Callejuelas.

Tenso un poco la sonrisa. Por lo menos ha entrado algo en razón, que no quiero ser yo ahora la que cause problemas aquí... No, al menos, si se me puede recriminar algo, eh...

-Si, ya, seguro... -murmuro, entre dientes, continuando con mi camino, guiándolo.

No tardo en alcanzar la casa que se me ha indicado. ya es algo tarde, pero el tipo dijo que está acostumbrado a hacerlos de noche, cuando los locos se emborrachan, así que no hay problema. Llamo un par de veces, y pronto aparece el tío en la puerta. Lleva más tachuelas en la cara que Narbe. Quizás, de verlo, Buscador se lo replantée un poco.

-Soy Frikka -saludo, con un gesto de cabeza-. Este es un amigo que también quiere uno -explico.

-Hey, qué hay -saluda él, haciéndose a un lado para dejarnos pasar-. Soy Donner.

El sitio da algo de cague. Casi hasta doy gracias por no estar sola, de pronto. Yo veo de puta madre, pero los que no son como yo tienden a usar la oscuridad para ocultar sus malas intenciones.

-¿Quién va primero? -pregunta, mirándonos de reojo, mientras se dirige a unos cajones.

El sitio es algo siniestro, la verdad. No lo esperaba así... En fin, ya puestos... Tú toma aire y como una puta machota, que ya verás qué bien.
Asiento a Buscador, conforme, pero no tan conforme.

Tomo asiento, como el hombre me indica, en una butaca, y pronto viene él con un candil para iluminar la zona, que me hace estrechar un poco los ojos, y algo que parecen ser agujas. Agujas. No me gustan nada. No quiero. Coño. Joder... Venga... Aprovecha ahora y di que tienes otra cosa que hacer, o que alguien está robando y que tienes que ir a luchar como buena guerrera que eres... Nadie te lo echará en cara...
Buscador... Bueno, pero... ¿Qué más da? Si no se entera de nada y...
No. Tienes que mantener la compostura y nadie se reirá de ti, Fifi. Eres fuerte. A por todas.

El tipo, la verdad, trabaja rápido, aunque se me hace eterno. Siento las manos algo aterecidas, de apretarlas sobre el pantalón, todo el rato.
Desinfecta un poco la zona, creo, y cuando acerca la aguja cierro los ojos. He escogido la oreja izquierda. Y... Y...
Aprieto los dientes, ahogando un quejido. El cartílago es duro y... Ay, coño...
Por largo que se me haga, al cabo de unos minutos ya está todo hecho, y una fina barra de metal atraviesa mi oreja de lado a lado.

Me levanto de la silla. Estoy algo mareada, pero soy una campeona. Me sudan las manos un poco y...

-¿Ves qué fácil, Buscador? -inquiero, poco convencida, forzando una sonrisa-. Qué tal lo ves?

Nunca más, Fifi. Nunca más.
Me miro en el espejo, curiosa. Al menos queda bien. Mola, eh.

Miro con gracia lo que Buscador se deja hacer. Vaya loco... Está realmente enfermo. Ni se lo ha pensado. Allá él.
Cuando el tipo este le atraviesa el labio por primera vez, aparto la mirada un instante. De todos modos ya tengo bastante con pensar en mi oreja, que está irradiando calor como una hembra en celo, y escuece que me cago en la puta.

Pronto acaba, y al verlo no puedo evitar ponerme a reír. Mithos... Si lo ha hecho de verdad, el hijo de puta... No... Es que...

-Uy, qué miedo -me burlo, todavía con una sonrisa-. ¿Escuece mucho? Vaya raro que estás...

El chrysos, por su parte, se pone a explicar por encima cómo desinfectar y todo el rollo ese. Luego, finalmente, nos pide el dinero. Enseguida hurgo en los bolsillos y saco lo necesario, poniéndoselo en la mano. Ya era hora de pagar por algo, huh...
Miro a Follow de reojo. Y... ¿Acaso él...?

Y este se larga ya. Me cago en la madre que lo...

-Ya pago yo lo suyo -gruño, dando al hombre un dinero preciado que el puto de Buscador me va a devolver por sus santos cojones, ya sea de una forma u otra.

He gastado más en medio de los suyos que en el mío. Estará contento. Ya me ha amargado la noche, hostia ya.

Enseguida me despido del tío, que parece más contento ahora que tiene pasta en el bolsillo (¿Y quién no?) y abandono la casa con Buscador. Sigue lloviendo y es un engorro, pero bueno.
Lo miro, de reojo, tocándome la oreja con distracción.

-No olvides desinfectarlo, que es una herida. Y me debes pasta. Dinero. Parné -reitero, llevándome las manos a la nuca, relajada-. No me puedo creer que te lo hayas hecho sin dudar -añado, negando varias veces, conteniendo la risa-. Eres un jodido temerario... Aunque, viniendo de ti, tampoco puedo decir que me sorprenda.

Eres más raro que un bismonte con alas, tío...

Estrecho un poco los ojos, mirándolo. Tengo ganas de partirle la cabeza, o algo similar, pero creo que no puedo. Vaya mierda, eh... En fin...

-No siempre podemos llevar encima puto pescado para hacer un trueque -explico, cínica, con mal talante-, así que usamos dinero. Con mi dinero puedo comprar tu pescado y tu ropa. Y ahora lo he gastado en tus jodidos pinchos, así que ya estás buscando más para dármelo. O también me lo puedo cobrar en favores -añado, finalmente, mirándolo de reojo con una sonrisa maliciosa.

Podría ser divertido. Un criado personal, huh... Joder, cómo escuece.

Ya empieza con su palabrería barata. Que sí, hombre, que sí. Lo que tú digas. Al final muy callado eres, pero mira que echas mierda inútil por la boca.

-Lo siguiente será un tatuaje -se me ocurre proponer, divertida, malvada, avanzando, pero sin perderlo de vista. No me hago uno ni loca.

Este es más fácil de manipular que una puta por un millonario cachondo. Será idiota. Vaya tío más inútil.

Así que sus monedas simbolizan pescado o ropa. Pues sigo viendo más útil llevar la comida encima para cambiarla que tener unos trozos de metal con los que tener que ir a pedirla a otro lugar.

—¿Favores? ¿Como cuidar del rebaño a cambio de la cena, pero por tus monedas? —Pregunto, interesado.

Dice que lo siguiente a esto será un tatuaje. Un dibujo en la piel, eso es más común para mí. Pero esos dibujos suelen contar historias o servir como protección. Niego.

—Aún tengo que tener unos ojos feroces como mi boca. Los dibujos van en la máscara —Le explico mientras continúo andando. Ahora se está empezando a volver algo más doloroso, sobre todo la hablar y mover la boca. Tengo que cuidarlo como una herida...

—¿Tengo que quemarlo? Puedo ponerle hierbas como cuando me hago heridas en las manos. Cuando son muy grandes hay que quemarlas. ¿Estas hay que quemarlas por tener el hierro? —Igual debe quedar unido a la piel.

Y dale...

-Ya se me ocurrirá algo... Pero favores como hacerme un recado o... Bueno, que ya se me ocurrirá cuando surja, hostia. Pero si consigues dinero me lo das y ya quedamos en paz -zanjo, metiéndome las manos en los bolsillos. A este tío mejor no darle mucha cuerda, que se embala que es una pasada.

Y, cómo no, no ha escuchado una puta mierda. Al final no sé por qué intento nada. La próxima vez que pregunte le diré que me torturo y listo, que cuando le dije eso bien que se rajó, el muy capullo.

-Llega con desinfectar -mascullo, con pasotismo-. Y no se te ocurra quemarlo. Cerrará solo. Mueve el metal de vez en cuando para que el hueco quede definido y punto...

Creo que ambos hemos optado por volvernos, ya. Tampoco hay mucho que hacer aquí:
Respondo a las preguntas que le queden, las normales, las lógicas, con desgana. Hasta me entra sueño, hostia...

*se van*

Intento retener la información dada por el primero, pero al cabo de un par de calles, no sé si me he pasado alguna de más o de menos debido a la oscuridad. Todo ello sumado a que no conozco el lugar y a que subconscientemente las direcciones del segundo se me mezclan con las del primero... estoy algo perdida.
Quizá encuentre algún otro lugar con indicaciones más serias.


...


Fijo mi vista a mi alrededor. Estas calles tan estrechas... me agobian. Necesito subir un poco.
Me encaramo a un árbol y luego a un muro de una casa, para luego saltar sin mucho esfuerzo a los tejados de las pequeñas y numerosísimas casas que formaban este etramado de callejuelas. Me parece imposible que la gente no se pierda aquí. Quizá construyen así sus ciudades para que la muerte se pierda en estas callejuelas y no pueda encontrarles.
Quizá por eso puedan tener nombres.
Mmm creo que estoy aprendiendo cosas importantes de su forma de vida.

Sin embargo, una tenue luz de una casa al fondo llama poderosamente mi atención. Es tenue, pero perfectamente visible. Pero por otra parte no parece ningún tipo de lugar de ocio, sino más bien una casa particular.

FDR: AMBIENTACIÓN

Es grande, al menos de dos pisos. La luz se encuentra en el piso de arriba. Trago saliva.- Quizá ese sea el lugar...- No puedo ocultar que estoy algo nerviosa.
Trago saliva.
Desciendo al suelo rápidamente para aprovecharme de las sombras de las calles y árboles y corro a la puerta de entrada.

Atravieso un pequeño jardincito y, casi en cuclillas, llego a la puerta que da lugar a la casa.

Con sumo cuidado, torno el pomo con cuidado. ¿Está bien esto que hago?
Sí. Al fin y al cabo sólamente estoy buscando ayuda. O bien el sitio que busco.



Sin embargo, en cuanto toco el pomo, este se gira sin mucha dificultad y la puerta se abre en silencio.
Frunzo el ceño ante este suceso. ¿Para qué quieren un pomo en la puerta si no la cierran por la noche? Era cuanto menos extraño.
¿Está bien si me aventuro?
Al fin y al cabo, en el segundo piso hay una luz. Una luz iluminando a alguien. Alguien que me ayudará a encontrar el modo de entregar el paquete.

Utilizo todas mis dotes para colarme en silencio.
Miro a la derecha... una cocina. Muy poco usada. Casi sin utensilios. Una mesa y dos sillas sucias.
La encimera tiene mucho polvo encima.
Miro a la izquierda... parece una zona con sitios para leer. Una butaca. Paso el dedo suavemente. Muy sucia.
Estoy empezando a plantearme si realmente vive alguien en esta casa y, si es así: quién está ahí arriba.
Empiezo a tensarme.
-Tranquila...- susurro.
Continúo. Las demás puertas están cerradas.
Al fondo: escaleras.
Corroídas y algo viejas. Sería todo un record para una persona normal y corriente subirlas sin hacer estallar la madera con su peso. Por lo que miro al techo. Por suerte es una casa vieja y tiene las vigas a la vista, por lo que salto a una de ellas y me quedo boca abajo. Con un poco se suerte podré subir las escaleras sin pisarlas.

Sin embargo, la viga del final del pasillo e inicio de las escaleras se acaba, por lo que me veo obligada a saltar al pasamanos, con las cuatro extremidades al mismo tiempo lo más separadas posible, consciente de que al mínimo error se podrían romper y causar un gran estruendo. Por suerte mis capacidades me permiten dar otro salto y llegar a la otra punta de las escaleras saltando de pared en pared.
Sin duda ha sido algo complicado.
Me asomo a la primera puerta: una cama con un olor a habitación cerrada horriblemente fuerte. Paso de ella.
Alzo la vista entonces y mis dilatadas pupilas se encogen al instante al observar la deseada luz.



Camino en silencio y extiendo una mano. Tiembla. Hacía mucho que no temblaba. La otra en mi arma.

Cuando estoy a pocos centímetros, apoyo mi cara por el pequeñísimo centímetro por el que se cuela la luz y simplemente: observo.


*se queda*

Una vez la piscis colocó su vista en la ranura de la puerta, pudo observarlo absolutamente todo, pero sobre todo: escucharlo.
No podía dar crédito a lo que estaba ocurriendo.
Un fuerte golpe y las voces se alzaron, lo que le facilitó a la hora de comprender todo lo que ocurría.
Aquello no era posible. Tenía que... DEBÍA informar a los líderes de lo que estaba sucediendo allí dentro.

Negaba con la cabeza una y otra vez. Escuchó sus nombres, vio sus caras, leyó sus labios y descubrió sus planes. Aquellos sujetos que se habían reunido en las sombras de aquella casa... los tenía a todos.
Una sonrisa nerviosa cruzó su rostro como un rayo para luego desaparecer al ver cómo de golpe, la ventana por la que la luz se escapaba se rompía por causa de un hechizo en mil pedazos.

Una batalla. Corta pero extremadamente intensa ocurrió entre aquellas cuatro paredes. Aquella incursión tan inesperada se había saldado con una muerte.

Finder estaba encogida por la crueldad de aquellas imágenes que embotaron su mente. Ahora tenía miedo. Debía salir de allí cuanto antes.

Sin embargo, justo cuando iba a darse la vuelta para marcharse, pudo ver cómo aquella mirada asesina se cruzó con su único ojo visible a través de la puerta para señalarla con su dedo y hablar.- "Maleducada..."

Finder se llevó las manos a su arma y la sacó automáticamente. Se giró y echó a correr, pero un recio cuerpo apareció justo en frente suya, el cual la golpeó y la hizo caer hacia atrás. Ahora estaba rodeada.
En frente tenía a un temible y desconocido adversario al que debía eliminar si quería llevar aquella información vital al ejército de Brontë.

Al caer, lo hago apoyando una mano en el suelo con el fin de levantarme rápidamente dándome impulso. Rápidamente conjuro un pequeño Aquaerum y lo lanzo hacia mi rival. No ha sido nada, pero espero que me de unos segundos de margen para lanzar mi hoz directa a su cuello. NECESITO acabar con mi rival rápidamente. No puedo esperar a que lo que tengo detrás de la puerta decida actuar.

Además -sonrío- mi fin no está aquí esta noche: mi destino es el buscador, y ahora que todo está encauzado con él no voy a permitir que esto se tuerza.

Te voy a matar.

El rival de la guerrera recibió el Aquaerum sin mucho problema. No emitió si quiera un quejido de dolor. Sin embargo, cuando quiso darse cuenta, la hoz de la ninja estaba a punto de rebanarle las carótidas, pero pudo interponer su arma a tiempo, produciendo un sonido metálico que retumbó por todo el pasillo.

La reacción del rival no se hizo esperar: una fuerte patada en el estómago de la joven, para volver a mandarla al suelo y acabar con ella de un corte horizontal.



La puerta no se había movido ni un ápice.

Un soberano chillido cargado de energía sale de mis entrañas justo después de recibir la patada y aprovecho mi agilidad para dar una voltereta hacia atrás y asestarle una fuerte patada en la quijada a mi rival.

Vuelvo a chillar. De nuevo necesito fuerzas. El arma del que tengo en frente ha rozado mi pierna y sangro un poco. Hay dolor en mi mirada.

No me importa. Si no puedo vencerle, huiré.
Salto y le doy una fortísima patada en la cabeza, para luego impulsarme hacia arriba y engancharme al techo. Si llego a las escaleras del fondo estaré salvada.

Aprieto los labios.
No... no puedo fallar ahora. Ahora que he encontrado a Follow finalmente. Tengo que dar lo mejor de mi.

Vamos... la libertad está muy cerca.

El enemigo de Brontë cayó al suelo con un golpe seco después de aquel golpe en su cara, pero se recuperó lo más rápido que pudo.

La buscó, pero no la encontró en un primer momento. Sin embargo, alzó la vista y allí estaba: como una araña huyendo boca abajo a toda velocidad.

Una media sonrisa se dibujó en su sombría cara y lanzó su arma, acertando de lleno en un brazo de la chica, haciendo que la piscis cayese justo al inicio de las escaleras. Un poco más y se habría escapado.

Ahogo el dolor en un quejido que no puedo evitar liberar en cuanto mi cuerpo toca el suelo de lleno. -Umph...-

Le tengo al fondo del pasillo. Mi brazo izquierdo ha sido inutilizado. Sin embargo, sonrío con satisfacción: he ganado. Se ha quedado desarmado.
Me arranco su arma de mi brazo y la sujeto junto a la mía. No ha habido nadie mejor que yo en puntería en mucho tiempo y con dos proyectiles es imposible que falle, por lo que los lanzo con fuerza hacia su cabeza con un grito de poder.

Sin embargo... algo va mal.
A mitad del recorrido, se sucede un sonido metálico que no debería sonar.

Mis pupilas se empequeñecen al ver aquella mole de acero acercarse a toda velocidad a mi, casi tan grande como yo.

Aquella masa de enorme metal que se dirige a toda velocidad contra mi pecho inutilizó por completo mi lanzamiento de armas de menos de un kilo.
Mis ojos se cerraron por la impresión.

El enorme hacha del parvus fue lanzada con tal fuerza por este que desvió su cuchillo y la hoz de Finder. Esta se clavó con fuerza en el pecho de la piscis, haciendo que esta saliese despedida escaleras abajo, hallando así su muerte.

Errald posó una mano en el pasamanos y comenzó a bajar pesadamente las escaleras. Cuando estuvo al lado del cuerpo de la joven, arrancó su hacha de su cuerpo con ambas manos y se la colocó a su espalda, así como su cuchillo en la cintura.

No hizo nada más que quedarse quieto, viendo el resultado de la batalla.



Finder había hallado su destino: había hallado al Buscador: Aquel que  buscaba su familia. Aquel que no había cesado en su búsqueda y que seguía sin encontrarla. De su vida arrebatada. Finder había hallado al verdadero Buscador, el que era en sí mismo su Destino.




Se abrió entonces la puerta del fondo y unos pasos ligeros retumbaron por toda la casa. Posaron una mano en el hombro de Errald con una leve y oscura sonrisa.

Acompañado por el líder aether, tras la reunión, decido venir hasta la casa donde todo sucedió, con el fin de investigar cuanto pueda. No quiero que haya nadie más que nosotros dos, nadie que pueda entorpecernos. La forma que tengo de trabajar es un poco particular, distinta a los que han examinado la zona hasta ahora.

Echo un ojo al jardín, contemplando la fachada y el camino que da hacia la casa, y la propia vivienda, con los ojos examinando cada rincón que alcanzan. Cierro los ojos un momento, al llegar junto al muro, y apoyo una mano sobre la piedra, buscando magia, sintiendo. La piedra me ayuda a canalizar la magia, a comprender la estructura de la casa desde sus cimientos.
Luego, volviendo el gesto hacia mi compañero, aparto la mano, suavemente.

-Entrremos. No hay que perrder detalle -advierto.

No me importa pasarme la noche entera si es necesario, pero pienso sacar algo en claro. Me siento sumamente frustrado. Ya es hora de moverse, de movernos a todos. Esta burla ha llegado demasiado lejos.

Nada más dirigirme a Abaddom, camino hacia la puerta, y la abro. El interior me recibe, oscuro. Olfateo el aire, valiéndome de mi olfato agudo para buscar incluso pistas por los olores. Observo los alrededores, sin desplazarme de la puerta. Hay menos polvo debido a la gente que ha estado por aquí todo el día, pero sin duda es un lugar en desuso. Una casa posiblemente abandonada.

-¿Han descubierrto ya quién vivía aquí? ¿A quién perrtenecía la casa? -inquiero, a mi compañero, con gesto serio.

Me acerco a la butaca que hay a la izquierda, contemplándola. Busco indicios de algo, leyendo por encima los títulos de los libros, buscando información sobre los habitantes desaparecidos de una casa que parece abandonada hace tiempo.

El vaso llama mi atención. Me acerco, buscándolo con la nariz pero sin tocarlo, inspirando el aroma, potenciando mi olfato con magia, buscando algún olor peculiar, ya sea del líquido, del que lo haya usado, o lo que sea. Cualquier información será bienvenida.

-¿Sientes algo? -inquiero a mi compañero, mirándolo de reojo. Quizás él pueda hallar algo más en un simple vaso.

Luego continúo.
Desde luego, resulta evidente dónde se ha desarrollado la acción. Pronto dejo los libros y la butaca y me acerco a la zona interesante: la de la sangre. Hay algunas puertas más cerradas, pero es lo que menos me preocupa por ahora. No siento presencias peligrosas en la casa.
Me agacho junto a la sangre, sin tocarla. El olor a hierro permanece, aunque ya no esté húmeda. Supongo que es la de la piscis. Las huellas son lo interesante. Desde luego, lo son. Unas huellas de lo más interesantes...
Observo el resto del lugar antes de hablar, deteniéndome en cada uno de los detalles de la batalla.

-Desde luego, se defendió con uñas y dientes -comento, mirando la barandilla, rota-. Cayó por las escaleras. No hay marcas de fuego, de modo que la otra no murió aquí. Pero la piscis... -. Observo de nuevo la sangre, y las huellas sobre esta-. Nos han dejado una buena pisada, desde luego -. Me sorprende que ni se hayan molestado por limpiarlo. Parece tan fácil de seguir que hasta resulta humillante-. El que lo hizo erra más que fuerrte. Aunque eso ya se veía solo con el cuerrpo -comento, como si estuviese diciendo algo revelador, aunque solo resalto lo evidente. Él está viendo lo mismo que yo, y dudo que haya mucho que añadir al respecto, por el momento.

Despacio, asciendo por las escaleras, con cuidado de no pisar la sangre ni mover ninguna astilla, siquiera. Al llegar arriba miro al fondo, contemplando lo que hay. Más puertas. Y más lucha.
Me vuelvo hacia abajo, contemplando la caída de las escaleras y a mi compañero, desde la cima, con el semblante serio.