Cueva.

Me callé, escuchándolo. Me recordaba a los niños pobres de pueblo que me tiraban piedras y me llamaban gordo cuando era pequeño. Siempre estaba lleno de heridas y golpes porque aquellos niños se ensañaban conmigo, burlándose, en cuanto mis padres me perdían de vista. Una vez, harto de eso, le dije a mi madre lo que pasaba. Y ella me dijo que me tenían envidia. Que aquellas personas envidiaban nuestra vida y se amargaban tanto que eran infelices.

-Haz lo que quieras -dije al fin, alzando las manos, como rindiéndome-. Es tu vida. Eres como aquellos niños.

Con un silbido llamé a Telma, que no tardó en surgir de entre los árboles y acompañarme contenta. La acaricié en la cabeza antes de dirigir una última mirada al chrysos.

-Me da igual cómo haya sido tu vida o cuales hayan sido tus circunstuciancias. Si eres un bandido, entrégate de una vez. Y si no lo eres, déjate de caminar con las manos en los bolsillos como si nada fuese contigo. No eres mi amigo, pero si estás aquí para ayudar a alguien, eres mi compañero. Y si solo estás aquí para comer gratis o para hacer algo que no sirva para ayudar a los demás... Entonces me da igual si te caes, te levantas o eres la mejor persona del mundo. Si estamos aquí, es por algo.

Empecé a caminar, pasando por su lado, y no dije la última frase hasta que estaba ya a varios metros de él, de espaldas.

-Y tiene que ser algo bueno.

Algo bueno, algo grande, algo importante. Algo digno de cantarse y de narrarse.

Pero sobre todo, como mi padre siempre dijo que debían ser las cosas importantes, algo digno de hacer a uno sentirse orgulloso de ello.

*se va tan ricamente XDDD*

Lyam frunció, confuso, el ceño al ver cómo el flamma alzaba las manos. Había esperado que el flamma siguiese la discusión, no que se callase. Era extraño. No entendía lo de los niños (supuso que se había acordado de algún momento de su vida, pero seguía sin entender a qué se refería con eso), ni tampoco aquella especie de retirada. No obstante, aunque era el flamma el que había terminado callando, el chrysos sentía que había quedado él peor que Rick. De alguna forma, sentía que le estaba dando la razón como a los tontos. Aquello le resultó molesto.

No respondió a su comentario: no tenía nada que decir. En su lugar, se limitó a observar cómo el flamma silbaba. Se preguntó por qué silbaba, pero no tardó demasiado en comprenderlo: segundos después de que el ruido cesase, un pequeño bismonte salió de de entre los árboles. El chrysos la contempló con cierta curiosidad, preguntándose de dónde había salido. Cuando notó la mirada del flamma sobre él, alzó la vista y volvió a fruncir el ceño.

En silencio, escuchó las palabras de Rick Dehnel, prestando esta vez más atención que antes. Aunque seguía molesto, estaba más calmado que antes y no veía motivos para interrumpir. Tampoco vio motivos para replicar, así que cuando el flamma terminó de hablar, se limitó a mirarle, observando después su recorrido en silencio. Ya no tenía la pose desafiante que había adoptado durante la discusión, sino que su aspecto era mucho diferente: contemplaba al flamma de soslayo, cabizbajo y con el flequillo casi cubriéndole los ojos, y tenía los hombros más caídos, como si de pronto se hubiese cansado.

Alzó las cejas al escuchar las últimas palabras del flamma, ligeramente sorprendido: no se esperaba que fuese a añadir algo más. El chrysos tomó aire. Luego contempló cómo se marchaba y, cuando ya no fue capaz de distinguir la figura del flamma entre la hojarasca, suspiró. De pronto, se sentía terriblemente cansado, hastiado. Aquello, no obstante, no le sorprendía: aquel pesar parecía haberse convertido en algo habitual; cada vez que alguien hablaba de Brontë, de lo que había que hacer en Palacio, aquel sentimiento aparecía.

Chasqueó la lengua. No lo admitiría, al menos no por ahora, pero el flamma tenía razón: no estaban en la misma guerra. No necesitaba caerse para saberlo. Pero, a diferencia de lo que el flamma pudiese pensar, no se sentía del todo orgulloso de aquello: antes le daba igual, pero ahora no se sentía cómodo con aquella farsa.

Se sentía estúpido, como si acabasen de devolverle a los quince y dudase sobre qué hacer o dejar de hacer (con la única y gran diferencia de que nadie le había devuelto a su adolescencia). Volvió a chasquear la lengua. De reojo, miró de nuevo la boca de la cueva, tratando de pensar en otra cosa. Pensó que sería interesante explorarla (¿qué habría ahí?), pero decidió que aquel no era un buen momento.

*se va*

FdR. ¿tan ricamente o tan rickamente? (badtumchasss)

Una agradable hoguera crepitaba en el interior de la cueva. Estaban casi en la entrada de esta, y desde su posición podían ver perfectamente el exterior. Allí plantado, ante la lluvia, cruzado de brazos, su líder.

Hacía bastante que había sonado el cuerno, y más aún de que hubiese mandado a sus hombres a explorar. Quizás habían encontrado algo interesante, pero lo dudaba. Aquellos eran unos ineptos, pero no tanto como para perderse en aquel lugar, y sabían lo que les convenía.

El hombre miró de reojo el interior de la cueva, en el que algunos más de sus hombres dormían, comían, se calentaban al fuego y bebían. Una pareja vigilaba al chico, que seguía inconsciente.

Miró de nuevo al frente. Algo estaba pasando y no le gustaba, pero habían quedado en dos días para hacer el intercambio y todavía no habían llegado al punto de encuentro. Además, no tenía pinta de que fuera a amainar.

Los esperaría un rato más, decidió. Y, si no aparecían...

*se quedan en la cueva protegidos de la lluvia*

Fuimos avanzando por el bosque, y aunque yo trataba de moverme con sigilo y cierta cautela, portaba las consecuencias de llevar a otros conmigo. Sabía luchar, pero nunca había tenido la oportunidad de aprender a hacerlo en equipo. Había sido sencillo en los jardines porque no contaban conmigo, pero ahora, seguramente, querrían una estrategia conjunta. Una estrategia que yo no podía darles en absoluto.

Me paré en seco de pronto, poniendo un brazo para señalar a mis compañeros que hicieran lo propio. La lluvia no facilitaba seguir un rastro, y aunque había conseguido seguir relativamente el de aquellos hombres, los olores y señales se confundían y emborronaban con facilidad. Sin embargo, ahora, no solo me parecía oler un restro de fuego, sino que percibí una luz a lo lejos. Tratando de permanecer oculto entre la vegetación, escruté en la oscuridad. Aquello parecía un mínimo espacio sin árboles y una especie de gruta como punto central del mismo. Se percibía una luz leve proveniente del interior. Probablemente, a juzgar por el olor, allí había un campamento.

Zacharyas había llegado a aquel lugar siguiendo un instinto extraño. Un instinto sangriento y macabro que lo guiaba. Vio una cueva y pudo mirar en su interior con facilidad, pues la oscuridad era grande, aunque aquella luz, seguramente de una llama prendida en el interior, le causaba ciertas perturbaciones.
Hubiese preferido oscuridad negra.

Se mantuvo oculto tras unos arbustos, mirando el interior de la cueva, como esperando a que algo pasase.

Había probado la sangre esa noche, pero no la suficiente.

Rick y yo seguimos a Corbin mientras el claritas nos guiaba, haciendo de líder. Me sentía un poco extraña en aquella situación: durante mi estancia en Brontë, normalmente era yo quién guiaba a la gente por la noche, no al revés. Y aunque pudiese ver mejor que él, estaba claro que él parecía seguir mejor el rasto que yo.

Cuando se paró en seco, me detuve y fruncí el ceño, ligeramente confusa. Miré a ambos lados, tratando de buscar qué había hecho que el claritas se detuviese. Lo que encontré me pareció curioso: a unos metros de nosotros había una especie de entrada a una gruta o una cueva, donde se podía apreciar una tenue luz. Me pregunté qué sería eso y, todavía agarrando a Rick, me acerqué a Corbin, tratando de esconderme tras la vegetación.

—¿Qué... hacemos...? —pregunté en voz muy baja, de forma que sólo él y Rick pudiesen escucharme.

Miré la cueva con decisión, y luego a mis compañeros.

-¿Pues qué vamos a hacer? -susurré, decidido-. Entrar, ¿no está claro? Aquí escondidos no vamos a averiguar nada, aunque... Bien pensado, mis planes hoy no resultaron bien, así que mejor me callo...

Me crucé de brazos, algo confundido. La verdad era que no había tenido un día muy inspirado y no me sentía con mucho derecho a hablar ni a dar consejos. Y pensar que la mayor parte de las veces yo era tan agudo...

Corbin percibió en la oscuridad cómo una sombra salía de entre la vegetación. Era alguien encorvado, vestido con ropa oscura y de aspecto algo siniestro. Fuera quien fuera, hacía factible la idea de Rick de entrar en la cueva. Si se limitaban a seguirlo sin hacer ruido, contaban con que la figura les facilitaría sortear cualquier obstáculo que hubiera en aquel lugar. No se parecía en absoluto a los dos hombres a los que se habían enfrentado, y de alguna forma tenía un aire furtivo. Eso le convenció.

Se volvió a sus compañeros, asintiendo.

-Alguien ha entrado en la cueva -murmuró-. Podemos intentar seguirle y ver adónde nos lleva. Pero en silencio.

Y, tras asegurarse de que no percibía nada extraño, siguió a la figura.

Escuché lo que Rick decía y asentí. Pese a que estaba enfadada con él, no podía negar que aquello que decía tenía sentido: aquí fuera no hacíamos nada; teníamos que entrar. Observé de nuevo la entrada a la gruta, cueva o lo que fuese aquello. Un completo desconocido, vestido con ropa oscura y con un aspecto un poco extraño, acababa de aparecer en escena. El desconocido, un caeruleus por lo que pude ver, caminaba encorvado y parecía dirigirse a la cueva.

Miré a Corbin, esperando alguna indicación. Asentí cuando lo escuché hablar, y, cuando comenzó a caminar hacia la figura, miré a Rick. Aunque todavía seguía molesta, esbocé una pequeña sonrisa y le cogí de la mano para guiarle.

—Si pasa algo, no intentes protegerme: sé cuidarme. Preocúpate por ti, ¿vale? —susurré, antes de comenzar a caminar.

Tras consultarlo con la chrysos, decidieron que el lugar más lógico para esconderse era la cueva. Así pues, Lyam, seguido por Alehyss y Massen, se adentró en el bosque, buscando el lugar donde estaba la cueva. Tuvo que pararse en algún momento para orientarse, pues no recordaba exactamente cómo había llegado la primera vez, pero finalmente, tras un par de parones, consiguió llegar hasta el lugar.

Oculto tras la maleza, el chrysos contempló en lugar. Por el camino había pasado de tener todo el cuerpo iluminado a tener sólo los ojos, así que ahora mismo sólo emitía una tenue luz. No obstante, se apresuró a apagarla.

En la puerta de la boca estaban Corbin, el estúpido de Rick Dehnel, el tal Zacharyas y una caeruleus a la que no conocía de nada. Frunció levemente el ceño y, después, observó a las chicas.

-¡¿ACABÁIS CON MIS HOMBRES Y, AÚN ASÍ, OS ATREVÉIS A APARECER AQUÍ?!

Antes de que pudieran dar un paso más dentro de la cueva, el hombre apareció ante ellos. Pese a sus gritos, vestía una sonrisa segura.
Desarmado, se acercó lentamente hacia los jóvenes, mirándolos uno por uno.

-Uno, dos, tres, cuatro... Y tres más escondidos en los arbustos. Sois muy valientes. Deberías agradecer el no haber muerto y haberos ido a dormir.

El hombre se acercó a Inger y le tomó el rostro con la mano, acercándose a él para mirarla más de cerca.

-¿O acaso habéis venido a traerme a vuestras mujeres como ofrenda?

Rick, furioso, se lanzó contra él. Lo golpeó en la cara, pero el hombre, lejos de inmutarse, le propinó un puñetazo en el estómago. Tras recibirlo, el flamma salió disparado varios metros hacia atrás, llevándose un árbol por delante.

*Rick está fuera de combate*

-Eso es lo malo de la impulsividad -dijo el hombre, llevándose una mano a la frente y riendo con ganas.

Se volvió entonces hacia Corbin y alzó una ceja. Observó sus manos, manchadas de sangre.

-Hueles a muerte. ¿Has matado tú a uno de mis chicos? Eso no está bien...

Antes de que el claritas pudiera responder, aquel hombre se movió velozmente (tanto que apenas pudieron seguirlo con la vista) y se puso a su espalda. Golpeó su nuca con un golpe seco con el canto de la mano y Corbin se desplomó.

*Corbin está fuera de combate*

Su mirad, esta vez, se volvió hacia Zacharyas, que en ningún momento había temblado. De alguna forma, el caeruleus lo miraba con admiración y un brillo de respeto en los ojos, aunque aquel hombre también pudo ver cierto miedo.

-También en ti huelo la muerte -dijo sin más, alzando una pierna por encima de la cabeza de Zacharyas y golpeándolo en la cara, lanzándolo varios metrios hacia la derecha.
Zacharyas chocó contra un muro que conformaba la pared de la cueva y exhaló una bocanada de aire y saliva antes de deslizarse hasta el suelo.

*Zacharyas está fuera de combate*

-¿Ves, pequeña? -dijo, tomando de nuevo el rostro de Inger-. Los hombres se creen muy bravucones. Pero no lo son.

Desde donde estaba, el hombre miró hacia los matorrales, y Lyam estuvo casi seguro de que lo estaba mirando a los ojos.

Antes de que pudiésemos darnos cuenta, el jefe de aquellos dos hombres apareció ante nosotros. Aferré con fuerza la espada en cuanto salió, preparada para defenderme, pero no pude hacer demasiado porque todo sucedió muy rápido: el hombre me cogió la cara; Rick, furioso, se abalanzó sobre él, pero no tardó en ser reducido; tras esto, el hombre se dirigió a Corbin, a quien también redujo con una velocidad asombrosa, y luego al caeruleus restante que, al igual que los otros dos chicos, también cayó.

Con los ojos muy abiertos, observé al hombre cuando me volvió a tomar el rostro. La mano que sostenía la espada temblaba. De reojo, miré a los árboles cuando él lo hizo, pudiendo ver así a tres personas: la chrysos Alehyss, la piscis Massen y un completo desconocido. Tragué saliva y, de nuevo, miré al hombre. Apreté la espada.

—Suélteme... —dije, intentando inútilmente adoptar un tono amenazador.

fdr. lyam ven ahora mismo a que te peguen!!!!1!!!1!

Escondido tras la maleza, el chrysos observó la sorprendente escena: con una inefable rapidez, el hombre se deshizo de Corbin, Rick y Zacharyas, sin permitirles a ninguno hacer ningún tipo de movimiento. Luego observó la maleza y volvió a acercarse a la chica, que, pese a que parecía asustada, le ordenó que la soltase.

Lyam tomó aire y luego suspiró. Estaba claro que el hombre lo había mirado. No tenía ninguna duda de ello. Miró a las chicas que tenía a su lado y, luego, volvió a observar a la caeruleus desconocida para, finalmente, mirar los cuerpos de sus compañeros en el suelo. Volvió a suspirar. Aquello que iba a hacer era estúpido, idiota y demás adjetivos que bien podrían aplicarse a Rick Dehnel.

Miró a Alehyss.

—Te voy a pedir un favor: no me dejes ahí tirado en el suelo—susurró, en un tono casi jocoso (ya que iban a machacarle, al menos se lo tomaría con algo de humor). Luego suspiró, se puso en pie y salió de entre la maleza, acercándose al hombre y a la desconocida.

Se encogió de hombros y observó al jefe de la banda. Sonrió.

—Ya la has oído: suéltala.

Ahí estaba, como un intento de héroe a punto de ser pateado.

Fdr. HERO!!!!1!!!!!!!!1 DEJARÉ QUE ME PEGUEN PARA AYUDAR A ESA DESCONOCIDA

El hombre sonrió y soltó a Inger.

-Aún no he acabado con todos vosotros -dijo con voz cantarina-. Me queda uno por castigar.

Miró a Lyam de arriba abajo y luego ladeó la cabeza.

-Tenemos aquí a un héroe-. Se acercó a él y lo miró fijamente a los ojos unos instantes. Luego pasó de largo, dirigiéndose a la maleza y plantándose frente a Alehyss-. Hola, preciosa.

Sin darle tiempo a reaccionar, ni a ella ni a nadie, la agarró por el cuello, apretando con fuerza, y alzándola de ese modo del suelo.

-A mí me gusta la igualdad, y tú también hueles a sangre -le gruñó junto al oído.

Alehyss trataba de sujetarse a su brazo con las manos, pero cada vez le resultaba más difícil.

-Chrysantae -dijo él, sin más, y el cuerpo de la chica se convulsionó en una descarga eléctrica. Tras un par de segundos, la soltó.
Alehyss cayó al suelo, sentada, jadeante, semiinconsciente, débil.

Se volvió entonces el desconocido de nuevo hacia Lyam.

-Ahora que he acabado, señor héroe... ¿Quieres tú también? ¿O prefieres no tomar hoy?

-Basta de una vez, Sanderrs -gruño, imponente, apareciendo en el medio de todo aquello.

Él me mira y sonríe, pero deja de hacerlo pronto. Mi presencia le impone lo suficiente como para no hacer bromas. De hecho, de pronto parece mucho más calmado.

-Habéis luchado muy bien, jóvenes guerrreros, pero esta no es vuestrra batalla. Ni la de nadie.

Fulmino a Sanders con la mirada. Él retrocede ligeramente, cauteloso. Ignorándolo, observo a los tres que quedan sanos.

-En esa cueva debe de haberr un niño más o menos de tu edad, si mal no rrecuerrrdo -digo a Massen-. Y llevaba mucho tiempo desaparrecido. Eso es todo lo que tenéis que saberr. Trraedlo aquí.

Sanders abre la boca para protestar, pero lo fulmino de nuevo y calla.

-Ya basta - le reprendo, furioso-. Me da igual lo que hagas con tu sucia vida, perro este terrritorrio está a nuestrro cuidado y debes abandonarrlo. El nilo es nuestrro.

Cumpliendo con mi petición, Lyam (el más valiente y fuerte despierto ahora mismo) entra en la cueva y trae con él al chico, inconsciente. Me lo cargo al hombro, como si fuese un saco.

Sanders me mira apretando los dientes. Puedo leer la frustración en sus ojos, el reconocimiento, pero sabe que no tiene nada que hacer llegado este punto.
Una capa de tierra nos cubre a todos de pronto. Cuando desaparece, ya no estamos.

*se van todos*

(Lo mercenarios se van por su lado, también)

FdR- Habéis vencido a los mercenarios y habéis salvado a Jun. Sin embargo, también os habéis ganado un enemigo
Enhorabuena

FdR2- Todos los heridos o caídos serán llevados a la enfermería. Cuando despierten estarán allí.

Hasta que no llegué al bosque no me di cuenta de lo estúpido que era todo aquello. A fin de cuentas, el bosque era un territorio demasiado amplio, y nadie me había especificado adónde debía ir exactamente. Así pues, no tardé en encontrarme vagando sin rumbo fijo.

Aquello no hacía sino alterarme los nervios. Tragué saliva, desorientada, buscando alguna señal en la oscuridad que me ayudara. Y, cuando la encontré, me estremecí. La cueva.

Tenía sentido pensar que los secuestradores de Jun ya no estaban por allí, pero nada me lo aseguraba. No me había olvidado de Sanders, ni de la facilidad con que había tumbado a mis compañeros. Confiaba en que el líder parvus, que había venido al rescate, estuviera pendiente por si aparecía, pero nada me lo aseguraba...

¿Y yo que podía hacer si no sabía dónde estaba aquella mujer misteriosa?

*Se queda por allí lloriqueando mentalmente*

Una sombra femenina se mueve entre el ramaje con sutileza y sigilo, observando a la piscis recién llegada. Ya la ha visto hace algún tiempo, y aunque un cosquilleo de emoción la recorre, ha decidido esperar a que la pequeña escoja un lugar en el que asentarse antes de dejarse ver.

Mientras la espía, la observa. La pequeña ha crecido mucho desde la última vez, como es normal. Pese a que la luz es escasa, y más en medio del bosque, la mujer puede percibir lo mucho que a crecido, así como los cambios en su cuerpo, notables pese a la ropa holgada.

Espera un momento más, acechando a la piscis por la espalda y, entonces, aparta una rama sonoramente para abrirse paso hacia ella y dejarse ver. Sonríe, con un brillo de ternura en los ojos.

-Quién me iba a decir que ibas a ponerte tan guapa, cariño.

Un sonido de hojas agitándose a mis espaldas me hizo dar un respingo, y me di la vuelta alarmada. Una mujer se me acercó, hablándome con familiaridad. Con mucha familiaridad.

No reaccioné al principio, sino que me quedé clavada en el sitio. Esperaba cualquier cosa, pero no aquello. ¿Era acaso posible que...? Tuve que contener el impulso de pellizcarme. La miré fijamente, buscando algo que descartara mi primera impresión. Al fin y al cabo, llevaba tanto sin verla...

Tragué saliva. Una parte de mí no lo aceptaba, pero no parecía que hubiera más opción. Era ella, no había duda. Abrí la boca para hablar, pero la tenía seca. Carraspeé, atónita e incómoda. ¿Qué significaba todo aquello?

-Allie... -susurré, casi con tono interrogante.

La mujer deja escapar una risa argentina. Con total seguridad y confianza, se acerca a la niña y la acoge en un cálido abrazo, quizá con algo más de fuerza de la necesaria. Después de separarse, con las manos aún en sus hombros, la observa con una orgullosa sonrisa.

-Mírate, estás hecha una chica. Si ayer aún eras un bebé que apenas sabía andar... El tiempo pasa demasiado rápido, mi amor.

La suelta entonces y mira alrededor, alerta. Se vuelve de nuevo hacia Massen.

-Me encantaría quedarme contigo. Imagino que tendrás muchas cosas que contarme. Por mi parte, os echo a todos muchísimo de menos, lo digo en serio. Una no deja a su familia sencillamente porque sí... Han pasado demasiadas cosas -. Se tapa la cara con la mano, con cansancio. De nuevo, mira a su interlocutora-. Massen, cielo, tienes que ayudarme. Si me ayudas, tal vez llegue el día en que volvamos a estar todos juntos. Como una familia de verdad. ¿No te encantaría? Pero para eso, tendremos que trabajar mucho... Es fantástico que estés aquí, volver a Aqua sería imposible, pero en Fulmen... en Brontë... -Suspira-. Esto me facilita mucho las cosas. Necesito que me mantengas informada de lo que pasa en Aqua. Estás en contacto con los demás, ¿verdad? Con tu padre, con los abuelos... Tú y Sock erais inseparables, estoy segura de que él podrá contarte lo que le pidas, ¿no crees? Escríbeme y cuéntame cuanto sepas. Ahora no hay tiempo, me reclaman de nuevo. No me dejan respirar, ¿sabes? Esto es agotador... Pero en fin, no hay otro remedio. Debes saber que todo esto es por vosotros. Por nosotras y por todos los demás. Y tu ayuda es muy importante. Lo harás, ¿verdad? Por nuestra familia.

Durante toda la verborrea, la contempla como si se la comiera con los ojos, entusiasmada, como quien se aferra a un clavo ardiendo. De nuevo, se acerca a su hija, alarga una mano hacia ella y la atrae hacia sí, dichosa.

No me resistí al contacto ni objeté nada a sus palabras, pero por dentro no me sentía en absoluto tan optimista como ella. En primer lugar, por algún motivo, me molestaba enormemente su actitud desenfadada. Llevaba años sin dar señales de vida, y de pronto se interesaba enormemente por todos nosotros. ¿Por qué aquel cambio? ¿Qué pretendía con aquello?

La escuché en silencio, sin corresponder a sus sonrisas ni sus gestos. ¿No pensaba dar la menor explicación? ¿Lo único que quería era información? Lo pintaba todo de forma demasiado idealizada. Yo no creía que ella pudiera hacer nada que nos uniera de nuevo, y menos después de la forma en que nos habíamos separado. Si lo que quería era que estuviéramos todos juntos, tendría que haber hecho algo al respecto mucho tiempo atrás.

Por otra parte, aquella sensación de que yo misma no tenía ningún interés ya en mi familia me hacía sentir culpable y me aterraba. En aquel momento, podía pensar en algunos de ellos con cierto cariño, pero como personas que habían formado una vez parte de mi vida. Tenía la sensación de estar creando una nueva familia donde estaba, y de que mi vida en Aqua era cada vez más irreal y difusa. Allie, los abuelos, Loksass, incluso Sock... Todos ellos habían quedado eclipsados por Alehyss, Nagore, Follow, Heylel... Incluso Silvanus, del que no sabía nada desde hacía un año, me parecía más cercano que aquella "familia" que tenía en Aqua.

A pesar de todo aquello, no protesté ni le llevé la contraria. Me limité a mirarla fijamente, estudiando mis posibilidades y mi situación. Estaba enfadada con Allie, pero no sabía si de verdad tenía motivos o si estaba siendo injusta con ella.

-Veré qué puedo hacer -me limité a replicar, con tono monocorde.

Allie Dew amplía su sonrisa, con expresión satisfecha. Inclinándose hacia su hija, un tanto más pequeña que ella misma, posa un suave beso en su frente.

-Sabía que podía contar contigo, tesoro -responde con voz cariñosa-. No podré verte en algún tiempo, pero sabes que estamos en contacto. Escribe, ¿lo prometes? Yo también te escribiré.

Tras un nuevo abrazo, comienza a alejarse, con cierta prisa. Aún así, no ha dado cinco pasos cuando se para y se gira de nuevo hacia ella.

-Una cosa más. Aquellas muñecas -. Sonríe-. Sé que lo parecen, pero no son ningún juguete. Ten mucho cuidado con ellas, guárdalas en un lugar seguro. No deben caer en manos equivocadas... Confío en ti, cielo. Buenas noches.

Y, casi corriendo, se aleja del lugar, tan sigilosa como cuando llegó.

*Se va*

Mi mal humor aumentaba por momentos. Asentí sin demasiado entusiasmo a su petición. Si tanta ilusión le hacía, después de todos estos años, involucrarse en mi vida, pues que lo hiciera. Y, si era por carta, mejor, porque sería yo quien decidiera qué debería saber y qué no. Exactamente igual que con mi familia. Que se emocionara lo que quisiera; era yo quien tenía la información.

Su última advertencia me dejó intrigada, pero el orgullo me impidió hacer preguntas al respecto. Además, parecía tener mucha prisa, porque se despidió rápidamente sin dar demasiados detalles. La vi alejarse en silencio, mirándola fijamente con expresión grave.

Apreté la mandíbula, frunciendo el ceño. ¿Qué se había creído? ¿Quién creía que era para aparecer así, de la nada, exigiendo información y ayuda? No quería volver con ella. No quería que ella volviera a Aqua. No si eso la hacía feliz. Haberse encargado de sus hijos cuando tuvo oportunidad. Había llegado tarde...

O no tan tarde. Había llegado tarde para mí, pero no para todos. ¿No querrían Sill y Dannick conocer a su madre? ¿No lo preferirían a criarse con dos ancianos, viendo marchar a todos sus hermanos mayores? Sabía que, si en su momento me hubieran dado la oportunidad, me habría quedado en Ciudad Nevada con Loksass y Allie, y también sabía que habría sido mucho más feliz allí.

Me pasé una mano por la cara, agotada. Hacía un momento, no sabía nada de mi madre, y de pronto irrumpía en mi vida cuando menos lo esperaba. Pero no estaba en situación de ser egoísta. Sabía que los más pequeños querrían estar con su madre. Sabía que las salamandras llevaban mucho tiempo esforzándose por encontrar a Allie. Yo no era nadie para interponerme en el deseo de todos.

Suspiré, abatida. Debía volver a Brontë. Sabía que allí me sentiría mejor. Al menos, un poco más arropada. Necesitaba pensar. Con esta idea en mente, emprendí la marcha.

Cuando ya me alejaba, un nuevo ruido me hizo detenerme y dar media vuelta. ¿Y ahora qué pasaba? ¿Era normalmente el bosque tan ruidoso por las noches? Por mi experiencia, sabía que no.

Fruncí el ceño al ver algo claro que destacaba en la oscuridad. Algo claro unido a una sombra apenas visible en la noche. Un rostro claro unido a un cuerpo negro. Incluso con aquella falta de luz lo reconocí casi al momento. Fruncí el ceño, muerta de rabia. ¿Es que no sabía ni hacerme un estúpido favor?

Me acerqué a él con pasos tranquilos pero un aire de claro enfado.

-Djatu sabbeh, Follow, naing è -saludé con voz venenosa.