Bosque

Rió.

—Pero, Fier, ¿qué clase de caballero sería si no te presto mi capa? —Con voz más grave, añadió—. Uno muy despreciable, indigno, poco caballeroso y etcétera, etcétera —concluyó con su voz normal. Todavía le estaba extendiendo la capa a Fier, y así estaría hasta que la aceptase. Podía ser muy testarudo cuando quería.

Sonrió. Le echó un rápido vistazo a su alrededor antes de volver a hablar.

—Además, visto lo visto, tampoco tengo nada que hacer por aquí fuera. —Se encogió de hombros—. Creo que, si me adentro más, me perderé, y con esta lluvia es mejor ser precavido y dar la vuelta. Puedo ayudarte a encontrar la salida si quieres.

Ensanchó la sonrisa. Realmente sí que quería seguir explorando el bosque, pero tampoco quería perderse y dar vueltas de manera inútil mientras se empapaba (había decidido hacía un rato que la capa se la iba a dar a la aether. ¡Para un gesto caballeroso que tenía!).

Cuando la aether se acercó a él y alzó las manos, arqueó las cejas. Había cosas en la aether que le llamaban la atención, como forma que tenía de tomarse libertades. No era que le molestase demasiado, pero sí que le chocaba. Había supuesto, ya la primera vez que se encontraron, que si era tan callada como ella decía, era porque era tímida. Pero, visto lo visto, tal vez tuviese que apartar definitivamente aquella idea. A lo mejor, simplemente, no se le daba bien tratar con la gente y por eso no hablaba. Quién sabía.

—¿Cómo hago qué? —Torció la sonrisa—. Lo de iluminarme cual farol es por la magia. —Se encogió de hombros de nuevo—. Nada interesante. Todos los chrysos pueden hacerlo.

Asintió.

—Exacto. Además, dudo que el bosque mute demasiado en una semana o así. —Sonrió. Luego añadió—: Piensa que esto de que pueda iluminarme es tan normal como, no sé, que tú puedas volar. Si estás acostumbrado, deja de parecerte interesante o relevante. Aunque, francamente, volar me parece mucho más interesante y útil que brillar.

Se encogió de nuevo de hombros. Luego, cuando la aether cogió la capa, sonrió con satisfacción, aunque no tardó demasiado en borrar la sonrisa. No sabía muy bien cómo había logrado la aether ponerse detrás de él con tanta rapidez, sin darle tiempo a reaccionar siquiera, pero ahí estaba. Y, peor, le estaba poniendo la capa. Durante unos segundos, el chrysos no supo qué hacer, si reír o suspirar. Finalmente, cuando Fier hizo la lazada, decidió reírse.

—Ahora no sólo seré poco caballeroso, sino que también seré un crío —murmuró, con fingido dramatismo. Luego miró a la aether de reojo. Fier acababa de cogerle de la mano y había dado un par de pasos. El chrysos asintió y sonrió. Al menos había decidido aceptarlo como guía (o algo por el estilo).

Soltó la mano de la aether y, tras hacer una reverencia con la cabeza, dijo:

—Milady, por favor, acompáñeme.

Y comenzó a andar, esperando que la aether lo imitase.

Fdr. m'lady

Con el cese de las lluvias, Zacharyas había decidido salir un rato de las paredes del palacio. Aunque el interior le resultaba bastante agradable, pues el cielo abierto no era su paisaje favorito, de vez en cuando le agradaba pasear bajo las sombras que los árboles proyectaban. De paso respiraba aire puro, que aunque prefiriese el aire tomado de las mazmorras, este era bueno para los pulmones.

Llevaba menos capas que de costumbre, pues había poco frío del que protegerse. Mientras andaba su mente pensaba en el hombre al que había matado. Todavía sentía en las manos la sensación de presión que había tenido que hacer para penetrar el hueso y partirlo. Pero la sensación que no se podía quitar de encima era la que le había causado al mirarlo a los ojos mientras moría y verlo apagarse. Era, de algún modo, excitantemente macabro.

*se queda paseando*

Decidí hacer algo de ejercicio porque desde que era mendigo mi masa corporal estaba bajando y no era algo agradable para un guerrero como yo. Quizás ya no fuese noble, pero ello no implicaba que tuviese que tener una forma física pesimista.

Mientras corría con ánimo (Telma había preferido quedarse durmiendo) me encontré con la larguirucha figura del caeruleus Zacharyas, que parecía entretenido en un paseo. Le di una fuerte palmada en la espalda a llegar a su lado, sonriente, alegrándome de haberme encontrado con mi buen amigo.

-¡Buenas tardes! ¿También has salido a hacer ejercicio? Hace un día maravilloso para entrenar cuerpo y mente, eh.

Un sonido de pasos, acompañado de un fuerte golpe en la espalda que lo obligó a arquearla, sacó a Zacharyas de su ensoñamiento sobre los ojos del muerto. Se volvió hacia el que resultó ser Rick Dehnel y sus labios dibujaron una amplia sonrisa.

-Buenas tardes –lo saludó, haciendo una leve inclinación de cabeza que acompañaba sus palabras-. He salido simplemente a airearme un poco.

El caeruleus pasó sus ojos por el precario aspecto del flamma. Su andrajosa ropa y su aspecto descuidado pasarían desapercibidos difícilmente. Aunque parecía animado. No lo veía desde aquel día...

-¿Ya te has recuperado por completo?

Tenía los recuerdos de aquel día algo borrosos, pero sabía que, antes que a él, aquel hombre había golpeado a Dehnel. Por su aspecto, Zacharyas sabía que la respuesta sería afirmativa, pero consideraba de buen gusto preocuparse por sus compañeros.

Era una pena que el caeruleus no estuviese haciendo ejercicio, porque muchas veces los hombres, al hacer ejercicio juntos, reforzaban importantes lazos de hombres que se basaban en la fuerza, el sudor y muchas otras cosas que, por muy agradables que fueran a los sentidos, las mujeres no acababan de entender.
Sudar juntos para reír juntos. Ese era mi lema.

-¡Pues cuando quieras echar unas carreritas avísame! O lo que quieras... Podemos hacer algo de deporte. Hay juegos bastante entretenidos, como ese de pasarse una pelota golpeándola con unas tablas...

Negué varias veces. La gente no sabía qué inventar... ¡Con lo entretenido que era enfrentarse a torso descubierto! Eso sí era un deporte de hombres.

Cuando oí su pregunta me di un golpe en el pectoral izquierdo, animado. Sonreí ampliamente.

-¡Claro que sí! Este cuerpo no cae tan fácil. Realmente me hice el dormido para que aquel tipo no se sintiese mal.

Suspiré. Ya bastaba de bromas. Era obvio que aquel me había noqueado pero bien. No iba a engañar a Zacharyas, por muy inocente que fuese. Y, hablando de inocencia...

-Una cosa, Zachy... -. Pasé una mano por su hombro, sonriente, atrayéndolo hacia mí-. ¿Has conseguido ya llevarte a alguna al huerto?

Zacharyas sonrió ampliamente. Ver a Dehnel tan lleno de vigor era mucho mejor que verlo apagado, así que no podía evitar sentir cierta alegría por él.

-Quizás algún día podamos practicar algún deporte juntos -concedió. No era muy dado a practicar deportes, pero quizás pudiese llegar a ser divertido. Y en caso de no serlo, no pasaría nada por agradar a otro durante una tarde.

Zacharyas continuó prestando atención al flamma. Mientras hablaba, no pudo evitar pensar que podría haber muerto en el enfrentamiento a aquel hombre. La idea de ver su cuerpo destrozado en el suelo se le antojó muy agradable, pero desapareció de su mente en cuanto las últimas palabras del guerrero llegaron a sus puntiagudas orejas.

-¿Qué? -preguntó, en acto reflejo.

Sonreí pícaro. Me había entendido perfectamente. Lo sabía.

-Ya sabes... -. Dejé que mis ojos girasen recorriendo sus órbitas antes de proseguir-. ¿Sigue ahí tu virginidad o... has entregado a una buena mujer tu sudor y tu...?

Reí.
Zacharyas seguía pareciendo un poco virgen, pero a lo mejor había conseguido tocar una teta o algo. Había hombres que, de hecho, tenían esa cara toda la vida. No todos podían ser como yo.

Zacharyas se ruborizó, ligeramente indignado. Que él supiera, esa no era una pregunta que se le hiciese a alguien. Según la educación, había algunos temas que uno no debía tocar, y Rick Dehnel acababa de romper no una, sino muchas barreras a la vez. No sabía si sentirse avergonzado o molestarse con él, pero le sonreía tanto que terminó por suspirar y ceder.

-No, no lo he hecho. Pero déjame decirte, primero, que no -. Carraspeó- estoy interesado en eso...

Era cierto que sentía cierta curiosidad, pero del mismo modo sentía curiosidad por la pesca en Aqua y no por ello iba allí a aprender. Esperaba que el flamma lo entendiese.

Solté una carcajada. Zacharyas era un gran hombre, pero a mí no me engañaba.

-Es normal que te sientas algo avergonzado, pero a mí no tienes que mentirme. Somos amigos, ¿verdad?

Sonreí mientras negaba varias veces. Lo que hacía la vergüenza en los hombres hechos y derechos. No se atrevían ni a admitir la esencia que les hacía ser ellos mismos: el sexo.

-A ver... A veces las chicas si creen que eres virgen se asustan un poco, pero es normal. Son unas viciosas que quieren todo el placer. Por eso, tengo una idea. Te voy a ayudar.

Zacharyas lo miró de reojo, algo desconfiado. Empezaba a dudar de eso de que fueran amigos. Más bien, se sentía como una especie de experimento sociológico, o algo así. Si no fuera porque sabía que Dehnel era un buen hombre en el fondo, quizás Zacharyas se hubiese marchado de allí, pero aguantó estoico y se armó de valor para alzar ambas cejas y preguntar al respecto.

-¿Ah, sí...? ¿Qué tipo de idea? -inquirió, escéptico.

No le gustaba el rumbo que estaba tomando aquello. Casi se arrepentía de haber salido un rato.

Ensanché mi sonrisa. Así que en el fondo el oscurito estaba interesado en lo que tenía que decirle, eh... Normal, normal. En lo relativo a mujeres, yo era un pozo de sabiduría y, seguramente, él lo sentía. Yo era un macho alfa, y aquello los demás hombres podían olerlo.

-Cuando estuve en el pueblo conocí a varias "señoritas de compañía". Yo no caté ninguna, pues mi condición de noble mendigo me lo impide, pero hice buenas migas con un par que me aseguraron que eran las reinas del placer.

Levanté las cejas repetidas veces, insinuante. Aquello sonaba bien hasta para mí, que estaba comprometido.

-Vayamos allí a que una te estrene. Las demás mujeres llegarán solas.

Zacharyas pensó que Rick Dehnel realmente parecía saber mucho de mujeres. Se le veía seguro y desinhibido hablando de lo que hablaba. De lo que el caeruleus estuvo seguro, sin embargo, es que Rick Dehnel no sabía mucho de él, pues las cosas que decía en su mundo no tenían pies ni cabeza.
Sin embargo, Zacharyas tuvo una pequeña y tímida idea. Tenía la sensación de que se arrepentiría más tarde de haberlo hecho, pero algo lo impulsó en ese momento a hacer un comentario, una llamada de socorro, que jamás se hubiera planteado.

Algo ruborizado, bajó la cabeza.

-¿Cómo sabes cuando una mujer te agrada, Dehnel?

Vaya pregunta me hacía. Puse los brazos en jarras, indignado. Esa no era una pregunta con sentido. La respuesta era tan obvia que no entendía a qué venía.

-¡Una mujer siempre agrada! Sus curvas son peligrosas, pero siempre hermosas. Bueno, menos en las gordas, pero aquí no abundan.

Lo miré, esperando que mi respuesta le hubiese ayudado, pero entonces caí en la cuenta. Quizás el siniestro muchacho tenía alguien en su corazoncito oscuro y no sabía bien qué hacer y yo allí, hablando de prostitutas y gordas.

-Aunque si hablas de sentimientos, es más sencillo que eso. Si cuando la ves piensas "no me importaría aguardar un par de meses para acostarme con ella" es que te gusta.

Su verborrea confundía a Zacharyas, poco acostumbrado a tratar aquellos temas, y más aún con hombres como Dehnel, que no sabía muy bien qué tenía en la cabeza, pero en esos momentos parecía más sexo que raciocinio. Y, al final, ¿para qué? Para no obtener una respuesta clara, sino una interpretación del flamma de lo que era que alguien te gustase o lo que fuese. Y si ello estaba, nuevamente, anclado al tema del sexo, al caeruleus le parecía igual de complicado que al principio, pues de lo que se hablaba precisamente era de que él no conocía ese ámbito, y difícilmente lo comprendía.
Suspiró, algo cansado. Quizás eso le pasaba por buscar ayuda cuando él era tan distinto al resto de guerreros. Su disfrute con la sangre era tan incomprensible para ellos como lo eran para él, en esos momentos, las palabras de Rick.

Zacharyas negó suavemente.

-Creo que una mujer se me ha "declarado" -murmuró con voz ronca, rendido.

Enarqué una ceja, algo confuso.

-¿Crees? ¿Te lo dijo usando la segunda letra de cada palabra o algo así?

Si había pasado eso, era probable que él aún no dominase la técnica, como yo. De todas formas, comenzaba a entender su problema: era virgen e inexperto y no tenía ni idea de cómo relacionarse con chicas. Una se le declaraba y confundía sus sentimientos. Me había pasado lo mismito con la primera viuda. Pero tenía la respuesta perfecta.
Rebusqué en mis bolsillos y saqué una lustrosa manzana roja. Se la tendí.

-Iba a ser mi cena, pero te la cedo. Muérdela. Es necesario.

Esperé a que lo hiciera, sonriente. Mientras, se me ocurrió preguntarle por la identidad de la chica.

-¿Quién es ella, por cierto?

Zacharyas estaba cada vez más confuso. Rick le hacía creer que las cosas eran muy complicadas, casi jeroglíficas. ¿Segunda letra de cada palabra? El caeruleus no tenía ni idea de qué era eso, pero antes de que pudiese preguntar le estaba siendo ofrecida una manzana roja, que aceptó con cierta confusión. Iba a preguntarle a Rick que qué estaba pasando, pero su insistencia le hizo terminar mordiendo la manzana. Estaba buena, pero no entendía en qué podía ayudarle aquello.
En cuanto tragó, respondió a su pregunta.

-Sta... Ayne, Ayne Stalon.

Se dispuso, confuso, a morder de nuevo la fruta, preguntándose qué quería hacer el flamma con él.

Le arrebaté la manzana antes de que pudiera morderla por segunda vez. Así no funcionaba.

-¿Ayne Stalon? -. Hice memoria, mordiendo la fruta por el lado intacto mientras pensaba-. ¿Fo ef efa la farvus?

Me sonaba de la chica loca que me había dicho que me estaba ahogando cuando aquella piscis me... Solo de recordarlo... Qué asco.
Tragué la manzana.

-¿No es algo pequeña para ti? Bueno, tú verás...

Puse la manzana entre ambos, mostrándosela.

-Desde tiempos inmemorieables, la capacidad de un hombre al besar se mide mordiendo una manzana. Este es tu mordisco -dije, señalándolo-. Este, el mío. Si quieres llegar a mi nivel, tienes que morder más o menos así.

Fruncí el ceño.

-Si quieres averiguar si hay chispa, lo que has de hacer es de besarla y ver qué sientes. ¡¿Entendido?!

Zacharyas se quedó mirando extrañado al flamma mientras este procedía, arrebatándole primero la manzana y mordiéndola, como si hubiese cambiado de idea.
Parecía conocer a Stalon. Zacharyas asintió, aunque el flamma le daba poco espacio de tiempo para hablar.
¿Pequeña para él? Zacharyas frunció el ceño, confuso.

-Si te refieres a su tamaño no creo que...

Antes de que acabase de hablar, Rick le plantó la manzana ante la cara. El caeruleus lo escuchó hablar, observando las muescas de los dientes de ambos. Pensó que hubiese sido una prueba más entretenida si la hubiesen hecho en el brazo de alguien, probando su sangre.

Cuando Rick dijo lo último, el caeruleus enrojeció. Esa era la clase de cosa que, definitivamente, él no haría.

-No lo veo tan fácil como tú... -dijo, bajando un poco la voz.

Aquel hombre se estaba echando atrás. ¡Y ahora dudaba de mis métodos! Tantas viudas y ahora Inger... Un hombre tan popular como yo era un hombre al que escuchar. Su escie... Except... Esciptic... Eso de no creerme cuando hablaba estaba muy mal. ¡¿A dónde habría llegado yo si no hubiese creído a mi padre?!

- Solo sabes decir no, no y no. Zacharyas, hay que ser arriesgado. En el amor y en la guerra hay que besar pasa saber -. Cavilé un momento sobre mis palabras-. Bueno, eso no tiene mucho sentido, pero la cuestión es que un beso es la solución a tus problemas...

Me acerqué a él, ceñudo, mirándolo fijamente a los ojos. Me cabreaba que estuviese tan reacio a todo aquello.

-¡¡Y SI NO ME CREES, BÉSAME AQUÍ Y AHORA!!

Así entendería la diferencia entre un beso y otro.

-Somos hombres. ¿Qué hay de raro en que lo hagas? Venga, Zacharyas, bésame y compruébalo.

Zacharyas retrocedió un poco ante las palabras de Rick. Había palidecido un poco y, la verdad, el empeño del flamma lo ponía un poco nervioso. Sonrió como pudo, incómodo, tratando de apartarlo de sí poniendo las manos de por medio.

-Creo que -.Carraspeó- eso no tiene mucho que ver... Así que creo que voy a pasar...

Aquel hombre le resultaba de lo más extraño. De pronto parecía írsele la cabeza y empezaba a hacer cosas raras. La verdad era que Zacharyas, en aquellos momentos, no sabía muy bien qué pensar o sentir, pero incomodidad era un buen comienzo.

Suspiré. Respetaba su decisión, pues como era bien sabido, algunos hombres se creían menos masculinos por besar a otros hombres. No lo entendía, pues siempre supe que era imposible que dos hombres se quisiesen como un hombre a una mujer. No solo a nivel pensativo, sino también físico. ¿Dónde estaba la vagina si había dos hombres?

-Vale, quizás no quieras hacerlo, pero con ella es tu deber. Bésala y descubre lo que sientes. Y, para llegar a ello, te daré unas frases infalibles con las que darás con el momento perfecto en cuestión de segundos. Y no te preocupes, yo estaré tras un arbusto por si necesitas ayuda.

Le di una palmadita en la espalda. Ayudarlo a entender sus sentimientos era el primer paso para que perdiese su virginidad y, una vez tuviese sexo, mi nobleza estaría un paso más cerca.