Bosque

No me dijo "NO" así que aquello era un "SÍ".
Rápidamente me puse a prestar atención a lo que ella decía y me enseñaba. Primero identificó el color de mi pelo científicamente. CUÁNTO SABÍA AQUELLA MARAVILLOSA PARVUS. ¿Cómo pude vivir hasta la fecha sin ella?

Por supuesto dejé que me adornase la cabeza con las flores escogidas que, a decir verdad, destacaban fantásticamente en mi pelo. - Aaaaw... Quedan genial... Nunca se me habría ocurrido. GRACIAS, SENSEI - dije postrándome de nuevo a sus pies. - ENSÉÑAME MÁS COSAS SOBRE EL PEINADO, POR FAVOR- dije con tono de súplica. - Debo enamorar a un hombre. Ayúdame. Me llenaré el pelo de flores, ¡me lo lavaré con lo que tú me digas! - chillo aún desde el suelo, completa y absolutamente agradecida por haberme encontrado a semejante proeza de la moda.

Cuando se agachó, di un saltito de alegría. ¡Aquella era mi oportunidad! Con los ojos brillantes de emoción, correteé hasta ponerme detrás de ella y le quité todo lo que llevaba en el pelo: la corona, las flores y las cintas de sus coletas. Me puse de rodillas tras ella y comencé a peinarle el pelo con los dedos, mientras tarateaba. Luego comencé a separar mechones a un lado y a otro, que iba colocando como habría colocado los tallos de las flores.

Tomé la corona y la observé, sin demasiado convencimiento. Acabé por deshacerla y tomar las flores individualmente, que fui colocando en cada cruce de pelo. Así, pasó de llevar una corona en el pelo a ser su propio pelo una corona adornada con flores. Por último, cogí unas pocas piedrecitas brillantes, apenas arenitas, y las coloqué aquí y allá, un poco de cualquier manera.

De un salto, me levanté y contemple mi obra. Aplaudí, entusiasmada.

-¡PERFECTO! -chillé a voz en cuello. Y eché a correr por el bosque, riendo y gritando.

*Se va*

Por supuesto, me dejé hacer completamente ilusionada y soporté tirones y dormimientos de pierna por estar en aquella posición sentada sin quejarme en absoluto.
Una vez hubo acabado, chilló tan fuerte, que asustada, encogí la cabeza y en cuanto quise darme cuenta, la joven y enérgica mujer había desaparecido, dejándome sola, con mi nuevo peinado y sin saber muy bien lo que hacer. No me había dicho ni su nombre.
Me encogí de hombros sonriente y me fui pletórica a entregar la carta al mensajero y a visitar a Massen para ayudarla con sus clases. SE IBA A MORIR DE ENVIDIA.

*se va*

Había perdido bastante masa corporal desde mi partida, y eso no era permitisible. Por noble o mendigo que fuera, el trabajo que había pasado para ser tan atractivo no era algo que despreciar. Así pues, decidí que aquel día era bueno para empezar de nuevo.

Como mi espada no estaba conmigo en esos momentos, decidí que simplemente haría algunos ejercicios y practicaría con mi cuerpo, mejor arma que cualquier otra.

Me puse a trotar entre los árboles, notando que me cansaba más que antes y maldiciéndome por no haberme cuidado.

*corre y se va*

FdR- Hasta nuevo aviso, actuaré como si los stats de Rick hubiesen bajado.

El sigilo es algo muy importante, al menos a mi modo de ver. Si eres fuerte como un oso entonces puedes permitirte el ir a bocajarro, pero siempre es peligroso, y por ello yo prefiero el sigilo. La agilidad, la velocidad... Son importantes. Y también lo es la observación, algo de lo que muchos guerreros carecen. Observando a tu rival, mirando sus ojos, sus gestos, sus costumbres, puedes llegar a saber qué va a hacer y evitarlo. Pero el sigilo, el sigilo es más que eso. No basta con querer ser sigiloso, ni basta con pensar en ello, ni con fijarse... Hay que dominar el espacio, mantener la cabeza fría y saber que si te pillan tendrás que pensar rápido.

El bosque es un buen lugar para practicar sigilo. El suelo, lleno de ramas y hojas, es susceptible de hacer ruido tras cualquier mal pisada. Solo con rozar un matorral ya se provoca un sonido, por eso lo mejor es llevar ropa ajustada y el pelo recogido. Luego, hay que saber equilibrar el peso del cuerpo y, al pisar, ha de hacerse con cuidado, no de puntillas, como algunos piensan, sino haciendo el recorrido completo del pie: primero el talón y poco a poco toda la planta hasta terminar en la punta. Si se camina así hay menos probabilidades de hacer ruido al pisar. Además, siempre hay detalles como controlar la respiración, que ha de ser calma y lenta incluso en los momentos de más tensión, y el olor.

Cierro los ojos y camino, de este modo, como si me hallase en la noche más oscura. Debo evitar hacer sonido alguno y guiarme solo por los cuatro sentidos restantes. De este modo siento mucho más: escucho el viento entre las ramas, palpo las cortezas de los árboles, siento el olor de la savia y la hierba... Y al sentir todo esto es mucho más sencillo adaptarse y no llamar la atención.

*se queda un rato, luego se va*

FdR- No está loca, no ¬o¬ Está practicando cosas que no entendéis!!

El tiempo no parecía ir a mejorar, pero el hastío del palacio ya podía conmigo. Comenzaba a atontarme entre aquellas cuatro paredes, así que me decidí a salir, pese a todo. Bien envuelto en mi capa, ocultas las alas y con la capucha puesta para protegerme de la lluvia, avancé hacia el bosque, en busca de aire fresco. Empezaba a oscurecer, pero eso no me detuvo.

Encontré aquel lugar increíblemente tranquilo y silencioso. El palacio no era precisamente un lugar en el que fueran habituales los gritos y el jaleo, pero a ese respecto el bosque le daba mil vueltas. De no ser por el mal tiempo, me habría propuesto ir a aquel lugar más a menudo. Un frío viento del norte me golpeó. Me envolví más en la capa y continué mi paseo.

En un momento dado, me pareció percibir a lo lejos un murmullo entre las ramas. Un murmullo demasiado fuerte para ser provocado por aquel viento. Lentamente, encaminé mis pasos hacia esa zona. Llegada cierta distancia, me detuve y observé. Una figura parecía luchar contra algo que no podía ver. Parecía, de hecho, algo imaginario. No tardé en reconocerla. Desde la distancia, envuelto en mi capa, me quedé a observarla, inmóvil.

*Se queda*

Sus movimientos, apenas perceptibles en la oscuridad, parecían cada vez más pesados, hasta volverse incluso algo lentos. Continuó un rato más hasta darse del todo por vencida y, tras acomodarse un poco, avanzó hacia un árbol junto al que se sentó. No sabía cuánto tiempo llevaba allí, pero debía de estar helada. Entrecerré los ojos un momento y contuve un gruñido molesto.

Me bajé la capucha y desabroché la capa para quitármela. En cuanto lo hice, pude sentir el resentimiento (casi parecía un alarido de pánico) de mis alas ante el viento y la lluvia fríos. Me contuve e ignoré aquel dolor agudo. Mi familiaridad con el dolor lo hacía más soportable, así que no tenía por qué ser tan difícil si yo no quería que lo fuera.

Con la capa en la mano, avancé hacia ella.

-Buenas noches -saludé, algo tenso, cuando ya estuve a su lado, mientras le colocaba la capa como podía, a modo de manta.

Cruzándome de brazos, apoyé la espalda en el tronco del árbol yo también y permanecí de pie a su lado.

Con los antebrazos apoyados en las rodillas, y éstas alzadas contra mi cuerpo, para ofrecer un menor punto de ataque para la lluvia, espero para recuperar mi ritmo normal de respiración. Cuento en silencio el ritmo cardiovascular, por mero entretenimiento, pensando en que debería entrar al castillo para darme un baño de agua bien caliente. Pero eso era sólo la voz de mi madre reproduciéndose automáticamente en mi cabeza, que se ve disipada en cuanto alzo la cabeza para atender qué se acerca.

Aflojo de nuevo el agarre en la falcata cuando distingo quién es. Me molesta. Su sola presencia, su arrogancia al cubrirme con su capa, la osadía al pensar que él tenía no sólo el derecho sino el deseo de ayudarme. Cierro los ojos con fuerza cuando su olor, su calor corporal me envuelven a través de su capa. Me molesto a mi misma tan sólo por pensar que él me molesta. El problema no es él. En absoluto. Tomo aire suavemente por la boca, para responderle.

- Buenas noches-. "Caballero". Lo pienso, pero omito el adjetivo de siempre, sólo porque él tampoco parece por la tarea de retomar las maneras de antes. He intentado que no me salga débil, e incluso he conseguido que no me saliera tembloroso.

Se le va a manchar. Es lo primero que pienso, después de desquitarme de la tensión de devolverle la palabra. Se le va a manchar la capa por mi culpa. Abro los ojos y me levanto enseguida para que no toque el suelo, aun cuando tropiezo con mis propias piernas por un segundo. Está apoyado contra el árbol, a mi lado. Devolverle tan inmediatamente su acto de amabilidad no sería más que un error por mi parte. Lo acepto suspirando suavito, y me envuelvo tan sólo por delante con ella, sosteniéndola contra mis hombros como fuera una manta. Me niego a que toque mi pelo o mis alas, empapados. Suerte que no es la misma capa que perpetré sin piedad.

- Gracias.

No tardé en darme cuenta de que, muy probablemente, acercarme había sido un error. Era evidente que no era el único que se sentía incómodo, por decirlo de forma suave. En un primer momento había sentido que irme sin dar siquiera señales de mi presencia habría sido un gran error. En el momento en que me hice visible me di cuenta de que, probablemente, no habría sido un error tan grande como el haberme quedado.

-De nada -murmuré.

Aquella palabra suya, tan simple, me inundó por dentró, y cuando contesté lo hice repentinamente aliviado. Pronto tuve que reconocer, sin embargo, que el ambiente seguía siendo frío como un témpano. Tragué saliva. Una vez hecha evidente mi presencia, no tenía más que decir.

-No hace muy buen día para estar aquí fuera.

Al momento maldije haber hecho un comentario tan vacío y estúpido.

Su respuesta, pese a todo, fue natural y hasta me sentí aliviado. Resguardarme de la lluvia y el frío era lo que más me apetecía en aquel momento. Por mí mismo, por supuesto, no lo habría propuesto, pero no iba a rechazar una ocasión tan evidente. Por otra parte, parecía que ella llevaba bastante tiempo a la intemperie, y no creía que su objetivo fuera acabar enferma.

Asentí levemente, pues, y comenzamos a caminar de vuelta al palacio. Sentí el impulso de rodear sus hombros con un brazo, pero me contuve. La capa era suficiente.

*Se van*

Tras pasar por la zona del río, llego corriendo al bosque. Llevo un rato bastante largo entrenando por los exteriores de Palacio, dando vueltas por el lago, los jardines y demás mientras muevo los brazos arriba y abajo o corriendo simplemente. Cuando llego una zona profunda del bosque, encorvo la espalda y apoyo las manos en las rodillas para recuperar aliento. Por culpa de la lluvia y de la nieve, apenas he pisado los exteriores, por lo que siento que, de alguna forma, me he desacostumbrado un poco a esto de correr largas distancias.

Esbozo una sonrisa cansada y estiro los brazos, poniéndome recto de nuevo. Luego miro a mi alrededor. Es un sitio bonito. El bosque, digo. No recuerdo haberme pasado por aquí demasiado (si eso un par de veces y por pura suerte), pero lo cierto es que me gusta. Parece el lugar ideal para entrenar, ya sea corriendo, practicando con el sable (o cualquiera que sea el arma de mis compañeros) o escalando los árboles.

*se queda*

Llevo unos días durmiendo en donde puedo, siempre lejos de la idiota de Massen y del falso de Follow.
No tengo muy buen aspecto, pero hago lo que puedo por mantenerme bonita, sin embargo, hace tiempo que no le dedico tiempo a mi pelo y está un poco estropeado, por lo que decido ir al bosque en busca de la peluquera mágica parvus que en él vive. Ojalá la encontrase...

Sin embargo, en vez de eso, encuentro a un chico muy raro al que nunca había visto antes. Parece un poco cansado, por lo que si es un enemigo, no supondrá una amenaza en aquel estado, por lo que no dudo en aparecer y sentarme en una piedra detrás de él.- Err... hola- digo arisca. Mi caracter se ha agriado un poco desde mi desengaño amoroso y estoy casi siempre a la defensiva... tengo que relajarme...
Suspiro y sonrío.-¿Quién eres? ¿Eres un guerrero de Brontë, verdad? - pregunto sacando mis propias conclusiones. - Me llamo Nagore.- digo intentando arreglarme el pelo y mis pintas lo mejor que puedo.

Una voz desconocida hace que me sobresalte. Mientras imagino lo peor (es un mosntruo hablador, un malvado enemigo, un vil bellaco), me doy la vuelta para encontrarme con el dueño de la voz. Y al hacerlo, me encuentro con que es dueña y no dueño.

Sentada en una piedra, una pequeña parvus a la que no recuerdo haber visto antes me observa. Ladeo la cabeza y la miro, con las cejas alzadas y los labios entreabiertos. Imagino que es una aluma de Brontë (no tiene aspecto de monstruo ni de villano) y sus siguientes palabras, de alguna forma, me lo confirman, así que esbozo una amplia sonrisa y me acerco a ella.

—Yo soy Seth Springer, alumno de Brontë como bien has supuesto —le digo cuando estoy a un par de pasos de ella. Ensancho la sonrisa—. ¡Encantado, Nagore!

Aunque está ocupada peinándose, le extiendo una mano.

Waaa... parece un chico agradable, por lo que al final decido que lo mejor que debo hacer con mi pelo es un moño.

FDR: si, el sentido y coherencia de la frase está así a propósito xD

-Encantada. Seth - digo levantándome y analizándolo como si de una ávida ave rapaz me tratase. Giro la cabeza y sonrío, mientras un brillo esperanzador y ciertamente horripilante se dibuja en el fondo de mis ojos. El chico es mono. Y tiene una sonrisa preciosa.


Actúo rápidamente.
Prueba 1.

Cuando doy un par de pasos hacia el, me tropiezo a propósito, cayendo hacia él. -Ahh~~- grito fingidamente.

Retiro la mano, pues Nagore no parece tener interés en estrecharla, y escondo ambos brazos tras la espalda. La observo con curiosidad. Me pregunto cuánto tiempo llevará en Palacio, a cuánta gente conocerá...

Cuando me responde, después de recogerse el pelo en un moño, asiento y le devuelvo la sonrisa. Voy a preguntarle qué hace por el bosque a estas horas, pero antes de que pueda pronunciar palabra, la chica tropieza y se cae hacia mí. Con rápidez, alargo los brazos para sujetarla y evitar así que se caiga.

—Cu...¡Cuidado!

FdR. Nagore está loca D:

Me cogió al vuelo como un verdadero caballero, superando la primera prueba con buena nota. - Bua, gracias- digo ciertamente azorada.

FDR:

Spoiler:

-Eres muy gentil- digo sonriente- no como otros que me hubiesen dejado caer de bruces.- pero entonces niego con la cabeza y sonrío espléndida aunque ahora, me da cierto reparo no estar preciosa ante aquel chico con tan buenas cartas que el destino me había puesto delante.
Nagore, ya has desaprovechado a muchos. Haz que este sea el elegido para quererte por siempre.
Manos a la obra- Bueno, Seth, ¿te apetece entrar a comer algo?- pregunto contenta- al fin y al cabo, aquí hace un poco de frío...- digo cogiéndole de la mano y enganchándome en su brazo sonriente y sonrojada- ¿Te importa que vayamos así? es que esta nieve es horrible para los catarros y... igual me pongo mala si no tengo una estufita Flamma cerca-digo riendo y bromeando, pero por supuesto, sin perder de vista mi nuevo objetivo y devoción.

Sonrío.

—De nada —murmuro mientras la suelto. Ensancho la sonrisa y chasqueo la lengua. Luego, cuando ella habla, niego con la cabeza—. ¡No! Qué va. No soy gentil. Soy normal. Cualquiera hubiese hecho lo mismo, mujer.

Me paso una mano por la nuca, notando las mejillas ligeramente enrojecidas, y la miro de reojo. Nunca he estado solo con una chica de mi edad, así que no sé muy bien qué decirle. ¿De qué hablas con una chica a la que además acabas de conocer? Por suerte para mí, Nagore se adelanta y habla. Me pregunta si me apetece entrar para comer algo, a lo que asiento (lo cierto es que tengo bastante hambre), y luego hace algo que me toma completamente por sorpresa: antes de que pueda apartarme o algo así, la chica me coge la mano y se engancha a mi brazo, sonriente. Noto cómo el rubor de mis mejillas aumenta y cómo mis labios titubean, sin saber muy bien qué decir. ¿Qué hace? ¿Por qué me coge del brazo? ¿Por qué me da la mano? De pronto siento una mezcla de nerviosismo y timidez, que en parte se va cuando explica que tiene frío.

Finalmente, tras unos largos segundos, asiento.

—Cla.. Cla... Claro, mu... mujer —balbuceo, con una sonrisa tímida en los labios y las mejillas rojas—. Va... Vamos dentro...

La chica asiente, así que ambos abandonamos el bosque en dirección a Palacio.

*se van*

FdR. omg una chica me está cogiendo del braozsadhsajdsa ¿?¿?¿?¿? jhsad<- eso es lo que piensa realmente.

El chrysos caminaba por el bosque con los ojos ligeramente encendidos y con una capa por encima de la ropa. Pese a que llovía, había decidido salir para buscar la cueva que había encontrado el viernes pasado. Aquello, había pensado, sería mucho más interesante que vagar por los pasillos. Además, centrarse en algo diferente le ayudaría a dejar de darle vueltas a las cosas en la cabeza. Cuando algo le despertaba un mínimo de curiosidad, por lo general, solía centrarse sólo en esa cosa hasta que el interés desaparecía. Era un buen método para no preocuparse por nada más, aunque admitía que podía resultar muy estúpido. No obstante, nadie leía sus pensamientos, así que ¿qué más daba?

Antes de llegar al claro del bosque, se detuvo y observó con atención a su alrededor. Recordaba que la cueva estaba en las profundidades del bosque, pero no recordaba el camino con total exactitud. Frunció el ceño y escudriñó los árboles que le rodeaban, tratando de acordarse de qué camino exacto había tomado.

*se queda*

Lyam alzó las cejas al ver salir a Fier de entre los árboles. No se esperaba que hubiese nadie paseando por el bosque a aquellas horas. Pese a que no tenía muchas ganas de hablar, en cuanto la aether habló el chrysos se retiró la capucha e iluminó ligeramente el resto de su cara para que lo reconociese. Luego añadió:

—El mismo.

Esbozó un amago de sonrisa: parecía que su búsqueda debería esperar. Con un par de pasos, se acercó a la aether. Ahora que la veía más de cerca, podía apreciar perfectamente que estaba empapada de arriba a abajo. Lyam frunció el ceño, entre confundido y sorprendido. ¿Cuánto tiempo llevaría a la intemperie sin capa ni nada que la cubriese de la lluvia?

—¿Llevas todo el día paseando por el bosque o...? —Dejó la frase a medias, esperando una respuesta de la aether. Luego, tras meditarlo durante unos escasos segundos, se quitó la capa y se la tendió—. Toma. Tápate o algo.— Frunció más el ceño. Luego, en voz más baja, añadió—: Aunque creo que ahora dará un poco igual...