Sala de entrenamiento

No insistí. No quería insistir. Estaba incómoda. Me centré en explicarle cómo funcionaba el duende. Aquello era un tema profesional, así que no daba problemas.

Negué con la cabeza.

-No sirve para lo que quieras -expliqué-. Solo puede emular a los guerreros, y solo para luchar. No puedes usarlo más que para entrenar.

¿En qué estaba pensando? Bien pensado, sería divertido ver la cara de Nagore encontrándose con el duende. El duende en su aspecto original. Podía imaginarme su exaltación y su enfado porque "no era más que un viejo" o algo así. A saber.

Sentí cómo se me tensaba todo el cuerpo. Le dediqué una mirada fría. Así que no tenía tiempo para avisar de que estaba viva pero sí para cotillear en mi vida. ¿Y cómo se había enterado? ¿Había visto a Follow? ¿Al siempre desaparecido Follow? Pero ni eso lo explicaba; ¿por qué iba Follow a decirle nada? ¿No era que no le gustaba? Aunque ¿quién más? ¿A quién conocía Nagore que pudiera haberle dicho nada?

-Follow no me dejó -declaré con voz cortante.

¿Y por qué aclaraba aquel punto? ¿Qué más daba? Mithos, qué dolor de cabeza de repente.

Chasqueo la lengua.- ¿Y quién ha dicho eso? Pues yo quiero probarlo. Algún día, hoy no que no estoy suficientemente arreglada. - Resuelvo con la cabeza alta y los brazos cruzados.

Aprieto los labios en pico. Creo que la he liado pero bien.- Es que me lo encontré esta semana de casualidad y claro, ya sabes como soy, Massen: siempre preocupada por todo y le pregunté y me dijo sus cosas raras y yo intuí que ya nada. Pero no se lo he dicho a nadie ni nada ¿eh?- Doy un paso hacia atrás mientras niego con las manos al frente.
Sé lo dificil que es tener pareja (bueno, yo no lo sé directamente, pero sí que lo sé porque esas cosas se saben desde que uno nace) y en ese aspecto no voy a venderla.

-Dejemos el tema.- Resuelvo con una sonrisa de labios apretados.- Bueno, cuéntame. ¿Qué tal todo? ¿Mucho jaleo por aquí?- Camino en círculos, alzando las piernas a gran altura, distraída.

Me encogí de hombros. Bueno, a lo mejor su querido tío Nagorr podía arreglarlo para ella. Eso hacía siempre, ¿no? Cambiar las normas y hacerlo todo confuso.

-Supongo que puedes intentarlo -dije, sin más.

Apreté los puños. Claro que lo había visto. Por supuesto. El siempre desaparecido Follow solo estaba desaparecido para mí. "Podemos seguir viéndonos". Ya. ¿En algún momento me había llegado a creer que aceptaba eso? Y, con lo escurridizo que era, bien podía estarme evitando. O a lo mejor era solo su estúpido destino que había decidido no solo que yo no valía, sino que además era tan innecesaria que ni valía la pena que se cruzara conmigo un día por los pasillos. Eso sí, yo tenía que aguantar al resto del mundo mencionándolo una y otra vez. Él podía olvidarse. ¿A mí? Ni se me ocurriera.

Me encogí de hombros de nuevo, aceptándolo. Sí, mejor era dejar el tema.

-Todo ha ido mal -declaré sin rodeos-. En invierno nos atacaron. Hubo heridos de gravedad entre los guerreros y muertos en el servicio. Quizá hayas notado muchas caras nuevas entre ellos. No pudimos protegerlos. Después, una tormenta nos dejó aislados en el palacio y destrozó todos los alrededores. Cuando pudimos salir tuvimos que dedicarnos a poner orden, tanto aquí como en otros sitios, porque todo estaba destrozado. Mi hermana murió en el maremoto de Ciudad Nevada. Estuve en Humus, reconstruyendo algunos poblados. Sufrimos otro ataque en verano. Por esas fechas lo dejé con Follow. Dos guerreras murieron. Una de ellas era discípula de la líder flamma. Otra era compañera de Follow, de su tribu. Cuando investigaban, los líderes aether y parvus sufrieron otro ataque. Luego fuimos a Ignis a poner orden en la situación. Allí descubrimos un traidor entre nosotros y me marcaron la cara.

Esbocé una sonrisa absolutamente artificial, hasta sarcástica.

-Pero bueno, la vida sigue, ¿no? Tras un año malo vendrá otro inescrutable. Ya se verá qué pasa entonces.

-Claro que lo intentaré. ¿Acaso te crées que alguien, hechizo o no, puede resistirse a un poco de maquillaje y a un buen vestido? ¿De mi categoría? ¿Puesto en mi? - A cada pregunta agudizo más la voz.- ¡Y un cuerno!- Me remango victoriosa.


Escucho con atención. Parece que he de andar con más tiento del que creía. Recopilo toda la información que puedo. - Nosotros habíamos luchado con una de esas chicas en el lago...- Hago memoria, pensando en voz alta.- Mmm... creo que he tomado mi regreso con demasiada frivolidad.- Comento en un tono algo más serio.- No estaría de más que me pusiera al día con los entrenamientos.

Me acerco rápidamente a ella y le cojo las manos.- Hagamos una cosa: quedaremos para entrenar y la que pierda tendrá que darle un beso al hechizo ese transformado en quien la ganadora quiera. ¿Aceptas el reto, llorica? He aprendido un par de trucos en todo este tiempo.- La pico.- Venga, nos lo pasaremos bien y nos pondremos al día. Yo al menos.
-Y si eso que dices es verdad... lo de que no funciona para ligar... siempre puedo decirle al tito Nagorr que lo arregle.- Le guiño un ojo.

Negué con la cabeza.

-Felhlo murió en el primero de los ataques -aclaré-. También murió entonces otra de sus compañeras. De las cinco discípulas originales de la líder flamma solo quedan dos.

¿Tomárselo con menos frivolidad? ¿Esa era su forma de tratarlo con menos frivolidad? La miré, seria.

-Ya te he dicho que no puede usarse para eso -repetí-. Puedo entrenar contigo si quieres, pero no me apetece entrar en esos juegos. No estoy de humor para esas cosas. Prefiero dedicarme solo a entrenar.

Me encogí de hombros. Claro, el señor Brumm siempre tras ella, en las sombras. Pero no, no había ninguna sobrina. Tampoco ningún líder parvus senil. Todo era perfectamente normal y estaba completamente en orden. Salvo porque si el líder parvus "arreglaba" eso, dudaba que yo me volviera a acercar al duende.

-No creo que eso sea buena idea -. Bajé la cabeza.

-¿Sólo... dos?... ¿Pero qué demonios?...- Sin duda me quedo algo anonadada. Ahora tengo ansias vivas por inestigar y saber lo que ocurrió en todo este tiempo. Quizá pueda ser de ayuda.
Aprieto los labios, pensativa.

Roto los ojos, acabando en una sonrisa cansada pero divertida.- Vale, aguafiestas.- Acabo cediendo, cruzándome de brazos. - Pero a cambio tienes que decirme tu secreto para las tetas.- Le pico de nuevo, colocándome a su lado y pinchándole en un lateral, mirándola con sana inquina. - ¿Y si le pido al tito Nagorr que me ponga una como las tuyas?- Vuelvo a vender leche en la feria de mi imaginación, perdiéndome durante varios segundos, imaginándome con un traje de sirvienta acompañada de un enorme par de tetas mientras sirvo cafés a un montón de hombres que sangran por la nariz.


Le echo la lengua y corro un par de pasos.- ¡Me voy! - Exclamo de repente.- ¿Te vienes? Cenaré algo y luego me acostaré. Podemos volver a dormir en camas cercanas si te apetece.- Río. Al fin juntas de nuevo.

La miré por el rabillo del ojo, cubriéndome el pecho de nuevo. ¿Iba a coger la manía de manosearme o qué? Ya estaba bien...

-Pues como no sea que se me han hinchado de agua... -ironicé, ya cansada de tanto comentario.

Tuve que contenerme para no poner los ojos en blanco. Siempre el señor Brumm. Empezaba a ponerme de los nervios.

Eché a andar hacia la puerta. Tampoco tenía sentido, después de quedarme fría, retomar aquel entrenamiento. Y eso que estaba siendo un combate muy interesante... Volvería al día siguiente.

-Antes voy a asearme un poco -comenté-. Te veré en el comedor luego, si es que sigues por ahí. Tampoco he cenado.

Eché a andar tras ella, dejando atrás la sala.

*Se van*

En el centro de la sala, el chrysos luchaba cuerpo a cuerpo contra una replica de sí mismo, buscando mejorar así sus reflejos y velocidad. A pesar de que normalmente evitaba utilizar al duende, a veces sí se enfrentaba a él, pidiendo siempre la misma replica: creía que así, luchando contra una versión de sí mismo, mejoraría tanto sus puntos fuertes como los débiles, al menos en lo referido al combate sin armas.

El chrysos bloqueó un ataque de su replica, y luego se echó velozmente hacia un lado, poniendo distancia entre ambos. Llevaban ya un buen rato, y tanto él como su clon parecían algo cansados. No obstante, no pidió entonces detener el combate y, en su lugar, amagó un ataque contra la replica.

*se queda*

Aparecí en la sala de entrenamiento, justo al lado de la puerta, con un amago de sonrisa en el rostro. Había pasado bastante tiempo desde la última vez que nos vimos, y ya era hora de solucionarlo. Además, por lo que había podido ver, no parecía que el chrysos fuese a escribir más: ya llevaba varias semanas sin añadir nada a las notas, limitándose a releerlas o esconderlas. Por tanto, no tenía sentido seguir esperando.

Silenciosa, me apoyé en la pared y crucé los brazos, observando al chrysos sin interés, esperando a que terminase. Ya debía de haberme visto, así que dudaba que alargase más el combate. Parpadeé, volviendo la mirada a la replica. Sin duda, la caja del duende resultaba toda una mejora en la oferta de la sala de entrenamiento. Hasta yo misma me sentía tentada a veces a probarla.

El chrysos tardó unos minutos en ver a la líder piscis, enfrascado como estaba en esquivar los golpes de su replica. Pero cuando la vio, no tardó ni un segundo en pedir el final del combate, haciendo que la replica desapareciese al instante.

Lyam se volvió entonces, resollando, hacia la líder, que permanecía al lado de la puerta. Inclinó un poco la cabeza, a modo de reverencia, y esbozando una cordial sonrisa, se dirigió hacia la líder.

—Buenas noches.

Había tardado más en verla de lo que había esperado, pero en ningún momento se le llegó a olvidar su último encuentro, así que no le sorprendía verla ahí. De alguna forma, hasta podía decirse que la había estado esperando.

En cuanto se acercó a mí, descrucé los brazos, apartándome al momento de la pared. Asentí un segundo, como respuesta a su saludo, y luego avancé hacia él. No parecía sorprendido por mi presencia, ni tampoco expectante por lo que pudiese suceder, sino que parecía tranquilo.

—Ha pasado mucho tiempo desde la primera vez que nos vimos —murmuré, deteniéndome a unos metros de él. En nuestro encuentro en la enfermería no lo advertí, pero ahora que estaba frente a él, y en comparación conmigo, me parecía bastante alto—. ¿Cómo te encuentras?

Ladeé la cabeza, curvando un poco los labios.
No solo me resultaba más alto de lo que recordaba, sino que también podía apreciar ciertos cambios en él: tenía el pelo más largo, la piel más morena, tostada, y un feo corte en el índice derecho. También parecía que había ensanchado y engordado un poco, pero lo que más me llamaba la atención era la expresión sosegada que tenía.

El chrysos se encogió levemente de hombros. Se encontraba bien, sin novedad: en los últimos meses no había hecho demasiadas cosas interesantes, aparte de aprender a nadar, claro. Pero dudaba que a la líder eso le interesase. De hecho, dudaba que le interesase siquiera cómo se encontraba ahora mismo, a pesar de la pregunta. Era una líder, a fin de cuentas: tenía cosas más importantes por las que interesarse, o al menos, debería tenerlas.

—Bien —acabó respondiendo. Suspiró—. Ahora mismo algo cansado, pero bien.

Parpadeó, y se llevó la mano izquierda al hombro derecho, apartando un segundo la mirada de la piscis. Cuando volvió a mirar a la líder, su expresión había adquirido un matiz más serio.

—Tengo las notas con todo lo que me pidió, con todo lo que logré recordar, en los dormitorios. Si espera aquí, se las traigo en un segundo.

Alzó las cejas.
Resultaba absurdo enredarse en una conversación cuando lo único que ella quería eran esos papeles. Y él tenía cosas mucho mejores que hacer que hablar de banalidades con la piscis.

Cuando me había aparecido en la sala, no había esperado que él precisamente sacase el tema de las notas ni, mucho menos, que lo hiciese cuando apenas llevábamos unos minutos hablando. Por eso mismo, en cuanto escuché su segundo comentario, no pude evitar sorprenderme, llegando incluso a alzar un segundo las cejas, abandonando momentáneamente mi habitual inexpresividad. Parecía que no había cambiado solo físicamente en los últimos meses, sino que también había adquirido cierta resolución en cuanto a este tema. Aunque, bien pensado, resultaba complicado que se mantuviese igual que hace unos meses, cuando no era más que un manojo de dudas convertido en persona.

Sonreí.
Que fuese directo no solo me sorprendía: también me agradaba. No tenía ningún interés en hablar con él, ni en saber nada más de él. Ya sabía lo suficiente, y ya tenía mi juicio formado acerca de su persona. No necesitaba más.

—Te acompaño —murmuré, acercándome a él. Le agarré la muñeca izquierda—. La sala de entrenamiento, al igual que la enfermería, no es un buen lugar para hablar de según qué cosas.

Y desaparecimos.

*se van ~*

Comencé con un calentamiento suave, más fuerte cada vez, preparándome para el combate sin cansarme, pero centrándome. Hice incluso algunos ejercicios con Värdjas, hasta sentir que también los brazos y los hombros estaban flexibles, preparados para la batalla. Después la dejé, porque prefería empezar sin ella, y tomé una espada normal, más ligera, y cuando estuve listo me acerqué al duende, al que podía pedir enfrentarme a quien más desease para fortalecerme y mejorar mis capacidades.
Había pensado en aquello muchas veces, pero nunca había encontrado el valor para hacerlo. Pero aquella tarde me sentía preparado para enfrentarme finalmente a su imagen. O aquello creía.

Apreté los puños, dispuesto. Tampoco pasaba nada si fallaba. Volvería a intentarlo.

-Quiero enfrentarme a Lea Seimz. Sin piedad -recité, muy serio.

Ella apareció ante mí, con su espada doble, algo distinta a ella pero siendo ella. Y entonces el combate comenzó.
Era rápida, como siempre. Y aquella no tenía escrúpulos. Me heriría si no detenía un golpe, sin dudarlo. Y yo, sin embargo, aunque paraba y atacaba, seguía siendo capaz de alcanzarla.
Me alcanzó una vez en la cara, tan cerca de rebanarme la nariz que llegué a correr miedo, haciéndome un corte sangrante en la mejilla, y también en el brazo. No tenía miedo, y yo tenía miedo incluso a herirla, aunque fuese una mera copia de sí misma.

Los aceros chocaban. Cada vez ella estaba más cerca de alcanzarme, y yo solo podía apartarla con algún empujón o llegar a alcanzarla con uno de mis flagrares. Y ella, con los suyos, me hacía más daño.

Tenía que ser capaz de ayudarla. Y para ello debía ser capaz de enfrentarme a ella.

Llegó a alcanzarme dolorosamente el costado cuando decidí detenerlo. Frustrado, recogí mi espada y abandoné la sala.
Estaba seguro de que podía acabar con ella si me lo proponía, pero no lograba hacerlo. Y no solo con ella.

Pero estaba luchando por protegerlos a todos. Quizás llegase a tener un enemigo que fuese una mujer malvada, alguna vez. Y cuando sucediese...
No podía permitirme fallar.
Y debía poder enfrentarla para poder protegerla con más eficiencia.

*se va*

Corbin entró en la sala de entrenamiento y miró a su alrededor. Ni siquiera había empezado, pero no podía evitar un aire de lo más satisfecho. Por algún motivo, se alegraba de estar allí de nuevo. No era algo que tuviera mucho sentido, pero tampoco iba a darle más vueltas de las necesarias.

Comenzó su entrenamiento habitual como siempre, con los calentamientos pertinentes. Trotó alrededor de la sala, primero de forma normal, con el cuerpo relajado, y poco a poco introduciendo variantes. Corrió de espaldas, en lateral, cambiando de dirección de golpe o agachándose y saltado cada ciertos pasos. El objetivo, en definitiva, era poner el cuerpo en marcha.

Tras un buen número de vueltas, se detuvo para poner en marcha sus articulaciones. De arriba a abajo, como siempre, fue rotando una tras otra, asegurándose de estar perfectamente cómodo. A eso siguieron las series habituales de entrenamiento, aquellas en las que se limitaba a practicar los golpes contra el aire, primero con los puños desnudos y luego con sus guantes, buscando en ellos más precisión que rapidez.

Pero, de hecho, lo que Corbin había ido a buscar aquel día era rapidez. Por eso, una vez terminada la base de su entrenamiento, se dirigió hacia la caja del duende, al tiempo que ponía en orden sus armas, añadiendo al puño la daga. La observó un momento. No había tenido muchas oportunidades de usarla, pero esperaba cambiar eso pronto.

-Alehyss Lester -pidió al duende una vez hubo abierto la caja.

Y el combate comenzó. Aquella Alehyss iba armada con su kusarigama, y mantenía aquella velocidad y agilidad que la caracterizaban. Luchaba de forma segura, tanto que Corbin se veía satisfecho con solo verla actuar, sin dudar, con movimientos precisos, como una auténtica profesional. Claro que Corbin no tenía mucho tiempo para admirarla.

Seguía sus movimientos, protegiéndose o atacando según lo viera conveniente, siempre dispuesto a poner en dificultades al enemigo, aunque este fuera un simple clon. Corbin no dejaba de tomárselo en serio. Y, de hecho, estudió un tiempo el combate antes de ponerse en marcha. Entonces, por fin, hizo el primer intento de adelantar el golpe de ella con uno propio. Eso le supuso un corte en el brazo.

No fue motivo para detenerse. Corbin continuó con su sistema de ataque y defensa, aprendiendo a guiar el combate según la forma de luchar de ella, tratando de aprovecharse de lo que ya sabía. Y, así, una y otra vez intentaba anteponerse a ella, adelantarla en sus movimientos, y se esforzaba por ello incluso a sabiendas de que ella lo superaba en velocidad. Era, de alguna forma, como cuando había luchado con Tormenta; actuar antes de saber qué va a hacer el otro. Solo que, en el caso de Tormenta, había recibido instrucciones. Aquella vez, en cambio, dependía solamente de él.

*Se queda*

Antes de entrar ya sé que la sala está ocupada porque desde fuera se escuchan algunos sonidos, los propios de un combate. De todas formas es un lugar grande, y entro igual, y lo que veo me hace detenerme, alzar las cejas y, por qué no, sonreír.

-Veo que me echabas de menos –comento, cerrando suavemente la puerta a mi espalda, sin respetar su combate al hablar. Uno no sabe cuándo otro enemigo hará acto de presencia. ¿O sí?

Contemplo un momento a mi doble. Es igual que la perra que le rajó la cara a Massen. Deberíamos vernos las caras alguna vez, porque querría devolvérsela.
Sin embargo…

-¿Te atreves con dos a la vez? –inquiero, con una sonrisa entretenida, ladeando la cabeza.

Un trío.
Esa idea me viene a la cabeza, por un momento. Hace mucho que no me dedico a esa clase de estimulantes actividades. Aunque parezca que tiene poco que ver con el combate requiere también de seguridad y una buena capacidad de imposición.

No viene al caso, de todas formas.

Corbin, pese a su concentración en su contrincante, oyó a Alehyss entrar y llegó a buscar, casi al momento, un instante para localizarla. No detuvo, sin embargo, su enfrentamiento. Curiosamente, sin embargo, y pese a la seriedad con que se estaba tomando la batalla (que, por supuesto, encontraba compleja), llegó a esbozar una sonrisa extraña, turbia, mientras enviaba un nuevo golpe, de nuevo en un intento por aumentar su velocidad natural.

Ante la propuesta de la chrysos, no dudó en dirigir a ella un clair ëm yäk, como una señal de ataque; si quería luchar, no podía estar esperando el visto bueno de sus enemigos. Buscó cambiar su ángulo de actuación para mantener a ambas en un rango de visión. Aunque no era lo mismo, no pudo evitar pensar en los horrdtes.

Ver su ataque viniendo hacia mí me arranca un resoplido divertido y enseguida salto a un lado, evitándolo por poco, sin malgastar energía.
Lo malo es que no he calentado.

Desciendo una mano para hacerme con mi propia arma y observo el combate de fuera antes de decidir por dónde entrar. Tras un momento me dedico a tratar de rodear a Corbin para ser capaz de atacar desde algún punto ciego, valiéndome de la existencia de un segundo rival, de otra yo, para confiar en que no sea capaz de centrarse perfectamente en todo.
Es una estrategia ruin, la de atacar por la espalda, pero cuando se trata de salvar la vida no denominaría nada de esa forma.

No hay ley, al fin y al cabo.

No me lanzo de momento, solo tanteo.

Corbin tenía que hacer esfuerzos considerables para mantener a ralla a la copia, pero el saber que había alguien más acechándolo llegaba a disparar sus instintos más básicos. Trataba de mantener a ambas en su campo de visión, aunque parecía evidente que Alehyss, que no se decidía a atacar, estaba buscando algún punto discreto desde el que lanzarse.

Por el momento, pues, Corbin se esforzaba por reducir al clon, atacando sin piedad. Lo más sencillo era, pronto descubrió, alcanzarla con el filo del puñal, ya que tendía a preparar los golpes especialmente para golpear con los nudillos y aquello le daba un rango de golpe extra. Ella, por su parte, tampoco daba tregua.

Corbin, de todas formas, seguía intentando ir un paso por delante. Por una parte, porque quería potenciar su velocidad. Por otra, porque eso suponía marcar el ritmo del combate.

La modificación de su arma es algo a tener en cuenta, desde luego. Me doy cuenta de lo que implica a tiempo, mientras veo cómo me ataca, pero siendo la expectadora y no la atacada. Es una sensación extraña.
Creo que puedo aprender de ello.

En un movimiento veloz comienzo a girar la pesa, permitiendo que de apenas un par de vueltas para ganar velocidad antes de lanzarla hacia su pie izquierdo. Si lo atrapo trataré de desestabilizarlo con un tirón, y si no lo hago me bastará un gesto similar para recoger la cadena y volver a girarla, alerta.

Mi buena amiga, la copia, podrá encargarse de alcanzarlo, entonces, mientras lo distraigo.

Estoy calentando aún. Dadme un respiro.

Corbin vio por el rabillo del ojo cómo Alehyss se preparaba, pero no tenía mucho tiempo para cubrirse de ella mientras su compañera trataba de alcanzarlo, una y otra vez. Como el clon estaba más cerca, Corbin centraba en ella la mayor parte de su atención.

Por supuesto, eso no hizo que no notara el metal rodeando su tobillo, aunque sí que no pudiera evitarlo. Sabiendo (o imaginando) lo que vendría a continuación, Corbin lanzó una patada con la izquierda hacia la clon. Aunque Alehyss tirara de su pierna, él, que supiera, tenía más fuerza. El golpe a la clon se vería frenado por el arma de su compañera, pero el movimiento podría servir para obligar a Alehyss a acercarse un poco.

Invocó un ebrain aitchbrëa para ganar algo de ventaja sobre ellas.

Muy inteligente. Se me escapa una sonrisa, incluso. Pero no olvidemos, Corbin, que esto es serio.

Cuando noto cómo la cadena empieza a tensarse no espero un momento y me dejo ir hacia adelante, hacia él, impulsándome, aprovechando el tirón para recortar más la distancia. Pese a la ceguera, lo he ubicado, por lo que termino mi ofensiva.
Esta vez no dudo y lanzo un tajo que lo recorra del hombro izquierdo hacia la cadera derecha. Pero me mantengo preparada para un posible contraataque, que he visto a lo que se está dedicando y prefiero tener cuidado.

-Chrysantae –siseo al tiempo, pretendiendo aprovechar, al menos, el contacto con su pierna.

Aunque sea para hacerlo reír.

FdR- Tira tú el dado XD

El hecho de que la chica accediera a acercarse con tanta facilidad fue muy grato para Corbin. La clon, por su parte, parecía haberse unido al sistema de ataque, y lanzaba su propia cadena contra él, buscándolo. Corbin extendió una mano hacia cada una, tratando de adelantarse a sus movimientos, y lanzó sendos clair ëm yäk contra ellas, ambos hacia el vientre.

Llegó, aún así, a sentir el corte de Alehyss. Sus defensas, sin embargo, consiguieron hacerlo un tanto más superficial. Sintió, además, un leve consquilleo en el tobillo, pero tan débil que ni siquiera se preocupó por él. Tenía mucho que contraatacar.

Fdr- Pauze
Fue un tres, por cierto 83

Nada más ver cómo me apunta movilizo la mano de la cadena, libre en este momento, y la interpongo entre el ataque y yo, recibiéndolo mejor con el antebrazo. Evito soltar quejido alguno, pese al impacto, y me impulso hacia si derecha, buscando rodearlo con agilidad para aprovechar que tengo su pie izquierdo asido.
Si consigo utilizar la cadena para rodear sus piernas lo entorpeceré, por lo que busco que ascienda en diagonal hasta la altura de su rodilla, mientras me desplazo, de forma que le sea más difícil saltarla.

La movilidad es importante. Si la pierde será más asediable.
No me fío de sus puños, pero estoy empezando a entrar en calor y me siento bastante preparada para este enfrentamiento.
Porque no estoy sola.

Aunque tampoco es que considere a la otra yo una aliada. Es, más bien, una herramienta,

Corbin era plenamente consciente de su desventaja. También era plenamente consciente de que, al contrario que la última vez, aquella no tenía un túnel por el que escapar. Tampoco quería escapar. Una parte de él llegaba a ser consciente de que no había un peligro real. Además, no le gustaba esconderse del enemigo; disfrutaba mucho más enfrentándolo.

Así pues, trataba de manejarse con ambas. Y, aunque no actuaban como un equipo, Corbin podía ver claramente que ambas usaban alguna clase de estrategia. Alehyss se movía en la retaguardia, buscando crearle dificultades y dejando que la otra hiciera el trabajo sucio. La doble, por su parte, atacaba más cerca, aunque no con menos tiento o habilidad. Pero Corbin necesitaba quitársela de en medio si quería evitar que los golpes de Alehyss lo alcanzaran.

Girando sobre sí mismo, trató de propinar una patada lateral, en el costado, a la doble. Eso le permitiría, esperaba, desenredarse un tanto del agarre de Alehyss, o al menos no hacerlo más firme. Tras el golpe, buscó a la doble con su arma, dispuesto a apuñalarla.