Sala de entrenamiento

Notaba cómo mis movimientos resultaban tremendamente torpes, sobre todo en comparación con los de mi rival. Era una suerte contar con aquellos medios. Inger, pese a todo, se adaptaba a mí, colocaba el arma para mí cuando yo debía golpear, y guiaba mis pasos con los suyos a cada movimiento.

La presencia de Frikka tan cerca me ponía nerviosa. Yo no tenía demasiado control de la situación. Además, ella también estaba entrenando, y no veía motivos para que interrumpiese su trabajo por el mero placer de curiosear. Y menos tan cerca de quien seguía trabajando. Con eso y con todo, traté de continuar contra Inger, en gestos no excesivamente rápidos pero que poco a poco conseguían afianzarse.

Al final, la presión pudo conmigo y detuve el combate.

-Suficiente -indicó al genio, que pudo volver a su caja.

Por mi parte, incómoda entrenando en algo que no sabía controlar todavía con alguien tan cerca, acabé por alejarme un tanto. A cierta distancia, continué con los ejercicios que consideré oportunos, improvisando un poco y tratando de sacar algo de utilidad en lo que acababa de practicar con la copia de Inger.

No hay que darle muchas vueltas para darse cuenta, eh. La pongo nerviosa. La incomodo. Es un poco frustrante, supongo, No me gusta que sea así. Y supongo que hay forma de cambiarlo, pero me da la sensación de que ir y decirle "oye, quiero hablar contigo" solo le tocaría los cojones. Está ocupada. Ya bastante hago mirando. Así que, cuando veo que decide parar, me alejo un momento, a toda prisa. Por aquí, en una zona, está una de las armaduras que usé con Gerald para entrenar la vez que el cabrón casi me empala con el shinai. Sin muchos miramientos, callada, me la pongo, con prisa, hábil. La de veces que he tenido que hacerlo. Los dedos ya se mueven solos, como quien dice.
Luego voy a la zona en la que se encuentran las armas de práctica, terriblemente seria, y busco entre los shinais uno que dé el perfil: tiene que servir como espada, no como katana. Sé que se puede usar así, porque he visto a gente hacerlo, pero tiene que tener un peso un poco...
¡Este!
Tomando ese y uno normal me dirijo, muy seria, hacia Massen, aunque me detengo a una distancia prudencial para no resultar excesivamente petarda.

Extiendo una de las dos espadas de práctica hacia ella, aunque a esta distancia es imposible que la coja.

-Pégame -indico, seria, profesional. ¿Qué indico? ¡Pido! No voy a decir ruego, porque no me estoy humillando tampoco-. Se entiende mejor atacando al cuerpo.

La miro, seria, desde los barrotes. No le estoy proponiendo un entrenamiento de artes marciales como el que hacía con mi padre. Pero es una verdad, ¿no?
Si me pega...

Si me pega creo que me sentiré un poco mejor.

No dejaba de moverse por toda la sala. Mithos, ¿no podía simplemente estarse quieta? Era desesperante. Ya no era una cuestión de quién fuera, era una cuestión de que estaba molestando. Podía ser ella o cualquiera. Pero no, encima era ella, la persona con la que menos paciencia podía tener en aquel momento. O una de ellas. Y bastante me estaba conteniendo, bien pensado.

La miré desde un lado cuando me habló. No diría que de reojo, ni por encima del hombro, pero tampoco de frente. Fruncí ligeramente el ceño. Sí, muy bonito traje y todo, pero ¿a qué venía? ¿Intentaba quedar bien? ¿O solo dejarme a mí mal? Ya bastante mal lo hacía sola, no necesitaba opiniones. Encima pretendía que trabajase con un arma diferente, por lo visto. Acababa de empezar con aquella y ya quería que me cambiase a otra.

-Si insistes -señalé, medio burlona. Y, alzando una mano en su dirección, le lancé un aquaerum al pecho.

Lo veo venir, claro. Y con esto, para colmo, mi agilidad no es que sea la acostumbrada. De todos modos, mis reflejos no son malos. No es la primera vez que me peleo, a estas alturas, así que me da tiempo a extender una mano entre ella y yo a tiempo.

-Baadha -conjuro, y el hechizo se quiebra con el suyo, que lo atraviesa, golpeándome en el peto, pero sin muchas consecuencias.

Físicas, al menos.
Dejo caer la mano al lado de mi cuerpo. La otra mantiene el arma que le había ofrecido asida, aunque también ha bajado para no incomodarme mientras me defendía.
Eres una cría, Massen, aunque no sea yo la persona más indicada para decirte esto.

-Da igual -termino, cediendo, arrodillándome solemne, de nuevo, y comenzando a desatarme el casco, tras dejar las espadas de madera en el suelo-. ¿Sabes? -hablo, sin embargo, dejándolo sobre los guantes, mirándola un momento, pero pasando enseguida al caso para colocarlo bien, acomodándolo-. No se me da bien hacer las paces. Llámalo orgullo, estupidez o como quieras -. Me encojo de hombros, comenzando a desatar el peto-. Pero, de verdad, considero que esto ha llegado demasiado lejos porque, en primer lugar -. La miro, dibujando una sonrisa algo torcida. Qué ánimos, y aún ni es de noche-, nunca hubiese hecho nada que te jodiese adrede. Porque, ¿sabes? Me ayudaste. Y valoro eso, aunque creas que no -. Lo junto todo, levantándome de nuevo para ir a guardarlo-. Pensarás que soy una imbécil, supongo. No es algo raro-. No serías la primera. Supongo que tampoco la última. Yo misma me lo busco a pulso. Aunque en tu caso no fue así. Por una vez no quería tocar los huevos y acabé haciéndolo. Será que estoy acostumbrada-. Pero me jode. Me jode mucho que me mires con ese desprecio. Así que... -. La miro tras devolver la primera espada de bambú a su sitio-. Lo siento.

Resoplo por la nariz, y acomodo la otra en su sitio. Luego tomo de nuevo mi katana, en su funda, y me la echo a la espalda.
Supongo que ahora es cuando me voy a dar una ducha y la dejo entrenar tranquila, que ya bastante tiempo le he ensuciado.

Cuando se defendió, me preparé para continuar, asiendo en una mano la espada, aunque con poca intención de usarla, e invocando en la otra un nuevo hechizo que lanzar. No llegué a hacerlo. Lo único que hice fue deshacerlo y fruncir el ceño. Pues genial. Encima de romperme el ritmo de entrenamiento para combatir ya no combatía. Fantástico, perfecto.

-Bueno, disculpe usted por no darle ventaja en combate usando las armas que más le convienen -repliqué, molesta-. En mi mundo eso se llama respetar al adversario y no menospreciarlo, pero en fin, como tú quieras. Ahora te he llamado imbécil también. Me gusta separar lo personal de lo profesional, si no te importa. Creí que esto era un entrenamiento.

No una terapia. Si era lo que faltaba. Encima de aceptar el combate tenía que ser con sus reglas. Como siempre. Parecía que si no mantenía el control sobre todo no se quedaba contenta. Menudo estrés de mujer, sinceramente. Y, como siempre, haciéndose la víctima. Suspiré y volví a asir la espada con fuerza, haciendo un tajo desganado al aire. ¿Qué hacía? Si ni siquiera sabía manejarla. Parecía una cría jugando a los guerreros.

-Y no te he mirado con ningún desprecio. De hecho, solo te he mirado para apuntar.

Aprieto un poco los dientes. No obstante...
Venga, va.

Alzo la vista, encontrando sus ojos. Hagamos un trato. Si tú ganas, te descargas sobre mí y te relajas. Entonces podremos hablar. Si yo gano, bajas la cabeza y te relajas un poco.
Entonces podremos hablar.

-De acuerdo -indico, asintiendo-. Tienes razón.

Estoy empezando a cabrearme. En su momento me sentí fatal. Ahora estoy cansada, diría.
Joder. Es que me toca los huevos en sobremanera. Odio esa actitud. Parece creerse de verdad eso de que ella es la buena, seria y digna y yo la que toca la moral. Cuando, para empezar, fue ella la que empezó con el puto dramón, hostia.

Invoco un âchnam en la diestra. La espada sigue envainada.

-Vale. Entrenemos.

Como ella hizo hace nada, dejo ir el hechizo, apuntando a su vientre. Me preparo para su reacción, sin quitarle los ojos de encima.

Ella fue la primera persona a la que vi cuando llegué. No parecía una guerrera. La confundí con el servicio. Pero claro, las apariencias engañan. Acabé por descubrir que no era así. Y creo que es el momento de que le enseñe que yo tampoco me tomo esto a broma.
Si no podemos ser amigas bastará con compañeras, digo yo.

Pero no me gustaría eso.

Pareció replantearse las cosas. Eso estaba mejor, en mi opinión. Me disponía a echarme la espada a la espalda, pero no tenía mucho tiempo para distraerme. Porque en seguida invocó un âchnam del que yo debía defenderme. Y, aunque me llegaba una mano para hacerlo, sí necesitaba concentración. Con la espada a medio camino, alcé la mano ante mí, en un baadha. Y no pude evitar alzar las cejas al ver resquebrajada mi barrera, incluso si el hechizo quedó reducido. No esperaba esa fuerza mágica. Aunque podía contrarrestarla.

Terminé el movimiento de llevar la espada a su vaina al mismo tiempo que cerraba y volvía a abrir el puño. Y, al abrirlo, había en él un nuevo aquaerum. Me moví ligeramente a un lado y volví al sitio inicial, desde el que disparé. A partir de aquel momento, con las dos manos libres, podría moverme mejor. Una espada no tenía sentido en un contexto en el que tenía que luchar en serio.

Debía preparar mis defensas.

De acuerdo. Supongo que así le gusta más. De todos modos le había pedido un entrenamiento una vez, cuando aún no había problemas entre nosotras. Y después de un mes y pico sin hablar se agradece cualquier acercamiento a eso, aunque sea un jodido combate vengativo.
Que, bueno, por mi parte no lo es, todo sea dicho.

No hay tiempo que perder. En cuanto bloquea el hechizo la estoy rodeando a la carrera, para atacar desde un flanco. Si me muevo me será más fácil alcanzarla, ¿no?
No soy una experta maga, pero tampoco me manejo especialmente mal. A mi madre se le da bastante bien. Le gusta más eso que la espada, aunque lo que le gusta de verdad es molestar con sus cosas de madre.

Pero no estoy aquí para hablar de ti, mamá.

-Âchnam -invoco de nuevo, aunque ella ya tiene el suyo preparado, que viene hacia mí.

Lo primero es lo primero, y por lo que veo sus bolas deben doler más que las mías. No es algo que quiera comprobar desde más cerca, así que me impulso con un poco más de ímpetu para evitarla, antes de atacar a su vientre.

Veía en su mano el nuevo ataque, dispuesto hacia mí, y dado que ella se ponía en movimiento, no tenía intención de quedarme quieta. No permití que llegara a rodearme, sino que me moví también, girándome de forma complementaria a ella y avanzando ligeramente, rodeándola yo también, de forma que entre ambas creábamos una especie de espiral.

Tener las dos manos libres implicaba que podía hacer muchas más cosas. Y, aprovechando que esquivaba, invoqué otro aquaerum. No lo lancé aún, sin embargo. Al parecer, aunque su magia era potente, sus tiros no eran demasiado precisos. Me moví a un lado para asegurarme de evitarla, y solo entonces lancé el nuevo ataque, sin dejar de moverme a su alrededor. Si ella se mantenía quieta, yo la rodearía. Si ella se movía, mi situación respecto a ella se mantendría.

Parece que quiere jugar al pilla pilla. Esto es bastante interesante. No obstante, cuento, en mi opinión, con un par de ases en la manga que ella no se espera. Y si los uso en su momento justo, creo que podría hacerle frente, aunque de hecho sea más veterana que yo.
Es todo una cuestión de aprovechar las oportunidades, en mi opinión. Cuento con una agilidad envidiable, mi padre siempre lo decía, y una sorpresa o dos.

Atenta a su ataque, sigo rodeándola, pendiente. Y cuando lo lanza cambio abruptamente de dirección, notándolo pasar junto a mí, peligroso. Por poco...

-Garves -siseo, apuntando a ella, entonces.

Aprovecharé la ceguera para lanzarme contra ella, correr en su dirección. Debería darme tiempo a lleguar a su altura. Entonces verá de qué soy capaz...

En el momento en que vi lo que se me venía encima, lo primero que pensé era que ya había tardado mucho. Por suerte, el hecho de que tratara de ser rápida me dejaba hacerme una idea de sus movimientos. Aunque, por supuesto, no era fiable. En cualquier caso, en el mismo instante en que comenzó a pronunciar el hechizo, que yo llevaba un tiempo temiendo, combiné toda mi velocidad para apuntarla con un nairea y, prácticamente al momento, correr para intentar evitarla. Apunté hacia ella directamente, esperando que no cambiara de dirección o algo así, pues tampoco podía asegurar el blanco; no tenía tiempo suficiente. Pero, de todas formas, si íbamos a jugar a ir a ciegas, podíamos jugar las dos.

Así pues, mantuve mi carrera hasta que volví a percibir la luz, buscándola de nuevo con los ojos entrecerrados. Cuando la encontrase de nuevo, lanzaría un aquaerum contra ella. En caso de que me estuviera atacando, por supuesto, me defendería con un baadha.

Excelente. Primero al pilla pilla, ahora al escondite. Era de temer, pero puedo soportarlo. Al menos veo, no como ella, aunque lo que vea sea blanco. Si ella está lo suficientemente cerca, podré verla de todos modos.
Ya llevo un âchnam preparado en la mano, mientras busco alguna sombra que la delate entre la niebla, aunque reduzco un poco la marcha por si acaso. No podré reaccionar tan rápido si no veo, pero no es motivo para detenerme, dado que ella tampoco ve.

Cuando por fin se me aclara todo, sin embargo, parece que estamos como al principio. No obstante, no dudo en lanzarme hacia ella, en reducir distancia, con el âchnam por delante.
Los ojos están fijos en ella, la mano apunta en todo momento sin decidir el disparo, pero mi cuerpo avanza, sin temor, para reducir la distancia. Cuánto más cerca me encuentre mejor podré apuntar. Y, en mi opinión, más ventaja tendré.

Un baadha. Excelente. Ahora es cuando tengo que tener nervios de acero.

Me voy a chocar contra ella. O eso tiene que parecer. Y entonces, cuando esté  apunto de colisionar contra el baadha, benri. Lo atravesaré como si no estuviese, y el âchnam se estrellará directamente contra su estómago.
Debería funcionar, al menos. Ella tiene que sentirse muy amparada detrás de esa barrera, ¿no?

Mi primera reacción fue, al descubrir que avanzaba con un âchnam en la mano, interponer una barrera entre ambas. Mantenía, además, la carrera, asegurándome de mantener la distancia. Era rápida, desde luego, pero no lo suficiente como para alcanzarme si yo no lo permitía. Y, pese a todo, su carrera era decidida, recta y directa. Un golpe tan directo que parecía una burla. Un golpe que, por otra parte, no llegaba.

Fruncí el ceño. No podía correr en línea recta, porque supondría llegar a una pared. Así pues, me desvié de la dirección que ella llevaba, quebrando mi carrera hacia un lado para aumentar la distancia. Y, visto que no lanzaba el hechizo, decidí adelantarme a ella. Aún en plena carrera, deshice mi barrera y lancé un aquaerum contra ella, preciso.

Si lanzaba su hechizo hacia mí, ambos se encontrarían por el camino, y el mío reduciría el suyo. Si no lo hacía, me estaba dando tiempo de nuevo para protegerme.

Por supuesto, no puede ser tan fácil, ¿verdad? me cago en la puta. Bueno, se puede decir al menos que no decepciona. Eso está bien. Me sentiré más segura si tiene que cubrirme las espaldas alguna vez.

¿Lo pero de todo? Está enfadada conmigo, pero esto es divertido. Desde que se fue Gerald he entrenad sola, y, bueno... Hacía ya tiempo de algo como esto. Y la verdad es que me lo estoy pasando bien. Pero eso no se lo puedo decir, que a lo mejor se china, y no quiero. Prefiero que una parte de ella lo disfrute, aunque sea solo por poder patearme el culo y quedarse a gusto. Aunque no se lo voy a poner fácil, claro.

No puedo utilizar el benri para esquivar eso porque desarmaría toda mi sorpresa, o parte de ella al menos, por lo que tengo que abandonar mi persecución para echarme al suelo y rodar a un lado. Lanzo el âchanam a sus pies, tratando de derribarla, y me pongo en pie enseguida aprovechando el impulso, tomándome un momento inmóvil para recuperar el aliento, aprovechando la distancia que ella misma ha generado.

Ni siquiera ante mi provocación lanzó el hechizo. ¿Pero qué estaba haciendo? Tenía algo en mente, desde luego. Si no, aquello no tenía ningún sentido. Esquivó el hechizo echándose al suelo y entonces, por fin, lanzó el suyo, bajo. Salté hacia arriba y hacia atrás para evitarlo, ganando así mayor distancia.

Y, en seguida, invoqué dos aquaerums, que lancé a la vez, uno hacia su pecho y otro hacia las piernas. Desde luego, se notaba que se había estado empleando a fondo, y eso era un motivo más para no dar tregua. Era una buena guerrera, lo estaba demostrando. Yo, por mi parte, me esforzaba en lo mismo desde hacía tres años, así que no pensaba subestimarla.

A este paso no me va a ser posible alcanzarla jamás. Joder.

Apenas he tomado aire y me asedia de nuevo. Una vez más, he de echarme a un lado. Así no hay forma... Si no me acerco tengo todas las de perder.
Sorbo por la nariz un momento, pensativa, pero enseguida me pongo en marcha, porque quieta tampoco voy a conseguir nada.

Invoco, como ella, dos hechizos, uno en cada mano, y lanzo el primero a su torso, avanzando de nuevo hacia ella para recortar distancia. El segundo espera a ver su reacción. Dependiendo de a dónde se dirija lo enviaré ahí. Así las posibilidades de alcanzarla se amplían. Y aunque invocase una barrera, creo que con dos debería ser capaz de derribarla.

Vamos allá...

Esquivar y responder. Era lo que ambas hacíamos, realmente. Era lo lógico. Ella lo hizo de nuevo, y yo lo hice a continuación. Ante su primer hechizo, me eché a un lado con un pequeño impulso, alejándome atrás y a la izquierda. El segundo no tardó en dirigirse a mi nueva situación, y en ese caso invoqué un baadha, recibiéndolo con un nuevo impulso hacia atrás, en busca de más distancia.

Y entonces respondí, como hasta entonces. Murmuraba los hechizos, tratando de hacerlos más imprevisibles si ella no podía oír lo que decía. Combiné la conjuración de dos aquaerums, que salieron hacia ella, uno en cada mano, buscando al mismo tiempo su cuerpo.

Y, justo a continuación, lancé mi segundo ataque. También en un murmullo, conjuré un vlino y lo envié en su dirección. De nuevo, directo a su cuerpo, como si se tratase de un aquaerum más. Estallaría al llegar a ella. Aunque, por supuesto, ella se haría a un lado. O conjuraría una barrera. En cualquiera de los dos casos, el hechizo cumpliría su función, estallando como una bomba.

Parece que esto se complica. No obstante, por ahora aún aguanto. No es que sea aquí la persona más resistente del planeta, pero creo que todavía puedo darle guerra. Que no se crea que estoy acabada solo porque no me ha salido todo como esperaba. Se me ocurrirá algo. Me tendré que buscar un poco la vida, pero ya. Tampoco es que la cosa esté yéndome precisamente mal a mí.

Veo venir de nuevo un aluvión de hechizos. Sí que dispara rápido, la jodida, pero cuento con mi agilidad, que hasta ahora no me ha fallado, y menos a esta distancia. A quemarropa no tendría prácticamente nada que hacer, pero soy perfectamente capaz de reaccionar, y todavía me quedan recursos y energías para esquivar.

O eso creo.
Al apartarme, cuando ya me he relajado, tengo tiempo a, en ese breve instante en el que el golpe no te ha alcanzado, pero que ves lo que se te viene encima... Bueno, a darme cuenta.
Pero ya está sobre mí.

El impacto me alcanza el costado derecho, me arranca el aire y me lanza hacia el mismo lado. Caigo al suelo hecha una bola, rodando para alejarme de la zona de impacto, jadeante, tosiendo. La respiración se me ha acelerado.
Ahora es el momento de calmarla antes de que el ataque desencadene mi propio y personal ataque.

Joder... Eso ha dolido de cojones. Me aprieto la zona un momento, y también aprieto los dientes, buscando ponerme de pie.

Vale... Veo que no soy la única con ases en la manga...
Esto me pasa por gilipollas.

Bingo. Con una barrera, el efecto habría sido menor, pero ella había escogido esquivar. Un error, en aquel caso. La vi rodar por el suelo, ya con otro aquaerum preparado, pero no llegué a lanzarlo. Quizás su capacidad para recibir un golpe no se correspondía con su fuerza a la hora de lanzarlos. Eso era una auténtica desventaja, y yo no tenía intención de machacarla. Estaba entrenando.

Deshice el hechizo y, seria, me acerqué, quedando de pie ante ella. Acabé por agacharme a su lado.

-Demasiada fuerza. Aún no controlo. ¿Estás bien? -hablé, con voz monocorde.

Le tendí una mano, por si necesitaba ayuda.

Trago saliva. Me ha venido un sabor metálico a la boca, aunque no hay sangre por ninguna parte. Será que la hostia me ha dejado medio lela. Pero mira, de esta juro que aprendo.

-Me has pillado desprevenida -admito. Dudo un momento, pero termino por aceptar su mano, tanto para ayudarme como para no ser arisca. Lo que faltaba-. Estoy bien -añado, con un leve asentimiento-. Y quizás esta lección me salve la vida alguna vez. Aún tendré que agradecértelo, verás...

Me muevo un poco, comprobando mi estado físico. Saldrán un par de moratones, pero estoy para recibir otra tunda, la verdad. Si no me hubiese pillado con la guardia tan baja creo que hasta hubiese podido evitar la mayor parte. Pero me acostumbré a la serie de ataques y no esperé uno distinto.
Ha estado bien. Y mal por mi parte, claro.

-Todo bien -indico, casi tanto para mí como para ella, en una reafirmación.

Me aparté un poco cuando se levantó, observándola un momento más. Pero en fin, si podía ponerse de pie, para tanto no había sido. Era bueno saber que funcionaba tan bien. Por otra parte, ella estaba protegida en aquella sala. No podía ser tan grave. Aunque tampoco era mi intención que lo fuera.

Asentí, sin más, seria.

-Te defiendes mejor de lo que esperaba -indiqué, como único comentario. Que se lo tomase como quisiera.

Me alejé un poco, estirándome. Al final acababa recurriendo siempre a la magia. Tenía que sacarle partido a las armas o acabaría limitándome a mí misma.

Me encojo de hombros, aún palpando un momento la zona, y entonces la miro. Me lo voy a tomar como algo bueno, creo yo, aunque tenga ganas de preguntar que qué se esperaba entonces. Supongo que no es raro... Yo misma llegué a alardear de la pereza que me daba mover el culo, creo.

-Hace tiempo que me puse las pilas -explico, sin más. Supongo que no quiere escuchar mi vida en verso-. Esto no es ningún juego, al fin y al cabo-. La miro un par de segundos. Quiero decirle algo, pero qué, claro-. Si algún día quieres un entrenamiento con espadas también estoy dispuesta -acabo por decir-. O lo que sea...

Comienzo a hacer alguna rotación de hombros, apartando la vista para no incomodarla. ¿Desde cuándo soy así? Debería crecerme, imponer mi opinión y hacérsela entender.
Me siento algo perdida en esta situación.

Asentí, seria, sin mirarla, y acabé por sacar de nuevo la espada, de espaldas a ella. Comencé de nuevo con aquella serie de movimientos, que eran más una prueba que gestos realmente útiles. Me limitaba a acomodarme a la espada, tratando de imitar los movimientos que había visto hasta el momento.

-Haces bien -murmuré. Y entonces me detuve y me giré levemente hacia ella-. No hay nada que pueda hacer con la espada por el momento. Más que jugar.

Acabé por guardarla de nuevo, con un suspiro exasperado. Ya había hecho el ridículo lo suficiente. Saqué el puñal y lo lancé de golpe, contra una diana, sin apenas mirarla. Por supuesto, no dio en el centro, pero sí se clavó bastante mejor de lo que esperaba. Ahogando mi sorpresa, fui a recuperarlo.

La miro de reojo, manteniendo su mirada. Desde luego, parece que no va a abandonar esa incómoda aura que nos está rodeando. Pero, oye, al menos me habla. Es un progreso. Hay que ir a por la siguiente meta, pero las cosas hay que hacerlas a un ritmo. Si abuso me voy a ganar un gruñido.

-A eso me refiero. Aunque supongo que preferirás seguir entrenando con lo que sale de esa caja -. Me encojo de hombros y estiro un poco más.

No alzo la vista hasta que la veo lanzar, y lo hago en un acto reflejo, fruto de su ataque. El sonido seco me hace mirar la diana y termino por dejar ir una carcajada suave, casi sin querer.

-Muy buen tiro -declaro, mirándola con una sonrisa, desde esta distancia tan exagerada que nos separa, física y... bueno.

Joder...
Que lo siento, ¿vale? No quise hacer nada que te molestase. ¿Cómo tengo que decirlo si vas a alzar el mentón con esa dignidad? También me hicieron daño tus palabras, ¿sabes? Y quizás para ti estuvieron muy justificadas, pero no para mí. Pero me da igual. No me parece motivo para enfadarme, y eso que suelo tender a un cierto rencor.
Pero no quiero, hostia.

Bajo la vista, y sigo estirando, no obstante. Le echo una mirada más cuando ya estoy irguiéndome.

Supongo que hasta aquí.

-Bueno, ha sido un placer-. Hago un gesto con la mano. Esbozo una sonrisa algo apagada-. Cuídate, eh... Nos vemos.

Y me doy la vuelta y cojo la puerta.

¡¿Nos vemos?! Eso ha sido muy acertado, sí.
Me cago en...
Pero bueno, ya está. No creo que le vaya a dar vueltas, tampoco. Supongo.

*se va*

Me encogí de hombros y extraje el puñal con fuerza, más de la que hubiera sido necesaria. Volví a guardarlo en su funda y me volví hacia ella.

-En realidad me da igual -respondí, seria-. Gracias.

Asentí en silencio cuando dijo que se iba, y fui acercándome adonde estaba. Ya que me había puesto, podía lanzar un par de veces más. No me vendría mal del todo...

Salvo por que no tenía ninguna gana de hacerlo. Así que, simplemente, salí de la habitación no mucho después que ella.

*Se va*