Bosque

Vago por el bosque buscando un lugar adecuado, lejos de las miradas indiscretas. No quiero que nadie me encuentre mientras practico algo como esto. Soy bien consciente de que las cosas no salen bien a la primera, pero no necesito la presión de tener a alguien recordándomelo. Me basto yo mismo.
Cuando encuentro un punto suficientemente alejado lo cierto es que ya tengo las manos congeladas, por otra parte. Lo malo de salir con este tiempo. El invierno ha venido fuerte este año.

Una vez me encuentro a gusto en el sitio que he elegido suelto un poco el cuerpo para que entre en calor. Voy a estar bastante quieto, así que aprovecharé para moverme todo lo que pueda.
Ya está. Ahora empieza el trabajo abstracto.

El hechizo que he escogido esta vez es pleniäo. Si consigo dominarlo podría camuflarme durante el combate. Lo he pensado bien y he decidido que prefiero dedicarme a ese tipo de apoyo que al propio ataque. Tengo el arco y la magia básica. Pero no el valor para meterme en medio de una reyerta. Quizás de esta forma pueda aventurarme un poco más a hacerlo. Y el camuflaje, por otro lado, es algo que nunca viene mal. Mezclado con un baadha resultaría bastante útil. Así que allá voy.

Inspiro profundamente por la nariz, tratando de concentrarme. Empiezo a visualizar lo que quiero construir. Tengo que modificar la luz que reflejo para que el aspecto que se muestre sea otro. Pero no tengo claro si sobre lo que tengo que actuar es sobre mi propio cuerpo y su capacidad de reflexión o sobre la luz que lo rodea. Y, dado que sigo atado al collar de contención, he decidido que en conjunto es mejor comenzar por algo pequeño, como una mano.

Alzo la diestra y clavo los ojos en ella. No necesito pronunciar el hechizo, pero sí pensarlo. Pero las palabras por sí solas no significan nada. Quiero hacer que mi mano sea la corteza de un árbol. Enfoco, pues, toda mi intención en ello, en enturbiar la luz, en cambiarla, pero no noto que pase nada. Es más, ni siquiera siento la presión en la garganta que indica que estoy usando magia.
Pleniäo.
No, nada.
Vamos de nuevo.

Cierro los ojos con fuerza y trato de imaginar la textura de un árbol. Incluso apoyo la izquierda en el tronco de uno cercano. Tiene surcos, es rugoso, luces y sombras... Y algunos hongos crecen encima, tomándolo como base. Si no los tuviese, no sería tan realista.
Intento, entonces, llevar esa imagen táctil a mi propia piel. Trasladarla. Quiero que el que la mire vea eso. Vea luces y sombras. Vea la corteza de un árbol.
Pleniäo.
Abro los ojos con rapidez, buscando un estallido de luz que cambie algo. Pero nada.

Paso así un buen rato. Incluso cambio árbol por roca, o por nieve, que habiendo tanta debería ser fácil. A ratos tengo que abrir y cerrar la mano, o el frío la congelará hasta que de verdad parezca nieve sin hechizo, pero...
Estoy haciendo algo mal. Es evidente. Lo que parece por mis intentos es que quiera convertir mi mano en un árbol, pero de hecho no es eso. Yo quiero que la luz lo haga parecerlo. Al tacto será la misma mano. Solo es una ilusión, un espejismo. La textura debería dar igual.
Todo es luz.

Bajo los brazos y la vista, recorriendo la nieve, pensativo. El blanco rebota la luz con mucha facilidad. Por eso es fácil quemarse si hay nieve y sol, y por eso la luminosidad crece tanto en esos momentos. Pero si en vez de nieve pones un prisma, la luz blanca no se refleja sin más, sino que se descompone en colores.
¿En qué demonios estoy pensando? No creo que esto me ayude demasiado... No se trata de luz a nivel tan técnico y no quiero un artefacto que la descomponga. Se trata más bien de... ¡Transmitir! ¡Claro! ¡Quiero superponer una imagen sobre la mía! ¡Quiero engañar a los demás!
No puedo evitar una sonrisa entusiasmada. Entonces eso debería ser más fácil. Quiero transmitir una imagen. Como cuando hablo con el amuleto, o cuando hago que los demás vean cosas. Con él es fácil que el que lo lleva puesto no me vea a mí, sino, por ejemplo, un árbol. Y esto no debería ser muy diferente. Solo que en vez de para uno...

Subo de nuevo la mano y clavo los ojos en ella. Entonces imagino un árbol. Imagino que quiero enseñarle un árbol a Massen, por ejemplo, que lleva el amuleto al cuello. Mi mano es de corteza. Tengo que conseguir que la imagen de mi cabeza llegue al receptor. Pero el receptor es la realidad, simplemente.
Visto así es hasta fácil.
Pleniäo.

Poco a poco la luz se ondula y puedo ver la imagen cambiar. La presión de mi cuello me arranca una sonrisa. ¡Funciona! Sin embargo, no es una imagen todo lo detallada que podría serlo, y cambia un poco. Supongo que me cuesta mantener constantemente la misma. Eso necesitará un domino mayor, claro...

Dejo que el hechizo se disuelva para descansar un momento y repetirlo. Me paso un rato probando diversas formas: madera, una piedra, nieve, fuego... Este último, por estar en movimiento, resulta mucho más complicado. Pero es normal, claro.
Por otro lado, mantener el hechizo activo acaba por cansarme, al cabo de un rato. Debo dejar que el cuerpo se acostumbre poco a poco.

Hace frío...
Doy el trabajo de hoy por terminado. Mañana seguiré, pero por ahora lo mejor será que vuelva dentro, que el fuego de mentira no da calor...

*se va*

Sigue haciendo un frío de mil demonios, pero, al menos, la nieve ha dado una tregua, y Kyoti está lo suficientemente desesperado por salir al aire libre como para aprovecharla. Se ha abrigado bien, por supuesto, lo mejor que ha podido. Y, pese a todo, parece que no sea suficiente. Pero no hay nada más que pueda hacer.

En invierno, las presas son más escasas, pero Kyoti se ha decidido a conseguir alguna, aprovechando el día. Por el momento, ha conseguido acertarle a un conejo, pero no ha encontrado mucho más. Sigue las huellas en la nieve de un ciervo, pero no consigue dar con él.

Al final, acaba por darse por vencido y conformarse con el conejo. Pero no quiere volver todavía, aunque se muera de frío. Necesita seguir practicando, y necesita poner el arco en marcha. Acaba por dejar su pieza en el morral, junto a un árbol, y se encara contra el mismo. No busca los objetivos más obvios, aunque eso suponga perder una o dos flechas. Lo utiliza, más bien, como el escudo de un enemigo, y busca entre sus ramas los puntos a los que disparar.

Son objetivos pequeños, así que tiene que concentrarse bien para calcular la trayectoria de la flecha. Tensa el arco, apunta... y dispara. De nuevo, busca un objetivo. Tensa, apunta... y dispara. Y una tercera vez. Siente las manos entumecidas, le cuesta contener los temblores para apuntar, pero aún así continúa, concentrado en agudizar su puntería, concentrado en buscar los puntos más complejos.

En un momento dado, una ardilla le ofrece un objetivo en movimiento, y no duda en aprovecharlo. Como pieza, es pobre, pero Kyoti sabe sacar partido de la piel agujereada sin que nadie se dé cuenta siquiera del problema que pueda suponer. La ardilla se mueve por encima de una rama gruesa, a buena altura y con el sol casi detrás. Pese a todo, Kyoti apunta, se concentra en afianzar el tiro... y dispara.

El animalito cae como un peso en la nieve, y cuando Kyoti va a recogerlo, descubre que ha acertado de pleno. Sonríe, satisfecho, y lo guarda. Después, una vez más, vuelve a su entrenamiento de puntería.

*Se queda*

A pesar de que seguía haciendo frío, hoy no nevaba ni llovía, y Lluvia había decidido aprovechar el relativo buen tiempo para salir fuera. Llevaba ya mucho tiempo encerrada y no le vendría mal intentar entrenar un poco en un lugar que no fuese la sala de entrenamiento.

La aether salió de Palacio y comenzó un ligero trote en los jardines. Llevaba consigo el arco, pero no estaba segura de si después de correr tendría fuerzas como para seguir. Lluvia se alejó de los jardines, adentrándose en el bosque, aumentando un poco el ritmo. Llegado a un punto, se detuvo y alzó las cejas, entreabriendo los labios, al ver a un flamma practicando con un arco.

Curiosa, lo observó en silencio.

Cuando las flechas se acaban, Kyoti se interna un tanto en la maleza para recuperarse. Se da cuenta entonces de algo que siempre se le pasa por alto: si una flecha se clava a demasiada altura, tendrá problemas para recuperarla. Ahogando una mueca, el chico recoge primero las que tiene más a su alcance, y las va clavando en el carcaj, una tras otra.

Cuando ya solo quedan flechas en los árboles, busca el lugar desde el que puede coger más y empieza a trepar a por ellas. Por suerte, son solo un par, y pronto se ha hecho con ellas. Baja entonces al suelo de un salto, dejando ir el aire con un sonido seco, y se incorpora para volver junto a su morral.

Es entonces cuando ve a la chica que lo observa un poco más allá, junto a los árboles. Con timidez, le dedica una sonrisa.

-Hola, no te había visto -saluda-. Es que estaba de espaldas.

Y no tiene ojos en la nuca, sí, muy bien, no hacen falta explicaciones obvias, que no es ciega. Bueno, a lo mejor lo es, nunca se pueden descartar esas cosas, pero no lo parece en absoluto.

Lluvia seguía con la mirada entre sorprendida y ensimismada los movimientos del flamma, sin atreverse aún a acercarse o a hablar. Cuando vio cómo el muchacho comenzaba a trepar, la mirada de la aether adquirió un matiz preocupado, y cuando vio cómo el flamma saltaba, Lluvia no pudo evitar una exhalación muda y se cubrió los labios con la mano derecha.

Al flamma no le pasó nada, pese a todo. Lluvia le sonrió con timidez cuando se dirigió a ella.

—Hola —dijo, y esta vez sí, se acercó—. No se preocupe, la culpa es mía: siento no haber saludado. No quería molestar.

Kyoti siente el agobio que se cierne sobre él. ¡Se ha disculpado! ¿Por qué se ha disculpado? ¿Ha hecho el algo para hacerla sentir culpable? ¿Cómo es posible? Mithos, si es que siempre tiene que meter la pata.

Se deshace en aspavientos, negando con fuerza.

-Ah, no, no, no, no, no, no -responde rápidamente-. No te preocupes, no te preocupes. Estaba entrenando, así que es normal... Ah, no, no quiero decir que habría sido ninguna molestia si hubieras saludado... En absoluto, en absoluto, quiero decir que... que todo está bien... ¿verdad?

Y ojalá lo esté, porque ahora mismo sí que no tiene ni idea de cómo salir del paso.

A Lluvia le sorprendió un poco la reacción del muchacho y rápidamente respondió. El chico parecía muy agobiado y ella no quería que la gente se agobiase.

—Oh, sí, estoy bien, estoy bien. —Le sonrió—. Está todo bien.

Decidió no responder al resto de comentarios, porque estaba segura de que ella solo metería la pata y agobiaría más al chico y eso era algo que no quería.

—¿Llevabas mucho tiempo entrenando?

Parece tan tranquila, tan sonriente, que Kyoti llega a permitirse relajarse un poco. Le devuelve la sonrisa, algo apurado todavía. No se le dan bien las conversaciones con desconocidos. Desconocidos. Porque ni siquiera se ha presentado. ¿Y ahora cómo se presenta en mitad de la conversación?

-Ah, bueno, pues un rato -responde, sin saber muy bien qué se puede considerar "mucho"-. Pero bueno, ya iba a parar, porque... -Le da algo de vergüenza admitirlo delante de los guerreros de Brontë, que parecen tan acostumbrados a todo-. Bueno, hace algo de frío, ¿no? Me da esa sensación...

Me da esa sensación. Gran frase.

Carraspea y le tiende la mano, dudando un poco.

-Soy Kyoti, por cierto...

Oye, eso no ha quedado mal del todo.

Lluvia asintió. Era cierto que hacía frío. Ella, ahora que había dejado de correr, lo sentía bastante. Resultaba un poco desagradable, pero de momento era soportable.

—Sí que hace. O, bueno, yo tengo un poco.

De todas formas, el frío en Brontë era habitual. Siempre hacía frío y casi siempre llovía. Últimamente también nevaba. Comparado con esos días, el frío de hoy era más soportable.

—Yo me llamo Lluvia —dijo, estrechándole la mano que le tendía—. Encantada.

Kyoti. Entonces ese era el flamma del que Jun le había hablado.
Parecía agradable.

Kyoti estrecha la mano con suavidad, sonriente. Lluvia. No es un nombre difícil de recordar, ¿no? Espera no olvidarlo.

-Encantado -responde.

Se queda entonces en silencio, sin saber muy bien qué añadir. Al final, tras dudar un momento, se acerca a recoger su morral y se vuelve hacia ella.

-No creo que se buena idea quedarse quieto con este tiempo -comenta, echándose el morral al hombro-. ¿Ibas a algún sitio? Ah, bueno, es asunto tuyo, no quiero molestarte. Lo decía por... caminar.

Traga saliva, tratando de mantener la entereza.

Lluvia ensanchó la sonrisa y asintió. Sin duda, parecía simpático. Aunque si era amigo de Jun, era de esperar.

En silencio, la aether observó cómo el chico recogía su morral. Cuando habló, Lluvia asintió. Era cierto que, haciendo ese frío, no resultaba del todo recomendable estar quieto. Además ella había estado corriendo y no creía que después de correr lo mejor fuese pararse en el frío.

—Pensaba volver a Palacio —dijo, aunque en el fondo acabase de pensarlo. Pero prefería hablar que entrenar—. ¿Quieres venir?

El chico no pareció tener problema.

*se van*

El chrysos había iniciado el recorrido en los jardines y ahora se adentraba en el bosque en una carrera que había comenzado siendo un trote y que lentamente se había ido transformando hasta convertirse en un ritmo rápido y ágil en el que incluía cambios de sentido que lo desviaban del camino que inicialmente había tomado. Hacía frío y nevaba, y él odiaba la nieve, pero por algún motivo había pensado que aquel podría ser una práctica interesante: a pesar de que no se consideraba inútil en la nieve, sí creía que no le vendría mal probar a moverse en ella. En Aqua nevaba, en Aqua siempre hacía frío.

Lentamente el día se iba oscureciendo, pero el chrysos decidió no iluminar los ojos. Practicar en un ambiente a oscuras también le vendría bien, suponía. En el pasado ya lo había probado, en sus entrenamientos con Lysa, en los que la claritas lo cegaba y él trataba de esquivarla con el oído, pero desde entonces apenas había practicado eso. Y de todas formas, lo peor que podría pasarle sería darse un golpe contra un árbol, o tropezar y caer, en cuyo caso se levantaría al instante, no permitiendo que algo así rompiese durante más de los segundos estrictamente necesarios, su ritmo de carrera.

*se va corriendo*

Desde Palacio, los guerreros pudieron escuchar cómo los pasos se dividieron al adentrarse en el bosque. Uno de ellos, guiado por una flamma, continuó su avance dentro del bosque, alejándose de la zona más interna y tomando la dirección a Palacio, a los jardines. Detrás de ella, tres yetis avanzaban con lentitud, destrozando en su avance con todo aquello que les molestaba.


Lo primero que vería quien se adentrase en el bosque sería una pequeña luz, proveniente del flagare que la muchacha tenía conjurado en su mano derecha. A pesar de la calma con la que la muchacha avanzaba, si uno se fijaba bien, podría ver cómo un leve temblor recorría sus labios.

Me aseguro de que Vilo no se me adelante, manteniéndolo junto a mí en todo momento. También llevo el arma en las manos. Desde luego, no están intentando ocultarse. El sonido llega con claridad meridiana, pero no me atrevo a adelantarme mucho sola. Por ahora, patrullaré el límite del bosque con Vilo, por si se acercan demasiado.

Espero que Lis no se acobarde. No creo que sea buena idea que me lance yo sola contra lo que sea que viene, teniendo en cuenta la magnitud del sonido. Y el plural que ella ha usado, claro.

No me apetece mucho quedar a la vista, pero acabo por conjurar un pequeño flagrare que me sirva para ver al menos lo que tengo delante.

*Espera y vigila*

Cuando me acerqué, descubrí que no era la primera en tomar el control de la situación. Junto a la flamma que allí había (armada, por cierto), había un animal que no supe identificar. Fue él quien dio la alarma a su compañera, fijando en mí los ojos, sin acercarse. Solo cuando la flamma me miró me di cuenta de que me sonaba su cara.

-¿Quién va? -pregunté de todas formas, desconfiada.

Eché un vistazo rápido al bosque antes de centrarme de nuevo en ella.

El problema de esperar refuerzos mientras vigilas una amenaza desconocida es que no queda claro cuáles son los refuerzos y cuál la amenaza. De todas formas, y pese a los hechizos que lleva en las manos, tengo la sensación de que ella forma parte del factor refuerzos. Desde luego, muy monstruosa no parece.

-¿Has venido de apoyo? Qué velocidad -comento, tratando de sonar amable, aunque aún a la defensiva-. Soy Lea. Yo he dado la alarma. Aunque no sé qué es lo que hay ahí dentro.

Hago amago de invitarla a acercarse. Sé que Vilo sabrá verlo si hace cualquier amago de ataque. Además, es joven, y no creo que sea tan peligrosa.

Lea. Pues sí, el nombre me sonaba, pero no sabía de qué. De todas formas, no tenía más opción de fiarme. O, más bien, que vigilarla. Por el momento no había dado signos de amenaza, y el sonido, que provenía más del interior del bosque, no parecía relacionado con ella.

Me permití una sonrisa conciliadora, en respuesta a la suya.

-Massen Dew -me presenté-. En realidad, nadie me ha avisado. Oí el ruido y me acerqué a ver qué estaba pasando. ¿Qué es?

Amplío dulcemente la sonrisa. Espero que no me des sorpresas, niña. No estoy para juegos de lealtad.

-Es un placer -respondo, con voz tan amable como mi gesto.

Sin embargo, lo torno en uno más serio cuando pregunta, volviendo un momento la vista al bosque. Vilo se mueve de un lado para otro, intranquilo, pero no se aleja.

-No lo tengo claro, pero me parece que no son humanos -informo-. No los he visto. No creí que fuera buena idea internarme yo sola.

Me muevo deprisa. Llevo la kusarigama lista, aunque de momento no he visto nada. El alboroto que se ha formado no me ha dado muchas pistas. Parece que "no ha pasado nada". Sea lo que sea, lo mejor es averiguarlo lo antes posible. No quiero perder toda la noche en rumores.

Los ojos, levemente encendidos, alumbran mi camino.

-Massen -llamo al verlas. Dedico también un breve gesto a Lea, a modo de escueto saludo-. ¿Habéis visto algo? ¿Sabéis qué sucede? -inquiero, alternando la vista entre ambas.

No me permito relajarme. Siento como si esperase que algo me saltase encima desde un árbol.
Echo un vistazo a las ramas, por si acaso.

La idea de no-humanos me llevó de vuelta a mi primera batalla en el bosque, contra aquellos extraños animales. Ni sabía de dónde habían salido ni había vuelto a saber de ellos. Y, desde luego, no hacían tanto ruido como los que se nos acercaban en aquel momento.

En realidad, yo me habría adelantado ya, pero sus palabras me hicieron pensármelo. Si tenía que ir sola podía moverme con cierta libertad, pero no tenía muy claras sus habilidades y no quería forzar situaciones complicadas. Así pues, asentí.

-Esperaremos -accedí-. Quizá los líderes puedan darnos más datos cuando envíen tus refuerzos.

Fue entonces cuando apareció alguien más. Alguien que inspiraba mucha más confianza. Sonreí a Alehyss, aunque no tardé en ponerme seria de nuevo.

-Al parecer, no son humanos -. Miré de reojo a la flamma-. Pero no, no los hemos visto. ¿Cómo has llegado tú aquí? ¿Te ha dicho alguien algo?

Lo que Massen dice me hace alzar las cejas. "¿Son?" "¿Humanos?"

-¿Es qué hay varios? ¿Varios qué? -inquiero, muy seria, volviendo la mirada a la oscuridad una vez más.

Avanzo unos pasos, rebasándolas, como si solo con hacer eso fuese a poder ver lo que hay más allá. ¿Se supone que esto es un ataque? ¿Un peligro? ¿Bestias? No me gusta esta sensación de desconocimiento.

-Voy a adelantarme -les digo-. Quiero saber qué está pasando. Si esperamos a que vengan todos puede que huyan-. O lo que sea. No tengo claro qué pasa todavía.

De pronto me doy cuenta de hasta qué punto estoy falta de información. Niego a las preguntas de Alehyss, sin poder responder.

-Solo sé que son varios y que tienen aspecto imponente -respondo.

Ni siquiera puedo dar datos acerca de cómo he conseguido la información. De todas formas, ambas parecen impacientes, así que asiento cuando Alehyss habla de avanzar. Si somos varios, no es tan complejo.

-Te acompaño -decido-. Vilo, ayúdame.

El pequeño se pone por delante de mí, atento. No creo que tenga mucha complicación lo de llegar al punto que corresponda, de todas formas. Lo van anunciando.

A no ser que sea un señuelo.

Lea respondió antes de que yo pudiera hacerlo. Y, de todas formas, la información que yo tenía era a través de ella, así que mejor. Aún así, no aportó mucho más. Me preguntaba de dónde habría salido su información, para empezar.

Asentí al comentario de Alehyss. Aquello ya me gustaba más. Y parecía que Lea tampoco pensaba quedarse atrás. Así, alerta y armada, me interné con ellas en el bosque, en busca de lo que nos esperase.

La flamma avanzaba con lentitud, atenta a su alrededor. Por todo lo que sabía del lugar, suponía que no tardarían en recibir una respuesta de Palacio, pero desconocía si serían los líderes o los guerreros quienes saliesen a su paso. Conforme se acercaba a Palacio, ultimaba las precauciones, reduciendo la marcha y la intensidad del flagare.

Un sonido llamó su atención. Con rapidez, la muchacha se giró y escudriñó el entorno, buscando a quien fuese que se hubiese acercado. Las bestias, detrás de ella, se mantenían quietas, esperando una instrucción.

Kyoti no está muy seguro de si se espera de él que acuda a defender el palacio, como guerrero que es, o si su falta de experiencia indica que debería quedarse y dejar el trabajo a los más experimentados. De todas formas, no tarda en entender que la primera opción es bastante más plausible.

Se interna en el bosque cuando ya se ha preparado. No le hace mucha gracia ir solo, pero va bien armado. Ha cogido la piedra potenciadora que fabricó, y a envuelto sus flechas en trapos empapados en brea, con lo que considera que serán bastante más imponentes para un trabajo así. De paso, la que lleva puesta en el arco, ya inflamada con un flagrare, le ilumina el camino.

Se desplaza con sigilo, sabiendo que el ruido cubre sus pasos, pero aún así, desconfiado.