Bosque

Una luz se apareció sobre una rama, deslumbrándome. Me llevé una mano al rostro para protegerme de aquellos rayos. ¡¿Era acaso aquello...?! No podía ser... ¡¡Una aparición!! Como había leído ya en varios libros de caballeros, al hallarse frente a la prueba final muchas veces el héroe se topaba con una mística aparición que le revelaba su destino, le daba poderes o muchas otras cosas grandiosas, indicándole al fin que su búsqueda seguía el camino correcto y que, por tanto, sí se trataba del héroe. Y allí, en lo profundo de mi crisis de identidad, aquella hermosa mujer, como un ángel, aparecía para guiarme en la conseguición de mi destino.

Tragué saliva, nervioso, al escuchar su voz. Tenía que parecer heroico, seguro, poderoso... Allí se estaba estableciendo un nuevo orden mundial.

-No paseo sin más. Me entreno. Y ni el frío ni la oscuridad me aterran en una ocasión así. Soy yo contra la naturaleza-. Dudé un instante antes de seguir-. Y... ¿Qué hace una dama como vos en este lugar tan inhóspito?

Fera alza una ceja. No esperaba a alguien con muchas luces, pero tampoco a un tipo así. O es idiota, o bien no es más que un pobre loco. En fin, siempre puede entretenerse en averiguarlo.

Se desaparece, para volverse a aparecer al pie del árbol, apoyada en el tronco. Cruza los brazos bajo el pecho y lo mira con cierta condescendencia.

-¿Ah, sí? -pregunta-. ¿Y qué le has hecho a la pobre naturaleza para que se ponga en tu contra, cielo? ¿Tan malo has sido?

Descruza los brazos y se acerca unos pasos a él, manteniendo aún una cierta distancia.

-Yo... Digamos que una corazonada me trajo aquí. Una presencia atractiva...

Lo mira fijamente a los ojos, con los suyos brillando al máximo.

Antes de que pudiera reaccionar ella había desaparecido. Desorientado, la busqué. Quizás la falta de alimento me hacía ver alucinaciones. Pero apenas una milésima de segundo después estaba allí de nuevo, brillante, hermosa, al pie de aquel árbol, y sonreí de nuevo, aliviado.

-Yo no le he hecho nada, lo prometo. Un buen amigo me aconsejó que lo hiciese. Según tengo entendido, también él realiza esto a menudo.

Pese a que aquella hermosa mujer solo viniese a por mí, no me parecía correcto dejar a Corbin fuera del todo. Al fin y al cabo, la idea había sido suya. Se merecía una oportunidad, por lo menos.

Su siguiente comentario me hace enrojecer, pero un hombre como yo no retrocede por algo así.

- ¿Atractiva? Pues sería la suya propia, que debe de seguirla allá donde va -respondo lo más seguro que puedo, esbozando mi más seductora sonrisa.

Fera se lleva una mano a la cara, apoyándose, mientras lo observa. Tuerce la sonrisa.

-Así que un amigo, ¿eh? -repite-. Eso suena, cuanto menos, interesante.

Parece que no tarda en responder. Al principio enrojece, pero parece intentar disimularlo con sus palabras, aduladoras. Una reacción interesante, aunque no parece gran cosa.

En cualquier caso, ella decide concederle una risa cristalina. Parpadea lentamente, coqueta.

-¿Tú crees, guapo? Sería una lástima descubrir que pierdo el tiempo persiguiéndome a mí misma... -Desvía la mirada, como decepcionada.

Asentí, efusivo.

-Su nombre es Corbin, si le interesa. Es algo seco, pero un buen hombre.

Hablo con fuerza, sin dudar, como movido por un extraño poder que brotaba de mi interior y que me obligaba a no cesar, como si ella fuese a desaparecer si lo hiciese. Era de lo más extraño, pero no me sentía capaz de ignorarlo.

Me costó sostener la mirada al recibir aquel cumplido. Las mujeres como ella no debían adular sin más... Si no resultaban difíciles de cortejar... ¿Dónde podría hallar yo el reto?

Inger. Inger. Inger.

-No digo que así sea... -repliqué algo nervioso-. Pero de haberme sentido adulado por su comentario habría pecado de arrogancia... Y estoy intentando ser humilde en todo lo posible, aunque quizás al decir esto no lo esté logrando... Quería decir que es usted más bella de lo que yo podría llegar a ser jamás, si me lo permite...

Negué, repentinamente torpe, pasándome una mano por el cabello. En qué berenjenales me metía, por Mithos...

Así que Corbin es su amigo, aquel que le ha dicho que puede ser buena idea meterse en el bosque de noche desarmado, descalzo y sin camisa. La duda es si el tal Corbin se dedica a burlarse de idiotas como él o si, sencillamente, no es más que otro idiota. Porque, desde luego, el flamma parece más tonto que loco.

-¿Vas a decirme el nombre de tu amigo y no el tuyo? No sé qué pensar a ese respecto... -A ver cuántos segundos tarda en disculparse atolondradamente.

Parece estarse aturullando. Desde luego, es un tipo un poco simple. Quizás demasiado. En fin, la clase de hombre que necesita que lo espabilen un poco. Con este pensamiento, avanza un poco más hacia él, acortando significativamente las distancias. De nuevo, lo mira a los ojos.

-Vaya, qué encanto -comenta con dulzura-. Y qué halagador. ¿Sueles decirle lo mismo a todas?

Al darme cuenta de que no me había presentado me sentí como un auténtico idiota. Ella allí, interesada en mí, llegando a llamarme guapo, y yo sin ser capaz siquiera de otorgarle un nombre por el cual referirse a mí.
Agité la cabeza y me golpeé las mejillas con las palmas abiertas, como para despejarme. De hecho, para despejarme.

-Disculpa... Vaya modales tengo... -. Hice una pequeña reverencia, mirándola y sonriendo en todo momento-. Mi nombre es Rick Dehnel.

Todo un gran nombre. Tendría suerte si no se caía de culo de la impresión, la verdad. Me sentía bastante orgulloso.

- ¿Podría obsequiarme, si es menester, con el suyo a cambio...?

Mientras se acercaba mi tono iba disminuyendo. Su fragancia era tan exquisita... Y su rostro... Y sus curvas...
¿Qué significaba aquella aparición en el bosque? Quizás hijos sanos o...

Volví en mí.

-Claro que no... Muy pocas mujeres han escuchado esa clase de palabras venir de mis labios. Solo las verdaderamente especiales y hermosas...

Inger. Inger. Inger.

¿Por qué has de ponerme a prueba, Mithos?

Bingo. Su forma de presentarse es incluso más atolondrada de lo esperado. Así que Rick Dehnel.

El chico parece querer sentirse importante, pero es como si tuviera miedo de dar un paso en falso. Desde luego, es un comportamiento extraño, aunque de lo más divertido. La sonrisa de Fera baila en su cara, a pocos centímetros de él, mientras sus ojos le dirigen miradas sugerentes.

Dando un último paso, apoya una mano en su pecho, acercándose un poco más.

-Fera Twinkle -responde en un murmullo.

Continúa su retahíla sin fin de halagos. Con falso pudor, Fera desvía un momendo la vista, mordiéndose levemente el labio. Vuelve a mirarlo desde abajo, con ojos resplandecientes.

-Así que a las especiales y hermosas -repite, como si saboreara las palabras. Al menos el chico tiene buen gusto-. Y... ¿qué más les dices?

Termina de pegar su cuerpo al suyo a la vez que formula la pregunta.

Fera Twinkle...
Mis labios repitieron aquellas palabras en silencio, como tratando de grabarlas para no tener que pensar siquiera un instante al querer pronunciarlas de nuevo.

Inger, te quiero.

El contacto de su mano sobre mi pecho me acelera el pulso. ¿Por qué no podría uno ser varias personas a la vez? De esa forma uno tomaría sin pudor a Fera Twinkle mientras otro, casto y servicial, mantenía la pureza de Inger intacta. Pero por tentado que estuviese, solo Inger estaba en mi mente. O al menos en primer lugar, en aquel momento. Mínimo mínimo, a la misma altura.

Es que Fera parecía tan virgen y casta...
Su nueva pregunta hizo que mi mente de seductor trabajase a toda velocidad. Nada de piropos de tercera mano, Rick... Algo nuevo.

-Es que... Nunca antes había encontrado a una tan resplandeciente y todo lo que había dicho hasta ahora se me quedaría corto...

No mentía. Ella era la que más brillaba de todas. Las demás no brillaban. De hecho, las mujeres normales no brillaban. Solo aquella aparición encantada en el bosque.

Tragué saliva al sentir su cuerpo contra el mío. Por suerte, mi concentración me permitía evitar que el dragón alzase el vuelo.

¡POR INGER!

Alza ambas cejas, mirándolo con fingida inocencia, mientras él habla. Desde luego, es difícil contener la risa. En ese aspecto, el chico supone un auténtico reto.

Así que ella "resplandece" como ninguna otra. Será que el chico no ha estado con muchas chrysos en su vida.

En un gesto que quiere parecer involuntario, la mano del pecho desciende un poco, amenazando con llegar al vientre. Fera desvía la mirada al suelo antes de volver a alzarla y mirarlo. La mano desciende un poco más. La otra se posa en el hombro del chico, como jugueteando con una mota de polvo invisible. La mano, al llegar al vientre, continúa el descenso sin detenerse. Ella sonríe.

-Si quieres... puedo apagar la luz.

En el momento en que pronuncia la última palabra, el brillo desaparece, y casi al instante Rick se encuentra solo en la quietud del bosque nocturno.

*Fera ha desaparecido*

Todo sucedía muy rápido. Cuando quise darme cuenta ella ya iba a por mi dragón, directa. No me hubiese sorprendido nada que quisiera descendencia Dehnel y que me hubiese estado siguiendo. Al verme tan solo en el bosque me había visto una presa débil, pero ¡NO! Yo no era una presa débil, ni mucho menos. Por eso mi fuerza de voluntad logró espantarla y, pese a mi tuquicardia, finalmente me encontré con que había expulsado a aquella mujer de mi mente.

La luz desapareció.

- ¿Fera? ¿Dónde estás?

La busqué algún tiempo. Al cabo de los minutos comenzaba a preocuparme... ¡¿Y si una fuerza maligna se la había llevado?!
Corrí de aquí para allá y en una de mis carreras no me di cuenta de que allí había una piedra.

Torpemente, para mi desgracia, tropecé, con tan mala pata que una piedra que había en el suelo golpeó mi cabeza.

*inconsciente XD*

Abrí los ojos con lentitud y el sol me deslumbró. No tenía ni idea de dónde estaba o qué hacía allí. La cabeza me dolía.

Un segundo...

Me llevé una mano a la frente y me la froté, pensativo. Si mal no recordaba, ayer una mujer me había acosado. Fera, creo que era... Y, visto lo visto, debía de ser esa de la prueba que hablaba Corbin. Vas al bosque y tienes que resistirte al deseo o afrontar tus miedos.

Me levanté lentamente, sonriente. Rick Dehnel no había sucumbido, así que mi lucha en solitario había dado sus frutos. ¡Había sido capaz de luchar contra la alucinación, contra mi propia mente!

Muy contento conmigo mismo, abandoné el bosque. Tenía que encontrar a Corbin para contarle aquello, sin duda.

*se va*

Avanzar de noche por el bosque no es en absoluto fácil. Y más, teniendo en cuenta quiénes somos. Rick avanza detrás de mí, y parece que ni siquiera la luz que yo llevo es suficiente para él. Yo, por mi parte, no tengo muy claro el camino.

He estado explorando Brontë, pero no he llegado a internarme en el bosque, ni tampoco a ir hasta el río o el lago. Sí sé de su existencia, pues pasé por aquella zona al llegar, pero no me resulta fácil recordar su situación.

¿Por qué me he metido en todo esto? Quizá es un poco tarde para preguntármelo...

Mientras avanzo, voy buscando alguna marca del paso de Telma que la oscuridad pueda estar ocultando. Además, la llamo de vez en cuando.

No sé cuánto tiempo pasamos en el bosque, pero sé que es demasiado para asegurar que no nos hayamos perdido o hayamos dado un enorme rodeo. Rick llevará mucho aquí, pero no ayuda en absoluto...

Finalmente, distingo una última fila de árboles, y la luna que riela sobre una gran mancha de agua. Suspiro, aliviada. Al final, aquí está el lago.

*Llegan al lago*

Telma mugía lastimera. Tras un tiempo de dar pasos adelante y atrás, tratando de encontrar la forma de estar más cómoda, acabó por tumbarse en el suelo, agotada. Le dolía la pata, y no podía moverla con normalidad.

El tiempo pasaba, y ella seguía allí, incapaz de salir de su apuro.

Había salido de los establos mientras Rick dormía, aburrida de esperar a que se despertase. Trotaba feliz por el bosque, jugueteando y explorando, hasta que algo llamó su atención.

Su olfato la guiaba hasta una zona de plantas frondosas y jugosas, de penetrante olor. Concentrada en comer aquellas hierbas de sabor dulzón, avanzaba sin fijarse por dónde pisaba.

En un momento dado, perdió pie y cayó, doblando la pata anterior izquierda en una posición extraña. Cuando tocó tierra y miró alrededor, se encontró en mitad de una pared, sin posibilidad de bajar ni de subir y con una pata dolorida. Incapaz de hacer nada, esperó.

Caminamos, y caminamos y seguimos caminando, recorriendo un enorme territorio que, probablemente, no es más que una pequeña parte del total del bosque. Empiezo a sentir la garganta irritada de tanto gritar, llamando a Telma.

En un momento dado me detengo y me apoyo en un árbol, cansada. Miro a Rick, que parece obcecado con no detener la búsqueda ni siquiera para tomar aire. Cierro un momento los ojos. Lo peor es esa sensación de que, tal vez, no esté siquiera en el bosque y estemos buscando en vano.

-Rick -llamo-. ¿Hay alguna zona del bosque en particular a la que soláis ir? Tal vez allí...

Me estresa tanto la idea de buscar al azar que no puedo evitar crear patrones que seguir en mi cabeza. Sin embargo, debo reconocer que me estoy quedando sin ideas.

Caminaba sin descanso, buscando alguna pista o lo que fuera. Llegado un momento, ni siquiera llamaba a la bismomte conscientemente, sino que mi propia voz gritaba su nombre de vez en cuando, sin seguir ninguna norma.
Cuando Lea se detuvo y me llamó, me volví hacia ella. Estaba apoyada contra un árbol. Quizás aquel esfuerzo era demasiado para ella...

-Lo cierto es que no solíamos alejarnos tanto... -. Suspiré, pasándome una mano por mi magnífico pelo, que estaba entonces mojado con mi sudor-. Pero ya no sé qué hacer...

Un sonido extraño, como un mugido o un gruñido, llegó de pronto a mis oídos. Me llevé una mano al estómago, incómodo.

-Lo siento... No he desayunado...

Suspiro cuando habla, explicando que nos hemos alejado más de lo que ellos suelen. Supongo que era de esperar.

Oigo, entonces, y ruido a lo lejos, y giro la cabeza en la dirección de la que procede. Cuando me vuelvo a mirar a Rick, tiene una mano en el estómago y se está disculpando. Casi me dan ganas de reír. Aunque sea por no llorar...

-Ni comido, ni merendado, imagino -comento con cansancio-. Pero calla un momento y escucha.

Llamo a Telma con especial energía, y luego me quedo callada, muy quieta, mirando en la dirección de la que creo que ha venido el sonido. Si es lo que creo...

Me encogí de hombros, algo avergonzado.

-Pues lo cierto es que n...

Callé en respuesta a su petición, dejando mi frase a la mitad para prestar atención, como ella pedía. Lea llamó a Telma con fuerza, y su voz resonó entre la frunduosa arboleda.

-¿Qué pasa? -inquirí, mirando de reojo a la flamma, pero antes de que pudiera decir nada un mugidito lastimero y lejano llegó hasta nosotros. Abrí mucho los ojos, tensando el cuerpo-. ¡¿Telma?!

Enseguida comencé a correr, siguiendo el origen de aquel sonido. ¡No podía ser, pero...! ¿Qué denonios hacía allí, por Mithos?!

El mugido se repite, y antes de que pueda evitarlo, Rick echa a correr en la dirección de la que viene. Echo a correr detrás.

-¡Rick! ¡Espera! -grito, tratando de alcanzarlo-. ¡Puede ser peligroso!

Consigo llegar a su altura, pero no frenarlo, pues tiene bastante más fuerza que yo. Corro, pues, manteniéndome a su altura, llamando de cuando en vez a Telma para que siga mugiendo. Cada vez suena más cerca.

Llegamos a una zona en la que unas hierbas, pisoteadas, abren paso a un lugar sin suelo.

-¡Para, Rick! -insisto. Con lo estúpido que es, es capaz de lanzarse al vacío.

Yo, por mi parte, voy bajando la velocidad hasta simplemente caminar. Me acerco hasta las hierbas, que parecen bastante interesantes. Al menos, interesantes para un bismonte. Decidida, me acerco al límite de tierra y miro abajo.

-¡Telma! -llamo, al verla-. ¿Estás bien?

No dejé que Lea me detuviese. Apreciaba mucho sus esfuerzos, pero no podía separarme de mi objetivo en aquel momento, estando yo ya tan cerca. No tenía ojos más que para el camino que seguía ni oídos más que para los mugidos de Telma, que sonaban cada vez más y más cerca de nosotros.

De pronto el suelo desapareció. Traté de frenar, pero resbalé en la gravilla y la tierra, derrapando y perdiendo el equilibrio. Me caí de culo, por suerte, al borde de aquel precipicio raro, quedando a escasos centímetros de la muerte.

-¡Telma! -exclamé desde allí. Al asomarme había visto su peluda cara en el fondo, mirando hacia arriba.

Al vernos, Telma mugió. Parecía contenta, quizás algo agobiada y preocupada. Nos separaba de ella una buena altura.
Con cuidado, me puse de pie.

-¡Tranquila, Tel! -le grité-. ¡Te sacaremos de ahí enseguida! -. Dirigí una mirada a Lea, interrogante-. ¿Cómo? - le pregunté, más bajo.

Tan cerca estaba... Y tan lejos.

Rick derrapa, y por un momento temo que caiga también. Por suerte, eso no llega a suceder, sino que queda al borde, asomándose a mirar a Telma y hablando con ella. Por supuesto, no tiene ni idea de qué hacer.

Y yo, debo admitir, tampoco. Suspiro, tratando de pensar.

-A ver... -reflexiono-. Habría que ayudarla a subir. No creo que pueda hacerlo sola... Habría que bajar a por ella -. Lo miro, dubitativa-. ¿Crees que podrías auparla? Yo puedo intentar tirar de ella desde arriba, pero...

Rick parece tener bastante fuerza, pero ¿cuánto pesa Telma? Al fin y al cabo, es una bismonte...

Su propuesta resultó ser una verdadera locura. Puse una de mis nobles manos sobre su hombro, esbozando una sonrisa.

-Gran idea. No queda otra.

Respiré hondo. Aquello sí sería una prueba de fuerza, pero luego los bardos tendría tanto que escribir sobre mí que no acabaría ni en un mes de ensaladar mis hazañas y todas aquellas cosas que hacían los escritores de noblezas.
Me desprendí de la camiseta y la dejé en el suelo. Me volví entonces hacia aquel abismo al que tantos nobles se habían enfrentado y no habían logrado superar y comencé a descenderlo. Tampoco era tan alto...
Al llegar abajo, Telma se abalanzó sobre mí. La acaricié un buen rato mientras me lamía y se frotaba contra mí.

-Tranquila, tranquila -. Sonreí. Estar allí, con ella, ya era una noble victoria-. Te sacaremos de aquí.

Cuando por fin conseguí que Telma se cansase, me concentré. Quizás fuese todavía una cría, pero estaba casi seguro de que pesaba, por lo menos, algo más que yo.

-Vamos allá -me dije, acuclillándome para empujar de ella desde la base de su cuerpo.

Los músculos de mis poderosos brazos se tensaron. Telma comenzó a ascender, pero no estaba seguro, ni mucho menos, de poder alzarla sobre mi cabeza. Pese a todo, me esforcé. Telma, por su parte, ayudaba un poco dando pasos por la pronunciada cuesta, que servía, en parte, de apoyo para su ascenso, liberándome de algo de peso.
Jadeaba por el esfuerzo. Suerte que era una cría, Mithos...

FdR- Rol pausado

Rick no propuso ninguna alternativa, ni tampoco esperó a que acordásemos nada más. Sin más, se deshizo de su camiseta y se lanzó a por Telma. Fruncí un momento la frente y el ceño, esperando lo peor. Por suerte, sin embargo, consiguió mantenerse en el mismo espacio precario en el que Telma había caído.

Esperé un tiempo, manteniéndome como simple observadora, a que Telma expresara su desbordante alegría sobre el flamma. Cuando, por fin, se tranquilizó, Rick se dispuso a cogerla para subirla. Pese a que la bismonte ponía de su parte tratando de apoyarse en la pared y a que era evidente que Rick tenía mucha fuerza, me sorprendió que se las ingeniara tan bien para hacerlo.

Pese a todo, seguía sin ser suficiente; Telma no era ya un bebé, y su peso era considerable. Tratando de ayudar, me agarré con la mano izquierda a una rama de aspecto sólido, y extendí el brazo derecho hacia la bismonte, tratando de sugetarla. Conseguí, al fin, alcanzarla, y la agarré por la piel en un punto que, sabía, no le haría demasiado daño. En estas condiciones, comencé a tirar de ella, tratando yo también de subirla.

-Vamos, pequeña -murmuré entre dientes, concentrada en mi esfuerzo.

Entre el propio esfuerzo de Telma, mi empujación y la nueva colaboración de Lea, que no tenía pinta de ser muy fuerte, pero, al fin y al cabo, el arrojo y la nobleza de un guerrero no se medía solo en el tamaño de sus músculos, sino también en el tamaño del corazón. Yo los tenía ambos grandes. Lea quizás no tuviese brazos como los míos, pero aquella amabilidad, quizás incluso demasiada para Seth, demostraba mucho de ella.

Entre los tres logramos que Telma ascendiese. Cuando la pequeña estaba cerca de la superficie, pataleó para apoyar en algo sus patas traseras y terminar de subir, consiguiéndolo y, de paso, dándome una noble coz en la cara, haciéndome echar la cabeza hacia atrás del golpe, dándome un tirón en el cuello y, finalmente, hacer que mi nuca se golpease contra la pared trasera de aquella fusiura.

-Me cago en la... -gruñí tras mi alarido de dolor.

Me llevé una mano a la cara, algo mareado. Sangraba un poco, pero los mugidos de satisfacción me llenaban de alegría. Tanta alegría que me quedaría sentado un rato más...

Telma termina de subir tras los esfuerzos de los tres, y cuando lo hace la abrazo, llena de alegría. Ella también parece contenta de estar de vuelta arriba, como es lógico. Tiene que haberlo pasado muy mal.

Me entretengo un rato en mimarla y hacerle carantoñas, contándole que he estado muy preocupada y regañándola por no fijarse por dónde va y ser tan golosa. Telma parece demasiado ocupada con los mimos para preocuparse por la regañina, pero no me importa demasiado. Al fin y al cabo, está de vuelta, que es lo importante.

Le hago una rápida revisión, buscando algún problema que pueda haber supuesto la caída. Al final, no encuentro más que una pequeña torcedura. Probablemente le duela, pero se pondrá bien sin dificultad. Debo hablar con Rick para que sepa cómo tratar el problema.

Es entonces cuando me doy cuenta de que el flamma no ha vuelto a subir. Sin alejarme mucho de Telma, me acerco al borde y miro abajo. Frunzo el ceño al ver a Rick, con la cara ensangrentada y apoyado en la pared.

-¡Rick! -llamo-. ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?