Sala de entrenamiento

La grieta ya va cogiendo forma. -Brrogëo.- Repito, con calma. He conseguido hacerme con la correcta pronunciación del hechizo y de cómo la magia ha de fluir por mi para realizarlo. Ahora sólamente me queda practicar.
El hechizo que sumerge la sala de entremaniento es de lo más eficaz, pues no solo repone fuerzas y sana sino que también recupera las pérdidas materiales producidas en el lugar, por lo que las grietas que abro en el suelo rápidamente son restauradas, lo cual supone un gran alivio.
-Venga, esta vez una grande...- Me animo. Con ambas manos proyectadas hacia delante, me tomo mi tiempo y junto magia en mis palmas, para luego sentir como brota y golpea el suelo, rasgándolo y haciendo que se parta en dos en una considerable grieta delante de mi.
Sonrío, contenta.
Me asomo a verla mejor pero descubro que a pesar que el largo y ancho de la grieta me convence, no lo hace su profundidad...- Supongo que tengo que seguir practicando.- Me rasco la nariz.- Está bien, seguiré un rato más y ya.-Me consuelo.

*al cabo de un rato, se larga XD*

Corbin corría por la sala con el trote ligero que indicaba que estaba calentando. Procedió a dar varias vueltas a la gran habitación, cambiando de golpe la dirección cada cierto tiempo para evitar que el cuerpo se le acostumbrara a un ritmo concreto y mantenerlo así activo. Corrió en lateral, mirando tanto el interior de la sala como sus paredes. Corrió de espaldas, procurando que aquello no dificultase el seguir la línea de recorrido. Practicó en su avance ejercicios de saltos, flexionó las rodillas, ejercitó los brazos y relajó los músculos de todo el cuerpo. Cuando dio el proceso por terminado, relajó bien el cuerpo, preparándose para trabajar.

Aquel día, Corbin había decidido dejar de lado sus prácticas de velocidad para concentrar sus esfuerzos en mejorar la fuerza. El chico no solía usar las pesas y maquinarias disponibles en la sala de entrenamiento, pero no por ello le parecían inútiles, y sabía que le convenía conocer las capacidades de sus músculos y medirlas de vez en cuando. Tras el calentamiento, procedió pues a dirigirse a aquella zona, y en seguida puso los músculos a trabajar. Se preocupó de ejercitar las piernas, así como los abdominales, pectorales y espalda, e incluso introdujo ciertos ejercicios que requerían las acciones del cuello. Por último, se tumbó bajo unas grandes pesas y las tomó con las manos, para proceder a ejercitar los brazos. Se aseguró de que el peso fuera suficiente como para resultarle un reto, pero no tanto como para que el ejercicio fuera inviable, y procedió con ejercicios.

Cuando Corbin dio aquello por finalizado, se levantó y volvió al trote ligero. En aquella ocasión, buscaba relajar el cuerpo y recuperar la flexibilidad de los músculos, esencial a la hora de proceder con el combate. Pero, cuando empezó con sus ejercicios de técnica, lo hizo dejando a un lado sus puños y su daga. En su lugar, tomó en las manos dos pesas más pequeñas pero igualmente pesadas, y procedió con sus habituales series de movimientos, asegurándose de que el peso extra no suponía un problema. Cuando añadió los movimientos de piernas, puso alrededor de los tobillos otra serie de pesos que lo obligaran a ejercer una mayor fuerza para practicar.

*Se queda*

Había salido finalmente de la enfermería hacía un par de días, pero no había vuelto a entrenar porque el médico me había recomendado tomarme un par de días de reposo. Hoy, sin embargo, me encontraba bien y dispuesta no para volver a la rutina de mis entrenamientos anteriores, sino para endurecerlos. No quería que se repitiese lo de la misión. No quería volver a sentirme tan inútil. Así que entrenaría todos los días, sin descanso, hasta convertirme en alguien lo suficientemente fuerte como para vencer a un rival.

Salí de los dormitorios e inicié un trote por los pasillos que fue aumentando el ritmo conforme me acercaba a la sala. Al llegar, me encontré con que Corbin ya estaba ahí, entrenando, así que le dediqué un saludo con la cabeza y amable un:

—Buenas tardes.

Pero no me detuve entonces, y pronto seguí con mi carrera alrededor de la sala, intentando en todo momento no molestar al claritas con su propio entrenamiento, cuidándome de no dirigirme hacia aquella zona. Cuando terminé, comencé a estirar, y luego desenvainé la espada y me dirigí a la caja del duende.

Corbin imaginaba enemigos a los que dirigir sus golpes cuando un movimiento por el rabillo del ojo lo hizo volverse, y se encontró con una Inger dispuesta a comenzar su propio entrenamiento. Le dedicó un asentimiento como saludo, antes de continuar con su propio ejercicio de brazos y piernas.

En lo que practicaba su técnica, Corbin decidió mantener vigilada a la caeruleus y estudiar su manera de moverse. Hacía mucho que no la veía luchar, pero no dejaba de ser una persona interesante. Su condición de caeruleus le confería la posibilidad de cegarlo, y Corbin había dedicado algún tiempo a estudiar cómo podía utilizar la ceguera a su favor en combate.

Sin embargo, no la molestó. Dejó que ella se dedicara a su entrenamiento, limitándose a observarla mientras seguía con el suyo, interesado.

Tras un momento de duda, finalmente pedí:

—Quiero un combate contra Rick Dehnel.

Rick era un guerrero fuerte y grande. Nuestras formas de lucha eran completamente diferentes (solo hacía falta ver nuestras respectivas espadas), así que sería un rival interesante. Lo que buscaba era probar mi propia técnica, no mi agilidad o velocidad. Sabía que era más rápida que Rick, a fin de cuentas.

En cuanto la replica apareció, retrocedí, esquivando un golpe, y al momento me enzarcé en el entrenamiento con el flamma, buscando en todo momento esquivar sus golpes, intentando defenderme con la espada solo lo justo: Rick era mucho más fuerte que yo, así que no estaba convencida de que optar por bloquear su ataque fuese una gran idea. Por si algo fallaba o así. Lo cierto es que Värdjas llegaba a imponer. A la vez que esquivaba sus golpes, buscaba momentos en los que atacarle y amagaba en cuanto veía una ocasión. Intentaba no cegarlo, así que mis ataques mágicos se limitaban a Âchnams que lanzaba contra el brazo que dominaba a Värdjass. No obstante, Rick era un enemigo fuerte, así que pronto me vi empleando Garves para cegarlo, aumentando así mis probabilidades de éxito en las ofensivas.

A pesar del combate, intentaba no molestar a Corbin.

Corbin continuaba, alternando puños y patadas, manteniendo un ritmo claro y una precisión cuidada en sus movimientos. Y, sin embargo, la atención estaba centrada en Inger. Había escogido a Rick como contrincante. Corbin se había enfrentado al flamma, tanto a través del duende como de forma directa. por supuesto, Inger tendría capacidades distintas a las suyas, y a ella no se había enfrentado. Verlos luchar sería, por fuerza, de provecho.

A Corbin no le pasó por alto la rapidez de la chica, ni la forma en que sacaba partido de ella para alejarse de los ataques de Rick en lugar de rechazarlos. Tampoco le pasaba por alto que, para su decepción, no sacaba mucho partido a la posibilidad de dejarlo ciego. Sí utilizaba otros hechizos, que Corbin evaluó como no demasiado potentes. Y, al final, cedió al instinto básico de ganar ventaja, y Corbin se dedicó a observar cómo aprovechaba las breves cegueras.

Cualquier dato al respecto que las acciones de Inger le diesen le resultaría útil.

En el momento en que comencé a cegarlo, noté cómo ganaba una cierta ventaja. Ahora, en vez de dedicarme solo a esquivar o atacar, aprovechaba los momentos en los que Rick intentaba una ofensiva para cegarlo y contraatacar, buscando cortar carne. Aunque solo fuesen unos segundos, así resultaba más sencillo enfrentarse a alguien, y precisamente por eso no había querido tener que recurrir a aquello: si me enfrentaba a otro caeruleus, entonces mis hechizos no tendrían ningún efecto, y a un claritas con un nivel mágico superior al mío, como la claritas de la misión, no le supondría un gran esfuerzo bloquear el garves.

Sin embargo, Rick era flamma, así que al final sí logré, encadenando una serie de garves, derrotarlo, hundiendo la espada con fuerza en su carne.

—Fin del combate —pedí. A cambio, yo también tenía algunas heridas, aunque ninguna parecía demasiado grave. De todas formas, debía entrenar más con el flamma.

Terminado el combate, me volví hacia Corbin, curvando un poco los labios.

—¿Qué tal?

Corbin observaba, consciente de que la ceguera suponía una gran ventaja para la chica y buscando formas en su cabeza que pudieran indicarle cómo contrarrestarla. Por supuesto, estaba la magia, pero magia contra magia solo equilibraba la balanza, y Corbin lo que quería era inclinarla a su favor.

Cuando el combate terminó, el claritas ya estaba ralentizando sus movimientos, y no tardó en detenerse. Dedicó a Inger una nueva inclinación de cabeza, justo antes de agacharse para retirar los pesos de sus piernas.

-Interesante pelea -comentó con su habitual tono monocorde, aunque de buen humor-. Bien, gracias. ¿Y tú?

Se dirigió hacia la zona de las pesas, y allí dejó el equipamiento que había estado utilizando.

Observaba a Corbin mientras me recuperaba del combate, sonriendo un poco. No le había prestado mucha atención antes, pero parecía que había estado haciendo pesas.

—Supongo que hubiese sido más interesante si no jugase con la ventaja de poder cegarlo —murmuré, encogiéndome un poco de hombros. Luego suspiré—. Yo salí hace poco de la enfermería, así que... —Esbocé una mueca—. Tengo que ponerme al día con los entrenamientos. Pero, bueno, supongo que bien. Podría estar peor, ¿no?

Me preguntaba si Corbin sabría lo de la misión de Aqua. Esperaba que, en caso de que supiese de su existencia, no supiese que me habían derrotado.

Corbin no estaba de acuerdo, y así se lo hizo saber, moviendo la cabeza en un gesto de negación. Él consideraba aquella posibilidad de ceguera una ventaja digna de uso.

-Él tiene otras habilidades -repuso, convencido de su postura-. Lo lógico es que tú des uso a las tuyas tanto como puedas. Si no lo hicieras, daría más bien la sensación de que estás subestimándolo, y tampoco aprenderías a sacar provecho de tus ventajas.

El comentario de la enfermería recordó a Corbin lo que Alehyss le había dicho de Aqua. Una misión peligrosa que la había dejado insatisfecha. Quizás Inger hubiera tenido una experiencia similar. Si era el caso, a Corbin le convenía averiguarlo.

-¿En la enfermería? ¿Has estado trabajando fuera?

Por supuesto, podría tratarse de cualquier otro tipo de baja, pero la posibilidad seguía ahí.

Asentí.

—Eso es cierto, pero me gustaría no depender mucho de ese hechizo. —Sonreí—. A los caeruleus no les afecta. Tú, quizá, podrías contrarrestarlo. Si quiero ser verdaderamente fuerte, no puedo depender mucho de él, y por eso hoy intenté no utilizarlo tanto de costumbre.

Su siguiente pregunta me hizo borrar un poco la sonrisa. Asentí de nuevo, encogiéndome un poco.

—He estado fuera, sí, en una misión. Hacía mucho que no iba a una, así que fue interesante, pero a la vez algo decepcionante. —Suspiré. Negué suavemente—. De todas formas, no pienso acabar decepcionada con la siguiente. —Lo miré—. ¿Tú has ido a algún sitio últimamente?

Corbin asintió. Por supuesto, no era a eso a lo que se refería.

-Contra cada enemigo hay que apoyarse en ventajas diferentes -replicó, encogiéndose de hombros-. Pero mientras se te dé la oportunidad, no hay motivo para rechazarlo. Para evitar la tentación, te vendría mejor enfrentar a un caeruleus o a un claritas.

No dio muchos detalles de su experiencia, lo cual lo decepcionaba a él. De todas formas, no insistió. Por su forma de hablar, parecía que se trataba de Aqua. O eso, o todas las misiones habían salido mal en los últimos tiempos. Se preguntó quién más habría ido y podría facilitarle datos más interesantes.

A la pregunta, asintió.

-No me he ido muy lejos -explicó-. Participé no hace mucho en un duelo doble, no muy lejos de Brontë. Una experiencia de lo más gratificante, desde luego. Tanto mis adversarios como mi compañera demostraron estar a la altura de las circunstancias.

Me reí con suavidad al escuchar su respuesta. Aunque tenía razón. Si me enfrentaba a un claritas o caeruleus, entonces evitaría centrarme en el garves.

—Entonces para la próxima le pediré al duende un enfrentamiento contra tu replica. —Lo miré—. Aunque no estoy muy segura de que pueda hacerte gran cosa.

Dudaba, de hecho, que pudiese llegar a vencer a la replica de Corbin. No me importaba, sin embargo: aquel sería un entrenamiento interesante; no solo me vería obligada a reducir mi empleo de garves, sino que también estaría obligada a esforzarme mucho más si quería conseguir algo con mis ofensivas.

Escuché con atención sus palabras sobre el duelo. Bueno. Al menos alguien había disfrutado en su último encargo.

—Parece interesante —murmuré. Ladeé la cabeza—. Y al menos un encargo ha salido bien. —Suspiré. Parpadeé—. ¿Tienes pensado ir a más duelos? ¿O vas a centrarte en otro tipo de misiones?

Corbin tendría que evaluar la situación un momento más para saberlo. En realidad, no le parecía que entre él y Rick hubiera tanta diferencia, y dudaba que un simple garves pudiese marcarla. El flamma había conseguido ponerlo en apuros en más de una ocasión, y en cuanto a Inger, era bastante más rápida que él, lo que le daría problemas para alcanzarla.

De todas formas, él no era nadie para declarar sus debilidades. Sencillamente, se encogió de hombros.

-Entonces solo te queda comprobarlo -apuntó.

¿Un encargo que salía bien? ¿Acaso el suyo era, entonces, diferente que el de Alehyss? Le extrañaba que Brontë hubiera tenido tantos fracasos a la vez y que él solo hubiera oído hablar de uno, pero se había prometido no preguntar. Sabía que podía resultar desagradable.

Negó con la cabeza.

-No estoy especializado en ningún tipo de trabajos -explicó-. Me encargaré de lo que se presente. Aunque no rechazaría la posibilidad de otro duelo, por supuesto.

Me reí de nuevo.

—Desde luego. Y cuando descubra todas tus debilidades, entonces retaré al Corbin de verdad.

Lo miré, con un deje desafiante en la mirada. Aunque, bueno, para eso antes tendría que verme contra la replica, suponía. No quería hacer el ridículo delante del claritas.

Su respuesta a mi pregunta no me sorprendió demasiado, pero aun así, tardé unos segundos en responder. Tal y como las cosas habían terminado en Aqua, probablemente no tardaríamos en reencontrarnos con más gente de aquella organización. Cuatro de nuestros enemigos habían terminado huyendo, a fin de cuentas.

—Si vas a Aqua, entonces, ten cuidado —murmuré. Esbocé una tímida sonrisa—. Probablemente te encuentres con enemigos fuertes.

Un brillo de interés nació en los ojos de Corbin en el momento en que escuchó la propuesta. La evaluó un instante, ideando ya estrategias de combate. Después, correspondió a su mirada con una igualmente desafiante, ya dispuesto.

-Lo estaré esperando -declaró, muy serio.

Así que, finalmente, se trataba de Aqua. A cada comentario que oía, Corbin tenía más ganas de presentar batalla. Asintió.

-Lo tendré -le aseguró-. Tengo pensado dejarme caer por allí pronto. ¿Hay algo en concreto que deba considerar?

Cualquier dato que le diera ventaja sería bienvenido.

Le sonreí.

—Te buscaré cuando llegue el momento, entonces.

Al parecer Corbin sí tenía pensado ir a Aqua próximamente. Ladeé un poco la cabeza, observándolo con cierta preocupación. No creía que Corbin fuese un guerrero débil, pero. Allí había gente de la guarda, y aun así habían sido derrotados. Independientemente de las habilidades de Corbin, los enemigos que allí podríamos encontrarnos eran poderosos.

—Varias cosas. Supongo que sabes lo que ocurrió en la misión de Aqua, ¿no? —Lo miré, acercándome un poco—. Pues, verás, para empezar la mayoría de ellos sabían utilizar bastante bien la magia. Algunos mejor que otros, pero sin duda todos tenían habilidades con ella. Había uno de ellos, un piscis, que era notoriamente superior no solo a nosotros, sino a sus compañeros. —No había prestado mucha atención a los combates, pero aquel hombre ya había iniciado su actuación lanzándonos un fuerte hechizo, y si Polka había perdido contra él, sin duda era un hombre fuerte—. Tanto a nivel físico como mágico. Se enfrentó a un miembro de la guardia de Aqua y salió vencedor.

Fruncí un poco el ceño.

—También... En la misión nos encontramos con siete enemigos, un piscis, dos aether, una flamma, una claritas, un chrysos y una caeruleus. Así que supongo que la cantidad de miembros que hay en la organización es amplia y variada. Cuando llegamos no parecían estar preparados para iniciar el combate, pero no tardaron en ponerse en posición.

Corbin prestó atención a las explicaciones de Inger, aunque eso no quería decir que se sintiera intimidad. Sí era cierto que su interés era patente, pero eso era todo. Tomó nota mentalmente de todos los datos, buscando en su cabeza las formas más adecuadas de combatir los distintos tipos de magia que ante él pudieran presentarse.

-Gracias -respondió finalmente-. Me será útil contar con todo eso.

Lo que significaba que le convendría ponerse a entrenar con magos. Corbin pensó en el caeruleus al que solía enfrentarse, del que ni siquiera conocía el nombre. Por desgracia, hacía tiempo que no lo veía. Habría sido un buen blanco con el que practicar.

Pensativo, se acercó a dejar las pesas en su sitio.

Lo observé unos segundos, todavía algo preocupada. Luego, en un susurro, añadí:

—Si tienes algo que pueda cubrirte bien de la magia, deberías llevarlo. —Parpadeé—. Aunque a nosotros la líder piscis nos dio unas prendas que sirven de protección mágica, yo te recomendaría llevar algo más por debajo.

En silencio, lo seguí a unos cuantos pasos de distancia cuando se acercó al lugar de las pesas.

—¿Te ha dado Anna la armadura? O coraza, bueno...

Corbin asintió. Evidentemente, tendría que conseguir protección contra la magia. Gracias a su entrenamiento, era bastante resistente de por sí, pero Corbin no era la clase de persona que rechazara la oportunidad de añadirse algo de competitividad. Y, si la piscis les había facilitado las defensas, quizás él pudiera exigir lo mismo.

-Le pediré a la líder que me facilite algo, de todas formas -decidió.

Asintió a su pregunta. Hacía tiempo ya que contaba con la coraza de la chrysos, y ya había tenido ocasión de darle uso. Se encontraba cómodo con ella.

-Ya hace algún tiempo -respondió-. ¿Qué hay de la tuya?

Asentí.

—Probablemente te lo dé sin necesidad de que lo pidas...

No obstante, suponía que estaría bien que lo supiese. Cuanto más protegido estuviese, mejor.
Y al parecer, también tenía la coraza de Anna entre sus posesiones. Tal vez acabase llevándosela también. Yo lo hubiese hecho.

—Yo también la tengo. —Le sonreí—. ¿Y qué te parece? ¿Crees que es una buena armadura? —Lo miré un segundo. Luego, recordé algo—. Oh, ¿qué tal tu encargo en Caligo? La última vez no te pregunté.

Corbin no tuvo que pensarlo mucho para dar la respuesta.

-Flexible y ligera. Se adapta bien al cuerpo. Por supuesto, resistente -enumeró-. Probablemente sea una protección mejorable, pero no está mal para empezar. Estoy pensando en pedirle alguna otra pieza, pero tengo que conseguir los materiales. Quizás le encargue un casco, o tal vez unas grebas. Me vendrían bien para el combate cuerpo a cuerpo.

El recuerdo de Caligo llegó a provocarle un amago de sonrisa. Una experiencia curiosa, desde luego. Asintió para sí.

-Fue un encargo que me dio muchas experiencias -explicó-. Un viaje digno de hacerse. Todavía me mantengo en contacto con algunas personas que conocí.

Aunque Violeta no había vuelto a escribirle.

Asentí, sonriente. Estaba convencida de que a Anna le alegraría que Corbin le pidiese algo más que la armadura.

—Seguro que Anna se alegra si le pides algo más —aseguré. Tras un segundo de duda, añadí, bajando un segundo la vista—: Si necesitas ayuda para conseguir algún material, puedes pedírmela.

Aunque dudaba que fuese a hacerlo, la verdad, pero, bueno, ahí quedaba. Para el futuro.

Alcé las cejas, curiosa, al escuchar su siguiente comentario y esbocé una amplia sonrisa al momento.

—Me alegro que lo hayas disfrutado, entonces. —Le sonreí—. Si mantienes el contacto con la gente que conociste, tal vez os volváis a ver en el futuro.

Corbin asintió, pensativo. De todas formas, dudaba que llegase a pedir colaboración para algo tan nimio como la recolección de materiales. No había motivos reales para ello.

-Lo tendré en cuenta -aceptó igualmente.

Corbin no creía que fuese a volver a ver alguna vez a la troupe. Así lo habían declarado ellos, en especial Tormenta de Fuego, y ningún motivo le hacía pensar lo contrario. Pero no olvidaba los recurrentes comentarios acerca de un reencuentro, así que tampoco negó aquella vez.

-Es posible -respondió.

Por último, ofreció a la chica una inclinación de cabeza.

-Es tarde -declaró-. Voy a retirarme ya. No olvides nuestro enfrentamiento. Lo estaré esperando.

Después, abandonó la sala.

*Se va*

Sonreí ampliamente, asintiendo.

—Tranquilo: no lo olvidaré —aseguré, como respuesta a su último comentario. Luego me despedí de él con un buenas noches y un gesto de cabeza, y después observé la sala, ahora vacía.

Entrenar con las replicas de Corbin me vendría bien, pero no podía practicar tan solo con él y con Rick. Si quería hacerme verdaderamente fuerte, tendría que buscar a alguien que combatiese de una forma semejante a la mía. Eso me obligaría, suponía, a cambiar varios puntos de mi estilo de combate. La pregunta ahora era quién podría ser, pero de momento, no me preocuparía demasiado.

*se va*