pelvis de nuevo, sintiendo cómo la dureza empezaba a marcarse de forma evidente. No se entretuvo en juegos y tiró también de los pantalones, intentando dejarla desnuda contra la tierra.

No puedo evitar una sonrisa cuando rasga la ropa, toda la ropa. Me estremezco y jadeo cuando me muerde, y gimo bajo cuando toma mi pezón, atrayendo la cabeza hacia mi con la derecha, cerrando los ojos. No tardo en soltarlo, ha sido como un espasmo, pero pronto me centro en acercarle otras cosas y vuelvo a pegarme a él, a su miembro, tentadoramente duro bajo la ropa. Lo percibo incluso a través del pantalón, pero ambos coincidimos en una cosa: estoy mejor sin él.

Me muevo, ayudándolo a desvestirme, y mis manos abandonan los arañazos a su espalda para pasar a tirar de su camiseta mojada, también. Prefiero sentir su cuerpo contra el mío que esa tela empapada por la lluvia. La piel caliente es mucho más excitante.

Trato de moverme bajo él, me resisto más en serio. Quiero darnos la vuelta. O al menos eso es lo que parece.

A Corbin no le pasó desapercibido el espasmo, y lo tomó como una señal de su control. Sabía que lo había provocado, y repitió el movimiento sobre el pecho de ella, rápido y brusco, buscando repetir también la respuesta. Era interesante dominarla a través de la fuerza, pero no lo era menos dominarla a través del propio cuerpo de ella.

El pantalón se deslizó con menos esfuerzo, y Corbin se encargo de que las bragas siguieran el mismo camino. Cuando se hubo hecho espacio, introdujo una mano entre sus piernas y empujó hacia ella con la palma, planteándose que aquello podía provocar una reacción similar. Encontró el espacio húmedo y viscoso, pero no tardó en retirar la mano, más interesado en que fuera su miembro el que ocupase aquel espacio.

Corbin apartó la boca de su pecho para dejar paso a la camiseta, mientras la mano que un momento antes se apretaba contra ella buscaba en sus propios pantalones y extraía su miembro. Cuando tuvo oportunidad, recuperó el pezón, succionando con más fuerza, y la penetró con entusiasmo, ahogando al hacerlo un gruñido contra su pecho.

Cierro los ojos y dejo ir el aire por la nariz, asintiendo un instante.

-Eso es... -mumuro, dejando una caricia en su pelo con los dedos crispados mientras con la mano contraria termino de quitarle la camiseta.

Se aparta de mí, pero regresa. Y eso es grato. No solo el contacto, agresivo, animal, sino también el hecho de que aprenda. Él cree que me domina, y en cierto modo lo hace, pero yo he sido la que lo ha traído a esto desde el principio. Está haciendo lo que quiero. Me hace lo que quería que me hiciese.

Lo apremio con el cuerpo a quitarme la ropa, como si lo amenazase con ir a escaparme, por revolverme. Como si tuviese un tiempo limitado. Yo también decido.
Dejo ir un jadeo seco, grave, cuando me toca con la mano. No es tanto por la sensación física, ya que no es muy hábil, como por el aumento del ansia a medida que se acerca. Y en parte es una señal para él, para que se familiarice también con mis puntos, aunque sepa la teoría. Para que comprenda cómo funciono. Para que comprenda que funciono como él, en parte.
Yo también deseo esto.

Cuando entra en mí aprieto los dientes y dejo escapar el aire, dejándolo entrar. Pero no hago eso, si más. No soportare otra decepción.
Enseguida llevo mi diestra hacia la zona, acariciando su vientre por el camino, para ayudarlo. Para ayudarme. Comienzo a estimularme yo misma, con suavidad, despacio, mientras mi cadera lo sigue para incitar su movimiento, dándole más precisión a sus embestidas.

Corbin arqueó la espalda al embestirla, acomodando el cuerpo. De otro modo, no podría alcanzar el pecho al tiempo que entraba en ella. Y, aunque al principio la saboreaba, pronto sintió que su placer lo reclamaba más que su agresividad, y centró su atención en las embestidas. Sujetó con manos de hierro la cadera de ella, acomodándola al movimiento de su cuerpo, que la golpeaba en movimientos secos y poco medidos.

No podía prestar atención al pezón, que mantenía dentro de la boca, así que se limitó a clavar los dientes en el blando pecho, con su atención vuelta a su necesidad. La mano de ella, aunque no demasiado cómoda, tenía espacio entre ambos, y Corbin no le prestó demasiada atención. Se limitó a continuar con cada nueva entrada, que parecía buscar entrar más allá de ella que la anterior, aunque su propio cuerpo se lo impidiese.

Él sube el ritmo, pero yo hago lo propio, aprovechándome de la intensidad con la que me enviste para satisfacerme yo misma. No es la mejor opción, pero tampoco la peor. Termino por apoyar la cabeza en tierra y abrir más espacio en el cuello, inclinándola hacia atrás, mientras cierro los ojos y dejo ir gemidos contenidos por los labios, bajos, espaciados.
Me cierro en torno a él, tensando los músculos, como si quisiera agarrarlo, haciendo su fricción más intensa para ambos. Y mi mano me toca para ampliar esas sensaciones.

No está mal. Me gusta. Me gusta poder hacer esto sin tener cuidado de lo que piense. Me gusta que se mueva con tanta sinceridad, obedeciendo ciegamente lo que le pide su cuerpo. Es como una liberación. Me da ganas de gritar un poco, pero no me sale con tanta facilidad, y necesita aprender un poco más para arrancarme algo como eso.
Pero sí jadeo, y a veces arrastro la voz un instante.

-Venga -le digo, lo incito, moviendo una única vez la pelvis, con especial intensidad, en el momento preciso, causando la sensación de que una de las embestidas es más profunda.

Esto está mejor. Creo que podría perder un poco el control. Podría explotar...

Corbin acabó por soltar el pecho, en busca de aire y de una posición que le permitiera moverse con más libertad. Le hubiera gustado volver a darle la vuelta, se le ocurrió, porque le daba una sensación de control mayor, pero no tenía tiempo para eso. Tenía algo más importante en lo que concentrarse.

En sustitución de la carne que acababa de dejar, Corbin cerró los dientes en torno a la base de su cuello. Le gustaba especialmente aquel punto. La hacía más vulnerable, a su parecer. Y, con la cadera desatada, continuó embistiendo contra ella, dejando escapar un gruñido sordo cada vez que la encontraba, concentrándose en la sensación de clavarse en su interior, cada vez con la intención de llegar más lejos, cada vez con la sensación de estarlo consiguiendo.