Cueva.

No lo conoce. Ya. Pues para no conocerlo, se ha cubierto las espaldas bien rápido. Y eso que nadie le ha preguntado. O tal vez sí, pero no lo suficientemente directamente como para que responda con tanta diligencia. Qué predisposición más repentina.

Definitivamente, muy bien no huele.

-Es un aether. También se ha criado en Ventus, que yo sepa -. Estoy segura de que sí lo conoce. Ya empezó la conversación de una forma particular, pero si pretende tomarme por idiota, está muy equivocado-. No creo que tardes en conocerlo. Las coincidencias suelen acercar a las personas, después de todo. Y es fácil coincidir con un compañero de habitación. Quizá aún no lleves mucho por aquí, pero pronto tendrás una idea bastante clara de todo el mundo.

Prefiero afirmar que preguntar, visto lo visto. ¿Visto lo visto? Prácticamente no he preguntado nada, y aún así... No sé qué me pasa con él, pero no tengo intención de complacerlo. Ni la más mínima. ¿Qué me has contagiado, Vilo?

-Preferiría que no -respondo, con voz tan amable como sé ponerla-. Lo siento mucho, pero soy alérgica al humo.

Mira, resulta que yo también sé decir estupideces, ¿eso te gusta?

Asiente tranquilo. Es probable, piensa, que de no haberlo conocido aquel día en el bosque se hubiesen saludado otro cualquiera. No es muy sociable, o quizás sea más correcto decir que no le interesan mucho las conversaciones, normalmente, pero de ahí a saludar hay un paso, al fin y al cabo.

-Lo buscaré. Quizás podamos llevarnos bien. Sería divertido -comenta, relajado-. Además, si es de Ventus tendremos cosas de las que hablar.

Cuando ella le dice lo de la alergia la sonrisa se le borra un poco. No es que pase a estar molesto. Es más bien cierta sorpresa.
Se guarda el cigarro de nuevo, sin embargo.

-No se puede ser alérgico al humo -le explica, calmado-. Quizás al tabaco -propone, mirándola con curiosidad-. O la nariz sensible. En todo caso, no hay problema, claro. No querría incomodarte.

Continúa con el avance hasta llegar a la entrada. Ahí se detiende, dejando que el viento lo despeine un poco con una sonrisa. Está ciertamente satisfecho con esa brisa.

Asiento con suavidad. Sí, claro que sí. Os llevaréis de maravilla. Sobre todo con lo susceptible que es Adain a las rarezas, por lo que he podido probar en mis carnes.

-Se lo comentaré en cuanto lo vea -prometo.

Su comentario me hace pensármelo un momento, aunque no dejo traslucir que me afecte lo que dice. ¿No se puede? Sí, estoy segura de que se puede. Miénteme en lo personal, pero al menos respeta las leyes del mundo.

-¿En serio? -pregunto, totalmente interesada-. Vaya, qué curioso. Nunca he tenido ocasión de hacer una selección de humos. En mi experiencia, todos los que he topado me han hecho estar a punto de ahogarme. Aunque quizás sí sea cierto que unos me afectaban más rápido que otros. Pero puedo asegurarte que no es una cuestión de nariz: los ojos lloran como si estuvieras sufriendo la mayor de las desgracias, y se hinchan hasta lo desagradable, y la garganta se cierra y se seca. Quizás no sea exactamente el humo, pero prefiero no correr el riesgo. De verdad que lo siento.

Si no querías un no, no haber preguntado. Eres tú quien se ha creado el problema. No me gusta el tabaco, así que no te voy a dejar echármelo en la cara.

Asiente muy satisfecho, mirando a Io de reojo. No puede dejar de ver cierto deje incisivo en lo que dice. No es algo que le moleste. De momento, todo marcha bien.

-Supongo que generalizando no está estrictamente mal. De todos modos, como dices, no importa si lo que te hace daño es una cosa u otra. No querría hacerte pasar por eso. A mi hermana no le gusta mucho tampoco, ¿sabes? Por eso intento fumar cuando no está cerca-. Hace una pequeña mueca, con gesto divertido-. Sé que debería dejarlo, pero...-. Se encoge de hombros-. No es tan fácil.

Se adecenta un poco el flequillo, que ha quedado descolocado tras la ráfaga y le hace cosquillas en un párpado.

-Es por ahí, ¿no? -inquiere, señalando con calma en la dirección correcta.

Echa un vistazo breve a Vilo. Le gustan los animales, pero parece que sigue sin tener la intención de dejarse tocar.

Pues no calla. Desde luego, está claro que el desparpajo lo tiene. Más del que sería de mi gusto. Pero ¿quién soy yo para decírselo? Y tampoco es que me importe. El palacio es grande, y no tengo por qué cruzarme con él. Ya lo he encontrado en un sitio suficientemente extraño.

-Lo comprendo -respondo, con voz que indica lo que digo-. No son costumbres fáciles de olvidar, por lo visto. Mi padre es un gran amante de la pipa, y no es un amor que esté dispuesto a deshacer. Ni siquiera por una hija con los problemas de salud que yo tengo. Mi madre tiene la teoría de que desarrollé la alergia por culpa de esa pipa.

Parece que ya está orientado. Si es que estuvo desorientado alguna vez. Desde luego, es posible que simplemente sea idiota, pero no me fío. Prefiero no bajar la guardia.

-Sí, exacto -afirmo con una sonrisa-. No es un camino tan largo, si se conoce.

Y, efectivamente, no estamos tan lejos de la linde del bosque.

*Van a Brontë*

Me aparecí en la entrada de la cueva y estudié durante un segundo el ambiente antes de decidirme a adentrarme. No había estado aquí muchas veces y no sabía muy bien qué podía encontrarme. Con un poco de suerte, ningún animal. Odiaba los animales.

A pesar de la nieve, iba con ropa corta, dejando que el frío picase mi piel. Aún no resultaba molesto. En Aqua había estado en sitios peores (no peores que Brontë como lugar, peores a nivel meteorológico), así que estaba bastante acostumbrada al frío. Además, a mí la nieve y las heladas y todas estas cosas sí me gustaban.

Me coloqué el pequeño pendiente en la oreja y esperé. En teoría debería recibir un mensaje de Svend próximamente. Si es que estos cacharros funcionaban. No estaba yo muy convencida.

No escuchaba nada. Mentalmente, así se lo comuniqué al líder claritas, y ambos acordarnos reunirnos en mi dormitorio.

*desaparece*

A Corbin llegaba a resultarle extraño no tener ninguna dificultad en conseguir fuego. Ni siquiera con la lluvia incansable. Solo necesitaba aquella daga extraña y paciencia, y tenía ambas cosas a su disposición. Ni siquiera la madera húmeda era un problema. Solo tenía que dejar la daga clavada en un leño y, poco a poco, se secaría y prendería.

Mientras tanto, Corbin se dedicaba a otra cosa. Había conseguido un par de conejos, todavía no entendía cómo, pero le servirían de alimento. Con una navaja que había conseguido en Brontë, comenzó por cortar la piel en torno a las patas del primero para desollarlo.

No sabía muy bien qué lo había llevado a alejarse tanto aquel día, pero Corbin llegaba a encontrar agradable aquel lugar. En cierto modo, le recordaba a su cabaña en la montaña, al silencio del invierno, al silencio de Falace. Miró de reojo la daga y encontró en el leño un color rojo brillante. Corbin retiró su arma y llenó el hueco que esta había hecho con musgo seco. No tardó en empezar a arder.

*se queda*

Pese a la lluvia Thor siempre quiere salir. Y yo consiento porque soy una blanda y porque me gusta verlo contento. Y bueno, porque él me arrastra un poco y me sube la moral, que no me viene mal del todo. Aunque al final siempre se aleja tanto que termino teniendo que buscarlo entre arbustos, y entonces solo puedo pensar que parece que no aprendo.
Pero hoy de verdad he aprendido, que he traído un paraguas que pedí al servicio.

Veo al escurridizo animalejo meterse en la cueva esta que hay en el bosque tras un buen rato de carrera detrás y solo puedo resoplar, enervada, antes de seguirlo dentro. Al menos ahí no lloverá.

-¿Thor? -llamo, nada más asomarse.

Ni rastro. Pues lo que me faltaba... El escondite.
Aunque parece que no esta vez. No tardo en ver una luz a varios metros de la entrada, y a Thor, cómo no, correteando alrededor de esta. Cuando los ojos se me acostumbran, y para entonces ya he entrado un poco más, diferencio definitivamente a Corbin.

-Vaya, hola -saludo, no sin sorpresa-. ¿Te has quedado aislado aquí por la lluvia? ¿O es algún tipo de entrenamiento?

Corbin alzó la daga ante su cara, con expresión desconfiada, nada más ver aparecer al animal. No tardó en declararse inofensivo, aunque eso no hacía que Corbin perdiera su guardia. Alejó los conejos de su alcance, sin apartar la vista de él hasta que una sombra lo llamó. Reconoció la voz: la chica del nombre imposible.

Su pregunta lo pilló por sorpresa, tanto que se quedó en silencio el tiempo suficiente para que fuera evidente. Al final, bajó el arma, alternando la mirada entre la caeruleus y el animal.

-Solo quise hacerlo -reconoció, sintiendo al momento lo extraño que le resultaba decir eso-. Si es tuyo, recógelo. Si no, se irá de aquí.

Thor se dedica a mirar con sumo interés las pieles y los animales que Corbin tiene. Parece que tiene instintos, eh. No sé si de cazador o de carroñero, pero sabe cómo evitar pasar hambre. O al menos intentarlo.

-Ah, lo siento. Se llama Thor -me apresuro a decirle a Corbin, acercándome a por el cachorro. Que es más entrometido que yo, y eso ya...-. No hace nada, eh-. Me las arreglo para agarrarlo, pero Thor también se las arregla para intentar escurrirse-. Le flipa el fuego y tienes comida. Si lo creyese tan listo diría que se ha enamorado de ti, o algo-. O lo haría si le dieses. Sacudo un poco el paraguas que me dieron en el servicio y miro alrededor. Como chabola no mola mucho, pero...-. ¿Te imorta si me quedo un rato? Es que no deja de llover...

Thor. Corbin era más consciente que ella de que no hacía nada. O, más bien, de que no podía hacerle nada. Su carácter era demasiado confiado, así que sería una presa muy fácil. Y tampoco creía que fuera tan resistente a los golpes. De todas formas, se limitó a asentir.

Al ver que tenía intención de quedarse, Corbin la miró largamente, muy serio, y luego fijó la vista en el animal. Al final, cortó una tira de carne sanguinolenta del animal que acababa de desollar y se la lanzó, con un aire de indiferencia que llegaba a resultar extraño.

-Puedes quedarte -concedió, con voz monocorde.

Procedió entonces a extraer las tripas del animal desollado.

Desde luego, yo no me espero que le lance un trozo de comida así como así. Thor no sé qué opinaba sobre eso, pero en cuanto la ve suelta una especie de gorgorito contento y se lanza sobre la comida, poniéndose enseguida a dar cuenta de ella.
Yo intento no mirar mucho la sangre, por otra parte. Aún parece fresca. Y no puedo dejar de imaginarme cosas un tanto turbias. Ya he tenido suficientes cadáveres recientes últimamente.

Termino por dejarle su espacio y tomo asiento. Que el fuego se agradece, y pese al paraguas me he mojado un poco, así que...

-Pues mira que yo creí que nadie vendría a un sitio como este... -le comento, mirando alrededor. Luego dedico un gesto a su pieza-. Los has pillado tú, ¿no? ¿Han salido con esta lluvia...?

Corbin la miró con su habitual seriedad, pero había un brillo de extrañeza en su mirada.

-Tú estás aquí -observó sencillamente.

Corbin negó con la cabeza mientras extraía las vísceras. Visto el interés, procedió a lanzar las menos interesantes al tal Thor. Parecía un buen método para quitárselas de en medio, si él estaba dispuesto a tragarlas.

-Los obligué a salir -explicó-. Prendí fuego a la entrada de la madriguera. Con la lluvia, el humo se hizo denso muy rápido. Si no salían, se asfixiarían. Salieron en busca de aire.

Alzo las ceja, tomada por sorpresa. Bueno, sí, pero...

-Es que me trajo él -le explico, señalando a Thor, que sigue cacareando mientras come, la mar de contento-. Más bien se escapó. Lo seguí hasta aquí. Pero aunque sea buen refugio para un día de lluvia la verdad es que no acostumbro a acercarme.

Evito mirar cómo destripa al animal, pero es inevitable lanzar algunas miradas de vez en cuando. Thor, por su parte, parece disfrutar tremendamente de la lluvia de comida, y pronto no sabe a qué atender, salpicado de sangre. Solo le falta ponerse a rebozarse sobre ella.

La explicación sobre el sistema de caza también es algo turbia. Intento tomármelo sin muchos reparos, que luego...

-Imagino que algo así podría hacerse en una misión también, ¿no? Si unos bandidos se refugian en una cueva, por ejemplo. Aunque podría ser algo cruel... Dependería del resultado -reflexiono en voz alta, pensativa.

Corbin volvió la vista al animal. Asintió de nuevo.

-Entiendo. No deberías seguirlo. Es evidente que no tiene la menor prudencia. Podrías acabar muerta -declaró, muy serio-. En todo caso, él tendría que aprender a seguirte a ti. Si es que eres capaz actuar con más cautela, claro.

Si no, sencillamente ambos estaban avocados a la muerte.

Corbin asintió. Desde luego, para asegurar la muerte de alguien era ideal. Dentro de la cueva esperaba la muerte, y a la salida también.

-Mientras tengas el control del fuego, es un método perfectamente eficaz -confirmó.

Vale que la que guía debería ser yo en todo momento, pero lo dice de una forma que resulta un poco...

-No hace mucho que está conmigo. No es que me proponga seguirlo, pero si se va tengo la responsabilidad de vigilarlo. Al fin y al cabo, lo he traído yo. Es algo así como un protegido.

Arrugo el ceño. Claro que puedo actuar con más cautela. ¿Por quién me toma este tío? Es de esos que parecen sentirse francamente mejores que tú. Ni siquiera se esfuerza por esconderlo un poco, o algo.
¿Tendré que comprometerme a demostrar nada?

-Ese sería mi problema entonces. No puedo sacar fuego de la nada...-. Echo un vistazo a Thor. Por lo que he sabido, él tampoco, aunque pudiera parecerlo-. Aunque supongo que si tienes práctica y llevas unas cerillas encima podría valer.

Corbin los observaba a ambos, al tiempo que procedía a preparar la primera de sus presas. Una vez limpia, la atravesó de parte a parte con un palo y la puso sobre el fuego, dejándola hacerse. Empezó entonces a desollar al segundo de los animales.

-¿Por qué lo proteges? ¿De qué? -preguntó. No sabía qué pensar del extraño ser.

Corbin la miró de arriba a abajo, y luego volvió la vista al conejo al que le quitaba la piel. Tenía las manos cubiertas de sangre, pero no era algo que lo molestara demasiado. Ya se las limpiaría luego.

-Tu espada no es lo más cómodo para eso -señaló-. Pero basta con ella y un pedernal. Si llevas encima hierbas o musgo seco y consigues unas cuantas ramas robustas, no hace falta más que una chispa para encender el fuego. Otra opción es recurrir a objetos mágicos o un flamma, pero no siempre están disponibles.

Apartó la piel, dejándola a un lado. Antes de seguir limpiando el animal, giró el que estaba al fuego. La grasa empezaba a gotear.

¿De qué lo protejo? ¿Que por qué lo protejo?
Dedico un vistazo a Thor, que come tranquilo. Termino por acercar una mano a él y rozarle la espalda, pensativa, con el dorso.

-Supongo que porque él eligió seguirme. Es apenas un cachorro. No sé si podría valerse por sí solo. Imagino que... de alguna forma hay gente así, ¿no?-. Frunzo el ceño, perdida en mis pensamientos, aunque sin dejar de hablar. Ahora ya parece que reflexione para mí, más bien-. Es como si sentase bien lo de tener algo que proteger, ¿no? Yo lo protejo a él y parece que hay un motivo para moverse. Necesita salir y salgo con él. Es un poco un motivo para no quedarte mirando el techo cuando te ves sin fuerzas. Y hace compañía, eh Thor.

Un gorgorito. No sé si es que ya se sabe su nombre o que encuentra las tripas especialmente suculentas. No me extrañaría que fuese eso.
Dejo ir un suspiro cansado.

Dedico un vistazo a la katana cuando la señala. Asiento. Es una idea. Buena, imagino.

-Lo tendré en cuenta. Aunque si uno llevase encima todo lo que podría llegar a necesitar no podría ni moverse, eh... Si se trata de fuego, sin embargo, creo que sí resulta bastante útil.

En Memphys lo fue, al menos. Gracias, Seth.

A Corbin le resultaba una explicación muy extraña. Tanto como para que le costase seguirla. Personalmente, nunca había protegido a nadie, ni tampoco había sentido el instinto de hacerlo. No por afán de protección, al menos. Había quien consideraba que sí los había protegido, pero el objetivo de Corbin nunca había sido proteger. No le parecía un objetivo, en primer lugar.

Al final, no tuvo más remedio que quedarse en silencio, rumiando lo que acababa de escuchar.

Se encogió de hombros. No era a eso a lo que se refería.

-No necesitas llevar encima más que las herramientas básicas -declaró, seguro-. Lo que importa es aprender a aprovechar lo que tienes a tu alrededor. Adaptarte al entorno para salir ganando. En tu hipótesis, necesitarías a tu enemigo en una cueva en torno a zona boscosa. No es descabellado, pero sí concreto.

Thor termina con su comida y se vuelve hacia Corbin, acercándose a él extremadamente amistoso. AL llegar a su lado se pone panza arriba y empieza a serpentear. Es como una insinuación, o algo así.
No sé si lo de ser adorable lo haces por instinto o qué, pero no creo que con él vaya a servirte para ganarte más atención de la que ya has tenido, escamas.

-De eso no cabe la menor duda. Al final es improvisación pura, casi. Cuando estuve de misión en Humus acabé subida en una especie de cangrejo volador enorme, y te juro que hasta aquel momento no se me había ocurrido que pudiese pasarme algo como aquello. No tenía plan B, ni nada similar. Y por suerte salió bien y sigo viva, pero pudo haber pasado justo al contrario.

Mientras hablo me fijo en cómo la grasa del conejo gotea y chisporrotea sobre el fuego al entrar en contacto. No es que tenga mucha hambre, pero huele bien, no lo niego. Aunque así sin sal ni nada...

-¿Haces mucho lo de venirte por aquí a cenar? -inquiero, mirándolo de reojo.

Corbin miró de reojo al lagarto, consciente de que estaba reclamando su atención. No cambió su actitud. Igual que había hecho con la otra pieza, lanzó al mismo lugar las vísceras, esperando, de paso, alejarlo así de sí.

Mientras ella hablaba, no podía evitar recordar su intento por escalar al yeti. "Levántate o acabarás muerto". Desde luego, tenía mucho que mejorar.

Alargó una mano hacia el animal atravesado y lo giró de nuevo. Después, negó.

-Ha sido... improvisación -murmuró, alzando la vista para mirarla.

Cuando le echa la comida lejos de nuevo, Thor va tras ella. Aunque esta vez es evidente que la emoción no es la misma. Bienvenido al mundo acomodado de los que comen todos los días, escamoso. Di adiós al hambre y hola a la grasa.
En lo que a mí respecta, me centro en Corbin, que sigue trabajando en silencio. Cualquiera diría que le duela hablar, o alguna mierda así, porque no dice una palabra de más si no es necesario. Y todo lo que recuerdo sobre él va así, más o menos.

-Pues sí que te has venido a improvisar lejos-. Espera-. ¿Y no tienes amigos o algo? Que siempre que te veo estás solo-. Espera-. Espera...-. Arrugo el ceño y estrecho los ojos, cayendo en la cuenta-. ¿Te estoy molestando? Querías estar solo, vine yo a tocar los cojones... ¿Es eso?

¿Soy tu grano en el culo de hoy?

De nuevo, preguntas difíciles. Corbin llegó a fruncir el ceño mientras trabajaba. Al final, en lo que ordenaba sus ideas, dejó que terminara de hablar.

-No me molestas -repuso, lanzando más vísceras al animal-. No estoy haciendo nada que requiera intimidad ni concentración. Ya te he dicho antes que puedes quedarte.

Dio una nueva vuelta al conejo que estaba al fuego. La carne empezaba ya a tostarse. Cogió el otro y lo atravesó también.

-Es cierto que paso más tiempo en solitario que con gente. Siempre ha sido así -reconoció, no muy seguro de si hablaba para ella o para sí-. Tengo relación con alguna gente, pero no los veo a menudo. Es una cuestión de coincidencias.

¿Quizás de desinterés? Pocas veces se había preocupado Corbin de buscar compañía.

Por mucho que lo diga llega a parecer que no es así. Pero termino por aceptarlo. No me apetece una mierda salir a la lluvia, y si no lo molesto pues... Él mismo lo ha dicho. No soy culpable.

De modo que estoy con el señor huraño de la cueva del bosque. Que no eres muy de gentes ya lo sabía. Me temo que incluso me habías dicho algo semejante, o que habíamos hablado de esas cosas, al menos.

-¿Y nunca los buscas? ¿No te apetece... invitarlos a comer conejo a la cueva? Comer en grupo mola, ¿no?-. Y no puedes esperar a que lleguen repentinamente, como en mi caso, en mitad de la tarde-. Eres como demasiado callado, ¿sabes? Muy serio.

Corbin colocó el segundo conejo en el lugar del primero, y retiró el otro, manteniéndolo ante sí. Todavía estaba demasiado caliente, por supuesto, pero no tardaría en enfriar. Mientras tanto, ella seguía con sus complejas preguntas. Corbin, serio, trataba de encontrar las respuestas.

-Nunca se me ha ocurrido hacerlo -confesó. Creía recordar que Alehyss le había propuesto ir al pueblo algún día, y que Rick le había hablado de quedar para charlar y tomar algo en el comedor. Inger también le había comentado que debían entrenar juntos, pero ella le diría cuándo. Al final, solo los entrenamientos llegaban a llevarse a cabo, de entre todos sus planes-. ¿Mi seriedad es un problema?