Callejuelas.

Asiento con suavidad.

-No tienen tanta potencia, pero tampoco resultan tan engorrosas. Y siempre tienes un arco. Aunque lo bueno de la ballesta es que si la cargas puedes disparar en cualquier momento sin necesidad de estar tensándola-. Todo tiene sus puntos buenos y malos. Lo he estado estudiando, claro-. El arma... La encargaré, de modo que será el artesano el que me dé su veredicto, imagino. Quiero algo que pueda usar, aunque no sea como lo imagino. Y no soy una profesional de la fabricación-. Carraspeo. He obviado una pregunta, pero puedo responderla ahora-. Y bueno... La madera no sé si será usada finalmente para hacer el arma o no, pero yo te traigo un poco si me es posible. Supongo que no será un esfuerzo extra.

Mientras recita sus consejos yo me dedico a degustar un segundo trozo, ya más tranquila. Que tampoco es que con el primero no supiese contenerme.
Dieta y ejercicio. Muy habitual, en su momento.

-Está bueno-. Asiento, dejando los cubiertos pulcramente apoyados para tomar el vino y abrirlo, sirviendo a ambos. Tampoco cuesta especialmente-. Dicen que con hambre todo sabe mejor. Cuando el cuerpo necesita alguna sustancia la pide así, haciendo el alimento más suculento.


FdR- Son más como así, jarl...

Spoiler:

Mientras comía, escuchaba, atento, las palabras de Alehyss, tratando de imaginarse mentalmente cómo eran exactamente las armas que la chrysos describía. Al final acabó visualizando exactamente la misma ballesta que había usado la otra vez, pero en un tamaño más pequeño.

—No me gustan demasiado los arcos —admitió—. No sé muy bien por qué, pero nunca me han gustado. —La miró—. Supongo que si un profesional te la hace, será un arma interesante. Y sobre la madera... —Sonrió un poco— Gracias, supongo.

Se encogió un poco de hombros, ensanchando levemente la sonrisa, bajando la mirada al plato. Había bromeado con lo de la madera, ni siquiera sabía para qué la querría ni qué haría con ella, pero había sido un gesto... Simpático.

—Me alegra que te guste. —Frunció el ceño—. O que tu hambre haga que te guste, no lo sé. —Negó suavemente. Con el tenedor, señaló su propio plato—. ¿Quieres probar?

Y luego, tomó un sorbo de vino.

Los arcos. A mí ni me gustan ni me disgustan. He tirado alguna vez y no le encontré el gusto completo. Tampoco me vi especialmente hábil, imagino.

-Cuando la tenga decidiré si ha merecido la pena, pero espero que sí. Que sea interesante -respondo, al tiempo que asiento. Y a su agradecimiento solo puedo negar con sencillez-. En todo caso, dilo si te la traigo. No garantizo que pueda obtener tanta. Aún no sé qué me encontraré cuando llegue.

De todos modos, si no resulta complicado no veo por qué no hacerlo. De hecho, si fuese posible, me gustaría contar con alguna reserva para el futuro.
Debo llevar algo con qué transportarla.

Estoy a punto de llevarme un nuevo bocado a los labios cuando me ofrece del suyo. Dudo un momento, pero termino por asentir. Tomo un sorbo de vino primero, para no mezclar el sabor de los diferentes platos y luego cojo algo del suyo.
Lo mastico en silencio, con la boca cerrada, concentrada. Al tragar esbozo una sonrisa y asiento otra vez.

-Sabe bien-. Miro el mío, pensativa. ¿Debería otorgarle el intercambio?-. Tu ya lo has probado, pero adelante -termino por decir, sin saber si estoy muy convencida.

No es un comportamiento que suela surgir de mí. Aunque tampoco es algo que resulte desagradable. Solo raro.

Negó suavemente.

—No hace falta que me traigas nada —aseguró. Rió con suavidad—. Solo bromeaba al pedirla. No esperaba que me fueses a decir que sí. —Se llevó una mano a la nuca, apartando durante un instante la vista. Cuando volvió a mirar a Alehyss, lo hizo sonriendo—. Ya la veré cuando la tengas, supongo. Tsk. —Negó con la cabeza—. Ahora todos los trucos que he sacado peleando contra tu clon no me van a servir para nada.

Pese a su seria expresión, se notaba en su voz teatral que no hablaba en serio.
Cuando la chica asintió, movió un poco el plato hacia delante, acercándoselo a ella, buscando ayudarla de alguna forma. Volvió a beber algo de vino, mientras ella comía, y cuando ella le ofreció probar de su plato, el chrysos la miró con cierta sorpresa. Tardó unos instantes en responder.

—Bueno, si no te importa... —murmuró, sonriendo solo un poco, cortando un pedazo pequeño del pescado de Alehyss. Lo masticó en silencio, y después de tragar, dijo—: Sigo prefiriendo el mío, creo.

Ensanchó la sonrisa.

Arqueo las cejas, pero asiento. Si no la necesita la tomaré para mí. Ahora que ya he pensado en la posibilidad de llevar más de la necesaria me parece un desperdicio desaprovecharlo.
Sonrío, sin embargo, mordaz.

-¿No lo esperabas? ¿Por qué? ¿Parezco, acaso, tan desagradable que no haría ni algo que apenas me representa un esfuerzo? ¿Es esa la imagen que doy, Lyam?

A lo que dice del arma, por otra parte, solo río suavemente, pero no digo nada. También lo he pensado. En no entrenar con ella nunca dentro de Brontë para evitar que sea reproducida. La idea es el factor sorpresa.

Cuando le ofrezco probar, o reprobar (estrictamente, reprobar es tener una imagen negativa de algo, por lo que lo que hago realmente es ofrecerle "volver a probar") mi plato, de nuevo, accede con cierta sorpresa. Aunque esta la entiendo más, porque no es un gesto habitual en mí.
Pronto yo sigo comiendo.

-Bueno, si no te gustase más eso habrías pedido otra cosa -comento, subrayando lo evidente.

Bebo algo de vino y sigo con mi comida. Tenga el hambre que tenga, si se enfría su sabor empeorará. Y sería un desperdicio. La charla durante la cena es interesante solo si hay cena mientras se charla.

Le devolvió la sonrisa, mordaz, pero tardó unos segundos en responder. Por supuesto, no pensaba que Alehyss fuese una persona desagradable. De pensarlo no estaría ahí con ella. Pero sí pensaba que no haría algo que requiriese un esfuerzo extra a menos que dicho esfuerzo se viese recompensado por algo, y transportar más madera que la necesaria podría ser de alguna manera considerado un esfuerzo.

—Claro que no —dijo finalmente, mirándola. Torció la sonrisa—. Es solo que no pareces de la clase de persona que haría un esfuerzo extra en una misión a no ser que este se viese recompensado por algo. —Se encogió de hombros—. Alguien práctico, no egoísta: traer más madera podría, yo qué sé, ralentizar tus movimientos o algo así. —Negó suavemente—. Yo qué sé. El caso es que no lo esperaba y estuvo bien ver lo idiota que soy por suponer cosas.

La miró, sonriendo, encogiéndose, de nuevo, de hombros.
Siguió comiendo. Al escuchar el comentario de Alehyss, dejó ir un resoplido.

—Por supuesto. —Volvió a beber. Antes de volver a dejar el vaso en la mesa, observó el contenido que quedaba dentro—. El vino está bueno también.

fdr. pausado

Arrugo el ceño, algo contrariada. Dicho así podría hasta parecer cierto, pero de hecho, en mi opinión, no es así. Es decir...

-¿Qué esfuerzo extra supondría tomar un par de trozos de madera extra? -inquiero. Y es una pregunta sincera-. Entiendo que no soy la persona más dada a hacer favores, pero incluso pese a eso diría que te he hecho algunos.

No estoy enfadada. Aunque si estuviese de mal humor podría resultarme ofensivo. Hoy lo llevo bien, no obstante.

Continúo con la comida y bebo algo de vino. Supongo que no es noche para ponerse picajosa. No quiero crear un ambiente desagradable. Luego me sentiría obligada a quedarme, de alguna forma. Qué incómodo.
Asiento a sus palabras.

-El vino sabe bien. Supongo que tendré que dar el sitio por aprobado. Ya puedes empezar a traer chicas aquí, Lyam -le indico, con una sonrisa, brindando con el aire a modo de broma.

Frunció un poco el ceño, contrariado, y se apresuró a negar. No, no. No quería haber dicho eso. Bueno, sí, pero no quería que se entendiese eso. Alehyss le había hecho favores, muchos. No lo ponía en duda.

—Me has hecho muchos favores —aseguró—. No quería decir que no los hicieses, de hecho, no das la imagen de ser alguien que no hace favores. Es solo que... —Resopló—. Lo siento. —Bajó la vista—. Y lo cierto es que tampoco supondría un gran esfuerzo, bien pensado, traer algo de madera extra. —Se encogió de hombros. Sonrió un poco—. Mithos, soy desastroso.

Bebió el vino que le quedaba en la copa. Luego negó suavemente y continuó comiendo, sintiéndose bastante torpe y bocazas y, bueno, imbécil en general, como siempre, vamos. El siguiente comentario de la chrysos le hizo, sin embargo, reír con suavidad. Imitándola a ella, aun a pesar de no tener bebida, alzó la copa.

—Genial entonces. Pero como ya he dicho, no están muy interesadas en cenar conmigo. —Se encogió de hombros—. Prefieren otras cosas.

Se le notaba en la voz que bromeaba.

Termino por fruncir el ceño y llevarme la copa a los labios, resulta. Tampoco es para tanto. El problema es que a una réplica termina desautorizándose por completo él solo. Eso es un problema que quita el atractivo a las personas.
No hay necesidad de hacer montañas de las cosas. Y eso que quizás yo colaboro a que las hagan, por ser algo intransigente a veces, pero creo que he mejorado un poco con respecto a eso.

-Tranquilo. No pasa nada -digo, sin más, siguiendo con la cena.

Poco a poco siento la satisfacción de la comida. Es más agradable de este modo. Puedo saborear con más calma.

-Dicho así, no sabría si decir que eres afortunado o desconfiar de qué tipos de chicas buscas y de para qué las quieres-comento, con una sonrisa desafiante, divertida.

Frunció un poco el ceño. Y quizá algo más calmado, intentó explicarse.

—Lo que quería decir es que... Eres seria. Y vas a buscar cosas que son necesarias. No te imaginaba cargando con más cosas por los hipotéticos problemas que eso podría acarrearte, yo qué sé, ralentizar tu misión o algo así. Si lo piensas bien, realmente, coger más madera, no debería suponer ningún problema, pero en su momento no lo pensé. —Suspiró—. De todas formas, tiendo a dar por hecho cosas, independientemente de quien sea la persona, que normalmente nunca acaban por ser ciertas. Soy bastante negativo. Y un desastre, también. —La miró a los ojos—. No debería suponer para mal contigo.

Se encogió de hombros.
Eso era más sincero que su respuesta anterior. ¿Y no había sido ella la que le había pedido que fuese menos mentiroso?

Le devolvió la sonrisa divertida.

—¿Por qué desconfiar? —Se encogió de hombros—. ¿Qué crees que hago? En el hipotético caso de que haga realmente algo, claro.

Termino por suspirar. Le he dicho que no se preocupe. Esto empieza a ser algo incómodo. No quiero explicaciones. Empezó siendo una broma. Sé que no era un insulto. Me ponen nerviosa las explicaciones en exceso. A veces es mejor que las cosas se dejen estar, y punto.

-Ya basta -corto, finalmente, algo tajante-. No me gusta cuando las disculpas se alargan. Y menos si no son necesaria. Así que, por favor, déjalo estar-. Esta vez hablo más relajada. No busco ser borde. Solo dejar ese tema innecesario. O terminará siendo un problema.

El otro tema funciona un poco de salvavidas.
Ladeo la cabeza, mirándolo con cierta curiosidad, como si calibrase.

-Bueno, si no las llevas a cenar estoy segura de que comes con ellas, de todos modos. Aunque no se trate de alimentos -termino por aventurar, con tanta tranquilidad que podría parecer que hablo de otra cosa. Y entonces yo misma como, casi diría que con elegancia, un trozo de pescado.

Asintió suavemente, sonriendo, bajando después la mirada al plato y comenzando a cortar.
Le estaba bien, por insistir. Ahora ni siquiera se estaba disculpando, realmente. Solo trataba de explicarse un poco.

Se sirvió más vino. Ensanchando la sonrisa, se dirigió a Alehyss, todavía con la botella en la mano.

—¿Quieres?

Y luego, al escuchar su otro comentario, se rió con suavidad. Esbozó una sonrisa que pretendió ser algo enigmática.

—Sería de mala educación responder a eso, ¿no crees? —Alzó las cejas—. Y yo suelo intentar ser, al menos, un poco caballeroso.

Bebió.

El tema para y me siento algo más aliviada. Asiento, entonces, cuando me ofrece el vino, acercándole la copa con suavidad. No me desagrada la conversación, pero a veces el silencio es un regalo.

Caballeroso. Esa es la palabra clave, que me arranca un resoplido divertido.

-¿Llamas caballeroso a un hombre que no invita a cenar a las chicas con las que sale? Desde luego, si lo que os dedicáis a hacer no es cenar, no veo mucho de caballeroso en tus intenciones. Salvo que vayas todavía "más despacio" -comento al final, llevándome la copa a los labios y alzando las cejas, en una especie de desafío.

La caballerosidad no ha muerto. Con eso estoy de acuerdo. A veces por desgracia. Otras, sin embargo, ojalá lo hubiese hecho.
Todo depende de las apetencias del día.

Se acodó en la mesa, y torció la sonrisa, respondiendo al deje desafiante de la expresión de la chrysos.

—¿Por qué tanta curiosidad? —Ensanchó la sonrisa, divertido—. De todas formas, yo he dicho que eran ellas las que no querían cenar conmigo. Eso no puede ser culpa mía. —Ladeó la cabeza—. Aparte de que no salgo con nadie. Así que, sí: me llamo caballeroso. No el que más, pero un poco... —Alzó las cejas—. ¿No?

Tampoco es que fuese un Rick Dehnel de la vida, pero no era ahí el tío más desagradable y maleducado de la historia. O eso creía. Esperaba, al menos.
De todas formas, por qué ese era el tema de conversación.
Qué absurdo.

Niego un par de veces.

-No me malinterpretes. No es curiosidad, exactamente. Podría llegar a llamarse así, supongo -admito, sin embargo, tras un momento de duda-. Pero no es por nada en general. Algo con lo que llenar el silencio-. O quizás sí sea cierta curiosidad-. Pero de acuerdo. Acepto tu versión -termino por decir, entretenida.

"Salir con alguien". Es una expresión que suena rara para mí. Aunque lo he hecho. Hace mucho. Y si cuento a Jager, porque si no lo hago... Cualquiera diría que en este tiempo debería de haber sentido el deseo de tener alguna relación estable, algo más emocional. E, incluso ahora que me he relajado un poco, la exclusividad no me atrae.
No sabría explicarlo. Imagino que no todo el mundo está hecho para lo mismo.

Termino la comida, satisfecha. Ha estado bien. No tengo pegas que ponerle.

Rió con suavidad.

—Me alegro. Me ha llevado años ganar cierta caballerosidad. Empezaba a preocuparme que no hubiese conseguido nada.

De alguna forma, aunque su voz seguía teniendo ese matiz jocoso, había un algo que hacía parecer que no bromeaba tanto como antes, que había, en el fondo, algo de verdad en aquellas palabras.
Terminó la comida un poco después de la chrysos. Cuando lo hizo, la miró, sonriendo.

—Soy bastante lento. —Suspiró—. ¿Postre?

Alzó las cejas, esbozando una amplia sonrisa, divertido.
Y es que acaso había comida mejor que los postres.
Por supuesto que no.

Tuerzo la sonrisa, entretenida.

-La caballerosidad no me va mucho. Yo soy más de...-. Y se hace el silencio, mientras arqueo las cejas, fingidamente misteriosa.

Termino la copa de vino justo cuando menciona una palabra complicada: postre. La pregunta es... ¿Me he quedado con hambre? ¿Quiero manchar el regusto del pescado con un dulzor innecesario? ¿Me apetece cometer un exceso hoy?
¿Qué me pide el cuerpo?

-De acuerdo -accedo-. Algo ligero, pero sí. Al fin y al cabo, hay que aprovechar que estamos aquí. Me permitiré el probar algo más.

Tiene que existir algún tipo de postre que no sea excesivamente dulce. Uno que me atraiga. Hoy me siento bastante dispuesta a probar.

Torció una sonrisa, enarcando ambas cejas, echándose ligeramente hacia delante.

—Puedo dejarme la caballerosidad en casa —murmuró, apartándose al momento, tomando la carta de postres y tendiéndole una, por si quería. Él quería, así que esperaba que ella también, que comer mientras lo miran a uno no era exactamente cómodo.

La respuesta de la chica, como no podía ser de otra forma, le arrancó una sonrisa.

—Las tartas están ricas, si te gustan las tartas. —La miró por encima de la carta—. Aunque imagino que también habrá fruta, o helado. —Frunció un poco el ceño—. ¿Quieres té o café?

A él no le iban demasiado ninguna de las dos cosas, pero tal vez ella quisiese té, quién sabía.

Y me lo dice mientras me tiende la carta en mitad de una cena. Estoy segura de que suena muy creíble ahora mismo.
De todos modos, cojo la carta. Ya que me he decidido a probar algo, pues... Le echo un vistazo, serena, mientras habla. Y mi cabeza encuentra algo para rebatir cada una de sus propuestas. La tarta suele ser demasiado dulce y pesada. El helado muy frío para un día como hoy (y eso que la lluvia ha cesado, según parece) y la fruta demasiado convencional.

-Tomaré un té verde, sí -acepto sin embargo, cuando lo menciona-. Y... Tarta de... queso- por ejemplo. Dentro de lo dulce, no lo es demasiado. O no suele serlo. Espero que no lo sea.

Planteándomelo de esa forma, parece que me esté obligando a mí misma a tomar algo, aunque no sea así. Puedo disfrutar de un dulce, por supuesto. Aunque no siempre. No soy golosa.
El té servirá para suavizar si el dulzor es excesivo.

-¿También tienes tus preferencias en esta carta? -inquiero, entretenida.

Dejó ir un resoplido, divertido.
Un té.
Increíble pero cierto.

—La tarta de queso está buena —dijo, sin embargo, ignorando el tema del té. Qué le vería al té, esa era la pregunta—. Yo me iré por... La tarta de limón.

Considerada por todos los científicos y expertos del universo como la mejor tarta de la historia de las tartas, opinión que él, por supuesto, compartía. El día que fuese a morir esperaba poder tomar tarta de limón antes de irse al otro barrio.

Le sonrió.

—A mí me gusta mucho la tarta de limón. —Rió—. Todas las tartas, realmente, pero esa más. Dicho así queda como muy... —Frunció el ceño—. Glotón.

Cerró la carta.

Tarta de limón. Bueno. Dentro de lo que cabe, está bien. Lo admito. Es un sabor ácido, agradable. Aunque el azúcar lo hace tolerable. Ni yo tengo la acidez suficiente para comerme un limón a sangre fría, admito.

-Bueno, sí. Admito que te consideraría "glotón", "goloso", o como quieras llamarlo. No obstante, dentro de lo que esperaba, no lo considero una mala decisión -reconozco-. El chocolate, por ejemplo, me resulta más pesado y empalagoso. O las natas y las cremas. El limón, no obstante, es uno de los sabores que más me gustan en las tartas. Quizás prefiera la naranja, o algo con frutos secos -reflexiono para mí, pero en voz alta.

De hecho, ahora me planteo si habré escogido bien. Supongo que todo será cosa de probar de la suya, y no creo que ponga impedimentos, y comprobarlo a partir de eso. Y si he errado, no me lamentaré. Ya lo enmendaré si se me presenta otra oportunidad.

Sonrió.
A él la nata tampoco le iba demasiado. A Dena le encantaba, lo recordaba, pero a él se le acababa haciendo demasiado empalagosa. Lo mismo para el chocolate.

—La tarta de limón es probablemente una de las comidas que más me gusten del... Mundo en general. —Se encogió de hombros—. La nata y el chocolate tampoco me van demasiado, aunque no me desagradan del todo, y las de naranja y frutos secos también me gustan. —La miró—. No es muy difícil hacerlas, si lo pienso. Podría probar a hacer alguna en Brontë. —Frunció un poco el ceño—. Hace bastante que no hago postres.

Hubo una época, lejana, en la que hacía muchas tartas, en parte porque estaba aprendiendo, en parte porque Dena y el resto querían comer tarta. Sorprendentemente, no habían engordado demasiado entonces.

El mismo hombre que les había atendido anteriormente volvió para recogerles los platos y tomar cuentas. Esta vez, el chrysos pidió antes que Alehyss.

La tarta no es comida.
Ese es mi primer pensamiento. Aunque, evidentemente, sí es un alimento. Ergo, es comida. Pero, a mi juicio, no, de alguna forma. Pero decirlo sería demasiado pedante. No quiero parecer más estirada de lo que ya tiendo a parecer.

-¿Hacías postres? -pregunto cuando lo menciona, con cierta diversión en la voz-. Un repostero. Vaya. ¿De dónde viene esa aficción? ¿Era para tener más excusas para comerlos?

La cocina es una de esas habilidades que considero indispensable a nivel básico, pero completamente innecesaria a partir de él. No diría que nunca la he practicado, que no sé hacer nada, pero no me interesa.
Y esto él ya lo sabe.

Cuando el hombre vuelve, doy mi pedido y me acomodo un poco en la silla. Diría que estoy cansada, pero no sé explicarlo. Supongo que el tener una noche relajada hace que el cuerpo se acomode. Pero, de todas formas, no es que haya sido mi racha más tensa.

Rió con suavidad, negando al mismo tiempo.

—Qué va. Bueno, como los hacía podía comerlos, sí, pero no los hacía solo para mí. —Le sonrió—. Como mi madre trabajaba, yo aprendí a cocinar, en vez de, bueno. —Frunció el ceño—. Otras cosas. Así que... —Se encogió de hombros—. También aprendí a hacer postres, a mi madre le gustaban, a mí me gustaban y a Dena también, así que ¿por qué no? —Ensanchó la sonrisa—. Fui aprendiendo con el tiempo, y ahora sé hacer algunos.

Se acomodó en la silla, y observó cómo se alejaba el hombre. Luego se volvió hacia Alehyss.

—Puedo cocinarte algo si quieres, algún día —terminó diciendo.

Hacer postres entra dentro de cocinar. No sé por qué la gente siempre lo separa. Sé que salado y dulce son mundos diferentes, pero ambas cosas funcionan de forma semejante. Aunque los postres muchas veces sean más exactos, como más... científicos, de alguna forma. Es una buena forma de definirlo, sorprendentemente.

Voy siguiendo la conversación hasta que hace su propuesta. Lo cierto es que me es algo indiferente, pero supongo que decir eso sería cruel. No es que no valore el esfuerzo de la gente, pero...
Bueno, puede que sí esté siendo algo fría.

-Por supuesto. Si quieres, estaré encantada. Aunque no puedo responder de la misma forma -me disculpo, sin cambiar mucho el tono-. Si quieres que te devuelva el favor, creo que deberías pedirme una cosa menos doméstica.