Dormitorio de los chicos

Calcetines, camisas, lazos del pelo, zapatos, pantalones... Recogía, doblaba, guardaba...

La cama, las sábanas, la almohada... Estiraba, limpiaba, extendía.


La habitación daba gusto verla -solo la parte de Alexander- las paredes y el suelo brillaban, la parte de debajo del somier estaba tan limpia que se podría comer en ella. No existía el polvo en esa zona, y por ello los boros me miraban con mala cara, porque les quitaba el trabajo a ellos.

Pero bueno, era mi trabajo y debía cumplirlo, así alexander no tendría queja de mi e incluso me recomendaría y tendría un trabajo estable... e incluso Aren podría despedir a Barthemius y contratarme a mi... o Alexander comenzaría a confiar mas en mi, por lo que me podría contar cosas y cumplir el mandato que Aren me enmendó...

Una ves terminado mi trabajo, me fui


*se va*

Entro corriendo en la habitación de los chicos. Tiro la ropa manchada encima de su cama. Da igual, mañana ya la recojo.

Me pongo a rebuscar entre las cosas de Alexander. Cojo una camisa nueva y un jersey de lana..., con el fin de que fueran de su agrado.


Salgo corriendo de la habitación para volver a junto de "mi drogado"



*se va*

Me desperté sobresaltado. Con la respiración cortada. Me reincorporé y me llevé las manos al cuello.
Mierda.
Lo había hecho mal... algo había fallado... ¿que? dios... todo me daba vueltas. Le dí un vistado a Alexander, que dormía en su cama, hecho un gurruño.

Entontes, encogí el morro y agité la cabeza, mientras me tiraba de los pelos...


*se va*

Abro los ojos.

Pican

Me incorporo con un quejido. Menudo dolor de cabeza. Giro la vista a la cama de Silvanus. No está... y mi ropa está ciscada por el suelo... manchada de vino. Cierto, ahora recuerdo todo de golpe. Silvanus lo sabía. Ahora solo espero que mi decisión de haberselo contado no me traiga problemas, pero a cambio, tengo una buena sensación, una sensación de alivio, como que ya no me aprieta tanto el corazón en el pecho... estoy mejor.

Supongo que Silvanus no dirá nada, puesto que hasta la fecha, siempre ha obedecido ante mis amenazas.

-Necesito darme una ducha- musito.


*se va*

Entré en el dormitorio de los chicos ya sin fuerzas... que día... me fui a mi cama, pero para ello tenía que pasar por delante de la cama de Lyam, que estaba leyendo un libro en cama.

Al pasar por delante de el, me paré en y me vi las manos... entonces las cerré con fuerza, haciéndome daño para no tener que partirle los morros allí mismo: no quería dormir en los calabozos aún por encima.

Lo miro de reojo ante su incrédula mirada y su ceja levantada y me dirigí a mi cama, durmiendo profundamente.



*se duerme*

FdR: gracias rocio por dejarme hacer este post :3

Me despierto con pocas ganas.
Agh, Aren sabe bajarte el ego: y de qué manera.

Me levanto, Kettleburn aún duerme: como siempre.
Me pongo a su lado y le doy un toque con la mano. Arriba - sentencio. Venga que ya es hora.- digo destapándolo.

Aunque mi señor pensaba que yo dormía, no era así. No quería moverme. Me sentía triste, abatido, melancólico, infeliz, con el animo por los suelos.

Estaba fatigado y falto de energía.

Me hice un ovillo, quedándome con la mirada vidriosa, viendo por el cristal de la ventana desde mi cama. Anhelando poder volar y huir de aquel lugar.
Tenía la nariz roja, por el pequeño resfriado que había cogido hacía unos días y los ojos rojos y ojerosos, por haber estado llorando mucho, lamentándome de mi vida y de lo feliz que pude haber sido y lo infeliz que era entonces.

-Mi señor. Estoy enfermo, ¿puede usted darme un día? Sólo uno. Por favor. dije sin desviar la vista de la ventana.

Me cruzo de brazos.- ¿Un dia libre? ¿quieres un lía libre? ¿te das cuenta de que eres un esclavo? los exclavos no tienen vacaciones. Entonces me acuerdo de la conversación con Aren. ¿Si Barthemius se pusiese enferno, él le daría un par de días? que dificil es entrar en la mente de ese hombre.
Supongo que si. Él me habia dicho que con el buen trato y la palabra era suficiente para tener a un sirviente contento. Así que voy a probar ahora con esta estrategia. A ver que resultados me dá.

-Bueno, vale. te voy a dar un día. UNO- digo alzando el dedo- 24 horas, ni una más. ¿está bien así?

La verdad es que el chico estaba completamente desmejorado, parecía que el inocentón que llevaba dentro había sido arcabuceado y que ahora solo quedaban las ruinas de lo que antes había sido un joven vivaz.

Lo miro apenado, al fin y al cabo... yo soy el resultante de su estado.
-Bueeeeno, venga: una semana, te daré una semana de vacaciones. Eso son 168 horas. ¿Mejor así? Ultimamente has trabajado mucho y bien, pero tu salud no parece mejorar, así que quiero que descanses mucho y que recuperes fuerzas- entonces le agarro una mejilla-quiero volver a ver esas sonrojadas mejillas.

Me desvisto el pijama y me visto al ropa.

-Ala, aprovecha, Kettleburn, y mejórate. Quería a Kettleburn al 100%, y en su estado, no rendiría ni al 25%, así que esa era mi mejor opción.

Su primer comentario me desanima aún más, por lo que procedí a arrastrar un pié fuera de la cama para ponerme en pié.

Pero entonces dijo que me daría un día.
Me paro y doy un respingo -tenía mocos-.

-G-gracias, mi señor. Se lo agradezco mucho entonces volví a taparme hasta el cuello dejé que mis cansados y amoratados párpados se volviesen a saludar.

Entonces al verme en aquel estado, dijo lo más bonito y lo mejor que mis oídos pudieron haber oído nunca.

Me incorporo con los ojos muy abiertos- ¿Está usted seguro? ¿quien hará sus cosas? mi señor... no me lo merezco... gracias...- casi se me saltan las lágrimas. Una semana.

Entonces lo abracé- gracias, gracias, gracias... lo necesitaba... gracias.

-No hay de qué, chiquillo. digo haciendo un gesto con la mano.

-Claro que estoy seguro, ¿acaso me estás llamando inutil? se hacerme mis propias cosas.Pero es mucho más cómodo que las hagas tú digo con una sonrisa.

Entonces Kettleburn me abraza fuertemente y me lo agradece.

¿Se referiría Aren a esto? ¿Esto es lo que hacen las buenas palabras? no se... quien sabe.

Lo aparto de mi cuerpo lentamente. Kettleburn, no seas crío, joder. Métete en cama, que solo te quedan 167 horas y 50 minutos- digo riendo- mas te vale estar curado y fresco como una lechuga - entonces al decir lechuga me viene a la cabeza Lyam- bueno, Kettleburn, ala, me voy.


*se va*

FdR: dame gracias eternamente... o mejor, dáselas a Aren ¬.¬

Me metí en cama tapado con dos mantas, con los ojos llorosos.

Hoy lo dedicaría a descansar, tendría que comer algo... pero no tengo hambre: en dos días solo había comido galletas... suficiente para un ser de mi clase social...

Era la primera vez en mi vida que alguien me daba vacaciones y, siempre pensé que ese día iría a celebrarlo por ahí. Sin embargo... estaba demasiado herido y cansado física y psicológicamente.

*se queda*



después de una buena siesta mañanera, decidí levantarme, sabía que tenía que comer para recuperarme...pero preferiría enfrentarme a un millar de bestias que probar bocado... el hambre se había esfumado de mi cuerpo.

Pero tenía 7 días para volver a ser el mismo... y debía conseguirlo.

*se va*

Llego a la habitación y escondo el paquete debajo de mi cama, al lado del otro mas grande. Miro nervioso hacia ambos lados, apago la luz y me voy.
-A ver si te encuentro pronto.

*se va*

Entré en los dormitorios contento. Muy contento. Tan contento que rara vez lo había estado tanto y todo gracias a Heylel. Se merecía un reglo y yo podía proporcionárselo.

Me remangué y cogí un pergamino nuevo y la pluma de faisan y un tintero con la tinta nueva.

Acerqué un candelabro y me puse a dibujar, pero esta vez en serio. Como sólo Silvanus Kéttleburn sabía hacerlo.




Después de un par de horas de árduo trabajo, lo terminé y lo guardé satisfecho en mi baúl.

*se duerme*

Abrió la puerta del dormitorio, con cuidado. No quería molestar (ni que le molestasen). La habitación estaba a oscuras y vacía. Sonrió. Entró en la estancia, cerró la puerta y encendió los ojos.

Observó las camas. Identificó primero la suya. Luego la de Kettleburn. Después observó las camas de otros alumnos (lo supuso por los baules) con los que no había coincidido y, finalmente, la cama de Alexander.

Torció la sonrisa. Con un par de largas zancadas, llegó hasta la cama de Alexander. Observó su baúl. Se agachó y lo abrió. Frunció el ceño y ensanchó la sonrisa, torciéndola aún más.

- Veamos quién es Alexander Price -siseó.

Durante unos minutos rebuscó entre las pertenencias del caeruleus, sin resultados. Ahí no había nada interesante, relevante o extraño. No había nada de lo que buscaba (era un cabrón; tenía que tener algo que demostrase esa faceta, aparte de su cara, claro). Apretó la mandíbula y cerró el baúl, ofuscado.

Se puso en pie. Se pasó ambas manos por la frente, echándose el flequillo hacia atrás (los mechones no tardaron en volver a su sitio). Frunció el ceño. Miró la cama. Pensó en deshacerla, aunque no tardó en descartar la idea. Chasqueó la lengua. Se acercó a la mesilla que le correspondía a Alexander. Abrió el cajón, buscando algo que tampoco encontró. Oprimió el puño derecho, cerró el cajón. Tenía que haber algo. Todo el mundo ocultaba algo; la cuestión era dónde.

Resopló. Arrugó el entrecejo. Miró la cama. Y, de pronto, se le ocurrió mirar debajo de ella. No era un lugar donde él escondería algo, pero, ya que había inspeccionado la mesilla y el baúl, ¿por qué no mirar debajo de la cama?

Apoyó las rodillas en el suelo, colocó mano izquierda en la cama y observó debajo del mueble. No pudo evitar esbozar una amplia sonrisa sesgada al descubrir que, ahí abajo, había paquetes. Un pequeño cumulo de paquetes. Su sonrisa se torció. Alargó una mano. Cogió un paquete. Se puso en pie. Ensanchó el gesto.

- Bingo... - murmuró, con la voz ligeramente ronca.

FdR. La venganza jajajaja

Después de enviarle a Gabrielle el dibujo que me había regalado Silvanus para que lo enmarcase en casa y que no se estropease había dedicado mi tiempo a hablar con Hewina y entrenar más bien poco.

Como fuera debír ir a recoger mi cama antes de ir al comedor ya que después estaría demasiado cansado como para ponerme a organizar las cosas para mañana.

Llego a las habitaciones -vacías y oscuras, como siempre- y enciendo una de los primeros candelabros y me sorprendo al encontrar a Lyam allí a oscuras, al lado de la cama de Alexander. Tengo las cejas alzadas, extrañado, y me fijo en que tiene algo entre las manos.

- Eeh... Esto... Tú, aquí a... Deberías encender... -No se me ocurre demasiado que decir porque, al fin y al cabo, la situación es un poco...extraña. Me quedo unos segundos algo tenso pero, a fin de cuentas es algo de Alexander así que... Es uno de esos momentos en que tienes mala conciencia Heyl... Voy a evitar sonreir.


FdR: Trololo loo trolo looo trololooo Vendetta 2! >8D XDDD

El sonido de una voz lo sobresaltó. Se giró, con rapidez, y clavó sus ojos (encendidos) en la persona que había entrado. Reprimió un suspiro. No era ni Alexander, ni Kettleburn ni ningún líder. Era Heylel, el aether con el que se había encontrado en los jardines el otro día.

Esbozó una pequeña sonrisa. No se molestó en ocultar el paquete. Eso sólo despertaría las dudas del aether. Dio un par de pasos hacia él y ensanchó la sonrisa.

- Sí, debería encender el candil, lo sé. Pero no lo he hecho - Se encogió de hombros - y, como no lo he hecho, me he encontrado con esto - Con la cabeza, señaló el paquete que tenía entre las manos -. Me tropecé al entrar, porque tampoco me había encendido a mí mismo (qué mal suena, por cierto), y, en el suelo, vi esto debajo de una de las camas. No sé de quién es, pero... ¿No crees que es... Raro?

Clavó sus ojos en los del aether. Esperaba que le creyese. Aunque, si no lo hacía, tampoco se lamentaría. A Heylel le caía tan bien Alexander como a él. O, lo que es lo mismo, compartían su odio

Lyam sonrie y se acerca con el paquete. Mi primera reacción es dar un paso atrás y mriar por si alguien está cerca no vaya a ser que me hagan cómplice de algo.

Entonces comenta que no sabe de quién es y que se ha chocado con él. Me relajo un poco y me acerco. Sí que es... raro.

- ¿Te has chocado? - Pregunto curioso observando la caja. La miro unos segundos, luego al chrysos, luego la caja, luego al chrysos... a la habitación, a la puerta. -¿Y no tiene ninguna...? Es decir... debería tener nombre o... - Digo con más curiosidad si cabe. Claro, deberíamos saber de quien era para devolvérselo porque sino no podríamos devolverlo.

- No sé si... quien sabe si deberíamos... - No me atrevo a hablar demasiado ya que no sé si Lyam estará pensando lo mismo que yo, pero lo miro buscando cierta complicidad. A fin de cuentas, si no sabemos de quien es, ¿a quién se lo devolvemos?

Asintió al escuchar la primera pregunta del aether. En su fuero interno, sonreía. No pensaba que le fuese a creer.

- Sí. He chocado contra mi propia cama. - Dejó escapar una suave risa -. ¡Qué patético soy!

Observó al aether. Los ojos de Heylel iban del paquete a él. Ladeó la cabeza, y alzó ambas cejas. ¿Qué le pasaba? Clavó sus ojos en el paquete, buscando lo que su acompañante parecía buscar y no encontraba. Volvió a mirar a Heylel y se encogió de hombros.

- Yo no le veo ningún nombre - Frunció el ceño y observó, de nuevo, el paquete. Escuchó al aether -. Y, bueno... Supongo que sí. Deberíamos abrirlo... ¿Y si es algo... peligroso?

Miró de reojo a Heylel. Él quería abrir el paquete. De hecho, lo hubiese hecho si el aether no hubiese entrado. Pero, ahora que estaba él delante, esperaría a ver su respuesta.

La verdad es que en ese momento no me importaba mucho cómo se hubiese caído Lyam o como se hubiese topado con el paquete ya que mi atención y curiosidad estaban fijas en un único punto y era La caja.

Miro a Lyam, más extrañado.

- ¿Peligroso? ¿Quién guardaría algo peligroso en las habitaciones? - Pregunto mientras agarro un momento la caja -sin que el chrysos la suelte- para luego soltarla. -Es decir... Si alguien se hubiese colado para dejar una especie de arma o similar seguro que lo habrían detectado... - Comento. Más que nada por decir algo. Lyam lo había dicho "Deberíamos abrirlo" él quería abrirlo tanto como yo... Lo miro.

- Pues... Ábrelo, ¿no? - Le digo con un tono más ansioso del que pretendo. -Habrá que saber de quién es y...- Comento para relajar mi comentario anterior.

Llego a la habitación y veo a Heylel apoyado en el marco de la puerta.

-Hola... disculpa- digo pasando por delante de el.

Entonces se me hiela la sangre.

-Lyam... ¿que haces con eso?- tranquiiiiiiiiiiilo... respiiiiiiiiiiiira... compórtate... no tienes nada que ocultar... tranquiiiiiiiiiiiilo...- ¿me lo explicas? digo cruzándome de brazos.


FdR: estamos teniendo problemas con el internet del edificio... espero no tener que dejaros colgados porque me da algo. Jajaja

Asintió. Si el aether también lo quería, ¿por qué no abrir el paquete? Eso era lo que se disponía a hacer cuando escuchó la voz de dueño. Frunció el ceño y clavó sus ojos en la puerta, por la que acababa de entrar Alexander.

No pudo evitar torcer una pequeña sonrisa, que no tardó en borrar. Se acercó al caeruleus y al aether, aún con el paquete en sus manos, y miró a Alexander. Sonrió y se encogió de hombros.

- Lo acabo de encontrar - dijo -. Tropecé contra mi propia cama y, en el suelo, vi este paquete debajo de una de las camas. Lo cogí porque me pareció un poco raro que hubiese algo así aquí dentro.- Ensanchó la sonrisa -. ¿Por qué preguntas? ¿Es tuyo?

Clavó sus ojos en los de Alexander. Se estaba controlando por no asestarle un puñetazo (entre otras cosas). No quería parecer violento delante de Heylel.

FdR. jajajajajajaja, aquí también estoy con las mismas jajaja

En el momento que Lyam va a abrir el paquete aparece alexander por la puerta. Me ha cojido bastante por sorpresa pero enseguida frunzo el ceño y me giro para seguirle con la mirada.

Lyam le muestra el paquete y le pregunta si es suyo. La verdad es que deseo que la respuesta a esa pregunta sea un sí y una sonrisa torcida se forma en mi cara. Sea suyo o no Alexander estaba en medio de dos fuegos que no iban en su favor, además no lo había vuelto a ver desde mis plumas y el rencor volvía a aflorar.

Me cruzo de brazos y me apoyo en en dintel de la puerta.

- Eso, Alexander, ¿es tuyo? Si no lo es quizá deberíamos llevarlo a algún jefe ya que nadie se hace cargo -. Comento con un tono más seco de lo habitual.

-claro, claro y yo me chupo el dedo, ¿verdad, Lyam? ¿o debería decir Grell? ¿como te gusta más? digo sonriendo. Ahora quiero que dejes eso donde estaba.

-Ahora- sentencio- quiero ver como lo haces. Si heylel: es mío.
Y quizás avise a algún líder por lo que haces... cuchichear en cosas ajenas... que vulgar: no me esperaba más de ti, la verdad. Y si hubiese algo raro: ¿a tí que demonios te importa? como si estuviera la oreja de Kettleburn ahí dentro. ¿A ti que te importa? Ah, y por cierto: no habléis alto... no quiero que se despierte. Digo viendo para el piscis, que dormía con una pierna fuera de la cama.

- lo que nos faltaba: el llorón este despierto, así que andate con ojo, ¿vale? no quiero tener que avisar a Aren para que te dé unas palmaditas en ese culo que, por lo que sé: le encanta.- digo guiñándole un ojo.

Dije todo eso delante de Heylel, para que el chrysos se muriera de verguenza.

Alzó ambas cejas y escuchó al caeruleus con atención. Cuando terminó de hablar, no pudo evitar echarse a reír. Por lo que decía, se había encontrado con Summer y parecía que Alexander se había montado una gran historia basándose en los desvaríos de la flamma.

- Lo siento, lo siento... ¡Es que todo lo que escucho es tan gracioso! - exclamó, pasándose una mano por la frente.

Apagó la risa y esbozó una sonrisa sesgada. Dio un par de pasos más y se colocó justo en frente del caeruleus. Torció aún más la sonrisa, marcando el carácter casi violento de esta.

- Primero, no voy a dejar esto donde estaba, Price - siseó -. Segundo, me da igual que avises a un líder. De hecho, ¡hazlo! Adelante. Llama a Darvewish y explícale que hacías con esto. Vamos. Explícale por qué lo ocultabas. - Ensanchó la sonrisa -. ¡Y tercero, pero no por ello menos importante, sólo Summer, una chica, me llama Grell! A ella le dejo que me llame como le dé la gana, pero para ti, y para el resto de los hombres del Palacio, soy Lyam.

Se alejó un par de pasos. Miró a Heylel. Sonrió (esta vez sin torcer el gesto).

- Lo que le pasa a este imbécil es que Summer, una flamma que a lo mejor no conoces, le ha contado una historia muuy divertida. Tiene su parte cierta, como, por ejemplo, que ella me llama Grell, pero la pobre se ha inventado la mitad de lo que va diciendo por ahí. - Miró de reojo a Alexander -. Él se lo ha creído porque su ego ha ocupado el sitio de su cerebro. ¡Ahora no puede pensar, qué lástima!

Escucho al caeruleus algo perdido por sus comentarios y después al chrysos cuando le responde, sonriendo algo jactancioso cuando reprocha al caeruleus.

- Me da igual lo que hagais o dejéis de hacer con la gente del palacio -. Comento con tono áspero apartándome de la puerta.

Me acerco a ambos y me coloco a un lado, a la altura de la caja, quedando entre los perfiles de ambos.

- ¿Sabeis? Ya me importa poco lo que guardes ahí dentro -. Comento con indiferencia. Sí, la verdad es que en estos momentos me da igual, sobre todo viendo que el ambiente empieza a agetrearse un poco y mi parte de reproche está quedando de lado. Ahora solo me interesa...

- Lo único que quiero es devolver el favor que se me ha hecho, como persona educada que soy -. Miro a Lyam. - Esto es mi parte, creo que aquí dejamos de concernirnos -. Le sonrío.

Miro a Alexander- Gracias por ayudarme en el cambio de tiempo, Alexander. Te devolveré el favor -. Y, sin pensarlo dos veces, agarré la coleta rubia del caeruleus y di un intenso tirón hacia abajo de forma que algunos pelillos se rompieron.

- Mira, renueva las puntas para el invierno -. Comento antes de irme del lugar. La verdad es que me había quedado a gusto.

Me sacudo las manos. Ya no tengo nada pendiente así que me importa poco lo que hagan.

*se va*