Jardines (1) [completo]

Definitivamente, no se encontraba bien. Me preguntaba qué le habría pasado, porque realmente no parecía saber lo que pasaba a su alrededor. Intenté hablar un par de veces, queriendo aclarar la situación, pero no me dejó hablar. Me sentó en sus rodillas y me contó una historia... La historia de su vida. A cada palabra que decía, mi rostro iba palideciendo un poco más, y mi respiración se iba entrecortando. Tenía miedo. Mucho miedo. Se me llenaron los ojos de lágrimas, pero me contuve.

Entonces terminó su historia, pero antes de dejarme reaccionar, me puso un filo metálico al cuello, y me amenazó. Tragué saliva e intenté prometer silencio, pero la voz no me salió. Cerré los ojos con fuerza, deseando escapar de allí, de aquel Alexander que no era él mismo. Cuando me empujó y me instó a marcharme, no dudé un instante antes de salir corriendo. El horror ni siquiera me permitió recordar mis modales, así que no me molesté en despedirme. Las cosas estaban tomando colores oscuros, un rojo sangre y un siniestro violeta que no me gustaban en absoluto. Desaparecí por el camino hasta llegar al castillo, y aún estando dentro, no dejé de correr.

*Sale corriendo*

Llegué a los jardines sin aliento, con la ropa en el brazo.

Golpeé mi cara con mi mano cuando lo vi rodar por el suelo (FdR: facepalm) en fin...

Lo levanté y lo vestí, sin hacerle mucho caso a sus delirios...
Lo senté en la silla de nuevo y le froté los brazos, puesto que estaba helado.
-Bueno, venga, Alexander: cuenteme tooooodo eso que me iba a contar. dije mientras le acariciaba su enorme, larga y suave coleta baja.

El piscis vuelve sobre sus pasos a los pocos minutos.

-¿que haces aquí de nuevo? ¿ya te has vuelto a poner los tacones? ¿y ese pelo? Kettleburn... me estas confundiendo... me estás confundiendo mucho... digo mientras el me viste.

Entonces me sienta y me masajea el pelo.
-¿estas de guasa? no te voy a soltar de nuevo toda la retalía... que estoy cansado y tengo la boca seca... entonces le paso una mano por la cintura. No... no te lo voy a contar de nuevo... me aburres Kettleburn... baila para mi... - digo dando palmas encima de la mesa con una mano, mientras la otra agarra fuertemente al chico contra mi cuerpo.
Entonces apoyo mi cabeza en su pecho y escucho sus latidos. Parece agitado.

-¿que haces? te he dicho que bailes!

-¿Como que no me lo vas a contar? ¿como que ya me lo has contado? ¿Alexander? POR EL AMOR DE DIOS! REACCIONA! me estaba crispando, y aun por encima... el tiempo se me acababa... cuanto mas tiempo pasara, mas rápido se pasarían los efectos de la droga. Me estaba crispando... ahora lo tenía con su brazo por mi cadera y su cabeza en mi pecho... joder. De que mala leche me está poniendo...

A ver... tranquilos todos... relajación... mente fría...

-Alexander, cariño mio, dije con voz dulce. Soy Silvanus Kettleburn, tu criado, el piscis sin oreja, yo, me fui a buscarte ropa limpia y quedaste en que me ibas a contar "algo" cuando volviera... algo que realmente me tiene intrigado... así que, serías tan amable de contarmelo? Por favor?. dije casi con desesperación

Río. Me apetece.

Ogh, me aburres tremendamente, ¿eres tonto o comes tierra? en serio, mira, estoy pasandolo muy bien... ya te he contado eso, ya hemos hablado... no me vengas con esas retalías... el chico intenta replicar. ¡SILVANUS! digomuy serio, puesto que era la primera vez que lo llamaba por su nombre de pila.
¡QUE TE CALLES! ES UNA ORDEN!.

-Eres un chico malo... muy muy muy muy muy muy malo, digo apuntándolo de repente con mi arma, que saló de la nada.- anda, azme un "favor" que yo ya te lo he echo, contándote todo eso... las gallinas que salen por las que van saliendo... yo te dije lo que quisiste, ahora te toca a ti hacer algo por mi...

-Ponte de rodillas. Es una orden- digo con un aire de indiferencia mientras veo a la nada, sin dejar de apuntarlo.
-¿sabes? desde que he llegado a este palacio he estado muy solo...y tu, mi niño de pelo revuelto, siempre has estad a mi lado... que bueno eres... estoy cansado, así que termina pronto, que quiero irme a dormir.


-Hazlo... o sino... siempre puedes bailar... como prefieras...

Estaba, directamente: FLI-PAN-DO ¿que demonios estaba pasando? Me tiraba toda la tarde cocinando para él, luego le servía y gastaba mi opio para intentar quitar una información, que, a mí, ni me va ni me viene. y, aún por encima de no conseguir nada, EL MUY CABRÓN PRETENDE QUE LE HAGA "ESO" por un favor que "supuestamente" el me ha echo a mi... esto se me estaba yendo de las manos... pero claro... estaba siendo apuntado por un arma, de un hombre que si quisiera, podría aplastarme con un de sus hechizos...

-Alexander... no voy a hacerle "eso"... prefiero... prefiero... bailar que hacerle eso... ¿por quién me ha tomado? - (¿porqué todo el mundo me trata como a una puta?) ademas, yo solo era fiel - de momento- a un hombre...

Tragué saliva y comencé a cantar y a bailar una canción popular de Aqua...

Me gusta cantar al viento
porque vuelan mis canciones
y digo lo que yo siento
en toditos los lugares.
Aquí vine porque vine
a la feria de las flores
no hay cerro que se me empine
ni cuaco que se me “atore”.
En mi caballo retinto
he llegado de muy lejos
y traigo daga al cinto
y con ella doy consejos.
Atravesé la montaña
“pa” venir a ver las flores
aquí hay una rosa huraña
que es la flor de mis amores.
Me gusta cantar al viento
porque vuelan mis canciones
y digo lo que yo siento
en toditos los lugares.
Aquí vine porque vine
a la feria de las flores

que bochorno, que bochorno... en fin... NO IBA A DEGRADARME DE AQUEL MODO! preferiría cantar y bailar antes que hacerle eso... aunque bueno... y lo había echo en otras ocasiones, y conforme iba avanzando la canción, yo me sentía mas ridículo, y me arrepentía de no haber tomado el "camino facil" -para mi-.

Al final, Silvanus decidió por la opción de cantar y bailar... NOTA MENTAL: NO VOLVER A OFRECER DOS OPCIONES.

El caso: su baile me dirvirtió mucho, puesto que era muy patético... y me gustaba ver a la gente en ese estado tan lamentable de verguenza.

-Bueno. Bueno... ya está bien. Ya has cumplido. aunque bueno... podrías haber cumplido mejor. La prócima vez no podrás escapar de mi tan facilmente.



-Ala, la velada ha sido agradable. digo poniéndome en pié, con cuidado, puesto que, aunque aún estoy mareado, los efectos estaban disminuyendo- Kettleburn, querido... vámonos a dormir, anda... llévame digo subiendo a su caballito.

Que vergüenza, por dios... Las lágrimas estaban a punto de saltárseme de los ojos. Estaba compungido... e incrédulo. COMO HABÍA PODIDO FALLAR DE AQUEL MODO TAN ESTREPITOSO! si era sencillísimo... y no volvería a tener una ocasión mejor... tampoco podía preguntar nada, porque claro, Aren no me había dicho lo que quería, por tanto, no sabía que tenía que preguntar... no se... jolín... le prometí a Aren que tendría lo que buscaba... y, como siempre, para no variar: he fallado... siempre fallo... y esta vez estuve a puntito de hacerlo bien...

Ocurrió entonces, lo que faltaba: Alexander se me subió encima, acto que hizo que me temblasen las piernas, por tener que soportar tal peso, medio adormilado, lo que hacía que pesara más.

-S-s-señor... no... por favor...- dije mientras caminaba hasta el castillo, con lágrimas en los ojos...

*se van*

Llegué a los jardines, con un libro entre las manos. Me apetecía leer (al menos durante un rato) y los jardines, por la noche, parecían un lugar tranquilo para hacerlo (a pesar de que, normalmente, siempre me encontraba con alguien). Al llegar, me acerqué a una de las mesas, me senté en el banco que esta tenía en frente y abrí el libro.

Comencé a leer.

*se queda*

Llego a los jardines con una manzana verde saltando en mi mano. No es que tenga hambre, pero quien sabe, quizás me apetezca mas tarde.


Veo a Inger, enfrascada en un libro. Me acerco.

-Hola, buenas noches Inger, ¿que tal?- digo con una sonrisa. Era muy maja y realmente su compañía me agradaba.

Una voz hizo que detuviese la lectura. Suspiré. Alcé la vista y cerré el libro. De pie, cerca de mí, está Alexander, el caeruleus con el que había entrenado hacia unos días. Esbocé una pequeña sonrisa.

— Hola... Pues muy bien — Ensanché el gesto —. Sin novedad. Ahora mismo estaba leyendo... — Me pasé una mano por la nuca —. ¿Tú cómo estás...?

-Pues aquí, peleando para que la gente no se te suba a las barbas- digo con una sonrisa.- Pereces entretenida, ¿de que es?- digo apuntando con la cabeza al libro- ah, por cierto, ¿quieres esta manzana? la cogi, pero no es que tenga mucha hambre...

Fruncí el ceño y ladeé la cabeza al escuchar su primer comentario. Me pregunté qué le habría pasado, pero, como siguió hablando y no volvió a mencionar el tema, decidí ignorar el tema. Cuando me preguntó por el contenido del libro, desvié la mirada y la clavé en la portada del volumen. El libro, como casi todo lo que leía, era un recopilatorio de cuentos. Esbocé una tímida sonrisa y miré a Alexander de reojo.

— Es... Un libro de cuentos — murmuré. Me pasé una mano por el cuello y dejé escapar una pequeña risa —. Me gustan los cuentos y... Eh... Por eso leo estas cosas... ...

Bajé la mano a mi nuca y negué con la cabeza, declinando su oferta.

— Y, gracias, pero no tengo hambre ahora mismo. — Le miré de reojo. Esbocé una pequeña sonrisa y me desplacé hacia la derecha, dejandole sitio en el banco —. Eh... Te dejo sitio para que te sientes.. ... Si quieres, claro... ...

-Oh, muchas gracias- digo sentándome.- ¿cuentos? bueno he de reconocer que de vez en cuando también me gusta oir alguno digo riendo levemente.

-Bueno, si tu no la quieres, tendré que comermela yo- digo encojiéndome de hombros y dándole un mordisquito.

-¿Que buena noche para relajarse, no te parece? ahora solo faltan un par de cócteles- digo riendo- Kettl...!- mierda, no está, voy a tener que ponerle una correa y llevármelo a todas partes... joder, que inoportuno es. Tendría que estár aquí, para servirnos a ambos.

-Bueno, da igual. ¿Quieres que demos un paseo por el jardin?- digo poniéndome un poco rojo.

Esbocé una pequeña sonrisa.

— A mí me gustan... Mucho. No sé... ... O sea, sé que es un poco... — Fruncí ligeramente el ceño —. ¿Infantil? ... No sé... Pero, bueno, aún así me gustan... ... No sé si me explico...

Permanecí en silencio mientras Alexander hablaba. Negué cuando mencionó los cócteles y lo miré cuando me preguntó si me apetecía dar un paseo. Me llevé una mano a la nuca, esbocé una pequeña sonrisa y fruncí ligeramente el ceño. No me importaba pasear, aunque también me gustaba la idea de quedarme leyendo el libro. Pero no podía ignorarle vilmente (sería una falta de educación), por lo que acabé por aceptar su propuesta:

— Bueno... ... Supongo que podemos dar una vuelta... ... Si te hace ilusión.

Nos levantamos y nos ponemos a pasear. No tengo ni la mas remota idea de que hablar con esta belleza. Alexander, eres tonto del capirote...

-Bueeeno... ¿llevas mucho tiempo en el palacio? yo no se... ¿un mes? ¿dos? he perdido la cuenta...- Alexander, eres tonto, tiene que notar que eres un chico elegante e interesante, como Aren Darvenwish... Eureka! le preguntaré si lo conoce- Olle, ¿conoces a algún líder? dicen que son muy poderosos, pero yo solo conozco al mío. Aren, ¿lo conoces? quien es tu lider? el lider flamma o el lider caeruleus?

Tenía la vista clavada en el suelo mientras caminábamos. No sabía muy bien qué decirle, así que permanecí en silencio, esperando a que él sacase algún tema de conversación. Finalmente, tras pasar un rato en silencio, el tema surgió. Fruncí ligeramente el ceño, concentrada, al escuchar su primera pregunta. ¿Cuántos meses llevaba? No sabía el número exacto, aunque sí que sabía que bastantes.

— Pues... No sé... Cuatro, cinco... — Me pasé una mano por el cuello — La verdad es que no lo sé. Pero más que tú. Eso seguro.

Sonreí. Me pasé la mano por la nuca y escuché su siguiente pregunta. Fruncí el ceño y borré la sonrisa. Líderes. ¿Por qué ese tema? ¿Acaso no había otro? Podíamos hablar de los alumnos a los que conocíamos, ¿no?

Suspiré.

— Conozco a nuestro líder, pero no vi a ningún otro — murmuré. Lo miré de reojo y esbocé un amago de sonrisa —. No conozco a mucha gente, la verdad... Básicamente... Estoy con un par de alumnos: Rick y Heylel. — Ensanché la sonrisa —. ¡Son muy majos! ¿Los conoces? Porque, si no los conoces, deberías conocerles. En serio... — Clavé mis ojos en los suyos y amplié (aún más) el gesto —. Créeme.

-Al aether si que lo conozco... es un poco patoso, le dí un anillo para que me lo arreglara y el muy gañan lo perdió... en fin... que se le va a hacer... yo a ver... conozco a bastante gente... conozco a Massen Dew, una niña de 13 o 14 años, muy maja, de hecho es con la que mejor me llevo luego conozco a Hewina, una cláritas que bueno no coincidimos mucho, sabes? y luego está un maldito chrysos asqueroso que en serio, pégale cuando le veas, vale? digo con una sonrisa amable. ¿Rick? ¿quien es ese? ¿es otro caeruleus? Y por supuesto está el bueno de Kettleburn, mi criado.

Fruncí el ceño al escucharle. No conocía a la mitad de las personas que nombró, pero no me gustó su actitud. ¿Heylel un gañán? ¿Pegarle a alguien que no conocía? ¿Criado? Dejé de caminar, parándome en seco, y lo miré.

— Quitando a Heylel y al piscis, al resto no los conozco. Pero, aún así, no me parece correcto que... Que hables así de la gente. O sea... ... — Fruncí aún más el ceño —. Heylel no es ningún gañan, eso para empezar. Para seguir, no sé qué te habrá hecho el chrysos (sea quién sea), pero no creo que debas insultarle así, y tampoco creo que debas recomendarle a la gente que le pegue (a pesar de que no lo conozca). — Me crucé de brazos y permanecí unos segundos en silencio —. Y... ... Y el piscis me cae fatal, pero... ¿criado? ¿Por qué tienes como criado a uno de tus compañeros? O, mejor dicho, ¿por qué tienes un creado?

Clavé mi vista en sus ojos, sin relajar el gesto, durante unos segundos. Luego desvié la mirada y me pasé una mano por la nuca.

— Y Rick no es un caeruleus. Es un flamma. Y... Es genial...

Noté que me sonrojaba, pero no le di importancia.

-Bueno, tu no sabes lo que pueden hacer algunos... hay gente muy rara por ahí suelta, si bueno... lo de Heylel ya lo tengo medio olvidado... es majo. Quizás me haya pasado un poco con el. ¿Como no conoces a Massen? tienes no, DEBES digo gracioso conocerla de inmediato jajaja es muy dulce y buena.
-¿Porqué no voy a tener criado? es una especie de simbiosis, yo le doy dinero y el me hace las cosas, es justo, ¿no? así funciona el mundo, preciosa.

-Tendré que conocerlo, pues- digo poniendo las manos en la espalda- si tan genial es...

Llegue corriendo a los jardines
-Mi señor... mi señor- dije sin aliento- le vi desde la ventana, y quizás... pensé que podría necesitar algo... sino quiere nada ¿puedo retirarme ya por hoy? estoy realmente cansado. Hola Inger- dije bajando la vista- buenas noches. Espero que disfrutes mucho de la compañía... mi señor es un buen hombre...

Iba a reprocharle su comentario, cuando el piscis llegó. Fruncí el ceño y resoplé. Crucé de nuevo los brazos y escuché, en silencio, al piscis. Por lo que decía, estaba claro que había asumido su condición de criado. Me pregunté por qué lo habría hecho. A fin de cuentas, se suponía que éramos compañeros, por lo que todos deberíamos de ser iguales (o algo así). Y la forma de hablar del piscis denotaba de todo menos esa igualdad que, en teoría, deberíamos tener.

— Hola — murmuré, cuando el piscis terminó de hablar —. Disfrutaba de su compañía, al menos hasta hace un rato — añadí, casi siseando. Miré de reojo al caeruleus —. Luego la conversación derivó en un tema que no me gustó... Y dejé de disfrutar de la conversación.

Permanecí unos segundos en silencio, observando al caeruleus. Luego desvié la mirada.

— Y sí, deberías conocer a Rick. Es un chico fantástico.

-Hombre, Hablando del rey de Aqua... Kettleburn aparece bueno... no. Por hoy ya has tenido suficiente- digo viendo a sus manos. Descansa, a no ser que te quieras unir a la conversación... aunque mejor dicho... no, venga, largo FUERA! por si no te has enterado, la chica no te aguanta ni en pintura, así que haz el favor de no incomodarla con tu presencia inmunda... ala, ala, lárgate

-Bueno, pues dime: ¿de que quieres hablar?- digo cuando se va.

Fruncí el ceño y apreté la mandíbula al ver cómo le echaba. Vale, no me caía bien, pero yo, las veces que me lo había encontrado, no le había echado. Era cierto que yo sí que me había ido nada más verle en una ocasión, pero no le había gritado ni le había llamado inmundo.

— Chao... — murmuré, antes de que se fuese.

Luego me di la vuelta y miré a Alexander. Todavía tenía el ceño fruncido.

— Creo que deberías dejar de insultar a la gente así porque sí. — comenté, cortante —. Y no sé de qué quiero hablar. No sé. Aparte de conseguir un criado, ¿qué más has hecho en Brontë?

-Bueno... pueees... no he hecho nada mas de momento. digo obviando su consejo- aunque siempre podemos hacer algo tu y yo- digo guiñándole un ojo. entonces me giro sobre mis puntas y me voy, con paso raudo.
-Astamañana, preciosa.

*se va*


FdR: perdon por tardar, pero es que se me apagó el ordenata jajaja