Jardines (1) [completo]

Al notar sus manos rodeando mi cuello pasé mus tonificados brazos por su cintura y alcé ambas cejas contento. Había conseguido un beso de gratis, y eso que el dinero no era algo que importara a los Dehnel, pero yo había logrado calar tan hondo en el corazón de aquella dama que ninguna puta como Lester iba a llegar hasta mis bolsillos jamás, porque no me eran necesarias.

Correspondí a su beso con suavidad y esperé a que se separase para sonreír con calma, tranquilo, y tomarme mi tiempo, sin soltarla, antes de hablar.

- Inger... Déjame que te recite un poema improvisado... -. Carraspeé.

Las rosas son rosas,
violetas las violetas,
blancas las margaritas
e Inger, yo te quiero.

Sonreí expectante, aguardando el efecto preciso. Mi abuelo había seducido a mi abuela con ese poema, y lo mismo había hecho mi padre con mi madre, y ahora era mi turno de usarlo.

Sin soltarle, lo miré con los ojos entrecerrados y con una sonrisa dibujada en la cara. Cuando dijo que iba a recitar un poema, ladeé la cabeza hacia la derecha y ensanché la sonrisa. Me preguntaba cómo sería ese poema...

Lo escuché en silencio y, cuando terminó, bajé la cabeza, sonriente y con las mejillas más sonrojadas que antes. Me mordí el labio inferior y permanecí así durante unos segundos, antes de alzar la vista para mirarle y volver a besarle.

—Yo también te quiero... — murmuré, a escasos centímetros de su rostro cuando me separé.

FdR. EEEEW

¿Que ella también me quería? ¡¡PUES CLARO QUE SÍ!! Pero eso lo sabía yo desde que aquel sentimiento inocultable había arraigado en su ser hacía ya tanto... Sus ojos luminosos siempre me habían evocado aquella admiración que reconocí desde el primer momento. Aún no sabía mi nombre y ya me quería, y no poco.

Sonreí ampliamente. Estaba exultante. Ya tenía una dama a la que dedicar cánticos, y ella aún era digna, así que no tenía por qué temer de que nadie le arrebatase la virtud que yo protegería.

La estreché entre mis brazos.

- Estoy muy contento de poder estar a tu lado, Inger. Hace mucho que busco a la dama adecuada para mí, y parece que tú por fin has dado esperanzas a mi pobre y noble alma.

FdR- WTF? XD

Sonreí y lo abracé cuando él me estrechó entre sus brazos. Cerré los ojos y escuché en silencio sus palabras, todavía con la sonrisa pintarrajeada en el rostro.

—Yo también estoy contenta... — susurré. Ensanché la sonrisa y me separé un poco, sólo lo suficiente para poder mirarle la cara. Volví a besarle y, después, bajé ligeramente la cabeza —. Y... Bueno... Yo también estuve esperando... A alguien apropiado... ...

Me mordí el labio inferior y alcé los ojos del suelo. Apoyé mis manos en sus hombros.

FdR. eeeew
eeeew e_e

Tragué saliva ruidosamente. Sus últimas palabras parecían ocultar algo más que el inmenso amor que sin duda sentía por mí. La miré a los ojos simbólicamente, pues no veía nada con tan poca luz. ¿Cómo podíamos ser tan parecidos y habernos encontrado?

- ¿También buscabas a...? ¿En serio...? Es cómo si estuviéramos hechos el uno para el otro, Inger...

Me acerqué a ella, inhalando su aroma virginal con sumo placer. Era tan suave y femenina...

- ¿Soy yo alguien apropiado? ¿Apropiado para... qué...?

¿Para respetarla? ¿Para protegerla? ¿Para cuidar de ella? ¿Para cocinar para ella? ¿Para conquistarla? En serio, ¿para qué?

Sonreí al escuchar su primer comentario.

—¿Tú crees...? — inquirí, en voz baja, con la vista clavada en sus ojos.

Al notar cómo se acercaba, tomé aire y tragué saliva, sin borrar la sonrisa. Di un par de pasos más hacia delante y escuché su siguiente pregunta. Tragué saliva y bajé la cabeza. Cerré los ojos, tomé aire, y lo miré, azorada.

—Apropiado... Simple... Mente... — murmuré, casi balbuceando —. Para... Todo... Digo...

Volví a tragar saliva y lo besé, con menos suavidad que antes.

FdR. EEEEEW xDD

Correspondí a su beso, sintiendo una inusual urgencia en su interior, despertada por sus palabras. ¿Me estaba dando permiso, acaso? Ojalá fuera así, aunque yo no quería herir sus sentimientos o quitarle su honor sin, por lo menos, la firma de sus progenitores y hermanos.

La atraje más hacia mí, continuando con el beso, mientras me debatía entre recitarle más cánticos de mi familia, aquello que los Dehnel habíamos recopilado durante los años, o arrancarle la ropa de un tirón, haciéndola inservible, de forma que no vira otra forma de resguardarse que la de hundirse en mi musculoso cuerpo.

Me separé un poco y la miré apasionadamente. Tomé mi decisión

- Escucha, Inger, yo...

Cerré los ojos.

Cuando se separó, todavía permanecí unos segundos con los ojos cerrados y con los labios entreabiertos, esperando que no quisiese hablar y que sólo se hubiese separado para tomar aire o algo así...

Al escuchar su voz, entreabrí los ojos y suspiré. Chasqueé la lengua, tragué saliva, bajé la vista, me pasé una mano por el cuello... Y luego lo miré, con un amago de sonrisa dibujado en el rostro. Escuché su canción en silencio, sin borrar la expresión, y, cuando terminó, lo miré a los ojos. Me mordí el labio inferior.

—¿Esa canción también la cantan en tu familia...? ¿O te la has inventado...?

La miré unos segundos, dubitativo. Había decidido cantar para preservar su virginal pureza, pero no parecía saltar de alegría, agradecida, como yo había pensado que haría. Quizás esa canción no había sido de su agrado...

- Se la escuché un par de veces a mi padre... -dije algo cortado.

Miré la sombra que la conformaba. ¿Me había equivocado y por eso no estaba contenta? ¿Y ahora qué?

- Si... Si lo prefieres, no canto. Puedo hacer otras cosas... Malabares o así...

Asentí un par de veces, en silencio. Luego esbocé una corta sonrisa.

—Entonces es una canción familiar como la otra... — Ensanché la sonrisa y lo miré —. Son canciones muy raras, que lo sepáis...

Me pasé una mano por la nuca y desvié la vista. Escuché su siguiente comentario en silencio y con la vista clavada en el suelo. Cuando terminó de hablar, negué con la cabeza.

—No... Canta si quieres... — Lo miré —. Las canciones son raras pero divertidas...

Esbocé una sonrisa. La verdad es que no me apetecía demasiado cantar. Era tarde, de noche y además estaba un poco avergonzado por haberle salido con algo así en un momento tan poco apropiado. Si era sincero conmigo mismo, no sabía bien de qué parte de mi cabeza había surgido aquella descabellada idea.

- No, no le des importancia... Realmente no son horas de cantar...

Me quedé callado un momento, mirando hacia el castillo. Era extraño como, de alguna forma, auqel lugar se había convertido en un hogar para mí. Para nosotros.

Me pasé una mano por la nuca y permanecí en silencio, esperando que él dijese algo. Suspiré... ¿Por qué había empezado a cantar? No tenía sentido... No era el momento, ni la hora ni... Nada. Cuando habló, alcé la vista y clavé mis pupilas en su figura. Asentí levemente y volví a pasarme una mano por la nuca.

—Bueno... La gente canta cuando quiere... Supongo... — murmuré.

Bajé la vista.

Sonreí nervioso. Eso era cierto, y yo cantaba siempre que quería, pero eso no significaba que siempre que cantara quisiera hacerlo... ¿O era el revés...?

...

...

- No estaba cantando por gusto. Solo preservo tu integridad física y moral, tu pureza, tu dignidad, tu lozanía... Y cantar es una buena forma de proteger esas cosas, porque mientras uno canta no hace bismontadas.

Mi sonrisa se volvió un poco más tensa. Era hora de cerrar el pico.

Permanecí en silencio mientras él hablaba, pensando en sus palabras. Cuando terminó, alcé la vista del suelo y di un par de paso hacia delante, acercándome a él.

Tragué saliva, tomé aire y me pasé una mano por el cuello. Lo besé con suavidad, poniéndome, para ello, de puntillas. Luego me separé y empecé a hablar.

—No... No es necesario que la preserves... — murmuré, con la vista clavada en sus ojos —. Yo... Dejo que... Quiero decir... No veo problema... — Me pasé una mano por la nuca y lo miré —. Así que... No hace falta que cantes... Si no quieres...

FdR. eeew

Me quedé unos segundos traspuesto. Luego la miré con sorpresa y asombro a partes iguales, aunque no la veía bien. Nuevamente, era más simbólico que otra cosa.

- ¿Hablas en serio? ¿Me dejas? Es decir... No importa lo que dejes o no... ¿Quieres? Pues es tu voluntad la que mi noble persona ha de respetar, o debería dejar de llamarme guerrero. Yo simplemente quiero cumplir los deseos de la dama a la que me he encomendado.

Mientras hablaba, postraba una rodilla en el suelo a modo de disculpa por lo que le estaba pidiendo.

Lo observé en silencio, mientras él hablaba. Notaba cómo mis mejillas se iban sonrojando progresivamente con cada palabra que pronunciaba y agradecí, en mi fuero interno, que no lo pudiese ver porque era de noche.

Cuando terminó de hablar, volví a tomar aire y asentí levemente, con la cabeza.

—Te dejo... ... — murmuré —. Y quiero...

Lo miré, sin saber muy bien qué hacer.

fdr. ;O; nuuh

Noté como algo bajo mis pantalones parecía reaccionar a sus palabras y fruncí el ceño. Al fin el tan ansiado momento había llegado. Había soñado con ello tantas veces, tanto despierto como dormido... Llevaba tanto tiempo conteniéndome que solo de pensarlo ya sentía escalofríos de emoción. Además, el haberlo conseguido con perseverancia y no con excitación era la mayor recompensa para alguien de mi nobleza. Ella me quería, no era simplemente una viuda que buscaba consuelo en las prietas y jóvenes carnes de un atractivo guerrero que bien podía ser hijo suyo.

Apoyé mis fuertes manos sobre sus hombros con emoción, mirando lo que deberían de ser sus ojos.

- No sabes, Inger, cuan emocionado estoy ahora. Llevo mucho tiempo esperando este consentimiento. Ahora al fin me siento digno de ti, pues me lo has pedido. Mañana me purificaré a fondo, y con suerte pronto podremos alcanzar esa unión que ambos parecemos ansiar tanto. Estaré esperando ese día, cada vez más próximo, con sumo deleite.

Sonreí cuando colocó sus manos sobre mis hombros, aunque no tardé mucho en torcer el gesto. Reprimí un suspiro y asentí un par de veces. No tenía muy claro qué debía decirle... Para empezar, porque no entendía esa necesidad de purificarse a fondo ni nada. Y para seguir, porque no entendía qué diferencia había entre esta vez y el resto de nuestros encuentros, donde había hecho algo más que hablar...

Esbocé una sonrisa.

—Va... Vale... Esperaré entonces... — murmuré.

Sonreí emocionado.

- Es que... Quiero que sea muy especial... Quiero que sea especial para ti, Inger, así que tengo que hacerlo bien. Te agradezco que me des esta oportunidad que pocos hombres de mi nobleza esperarían. El mundo está lleno de depravados que solo piensan en enterrar la cabeza entre dos buenos muslos, pero yo he aprendido a dominar a ese ser maligno solo para tratar de ser lo más respetuoso posible, pero ahora que ha llegado el momento no me opondré. Tras los últimos preparativos entregaré todo mi ser a ti.

Realmente me moría de ganas por hacerlo en ese momento, pero esperaría por ella. Por preparada que estuviera, sabía que necesitaba asimilar lo que pasaría. Yo solo quería darle el tiempo para que lo hiciera.

Escuché sus palabras en silencio y sin dejar de mirarle. Cuando terminó de hablar, no pude evitar esbozar una sonrisa. Qué... Elegante. O Caballeroso. O ambas. Dejé escapar una suave risa.

—Está bien, está bien... — dije, con un deje divertido en la voz —. Pero... No es necesario que agradezcas nada... — Me acerqué a él y acaricié su mejilla izquierda —. Tampoco... Tampoco tiene que ser... No sé... — Resoplé y reí. Luego lo abracé —. Tampoco tienes que tomarte muchas molestias... ... Creo...

Cerré los ojos.

La atraje contra mí. Merecía la pena el sacrificio, merecía la pena no abalanzarse sobre ella, desnudarla y darlo todo allí mismo si obtenía a cambio tal reconocimiento de mis actos. Yo era todo un caballero, y no había nadie en ningún sitio que pudiera negarlo en aquel momento.

Acaricié su pelo, su mejilla, la besé... Tenía tantas ganas de seguir con aquello que solo podía enorgullecerme de mi fortaleza. Mis ancestros estaban orgullosos; lo sabía. Casi podía ver sus sonrientes rostros mientras asentían.

Empezaba a hacer frío, así que la abracé con fuerza.

Nos quedamos hablando un rato más. Luego, cuando ya tenía sueño, la agarré de la mano y dejé que me guiase al palacio sin tropezar más de dos veces.

Ahora tenía muchas cosas que hacer. Demasiados preparativos que montar para el gran momento.

*se van XD*

Bajo a los jardines. He dormido lo siguiente a mal y lo anterior a poco. Estoy acostumbrada a no dormir demasiado, pero hoy el sueño me ha sentado como una manada de bismontes caminando por mi cabeza. Salgo al jardín a ver si me despejo un poco. O a ver si encuentro al fin a Silvanus, o al extraño tipo de ayer (aunque un caeruleus a estas horas...). No tengo ningunas -ningunas no, lo siguiente- ganas de encontrarme a nadie, pero si a partir de ahora me voy a tomar las cosas en serio mis sentimientos (ya sean de empatía o de cansancio) han de quedar neutralizados en favor de mi trabajo.

*se queda*

- ¡¡OH, MALDITA SEAS TÚ, PÉCORA DEL DEMONIO!!

Acababa de llegar a los jardines, sin duda uno de mis lugares predilectos del Palacio, y, ¿quién estaba allí? ELLA. Gruñí furioso. ¿Por qué me robaba la idea? ¡Ahora yo tendría que irme, y no quería hacerlo!

- ¡CREÍ QUE LAS DE TU CALAÑA TRABAJABAN MÁS BIEN POR LA NOCHE, LESTER!

Lo miro de reojo, aunque no haría falta mirarlo ni un instante para saber quién es. En mi mente, lo parto en pedacitos y los incinero. Por desgracia, aquí eso está fuera de mi alcance.

- Buenos días, Dehnel -gruño-. El sentimiento que desmuestras es recíproco, tranquilo.

El maldito flamma no podría ser más inoportuno ni adrede. A veces pienso que realmente me busca en los momentos más bajos de mi humor para pegar la estocada final a mi moral.

Suspiro, cansada.

Salí al jardín descalza. El tiempo había mejorado notablemente en los últimos días, y un agradable solecillo se esparcía hoy por el lugar. Decidí que era buen momento para dar un paseo, o bien, sencillamente, para tomar un poco el sol. Sin embargo, pronto me di cuenta de mi error al elegir aquel sitio como tranquilo lugar de paseo. Dehnel y Alehyss estaban teniendo una pelea, al parecer. Ya había presenciado una antes, y aunque no quería irme por si Dehnel, que estaba de cara a mí, me veía alejarme y me decía algo, tampoco quería acercarme. Sin saber muy bien qué hacer, miré a mi alrededor en busca de una forma de escapar de aquella incómoda situación, y elegí finalmente sentarme allí mismo, al lado de un seto.

FdR.: Claro que sí. Lógica pura.