Sala de entrenamiento

Mi idea del escudo no pareció convencerla. Supuse entonces que, para asegurar que nada se me fuera de las manos, debía moderar el nivel de mis hechizos para ir calculando cuánto podía soportar. No tenía intención de hundirla. Aunque tampoco quería subestimarla solo por la forma en que hablaba de sí misma.

Decidí comenzar por un hedri. Por una parte, era un hechizo que podía imponer a simple vista. Era capaz de invocar un total de cinco elementales, más que dispuestos a lanzarse al ataque por mí. Sabía que era una visión que podía imponerle respeto. Pero, por otra, también me facilitaban la forma de manejar la situación, ya que podía elegir lanzarlos por turnos, de forma que no le harían tanto daño. También podía lanzar un par a la vez, para hacerla dudar en su intento de esquivarlos.

Por el momento, decidí limitarme a gestos simples, mientras medía qué tal se movía. Manteniendo una sonrisa tranquila para asegurarme de que no se bloqueara por sentirse demasiado atosigada, lancé el primero de mis elementales contra ella, sin intención de darle directamente, sino de rozar su mejilla. No necesitaría grandes esfuerzos para esquivarlo. Después lanzaría otro de manera similar, pasando junto al borde de su cuerpo, de tal forma que viera acercarse el peligro. Eran lanzamientos rápidos, porque quería que no se confiara por verme insegura en mis movimientos. A mí, además, me servía para buscar una precisión muy exacta en dónde quería dirigir mis golpes.

Pronto me quedó claro que no estaba acostumbrada a moverse en combate. Parecía que no sabía cómo economizar energía y movimientos, y su nerviosismo era patente. Aunque, como yo misma le había dicho, las cosas no se sabían desde el nacimiento. Con práctica, mejoraría.

Su gesto resultó muy evidente y algo dubitativo. La esperé con calma, demostrándole con mi actitud que no había por qué derrochar energía ni ponerse nerviosa, que debía concentrarse. Viendo el nivel que iba demostrando, intentaba servirle de ejemplo.

Fijé la vista en su mano, demostrándole que sabía perfectamente lo que estaba haciendo. No conocía el hechizo, pero eso era lo de menos. Voló hacia mí de forma tortuosa, como era la magia chrysos. Parecía un ataque contundente, al menos por su tamaño. De todas formas, no me fue difícil esquivarlo, y me limité a rotar el cuerpo para verlo pasar de largo junto a mi vientre. Quizás había sido un gesto un poco arriesgado, pero estaba bien calculado y demostraba que no hacía falta hacer grandes movimientos para mantenerse a salvo, sino saber cuándo y cómo moverse.

Prácticamente a continuación de su hechizo lancé yo otro de mis elementales, aquella vez hacia su muslo, buscando alcanzarlo. Con eso podía demostrarle que el enemigo no tenía por qué parar solo porque ella lo atacara, y también podía probar, si no conseguía esquivarlo a tiempo, su resistencia al dolor. No era un hechizo muy fuerte, después de todo.

Tal y como pensaba, su magia resultó bastante más eficaz que sus desplazamientos físicos. Además, contaba con recursos, por lo visto. Lancé los últimos elementales al ver la facilidad con la que su barrera rechazaba el mío, pero no parecía el método más eficaz para comprobar su nivel.

Invoqué yo misma un baadha para detener su segundo hechizo. Al verlo deshacerse al tiempo que deshacía mi barrera por completo no pude evitar mirarla impresionada. Le dediqué una sonrisa de aprobación e invoqué un aquaerum en mi mano.

-Eres buena maga -reconocí, contenta de haber encontrado un punto fuerte que pudiera animarla-. Tienes que trabajar más en tu físico. Hacer ejercicios te vendría muy bien. Como lo que hacías antes, cuando calentabas, pero más intensivo.

Mientras hablaba, jugaba con el hechizo, amagando lanzarlo para distraerla. Finalmente, lo dirigí a ella poco antes de acabar la última frase. En aquella ocasión, apunté directamente a su vientre.

Viendo que ni siquiera esperaba a que lanzase mi hechizo para protegerse, lo deshice. No tenía sentido perder energía de esa forma si ya sabía desde el primer momento que iba a detener mi ataque. Invoqué una nueva barrera para parar su ataque, y entonces avancé un par de pasos y lancé con decisión un nuevo aquaerum.

Solo que, en aquella ocasión, no lo dirigí a ella, sino a su escudo. Mi objetivo era golpearlo y alejarlo de donde ella estaba. No me habían pasado por alto sus movimientos.

Sonreí de forma algo más desafiante, buscando su adrenalina.

-Creí que no lo querías -bromeé.

No logro alcanzarla. Mis ataques, aunque potentes, resultan predecibles. Y el gesto levemente frustrado vuelve cuando ella aparta de mí mi objetivo: el escudo. No obstante, cuando habla no reprimo la sonrisa.

-Supongo que he cambiado de idea.

Por probar, invoco un sakröm. Llega a deslizarse algunos centímetros, pero de forma tan lenta y pesada que es evidente que no podría atraerlo hasta aquí de esa forma a menos que me diesen un tiempo del que no dispongo.
Me dirijo entonces hacia ella, avanzando un par de pasos con una firmeza extraña, apuntando esta vez a sus pies cuando invoco el châxsio.

Tengo cuidado de no resbalar en el suelo húmedo por sus ataques.

Su siguiente hechizo no entraba en mis planes, aunque ese sí lo había visto antes. Al parecer, tenía dificultades para atraer su escudo, así que decidí colaborar. De nuevo, envié un aquaerum contra él, asegurándome así de ofrecer resistencia a sus tirones y de dejar el escudo en el suelo.

Comenzaba, además, a acercarme, así que no le convenía concentrarse en algo que le quedaba tan a desmano. Eso sí supo verlo, y atacó. Sin embargo, su escasa puntería y su falta de agilidad hacían sus movimientos muy evidentes, y no me costaba por tanto leerlos. Me preocupé, pues, de saltar para evitar su ataque bajo, y lancé desde el aire un vlino hacia ella. Era una bola rápida, y su aspecto era el de un aquaerum, pero cuando impactó, lo hice estallar con fuerza.

En el momento en que mis pies tocaron tierra, me encogí un poco e hice una mueca, sintiéndome repentinamente culpable. ¿Había lanzado un hechizo demasiado fuerte? Me apresuré a recoger sus gafas, que se habían caído, y a acercarme a ver cómo estaba.

-Creo que me he pasado -murmuré, algo intranquila, ofreciéndole la mano y las gafas-. ¿Estás bien?

Parece que, pese a todo, resistía. Tragué saliva, algo nerviosa, y sonreí.

-Cuanto más lo vives, mejor lo llevas -expliqué, encogiéndome de hombros-. Tienes una magia fantástica. Deberías ponerte bien en forma para poder usarla. Pero mejor otro día, ¿no? Ha sido divertido. Podemos hacerlo más veces, si quieres.

Me encogí de hombros.

-Quizás también tengas que entrenar tu confianza -sugerí-. Creo que lo haces mejor de lo que piensas. Y todo se puede mejorar.

Sonreí. Me gustaba verla tan animada, pese a su evidente cansancio. Sí, tenía que entrenar su forma física urgentemente. Pero su magia era muy prometedora.

Recogí el escudo y se lo tendí.

-Pasa por la enfermería si te encuentras mal -propuse-. Aunque no es más que un golpe. Se te pasará solo en unos días. Mejor que eso te viene dormir bien.

Y yo también debería ir pensando en ello. Juntas, abandonamos la sala.

*Se van*

El chrysos decidió aprovechar la ingente cantidad de tiempo libre que tenía hoy para dedicarse a entrenar. Los últimos días había dividido aquel tiempo entre entrenamientos y lectura, por lo que no le vendría mal tomar una sesión más intensa de prácticas: a fin de cuentas, a pesar de que su manejo con la espada había mejora sustancialmente, el chrysos consideraba que todavía podía aprender más, que todavía podía mejorar sus movimientos, y a eso pensaba dedicarse hoy.

Al entrar en la sala, comenzó a trotar alrededor de esta; tras un tiempo que consideró suficiente, el chrysos se detuvo, y su calentamiento pasó a rotaciones de articulaciones, preparando así el cuerpo para el combate que pronto pediría. Cuando terminó, sin muchas dudas, el chrysos se dirigió a la caja del duende, y al igual que había hecho las últimas ocasiones, pidió:

—Quiero un combate contra Alehyss Lester.

Y justo cuando la replica apareció e hizo amago de moverse, él mismo se lanzó contra ella.

*se queda*

Tras charlar un poco con Silvanus, escuchando sus historias más que participando con las mías, resistiéndome a los temas banales, termino por decidir que antes de terminar el día un poco de actividad me vendrá bien. Al menos sentiré que hoy he hecho algo más que perder el tiempo y perderme en conversaciones poco interesantes a nivel práctico.

Lo que veo cuando entro...
Bueno, ya me he encontrado esta escena varias veces. Una copia de mí enfrentándose a alguien más. No me sorprende, exactamente.

-Diría que soy la persona más odiada de Palacio -comento, sin embargo, con una sonrisa entretenida, acercándome a una zona desocupada para empezar algunos calentamientos.

Yo misma la enfrento algunas veces. Quizás ella sea la persona más odiada de Palacio, en ese caso. La "yo" de Ignis.

A pesar de lo concentrado que estaba en buscar un hueco en las defensas de la replica de Alehyss, el chrysos se dio cuenta de que alguien había entrado antes de que la Alehyss real hablase. No miró, sin embargo, hacia la puerta hasta que escuchó la voz de la muchacha, momento en el que detuvo un movimiento y retrocedió, dándose a sí mismo unos segundos para responder.

—Qué observación más pesimista —comentó, esbozando una sonrisa jocosa. Luego volvió la vista a la replica, que dirigía un ataque hacia él, y se apresuró a esquivarlo, desplazándose todo lo veloz que pudo hacia un lado, no pudiendo evitar, sin embargo, que la kusarigama le rozase un brazo.

Continúo con los ejercicios, tranquila, mirando el combate de reojo. Le presto atención. Me interesa, además, ver mis movimientos desde fuera. Aunque soy algo reacia a pensar que una copia pueda estar realmente a mi altura. Una persona, por mucho que siga un patrón, sigue teniendo un libre albedrío que, considero, es lo que marca la diferencia.

-No es pesimista si no me resulta desagradable. Pero empiezo a pensar que es cierto.

O, arrogantemente, podría pensar que soy hábil.

Termino con mis ejercicios, no han sido mucho más que una formalidad, y me acerco a la zona de las armas. Quería probar una cosa esta vez, aunque no tengo claro con qué herramienta.
Me dedico a repasarlas, como si buscase en una tienda algo que me convenciese.

El chrysos no prestaba demasiada atención a la Alehyss real. Se mantenía envuelto en el combate, sin permitir que la presencia de la chrysos auténtica afectase a los movimientos que él dirigía en contra de la replica. No podía negar, no obstante, que se sentiría más cómodo si Alehyss no estuviese delante; resultaba un tanto extraño sentirse observado por la persona en la que se basaba la replica a la que te enfrentabas.

Al igual que en todos sus enfrentamientos, las acciones del chrysos se centraban en esquivar y en buscar oportunidades para atravesar al clon, sin importarle en exceso los golpes que él mismo podía recibir. Así, en varias ocasiones en las que intentó ensartar a la replica, el chrysos notó cómo la hoja de la kusarigama se le hundía en la piel, haciéndole soltar un leve quejido, pero sin que esto afectase a la trayectoria de su ataque, que en aquellas ocasiones terminó por simplemente incrustarse en zonas no letales.

—Bueno, el hecho de que además de odiosa también seas hábil ayuda un poco —respondió, mirando de reojo a la chrysos, aprovechando un momento en el que tanto él como la replica habían retrocedido—. ¿Qué estás buscando...?

Sin esperar respuesta, volvió la vista hacia su rival.

Lo dejo enfrentándose a la otra yo, sin poder evitar reprimir una sonrisa a su comentario. No sé si me lee la mente o resulta que no soy tan arrogante por atribuirme cosas como esa.
Siendo sincera, tengo bastante clara la realidad. Con arrogancia o sin ella. No me considero, tampoco, el arma letal definitiva.

Ignoro sus quejidos cuando lo hieren. Estando aquí no le pasará nada. No es peligroso y no necesita ayuda. Puede él solo.

Observo un par de armas más antes de mirarlo de reojo y responder.

-Verás, quiero practicar puntería. Pero la de la bola del extremo de mi cadena no me sirve. Busco algo más lineal... Pero no sé si arriesgarme con algo como puñales o más bien con un arco o...-. Mis ojos se desvían hacia una ballesta. ¿Será acaso muy exagerado?.

A pesar de que se mantenía atento al combate, el chrysos también esperaba la respuesta de la muchacha. Sentía una ligera curiosidad por lo que la llevaba a buscar armas. Se preguntaba qué quería probar exactamente. Cuando la respuesta llegó, no obstante, tardó unos segundos en responder, concentrándose entonces solo en la replica de Alehyss, esquivando un nuevo golpe. A diferencia de antes, esta vez no buscó atacarla de nuevo, sino que, dirigiéndose al duende, dijo:

—Fin del combate.

Y la replica desapareció.
Libre de cualquier enfrentamiento, se volvió hacia Alehyss.

—Si yo fuese tú, probaría con un puñal. —Sonrió—. En parte porque me gustan personalmente, y en parte porque no te veo cargando con un arco o ballesta y con tu kusarigama. Si practicas puntería, lo mejor sería que fuese con algo que pudieses incorporar a tu equipo de lucha habitual.

Pone fin al combate. Llego a alzar la vista para verme desaparecer, pero enseguida vuelvo a lo que estoy haciendo. Repaso con los dedos el arco de una ballesta, pensativa, mientras lo escucho hablar, sin mirarlo.
Frunzo un poco el ceño, pensativa.

-Sí, un puñal es apto. Además tengo uno -comento, concentrada sin embargo en el inusual arma-. Pero para lo que busco creo que esto es lo mejor. Aunque dudo que yo pueda manejarla con demasiada soltura -añado, esbozando una sonrisa algo tensa.

No obstante, la cojo. Pesa más de lo esperado.
Aunque supongo que es de esperar que pese, claro. Si fuese capaz de tirar con esto, algo más ligero pero de mecanismo semejante tendría, por fuerza, que hacerlo más fácil.

Me vuelvo hacia él con una sonrisa entretenida, apuntándole a la cara. Aunque no está cargada. No tiene que temer.
Porque si lo estuviera y me viese en su situación, desde luego, yo temería.

-Se usan para traspasar armaduras -comento, bajando el arma-. Son muy difíciles de cargar.

El chrysos frunció un poco el ceño, confuso. No entendía por qué Alehyss, si creía que no podía manejar una ballesta bien, pensaba practicar con ella. Le resultaba absurdo, una perdida de tiempo. De nuevo, se preguntó qué era exactamente lo que quería practicar: ¿puntería? ¿Solo? ¿O algún tipo de puntería especial que él no conocía? Ladeó levemente la cabeza.

—¿Vas a practicar con dianas, entonces? ¿O...? —Alzó las cejas. Sonrió—. ¿Por qué la ballesta? Parece... Complicado.

Él nunca había cogido una, ni se le había ocurrido nunca probarlas.
Ensanchando al sonrisa, pero sin llegar a soltar la espada, alzó los brazos cuando Alehyss lo apuntó con el arma, entretenido, como si se estuviese rindiendo ante el gran poder de quien tenía delante. Aún con los brazos levantados, escuchó con atención la explicación de Alehyss, arqueando las cejas.

—¿En serio? —Se acercó a la chrysos para ver la ballesta, que ahora ya no le apuntaba. Sin llegar a tocarla, la observó con atención, frunciendo un poco el ceño—. ¿Cómo? ¿Tan fuertes son?

-Estás muerto -comento, entretenida, bajando el arma.

Asiento, poniendo bastante seguridad en el gesto. Dejo que observe el arma un momento, contemplándola también. No las he visto a menudo.

-De hecho, no diría que es complicado. Es difícil cargarla, y el retroceso es potente. Pero diría que es más sencillo que lanzar una flecha o un puñal. Allí donde apuntes, irá. Dispara sola, al fin y al cabo. Para lanzar puñales hay que tener en cuenta el giro y el arco que formarán los tiros-. Me encojo de hombros con suavidad. Debería colocar una diana y un muñeco. Es la mejor opción-.Me interesa este tipo de disparo. Es muy mecánico y resulta cómodo. Además, la potencia no depende de tu fuerza.

Le tiendo el arma, cargándosela en los brazos, para ir a por lo que necesito: una diana y un muñeco de entrenamiento.

-Por lo general, la gente no es tan fuerte. Con magia se pueden conseguir grandes cosas, pero un arco no traspasa el hierro. Es una buena forma de derribar jinetes acorazados, por ejemplo. Pero a nivel individual, flaquea...

Cuando he dejado todo en su sitio, voy en busca de los dardos. Lo malo de la ballesta es que es un arma bastante aparatosa. Puedo usarla ahora por curiosidad, pero a nivel real me resultaría poco práctica.

Rió.

—Una vida corta pero intensa, entonces.

Escuchó con atención la explicación de Alehyss, absorbiendo sus palabras, interesado, apartando de vez en cuando la vista de la ballesta para mirar a la chica. Se preguntaba, ahora, cómo se cargaría una ballesta; sentía una repentina curiosidad por el arma: parecía interesante, aunque nunca llevaría algo así a un combate real.

—Parece... Interesante. —Ladeó la cabeza. Sonrió—. Sigo prefiriendo los puñales. La costumbre, supongo.

Ya de pequeño probaba a lanzarlos, a fin de cuentas.

Enfundó la espada cuando Alehyss hizo ademán de tenderle el arma, y una vez tuvo las manos libres, cogió la ballesta, sorprendiéndose por lo pesada que resultaba, y la observó un segundo más, antes de poner su atención en la chrysos. Después de que la muchacha hablase, Lyam volvió a bajar la vista al arma.

—Pero sigue siendo hierro... —murmuró, todavía algo confundido.

Alzó el arma, apuntando con ella primero a una pared, luego al suelo, y finalmente a Alehyss.

—¿Sabes cargarla?