Callejuelas.

Me encojo con suavidad. Puede haber sonado a tragedia. Puede, incluso, ser una tragedia a veces. Pero es inevitable. Y es lo mejor. Llegado un punto, aceptar que los años pasan y adaptarse a ello resulta lo más digno de todo.

-Desde luego, prefiero el color natural a las otras opciones -admito-. Demasiado llamativo para mi gusto. No sé si seré un buen ejemplo, no obstante, para determinar qué es lo correcto. Soy bastante seria también en ese aspecto.

Aunque admito que en ciertos momentos abogo por lo llamativo, también, aunque sea de otra forma más clásica. Cuando se trata de ser discreta pero de destacar, siempre se me ha dado bien. Siempre lo he buscado, ya fuese de forma más o menos consciente.

Me echo hacia atrás, apoyándome en el respaldo, con gesto desafiante, cruzándome de brazos, cuando me reta de esa forma. Enarco la ceja derecha, completamente escéptica.

-Cuando hablamos de maldad, Lyam, no hay vencedor ni vencido, solo víctimas -me limito a recitar, no sin cierto recochineo.

FdR- pausau

Le sonrió, echándose hacia atrás, apoyándose en el respaldo.

—Creo que tu opinión en estos casos es válida y correcta. —Negó suavemente—. No sé en qué momento de mi vida decidí que tener el pelo de colorines era una gran idea. Aunque fue divertido mientras duró.

Se encogió de hombros. Luego, tomó un nuevo sorbo, sin apartar la mirada de la chrysos, escuchándola, con un gesto que se intuía divertido. Tras tragar, esbozó una amplia sonrisa, algo desafiante, como respuesta a la expresión que ella tenía.

—Entonces simplemente intentaré no ser la gran víctima.

Resoplo, divertida. Niego un poco, manteniendo la sonrisa.

-Bueno, son las cosas de la juventud. Aunque yo nunca hice algo como eso. Pero estuve a punto de tatuarme una vez. Al final no se dio, pero por poco. Supongo que todo el mundo tiene historias como esa, aunque unas sean más extremas que otras.

La sal de la vida, se suele decir. Y, aunque la sal en exceso sea mala y yo no tenga problema con comidas que otros consideran "sosas", lo cierto es que sin un poco de acción todo se hubiese vuelto mucho más aburrido.

-Eso está mejor -murmuro, sin más, cerrando el tema de las víctimas y las crueldades-. Si te resistes al sufrimiento será más entretenido.

Para el mal. Aunque, evidentemente, no soy el mal.

Suspiro, satisfecha. Ha estado bien.

Alzó las cejas, sorprendido. No es que resultase especialmente raro que alguien de la edad de Alehyss se hubiese planteado hacerse un tatuaje, pero sí le resultaba, de alguna forma, curioso.

—¿Un tatuaje? ¿Tú? —Sonrió ampliamente—. ¿Y qué iba a ser? ¿Dónde te lo ibas a hacer?

Él nunca se había planteado llevar tatuajes, no porque no le gustasen, sino porque estaba convencido de que a la larga acabaría aburriéndose de lo que fuese que se hubiese pintado en el cuerpo.

El siguiente comentario de la chrysos le arrancó una sonrisa socarrona.

—Lo mismo digo, Lester.

Asiento, dibujando una sonrisa algo perversa. Lo cierto es que tiene su gracia incluso para mí.

-Ya sabes... Algo peligroso. Fue cuando empezaba a relacionarme con Jager. Me pareció muy apropiado hacérmelo. La zona... Pensaba que quería que fuese algo erótico, en una zona que no todos pudiesen ver-. Río para mí, negando-. Algo que sorprendiese si me quitaba la ropa. Y al final no lo hice. No por nada en particular. No llegué a tomar la iniciativa en un momento concreto. Pudo haber sido y no fue.

Quizás si hubiese sido me habría arrepentido. O quizás me habría sentido muy orgullosa de aquella marca, de la provocación que supusiese. No lo tengo claro... Ciertos tatuajes en ciertos hombres me han resultado atractivos, y otros tantos vulgares. No tengo claro qué hubiese pasado en mi caso.

Todavía apoyado en el respaldo, el chrysos escuchó con interés a la muchacha, con los labios ligeramente curvados en una sonrisa entretenida que pronto tomó un ligero matiz más sucio cuando trató de imaginarse los diferentes lugares en los que Alehyss hubiese podido tener el tatuaje si se lo hubiese hecho.

—Bueno... Eso hubiese sido interesante —terminó por decir, echándose un poco hacia delante—. Aunque supongo que si no te lo terminaste haciendo sería porque no estabas del todo convencida.

Ensanchó la sonrisa. Tras un segundo, añadió:

—Si yo me hiciese un tatuaje, creo que acabaría aburrido de él pasados un par de meses o así.

Resoplo, divertida, y niego. La verdad es que tampoco fue así. No me importaba mucho. Fue más una cuestión de...

-Estaba convencida. Y más aún en aquel momento. Pero no daba encontrado la imagen que quería, el sitio que quería. Buscaba que fuese un impacto, que fuese atractivo, pero no vulgar. Supongo que en algún momento pasé a dejar de planteármelo y cuadró que todavía no me lo había hecho. No estuvo tan lejos.

No creo que mi vida hubiese cambiado mucho. Ahora mismo no me atrae tanto la idea, claro. Aunque, para mi sorpresa, incluso, no es lo que menos me atrae. Prefiero algo como eso que perforaciones, aunque sea más duradero.

-Supongo que puede pasar. Es algo que verás durante muchos años, quieras o no. Algunos se borran con el tiempo, pero de todas formas.

¿Cuándo hemos acabado hablando de esto?

Se rió con suavidad, apenas un par de carcajadas.

—Resulta extraño imaginarte con un tatuaje —admitió finalmente—. Aunque lo que querías parece tan específico que no sé si me resulta raro que no hubieses encontrado el sitio e imagen adecuado o normal.

Se acodó en la mesa, ladeando un poco la cabeza hacia la derecha. Al siguiente comentario de la chrysos, respondió esbozando una sonrisa.

—Estoy convencido de que me hubiese aburrido, y también de que me hubiese puesto algo que ahora me parecería algo estúpido. —Suspiró—. Por suerte mi yo del pasado nunca llegó a planteárselo. Supongo que con los colores le llegaba

De reojo, miró hacia la ventana.
Había empezado a nevar.

Me encojo de hombros.
No es tan raro. Yo buscaba un concepto. Buscaba esa sexualidad, pero no encontré algo que me gustase lo suficiente. De hecho, sí que tiene bastante sentido, a mis ojos. Se resume fácilmente.

-Siempre he sido exigente -termino por decir.

Esa es la palabra. No podía conformarme con cualquier cosa y al final me quedé sin nada. En este caso no considero que deba arrepentirme por ello, pero ese caso se ha ido repitiendo muchas veces a lo largo del tiempo.

-Supongo que ha sido mejor así. Es más fácil que las decisiones que tomes ahora no te hagan arrepentirte tanto.

Aunque, esto es cierto, siempre se cometen errores. Ser más adulto no significa que falles menos.

Termino por suspirar y sigo su mirada hacia la ventana. Nieve es mejor que lluvia, y parece que hay menos cantidad.

-Prefiero salir así que con lluvia -llego a murmurar en alto.

Asintió, sonriendo, pero no añadió más a su comentario. No había mucho más que decir, realmente. Y él ya sabía que la chrysos era exigente, ya fuese en un campo o en otro, así que tampoco era algo sorprendente o destacable. Y visto así, resultaba lógico que hubiese terminado sin el tatuaje.
Sí respondió, sin embargo, a su siguiente comentario.

—Eso espero —murmuró. Ensanchó la sonrisa—. E imagino que será.

Porque tenía que serlo, realmente.
Ya había cometido errores suficientes como para, al menos, un par de años o así.

—Yo también lo prefiero —respondió, apartando la mirada de la ventana para mirar a la chrysos.

Sonrió.

Últimamente lleva una vida más saludable. Supongo que puede decirse que esa es una buena decisión. Es bueno para él. Más allá de eso, nadie puede predecir todos los errores que cometerá, así que espero que sí, que, de hecho, las decisiones tomadas de aquí en adelante sean correctas. Al menos la mayor parte de ellas.
Porque también soy exigente en eso. No me gusta cometer errores. Aunque supongo que en eso concuerdo con todo el mundo. Y creo que he aprendido, de todas formas, a encajarlos un poco mejor.

-¿Quieres salir un rato? -inquiero, mirándolo de nuevo-. Bueno, hace frío. O quizás quieras repetir esa tarta de limón tan maravillosa -añado, torciendo la sonrisa, burlona.

Rió con suavidad, negando.

—No, no. No quiero más tarta. —Sonrió, mirando de nuevo a la ventana—. Y sí, podemos salir, si crees que puedes soportar el frío, claro.

Ensanchó la sonrisa, y esperó una respuesta por parte de la muchacha. Cuando la tuvo, se levantó, pero no cogió sus cosas, sino que se acercó a la barra, con la cartera en mano. Volvió al cabo de un rato, sonriendo por fuera, llorando un poco, solo un poco, por dentro.

—Cuando quieras.

Asiento con calma. Si no lo aguantase no lo propondría. No me gusta dejarme en ridículo.
Cuando se levanta alzo las cejas y llego a abrir la boca para decir algo. No puedo hacerlo hasta que ha vuelto, y para entonces ya me he abrigado de nuevo, preparándome para salir.
Espero a que él haga lo propio, algo ceñuda, antes de ir hacia la puerta.

-Me gustaría pagarte mi parte -le digo, abriéndola y sintiendo el maldito frío en la cara, que me obliga a cerrar los ojos un momento-. Con que eligieses un sitio bastaba. No era necesaria una invitación.

Mientras hablo estoy decidiéndome a salir o no a la nieve, aunque al final lo hago. Por suerte, no es muy fuerte.

Una vez abrigado, avanzó tras la chrysos hacia la salida, sonriendo un poco. Cuando la muchacha abrió la puerta, el frío le golpeó en la cara, pero no resultó tan desagradable como había imaginado. Esperó a que ella saliese para hacer él lo mismo, y una vez fuera avanzó hacia adelante hasta quedarse casi en la mitad de la calle. Entonces se volvió hacia la chica, con las manos en los bolsillos, y finalmente dijo:

—No es necesario. Te dije que te invitaría, ¿no? —Alzó ambas cejas—. Pues eso.

Eso es cierto. Dijo que me invitaría. Pero ni ese es motivo suficiente para aceptar una invitación. Ni haber aceptado que me invitase es motivo suficiente para aceptar que me invite.
He conseguido que los hombres me invitasen a veces, por la noche. Era evidente lo que buscaban, y eso te ahorraba unas monedas. Pero esto es diferente, porque, de hecho, cuento con los medios para costearme una cena. Nunca me han faltado. Nunca he tenido un nivel de vida bajo.
Esto me hace sentirme como si debiese algo.
Pero también él tiene razón...

-¿Y cuál es tu plan ahora? -termino por preguntar, poco convencida, pero dejando el tema de la invitación aparcado-. Porque con el día que lleva haciendo diría que lo de dar un paseo no me tienta tanto como lo de ponerme a cubierto.

El viento es, quizás, lo peor, porque trae el frío y la humedad.

Alzó un segundo la vista al cielo, ensanchando la sonrisa, y luego suspiró, acercándose entonces a la chrysos, todavía con las manos en los bolsillos, comenzando a caminar, esperando que ella lo imitase para no tener que andar delante de ella, sino a su lado.

La escuchó en silencio, mirando al frente, y solo se volvió hacia ella cuando terminó de hablar. Torció una sonrisa.

—Si fuiste tú la que propuso salir fuera —comentó, algo jocoso. Ladeó la cabeza—. Qué rápido has cambiado de idea.

Suspiró. Volvió a alzar la vista al cielo, y tras un segundo, volvió a mirar a la chrysos, acercándose a ella, a sus labios, con cierta decisión a pesar de lo calmado que se mostraba, todavía con las manos en los bolsillos y con los ojos abiertos.
Era un gesto bastante claro, ¿no?

Esbozo una sonrisa.
Propuse salir del restaurante, aunque estar fuera, sin más, no me atraiga. Supongo que quería estirar las piernas, pero la nieve decepciona un poco. Porque hace frío, y el frío no resulta nada agradable.

Cuando se acerca resulta evidente. Y, bueno, no tiene por qué no serlo. La sutileza ha muerto hace tiempo, supongo. Con el tiempo. Con la costumbre. Esta costumbre extraña.
Desde hace un tiempo me siento más tranquila. Mas satisfecha conmigo misma. Es como si empezase a salir de un pozo, de alguna forma. Aunque no sé si se trata de eso, porque siempre he sido bastante como... siempre he sido. Y también salgo menos "de caza", aunque lo haga. Supongo que tengo menos penas que ahogar en los brazos de nadie. Y ahora si lo hago es por una apetencia real, no por un despecho o una frustración.

¿Es este el precio de la cena? Supongo que, de alguna forma, es de esperar.
Era de esperar.

Aunque él tenga los ojos abiertos yo los cierro al recibirlo. Respondo, pero con calma, notando los labios algo cortados por el frío, dejando las manos dentro de la capa por el mismo motivo. Y al final me resulta estático y calmado, de alguna forma, y extraño.
Me aparto un poco, abriendo los ojos para mirarlo, callada.

Un sitio sin nieve. Un sitio sin frío. Una manta. Suena bien.
Es diferente, hoy. Hoy no me siento tan sucia como de costumbre, podría ser.

A pesar de que la muchacha cerró los ojos, hecho que, por algún motivo, le sorprendió un poco, él los mantuvo abiertos mientras la besaba, con más calma que la que en un primer momento se había esperado, manteniendo las manos en los bolsillos en todo momento. Solo cuando finalmente la chica se separó movió los brazos, rodeando el cuello de la chica con ellos, apoyándolos en sus hombros, sin hacer fuerza.

—Podemos ir a algún sitio —murmuró, sonriendo—. Si de verdad no quieres ir a pasear, claro. —añadió, con un tono más jocoso que el anterior. Tras un segundo, añadió—. No tiene que ser Brontë.

Esbozo una sonrisa escueta, descendiendo la vista al suelo, pensativa. No me aparto ni evito su contacto, aunque yo no saco las manos al frío.
Al cabo de un par de segundos vuelvo a mirarlo, con las cejas levemente arqueadas.

-¿Y también invitas tú a eso? -pregunto. La frase en sí podría ser una provocación, pero el tono que utilizo resulta tranquilo, calmado, y quizás pierde un poco, entonces, esa connotación.

Supongo que es mejor que ir a Palacio ahora. Porque es un camino relativamente largo, dado el tiempo y la hora. Eso se haría más pesado. No hay nada malo en dejar que sea así por una vez.

Frunció un poco el ceño al escuchar su pregunta, esbozando una especie de mueca, levantando el labio inferior. Podía pagarlo, sí. ¿Estaría bien que lo pagase? Pues de alguna forma sí, suponía. ¿Estaba bien para su cartera que lo pagase? No sería lo más grave. ¿Pero sería ese el día en que gastaría más dinero suyo verdadero y auténtico ganado con su propio esfuerzo? Sí, sin duda.

—Puedo... —terminó por decir, mirándola. Alzó las cejas—. Puedo pagarlo. También podemos partirlo a medias si quieres. —Ladeó la cabeza—. Pero puedo invitarte.

O podía invitarlo ella, claro.

Resoplo, divertida, y niego. De hecho es lo más apropiado. No cargarlo con más gastos. Eso solo me haría peor. Y yo no necesito aprovecharme, por varios motivos. Soy autosuficiente. Lo mejor es exactamente eso: pagar.

-Prefiero que no pagues tú. No todo al menos -termino diciendo-. No tengo ningún inconveniente con gastar dinero. Está bien así.

Así no parecerá que me aprovecho. No quiero que pueda parecer que me aprovecho. No es mi intención, pero esto borraría la posibilidad. Demostraría mi independencia, mi autosuficiencia y todas esas cosas que siempre he querido reivindicar, aunque a veces acabase haciendo lo contrario.
Él ya ha pagado, a fin de cuentas.

Sonrió.
Realmente agradecía no tener que pagarlo todo. No porque le molestase invitarla, sino porque, bueno. Ni ganaba mucho ni tenía una base sobre la que ir añadiendo cosas. Todo el dinero que tenía era el que llevaba ahora consigo, y eso decía bastante sobre la cantidad que podía ser.

—Entonces a medias —murmuró. Alzó la vista un segundo—. Si no recuerdo muy mal, no debería haber una posada muy lejos. —Le sonrió—. ¿O tienes tú alguna idea?

Con eso debería ser suficiente. Si llego a considerar que no lo es, buscaré algo más que pueda hacer. De modo que asiento. Porque está bien así, por ahora.
Entonces queda otro tema que tratar. El último, imagino, antes de ponerse en marcha.

-Bueno, conozco algunas, pero no tengo preferencias especiales-. Mientras no sea un antro. Soy exigente, pero no exquisita. Y sé moderarme. He dormido en antros, pero si tiene algún plan especial supongo que no buscará uno-. Seguramente la que dices esté bien. Por mi parte, sirve.

Miro a ambos lados y luego a él, alzando las cejas, en una interrogación, como pidiendo el camino a seguir.
De hecho, ni siquiera rechazaría una ducha en algún momento, después de la lluvia. El paraguas palió bastante, pero pese a eso...

Sonrió, jocoso.

—Algunas, ¿huh? —Apartó los brazos de sus hombros, y después de estirarlos, volvió a meter las manos en los bolsillos. El frío aunque no fuese tan molesto como había imaginado sí era desagradable. —. Es por allí —añadió, señalando un camino y empezando a caminar, esperando que la chrysos lo siguiese.

Caminar bajo la nieve resultaba más agradable que caminar bajo la lluvia, pese al frío. Mientras avanzaba, se preguntó si mañana seguiría nevando o si volvería a llover o si, tal vez, saliese el sol. Miró a la chrysos.

—Creo que no era excesivamente caro, tampoco.

Tuerzo la sonrisa. Algunas, por supuesto. Y recuerdo hasta la que solía usar Jager cuando venía. Supongo que ahora, en Ventus, echará de menos una cama normal.

-Bueno, al final he dormido bastante en el pueblo durante estos años. Algún sitio conozco, aunque tampoco diría que soy una experta.

Algunas mejores, otras peores... Incluso las hubo decepcionantes, de entrar y querer irse. La que él me indica, sin embargo, no la conozco. No es una zona en la que haya estado mucho.

-No te preocupes por el precio -le digo cuando hace el comentario-. Yo llevo dinero. Ya contaba con gastarlo, así que no habrá problema.

A no ser que hablemos de algo desorbitado. En ese caso, supongo que no, no podría hacerle frente.

Lo miro interrogante cuando llegamos frente a un sitio que resulta ser una posada. Supongo que será esta, pero pese a todo espero a que sea él, que es el que guía, el que tome la iniciativa de entrar o de seguir si no es esta.
Aunque, sinceramente, no me importaría quedarme en esta si no es esta.