Callejuelas.

Se encogió de hombros, mirando la mesa.
Tampoco es que fuese ahí la cosa que, bueno, más ilusión le hiciese en el mundo, pero tampoco perdía nada por hacerlo y así, además, veía si seguían saliéndole como antes o no. También podía hacerse una tarta para él solo. Algo le decía que podría comérsela. Probablemente ese algo se llamase gula.
El último comentario de Alehyss hizo que su sonrisa se volviese de pronto, y sin querer realmente, algo más sucia. Alzó la mirada, negando suavemente.

—Me parece correcto —terminó diciendo, recuperando la sonrisa de persona normal y decente que era él realmente—. Veremos si no me he olvidado.

Que lo dudaba, pero bueno.
El hombre no tardó en volver con lo que habían pedido. Después de que se fuese, el chrysos, tras mirar un segundo más a Alehyss, comenzó a comer, con una expresión casi ilusionada.

No me pasa desapercibido el cambio de su sonrisa, evidentemente. Ni él lo pretende. Se lo he puesto demasiado fácil. Aunque llega a sorprenderme un poco que lo haya aprovechado. Sea como sea, alzo una ceja, divertida, con un deje escéptico en la mirada. Hay que saber no perder el puesto que una tiene, arriba.

-Oh, Lyam. Fantasea todo lo que quieras. De todos modos, llegado el momento no sabrías imponerte -comento, mordaz. Soy un poco cruel, a veces. Supongo que me gusta serlo-. Pero probaré tu tarta de todos modos. Descuida.

Y hablando de tartas, no tardan en llegar. Miro la mía y la suya. Aún falta el veredicto, pero empiezo con la propia, tomando un bocado pequeño que paladeo.
Asiento. No excesivamente dulce. Es aceptable.

-Aceptable -acepto. Miro entonces la suya-. ¿Me permites? -inquiero, monocorde, esperando pausadamente el evidente sí.

Torció una sonrisa.
Muy graciosa.

—Oh, bueno, Lester. Supongo que llegado el momento podrían pasar muchas cosas —replicó, mirándola, inclinándose un poco hacia ella, quizá algo desafiante—. Ya te dije que podía dejarme la caballerosidad en casa.

Alzó ambas cejas, ensanchando la sonrisa, y luego volvió a su posición anterior.
Y a la tarta, importante tarta. Sonrió cuando Alehyss dio su opinión sobre su tarta, y cuando la muchacha le pidió probar la suya, alzó ambas cejas, mirándola de nuevo. Frunció un poco el ceño, ladeando un poco la cabeza, con una expresión que estaba a medio camino entre lo pensativo y lo desconfiado.
Bajó la mirada a la tarta, la miró de nuevo a ella.

—Ehmmn. ¿Qué gano yo dejándote probar? —preguntó, y aunque su expresión fingía seriedad, su voz denotaba que bromeaba.

Cortó un pedazo.

Resoplo por la nariz, entretenida. Hoy me siento algo mordaz. O debería decir, algo mordaz de más. Porque ya suelo serlo habitualmente.

-Dices muchas cosas -comento, apartando la mirada, entretenida-. Y, de todas formas, esa expresión en sí misma resulta bastante "caballerosa". Es como si pidieses permiso para hacerlo, de alguna forma. Como si lo avisases. Avisar es bastante de caballeros, ¿no?

Se hace de rogar. Muy evidente, claro. Podría pinchar si quisiese. Pero bueno. No pasa nada por seguir el juego.
Apostemos.

-¿No sirve el intercambio equivalente habitual? Un trozo de la mía por uno de la tuya. Es equitativo, ¿no?

Frunció el ceño, negando al momento.
Se veía, pese a todo, cierta diversión en su expresión.

—No te estoy pidiendo permiso —aseguró—. Ni avisando. —Se encogió de hombros, echándose hacia atrás en la silla—. Simplemente lo digo.

Tomó un pedazo de tarta, sin mirar a la muchacha. Cuando volvió a hablar, frunció el ceño, mirando la tarta de queso de la chica.

—¿Me estás comparando un pedazo de tarta de limón con uno de tarta de queso? Lamentable —dijo, con fingida indignación.

Cortó un nuevo pedazo.

Dejo ir una carcajada suave, pero evidentemente divertida. Y evidentemente discrepante, por otro lado. Porque hay algo con lo que discrepar.

-Quizás avisar no sea tu intención, pero al decirlo avisas, ¿no? Es decir... Si te digo que como regalo de cumpleaños te he comprado un bismonte, digamos que pierde la gracia-. Y tanto por el aviso como por el regalo en cuestión, que es bastante inusual, y entiendo el motivo, sinceramente.

A su pregunta, miro mi tarta y luego la suya. De moto que pretende regatear. Me lo pienso un momento. O hago el amago de hacerlo, porque no hay mucho que pensar, claro.

-Uno de la tuya por dos de la mía. Y es mi última oferta -le digo, seria, tras varios segundos de reflexión.

El chrysos enarcó las cejas y sonrió ampliamente, levantando la vista del plato para mirar a Alehyss con una expresión de completa ilusión fingida.

—¡¿Un bismonte?! ¡¿Para mí?! Oh, Lester. —Ensanchó la sonrisa—. Cómo me conoces.

Ensanchó la sonrisa. Luego negó suavemente, divertido.

—Yo solo informé de un hecho que puede o no puede darse. Eso lo decidirá el momento, el mundo, el Mithos que se alza, poderoso, sobre todos nosotros.

Alzó la vista al techo, apenas un segundo. Luego volvió a observar a la chica, frunciendo el ceño, reflexionando sobre su oferta. Terminó por cortar un trozo pequeño, y lo movió hacia ella, acercándoselo.

—Bueno. Pero solo porque sería una pena que no la probases.

Y sin espera respuesta, él mismo se inclinó un poco hacia delante para cortar un pedazo de la tarta de la muchacha considerablemente más grande que el que había ofrecido de la suya propia.

Resoplo, divertida. Solo por lo que sé que le gustaría, se lo regalaría. Me lo plantearé.
No, sinceramente. Pero bueno.

-¿Cuándo es, por cierto? Por curiosidad-. No soy dada a los regalos, ni a las felicitaciones. Pero ya que ha salido el tema y no lo sé, pues bueno...

Puede o no darse. Esa es la clave. Pero creo que el mundo y Mithos decidirán poco sobre eso llegado el momento. Me autoproclamo líder absoluta sobre la susodicha situación. Lo decidiré todo yo misma.

Contemplo con gesto anodino el miserable trozo que me ofrece, y también el que se lleva a cambio. Casi es un alivio, porque dudo que hubiese podido terminarla. Demasiado azúcar.
Acepto, pues, lo que me corresponde, y lo saboreo. Es francamente mejor.

-Mediocre -declaro-. No está a la altura.

Y luego tomo un pedazo de la mía, mostrando la satisfacción que me da tomarlo. Bueno, tampoco es que sea mala tarta, esta.

Rió con suavidad.
Oh, su cumpleaños. Bueno, se iba a reír. O no, a lo mejor no, pero, bueno. Quién sabía.

—Es el trece de marzo. —Ensanchó la sonrisa. Se encogió de hombros—. Un día quizá un poco habitual. —Negó con suavidad—. ¿Cuándo es el tuyo?

La miró, curioso.
Bien pensado, tenía su gracia que no supiese cuándo era el cumpleaños de la chica. Se conocían desde hacía bastante, y lo normal hubiese sido preguntarlo mucho antes. Pero bueno, más valía tarde que nunca.

Alzó ambas cejas al escuchar la opinión de la chrysos sobre la tarta.

—¿En serio? —Probó un nuevo pedazo de la suya propia. Después de tragar, añadió—: ¿Entonces no quieres más?

Se inclinó de nuevo hacia delante, buscando coger el otro pedazo de la tarta de Alehyss que le correspondía.

Trece de marzo. Habitual porque... el trece de marzo es...
Frunzo el ceño un momento, pensativa. Al dar con la respuesta alzo las cejas, con cierta sorpresa. Qué coincidencia.

-Es el cumpleaños de Massen, ¿no? Vaya. Así me será más fácil recordarlo-. Asiento, con tranquilidad-. Qué casualidad. El mío es en noviembre, el once. Pero no soy muy dada a festejos, así que como si no lo fuera -informo, sin más.

Supuse que sería un dato irrelevante, pero ha terminado siendo curioso. Tiene cierta gracia.

Niego a su pregunta sobre la tarta, tomando un trozo más de la mía. Uno más y acabo, contando el que me roba (o se cobra, según se mire).

-Acábatela. Yo soy la de la figura que mantener -le recuerdo, con total naturalidad.

Me centraré más en el té. Y eso no querrá degustarlo. Lo disfrutaré más que su tarta, incluso.

Rió con suavidad, asintiendo.

—Me siento muy viejo siempre que la veo —admitió. Era cierto. Lo llevaba todo mejor antes de saber que le sacaba exactamente siete añazos. Terrible, apocalíptico—. Intentaré acordarme para el próximo —murmuró, mirándola de nuevo, sonriendo.

Dudaba que se le fuese a olvidar, realmente. Tenía buena memoria.
Tomó un nuevo pedazo, ahora de su tarta. Luego dijo:

—Cierto, tu figura. —Torció la sonrisa—. Ya es sorprendente que hayas decidido tomar algo de tarta, tomar más podría ser terrible.

Cortó otro pedazo.

fdr. pausado again
YEEEH CUMPLES

Enarco una ceja, mirándolo de soslayo, escéptica, aunque esbozando una leve sonrisa.

-¿Siempre que la ves? ¿Y eso por qué? No debes dejar que te persiga esa sensación. La juventud es una etapa muy larga-. Asiento entonces, cuando habla de recordar mi cumpleaños. No lo dudo, imagino. Parece algo que recordaría. Yo no es que sea mala en recordar esas cosas. Pero no tiendo a darles mucha importancia. Aunque sí sé que otros lo hacen-. No te sientas forzado. No es más que un día como otro cualquiera.

Aunque estando en las mazmorras recuerdo que dejó de serlo por una vez. Pero tras aquel suceso, de nuevo, las cosas han vuelto a su cauce en ese sentido.

-Oh, mi figura puede soportar un poco de tarta, te lo aseguro. Tendré que hacer más ejercicio estos días para quemar las calorías extra. Todo aquel que se enfrente a mí se encontrará con una energía inusual -comento, entretenida, sirviéndome algo más de vino y apurando media copa, tranquila.

Ya estamos por el postre y no lo vamos a dejar así ahora.

Rió con suavidad, negando después.

—Ya, lo sé. Pero. —Apoyó ambos codos en la mesa, señalando con las manos entrelazadas a la chrysos, de forma que ambos índices apuntasen a ella—. Cuando Massen tenía catorce años, Massen estaba en Brontë. —Separando los dedos, se señaló a sí mismo—. Cuando yo tenía catorce años, estaba haciendo nada. Y ahora va a hacer diecisiete, y sigue aquí, y debe de ser bastante fuerte, digo yo, por lo que he visto, y yo con diecisiete pues no hacía demasiadas cosas... Buenas al menos. —Compuso una mueca—. Es una sensación rara*. A lo mejor no es sentirme viejo, sino otra cosa. —Rió—. No sabría explicarlo.

Suspiró, y tomó un nuevo pedazo de tarta. Después de tragar, añadió.

—Tranquila, si lo recuerdo, te aseguro que no será porque me he sentido forzado a.

Sonrió.
No era una fecha ni complicada ni fácil de recordar, sino, como ella misma había dicho, un día más, pero dudaba que tuviese que hacer grandes esfuerzos para recordarla.

Con una sonrisa entretenida, escuchó a la chrysos, reparando en que se servía más vino. Eso deberían terminárselo. O sea, se lo iban a terminar. O él se lo terminaría, no importaba. El caso es que no iba a desperdiciar ni el más mísero centavo.


—Oh, bueno. Como soy parcialmente culpable de que tengas que hacer ejercicio extra, me ofrezco voluntario para ayudarte a quemar esas calorías.

Torció la sonrisa.
Imitando a la muchacha, él mismo se sirvió vino, apurando, al igual que ella, sobre la mitad de la copa.

*fdr. la sensación es de "esta chica a la que le saco siete tacos es mejor que yo en todo"

Sus explicaciones cobran cierto sentido. Es cierto que, refiriéndonos a Massen, ha comenzado a luchar mucho antes que yo. Cuando tenga mi edad es posible que haya logrado lo que soy ahora. Pero no me gusta pensar en eso, de alguna forma. De ser otra persona podría llegar a sentir cierta rivalidad, pero al final es Massen. Ha llegado a ser una especie de hermana para mí.

-Recuerdo que cuando llegó me tenía miedo, o desconfianza -comento, riendo con suavidad-. No sabía que los chrysos podíamos iluminarnos y...-. Ni siquiera tenía la menstruación-. La verdad es que es haberla visto crecer, sí. Era una niña y ahora es una mujer. Le confiaría mi espalda antes que a muchos. Pero creo que te entiendo. Tengo la sensación de que, por ser mayores, nuestro tiempo pasa más despacio a ese respecto... Cambiamos menos. Pero también creo que yo he crecido-. Ladeo un poco la cabeza, apoyando el mentón en el dorso de una mano, con el codo apoyado en la mesa-. Era una cría orgullosa cuando llegué. Ahora lo veo muy claramente. Supongo que sí envejecemos, al final.

Me termino la copa de vino. Es un poco extraño decir esto en voz alta. No sé si lo había hecho antes, aunque lo haya pensado.

-Si alguna vez te quedas sin espacio en la cabeza y necesitas almacenar un dato importante debería estar en tu lista de prioridades de recuerdos a borrar -le comento, entretenida, en respuesta a su comentario.

La escuchó con atención, sonriendo.
No le sorprendía demasiado que Massen no supiese que los chrysos se iluminaban; podía imaginarse a su yo de doce, trece años teniendo pensamientos semejantes sobre otras razas (como, un momento, me estás diciendo que hay gente con cosas de pez en el cuerpo).

—Cuando yo llegué... —Frunció el ceño—. Bueno, era más bajito, lo cual está definitivamente bien. —Negó suavemente, ensanchando la sonrisa—. Lo cierto es que no estoy seguro de cuánto he cambiado, si de he cambiado siquiera. —Se acodó en la mesa—. Supongo que ahora soy menos inmaduro. Y, bueno. —La miró—. Sé un poco más de geografía.

Suponía que había cambiado, pero le costaba decir en qué, y en qué medida. Pero en casi cinco años era complicado no haber cambiado en absoluto.
Rió con suavidad.

—Tengo otros recuerdos que prefiero olvidar. Pero tengo buena memoria. Probablemente me acuerde de tu cumpleaños aunque no quiera.

Se encogió de hombros.

Asiento. Son cambios evidentes. Saltan a la vista. Y no solo la altura. No puedo reprimir una sonrisa maquiavélica, porque lo cierto es que hay cosas que, cuando se tiene la ocasión, uno tiene la necesidad, la obligación, de decir.

-También tenías el pelo verde -comento, ladina-. Recuerdo bien esa época. Y después azul, y...-. En retrospectiva resulta bastante más gracioso que en el momento. En el momento solo era raro, y no tanto-. Bueno, de lo de la geografía estoy segura. Yo...-. Sostengo un mechón-. Esto, si puede contarse. Y la cicatriz de la pierna.

Y el despecho. Pero decir algo como eso sería denigrante.
Y también está la cicatriz de madame Desmarais. Esa también es buena, para bien o para mal.

"Otros recuerdos que prefiere olvidar". No digo nada a eso. No es algo con lo que bromear. Estoy segura de que muchas personas, de que incluso yo, preferirían borrar algunas cosas de su cabeza y meter, en su lugar, cientos de inútiles fechas de cumpleaños, porque no hieren.

Aparto un poco el plato, dándolo por terminado, aunque queda todavía para un bocado. En lo personal, prefiero conservar el sabor a vino. Y no tengo claro si él querrá un último trozo. Si no es así, terminaré haciéndolo yo. Es lo mínimo, ya que estoy aquí.

Se rió.

—Cierto. Verde, azul... También lo tuve naranja, aunque eso tú no lo viste. Y... Antes de llegar a Brontë lo tuve rojo, rubio (y era horrible), violeta, y por un error, y no te rías, lo tuve rosa un par de días. —La miró—. A lo mejor también he ganado normalidad. Oh, y en cicatrices. Ugh.

Negó suavemente, sin borrar la sonrisa, y luego observó a la chrysos, entretenido. Cuando apartó el plato, él alzó las cejas.

—¿Tampoco lo quieres?

Resoplo, divertida, y niego en un gesto evidente.

-Oh, Lyam. Créeme. Lo vi naranja también. Aunque, en lo personal, era más partidaria del verde, quizás por ser el primero-. Cuando menciona rojo y amarillo no puedo evitar la sonrisa, una vez más. Violeta y... Bueno, rosa-. ¿Y cuál crees que te favorecía más? -inquiero, exagerando el interés con burla-. ¿Lo has probado blanco o gris? Quizás ahora que te sientes viejo puedas ir preparándote para ello -propongo, terminando la botella de vino en mi copa y bebiendo un poco-. Todos hemos ganado en cicatrices por aquí.

Y sigo buscando la forma de borrar algunas. Soy una mujer superficial, en algunos aspectos, por inapropiado que eso sea.

Miro el plato cuando lo menciona.

-Pensaba ofrecértelo. Pero si no lo quieres...-. Termino por alcanzarlo yo misma, sin darle tiempo a responder, llevándomelo a los labios y tomándolo en silencio-. Listo. Terminado.

Frunció el ceño.

—¿Lo viste? ¿En serio? —Alzó ambas cejas. Había jurado que no, pero si ella lo decía, sería verdad. Tampoco tenía importancia, sin embargo. Negó suavemente, y luego torció una sonrisa, quizá algo desafiante—. Todavía no me siento tan mayor como para teñirme a lo canoso. —Ladeó la cabeza—. Además el negro me queda bien. Para qué cambiarlo.

Ensanchó la sonrisa.
Al comentario de las cicatrices decidió no añadir más. Era cierto que todos habían ganado nuevas marcas, y no quería ahondar en temas como aquel, porque se veía a sí mismo pifiándola estrepitosamente o algo.

Sí iba a responder, no obstante, a las siguientes palabras de la chrysos, pero la muchacha se le adelantó.

—Sí que lo quería —aseguró después, sonriendo—. O sea, no me voy a morir por ello, pero si tú no lo querías...

Tuerzo la sonrisa, entretenida.

-Conocí a un hombre que con menos de treinta ya tenía el pelo completamente blanco. Y me refiero a blanco antinatural, claro. A canas. ¿No eres de esos? ¿O crees que no lo eres? ¿No te has encontrado ninguna todavía? -pregunto, cada vez más incisiva. A veces mi crueldad vuelve, así que supongo que nunca dejé de serlo, realmente.

Una vez he tragado el trozo de tarta le permito hablar mientras apuro lo que queda del vino, que ya no es mucho. Pero sí suficiente para una cena. Ya he hablado de mi adolescencia y no quiero repetir ninguna de aquellas noches, de momento.

-Oh, pero ya sabes que me gusta ver desaparecer la felicidad de los ojos de los niños, y cosas así. O, por lo menos, esa es la sensación que tengo. Ya que traer madera conmigo es un gran esfuerzo-. Creo que la última copa de vino sobraba.

Ladeó la cabeza, torciendo la sonrisa.

—Pues me resulta difícil decirlo. No es algo en lo que me fije demasiado, ni algo que me preocupe tanto. Además, con tanto cambio de color, pues. —Se encogió de hombros—. Quién sabe. A lo mejor tenía alguna y se convirtió en pelo verde o amarillo o violeta o azul, quién sabe.

Tomó un nuevo sorbo de vino. Al siguiente comentario de la chrysos respondió frunciendo el ceño, aparentemente ofendido.

—Oh, vaya. Y yo aquí cenando contigo, monstruo. —Se acodó en la mesa—. Desgraciadamente para tu perversa personalidad, ahora mismo no me siento triste, así que.

Se encogió de hombros.

Mi padre y mi madre tienen el pelo lustroso, todavía. Quizás a ella se le notan algo más algunas canas, pero, en general, no puedo decir que tenga malas expectativas genéticas a ese respecto. Y sin embargo, recuerdo a mi abuela, desde siempre, con el pelo completamente gris. De modo que no lo podré tener claro hasta que llegue.

-Entonces si la tuviste ya no la tienes-. Observo-. ¿O intentas decirme que el negro no es natural? Supongo que tras tanto tinte tu pelo estará maltratado... Quizás no sea negro natural. ¿También es teñido?

Qué burla más innecesaria. Me escucho y no me reconozco. Incluso a mí el alcohol me afecta en su momento y acabo hablando más de lo necesario. Debo de empezar a plantearme el cerrar la boca. Quizás sea hora de irse. El nivel de cosas innecesarias que digo es el baremo que marca lo tarde que es.

-Tendré que seguir esforzándome por conseguirlo. Tengo artimañas que ni imaginas, créeme.

Asintió.

—Lo es. Aunque mi pelo de normal es negro también. —Se encogió de hombros, sonriendo—. Si he dejado los colorines es porque quiero que se quede negro, así que espero que después de que se vaya el tinte no me encuentre nada de color blanco. —Frunció el ceño—. O naranja, pero eso es improbable.

Se lo había teñido para no ir por la vida con una cabeza tricolor, donde se mezclaba el naranja, el negro y una mezcla chunga de naranja y negro. Hacía ya un tiempo de eso, así que tal vez el negro de ahora no era todo de tinte, pero a saber.

Sonrió.

—¿Ah, sí? ¿Artimañas del mal? —Alzó ambas cejas—. Siento cierta curiosidad, pero a la vez no creo que sea buena idea enfrentarme a tu maldad, poderosa Lester.

Tiene sentido. Esperar que después de un color le quedase negro de nuevo era improbable. Aunque no estoy muy enterada del funcionamiento de formas alternativas de teñirse el pelo, por lo que no tendría claro qué decir al respecto si me preguntasen. Ahora, imagino, sé un poco más.

-Bueno, que es negro se veía en las cejas -comento, con simpleza, esbozando una sonrisa-. Por ejemplo. Parece, entonces, que también ha acabado esa fase colorida de tu vida. Has llegado a la seria y gris vida adulta. Resulta algo deprimente cuando uno se da cuenta -reflexiono, con desinterés.

Aunque no deja de ser cierto.
Según se mire. En lo general, siempre busqué parecer muy adulta. Aunque acabe de admitir que no lo era, evidentemente.

-Estoy segura de que no es buena idea. Pero no cederé a tus peticiones tampoco. El mal se desencadena cuando no es bien recibido, y en cuanto sea el momento podrás disfrutarlo. O yo, por lo menos, lo disfrutaré.

Se rió con suavidad.

—Dicho así parece una gran tragedia. —Negó, sonriendo aún—. Pero quizá vuelva a los colores, quién sabe. Aunque creo que tras tanto tiempo maltratándome el pelo, necesito un descanso, si no quiero que se convierta en algo horrible. —Le sonrió—. Y de todas formas, ¿no crees que estoy mejor así?

Llamaba menos la atención, sin duda.
Y ahora no necesitaba llamar la atención, así que era un poco innecesario. Aunque todavía guardaba los tintes y todo lo demás, y no descartaba aparecer un día con el pelo verde de nuevo.

Torció una sonrisa.

—Entonces me prepararé para enfrentarme a tu maldad. Y ganarla, por supuesto.