Sala de entrenamiento

Estoy preparando una inmovilización adecuada cuando me doy cuenta de que no sigue moviéndose. Quizás me he excedido un poco.
Inspiro por la nariz y me echo a un lado, saliéndole de encima y quedándome sentada a su lado, estirando un par de músculos que he esforzado durante el ejercicio. La miro de rejo, aunque termino por prestar atención a mi propio estiramiento.

-La verdad es que te defiendes -admito, con un asentimiento-. Tengo que enseñarte algunos trucos que no requieren de fuerza para ciertas situaciones, pero por lo demás...

Evidentemente no es su especialidad, pero para no serlo resulta relativamente buena. Yo me sentiría muy satisfecha si mi magia llegase a la mitad del nivel que su lucha.

-Otro día probemos sin reglas -le propongo, suavizando el tono y dedicándole una leve sonrisa-. Entonces a ver si puedo siquiera alcanzar tu cuerpo.

Cuando se apartó, aproveché para estirarme un poco, y acabé por incorporarme y acomodarme sentada. Después, imité sus gestos, centrándome en el estiramiento.

-Me quedo muy rápido sin recursos -objeté-. Al final no tengo tiempo de pararme a pensar en lo que hago y acabo con tonterías.

Y siempre con aquel impulso reprimido de la magia. Negué cuando lo propuso.

-Me estoy volviendo demasiado dependiente de los hechizos -expliqué-. Quiero tener otras posibilidades.

Tras acabar los estiramientos echo las manos al suelo, detrás de mí, apoyándome un poco en ellas para inclinarme hacia atrás. La miro, pensativa, pero no tardo en sonreír entretenida.

-Es lo normal. Hay que repetir los movimientos hasta que el cuerpo los memorice. Si no lo haces, lo primero que hace el cuerpo es ir a la defensa instintiva, que no es siempre la más eficaz.

A mí, en lo personal, siempre se me ha dado bien aprender movimientos nuevos y aplicarlos. Mi cabeza es capaz de analizar las situaciones a gran velocidad, y he llegado a, en escasos segundos de caos, ser capaz de barajar opciones y escoger una que me parezció adecuada.

-Eres hábil con la magia. Comprendo que quieras ir un poco más allá por si no puedes contar con ella-. Compongo una sonrisa, una mueca leve-. Ojalá pudiese contar yo con la magia para situaciones de necesidad. Más de una vez me he encontrado con la necesidad de lanzar un proyectil o de hacer daño sin armas y no he podido hacerlo.

Aunque la ausencia te enseñe a fortalecer otras cosas es innegable que a más herramientas más posibilidades.

Asentí, taciturna. El problema era tener que improvisar, precisamente. Pero tampoco tenía la seguridad de que mis movimientos fueran los correctos si me enfrentaba a alguien que supiera hacerme frente. Al menos, podía contar con ella para enseñarme.

-Ya sabes que siempre tengo esa idea de que sin fuerza no voy a ninguna parte -añadí-. Supongo que es cuestión de aprender a adaptarse.

Por supuesto, en un combate mágico no tenía ninguna posibilidad contra mí. Eso lo sabíamos las dos, y tenía más difícil solución que mi entrenamiento. Quizá era el hecho de que la magia me permitiera dar golpes tan directos lo que me hiciera no darme cuenta de cómo actuar como ella, de forma más calculada.

-Te será más sencillo cuando tengas tu arma nueva -comenté-. Yo tengo demasiadas cosas que entrenar como para dar a basto. Tengo mucho que mejorar en todo. Hasta en magia.

Asiento, aunque no por ello le doy la razón. De hecho, discrepo bastante a ese respecto. Si bien es verdad que la fuerza puede ser útil.

-Desde luego, la gente fuerte, como Corbin, tiene medio camino hecho en algunas cosas. Sus golpes, contundentes, son muy peligrosos. Pero para las que no tenemos tanta fuerza hay otras opciones: las articulaciones, los tendones y las zonas blandas son buenos puntos de ataque-. Me señalo los ojos con dos dedos. Da igual lo fuerte que seas si...-. Y luego está la inercia. Es más difícil de controlar, pero aprendiendo eso podrías tumbar al mismísimo Dehnel.

No es que yo sea una experta, sin embargo. Puedo defenderme, pero también tengo que aprender. Me queda mucho para poder sentirme realmente orgullosa.

-Estoy segura de eso -comento a lo del arma-. Buscaré suplir de alguna forma lo que la magia no me permite. Aunque he descubierto que se trata solo de la chrysos. Quizás si me pongo a entrenar hechizos como el baadha pueda mejorar mis capacidades mágicas, aunque nunca vaya a ser una experta. A mí me pasa lo contrario que a ti -comento, esbozando una sonrisa resignada-. Me es muy antinatural hacer magia, incluso cuando me sería útil. Es lo último en lo que pienso.

FdR- Pause~

Asentí a sus explicaciones. Aunque prestaba atención, no me estaba diciendo nada nuevo. Me había explicado aquello muchas veces. De todas formas, seguía requiriendo mantener la cabeza fría, y yo no me sentía capaz de tanto.

-No sé si pides mucho -apunté al último comentario.

La miré con curiosidad. ¿Solo magia chrysos? Acabé por parpadear.

-Entonces puedes sacar mucho partido. Benri -. Me moví de donde estaba, situándome un poco más allá. Saqué el puñal y me hice un corte en el brazo-. Fuuchi -. El corte desapareció. La miré-. Solo sé unos pocos, pero valen la pena.

Todo depende de lo que se sepa, claro, pero lo veo posible. Aunque Dehnel, por idiota que pueda parecer desde el principio, resulta bastante hábil en según qué cosas, de modo que imagino que partir de esa base es un poco pretencioso.

Cuando me hace esa demostración de hechizos (no son tantos, pero sí suficientes), me miro un momento las manos, como si esperase que de ellas surgiese algo parecido. Termino por sonreír, resignada.

-He de practicarlo. Pero tengo otras preferencias, de momento. Supongo que cuando decida dedicarme a la magia serás una buena profesora -la miro, entretenida e interrogante, en cierto modo.

Me encogí de hombros, poco convencida.

-Creo que se me da mejor aprender que enseñar -objeté, tratando de imaginar cómo podría ayudarla-. Pero haré lo que pueda, claro. Cuando quieras, dímelo.

En general, tendía a sentir que enseñar me hacía perder tiempo para aprender. Un pensamiento bastante egoísta, evidentemente, pero no por ello menos cierto. Repasar las bases para otros podía ser un engorro, salvo cuando el alumno progresaba rápido. En cuanto se atascaba, empezaban los problemas serios. Y todo el mundo se atascaba en algún punto, lógicamente.

Acabo por asentir mientras me pongo en pie, dando por terminados los estiramientos y el descanso. El entrenamiento en concreto.
Ella no parece especialmente animada, ni siquiera ahora que hemos acabado. No sé si es buen momento para tratar lo que pasó la otra noche, entonces. Puedo ser fría y dura para obligarla a hablar, o incitarla al menos. No obstante he de decir que, dada mi posición y mis palabras tras el ataque no me siento especialmente cómoda con lo de la dureza.

Inspiro hondo, dejando ir un suspiro suave.

-Creo que iré yendo ya al baño -termino diciendo, mirándola de reojo. Dejo un segundo de silencio en el que pienso, antes de hablar de nuevo-: ¿Te apetece?

La observé ponerse en pie, sin decidirme a hacer lo mismo. No se estaba tan mal allí sentada, después de todo. Así que, cuando dijo que se iba, me limité a asentir, con la mirada algo perdida, seria. Pero, cuando preguntó, no me quedó más remedio que alzar la vista y mirarla.

Inspirando hondo, me levanté y me sacudí las manos, antes de volver a estirarme. Luego asentí de nuevo, aquella vez más centrada.

-Claro -acepté-. Vamos.

No había mucho más que decir.

*Se van*

Otro interrogatorio.
El chrysos lo supo esta vez cuando bajó a las mazmorras y se encontró con que estas estaban vacías, encerrando en su interior tan solo la capa de la flamma y el libro que él le había bajado hacia unos días y que permanecía en el mismo lugar en el que la flamma lo había dejado cuando él se lo entregó: lejos de la esquina donde ella dormía, cerca de los barrotes, cerrado y probablemente ensuciándose; probablemente debería devolverlo a la biblioteca, pensó él al verlo. Lyam había permanecido unos minutos abajo, esperando que, quizá, los líderes (o el líder; no sabía si ahora estaban ambos con ellas o solo uno de ellos) volverían pronto con ellas, pero no lo hicieron, así que él acabó por subir las escaleras y dirigirse a la sala de entrenamiento, donde se encontraba ahora, trotando alrededor de la misma, variando repentinamente el ritmo de sus pasos, moviéndose en zig-zag, haciendo bruscas frenadas, corriendo de espaldas. Se sentía un poco extraño mientras corría, como distante, y cuando concluyó que había sido suficiente, permaneció unos segundos quieto, sin saber muy bien qué hacer, observando la pared que tenía enfrente.

Parpadeó.
Finalmente, se acercó al armario de armas y buscó hasta encontrar una ballesta pequeña. Cogió los dardos y una de las dianas, que colocó en una zona apartada. Cargó el arma. Disparó. El dardo no llegó a clavarse en la diana.
La cargó de nuevo.

*fin de escena*

Hemos comido juntos, y bastante temprano. Ya teníamos idea de venir desde el principio, y hoy es tan buen día como cualquier otro. Lis nos acompaña, siempre escondida pero presente. Ya en la sala, dejo a un lado las armas y me recojo el pelo, empezando por una suave carrera para ponerme en marcha.

No hago demasiado caso a Rick mientras caliento. En su lugar, me dedico por completo a mi cuerpo, encargándome de los ejercicios básicos antes de proceder al combate. Sé que me conviene estar bien preparada y no cansarme demasiado por ahora. Llevo a cabo el calentamiento seria, concentrada y en absoluto silencio.

Nada más llegar traté de centrarme del todo. Llevaba haciéndolo desde que supe que sucedería, pero si recordaba las últimas experiencias no tenía claro cómo sería aquello. No obstante, debía hacerlo porque era una promesa, a ella y a mí mismo. Y quizás lo de demostrar el respeto golpeando a alguien sonaba extraño, pero estando allí, en Brontë, no dejaba de tener sentido. Por mucho que yo no fuese capaz de aceptar del todo que atacar a Lea era protegerla.

Ella comenzó su calentamiento y yo el mío. Trotaba más despacio, pero no me importaba aquello. Tras aquello me encargué de los brazos, muy importantes en mi estilo, y del cuello. Hice algunas flexiones para entrar en calor y lancé algunos golpes básicos con Värdjas, que parecía pesar más en aquel momento, como si cargase ya con mis inseguridades.
Y cuando estuve listo la miré, serio. Tan serio que, de hecho, notaba que llegaba a parecer algo tenso.

Cuando he terminado la aclimatación del cuerpo, procedo con la espada, haciendo los movimientos básicos para acostumbrar el cuerpo a ella. Ahora que la uso tanto tengo mucha más facilidad para aceptar el arma en las manos, y siento que la muevo mejor.

Una vez estoy lista, busco a Rick con la mirada, y lo encuentro terminando su propio calentamiento, ya con su espada en la mano. Me vuelvo hacia él, seria, concentrada, y me pongo en guardia, a una distancia buena.

-¿Preparado? -pregunto.

La miré nada más verla terminar, inspirando hondo. Aquello era tremendamente difícil. Tenía que imaginar que no era ella, que no era Lea...

-Sí -respondí, con un asentimiento algo seco, manteniendo la expresión rígida, pero soltando un poco el cuerpo y apretando la empuñadura de Värdjas, preparándome para la acción.

Adopté enseguida la guardia, apuntándole con el mandoble, dedicando una breve mirada a su arma y luego a ella. A Lea.
Fruncí el ceño. De nuevo, bloqueado desde el principio. Era como tener los pies clavados al suelo. ¿De dónde se sacaba la fuerza para decidir atacar?

Apreté los dientes y me lancé hacia delante, preparando el golpe. Lancé el ataque con el canto en diagonal, de arriba abajo, buscando su hombro derecho.

Un "sí" que resulta bastante poco creíble, pero no voy a rebatírselo. Iremos poco a poco. Se bloquea, y pienso en avanzar, pero sé que conviene más que sea él el que se enfrente al inicio, que sepa no solo defenderse, sino atacar. Porque, si lo ataco, probablemente se limitará a lo primero. Tengo también el impulso de decirle algo, pero acabo por callar. Mejor que encuentre él solo la solución.

Al final, se lanza, aunque sin el arrojo suficiente. No me resulta en absoluto complicado hacerme a la izquierda, y procedo entonces al contraataque, aprovechando mi avance para buscar con el filo izquierdo su costado.

Fallé. Aquello no era un problema si no iba a más. No debía, por otra parte, sentirme aliviado de haber fallado, tampoco.
Vi venir su ataque, respuesta al mío, y me impulsé en diagonal hacia la izquierda, retrocediendo un tanto, para salir de su rango, lanzando al mismo tiempo un barrido lateral hacia su arma con Värdjas, buscando apartarla de nuevo hacia la derecha para hacer un hueco por el que entrar hacia ella y pincharla, su vientre.

Debía concentrarme. Me repetía aquello constantemente, tratando de desdibujar su rostro de mi cabeza, intentando olvidar que era Lea y que era "ella".
Ya había luchado contra algunas mujeres. Quizás el duelo se me había hecho difícil, pero enfrentarme a la caeruleus del ataque no había llegado a causarme reparo alguno. Y debía pensar en aquello.

Retrocede para evitarme, y lanza su arma para golpear. No deja de ser lento, así que no es un gesto que me preocupe mucho. Tan solo tengo que presionar la parte trasera del arma para que el filo delantero se levante como una palanca, dejando pasar el suyo sin rozaro.

Aprovechando que él mismo ha llevado su espada hacia mi derecha, voy de frente hacia sus muñecas, rápida. Las tengo ante mí, desprotegidas por su propio movimiento.

Llegué a tensar suavemente la mandíbula por apretar los dientes, pero aquello solo me convenció más: siempre era lo mismo, siempre me evitaba o resultaba tan inseguro que mis movimientos solo daban contra el aire, y ella ni siquiera cambiaba su expresión un poco.
¿Dónde era aquello heroico? Decía que quería protegerla, pero ni siquiera era capaz de demostrarle que podía defenderme yo, que podía atacar a nadie. No le había mostrado lo que podía hacer para luchar por... junto a ella.

Fruncí el ceño y dejé caer las manos para evitar su corte, desplazándolas al tiempo a un lado. Luego fruncí el ceño.
¡No funcionaba de aquella forma! Tenía que sentir el bullir de la batalla. ¿Dónde estaban aquellas heroicas frases? "¡Acabaré con tu legado del mal!" "¡Me encargaré de ajusticiarte!"

Era suficiente. ¡Bastaba de aquello! También ella tenía que ver que yo era perfectamente capaz. ¡Podía enfrentarme a una copia de Lluvia o a cualquier mujer malvada!

Me sentía grande de pronto, imponente, estirado y fuerte. ¿Dónde estaba aquella sensación? ¿Dónde estaba aquel yo?

Enseguida actué, lanzando un golpe semicircular hacia ella. La trayectoria parecía buscar su cadera, pero a medio camino tensé los brazos para cambiarla, lanzando entonces un golpe horizontal hacia su costado izquierdo.

En el momento en que evita el golpe, siento aumentar la tensión en el ambiente, y me preparo para lo que ello pueda significar. Parece de pronto algo más centrado, más seguro de lo que hace. Eso significa que yo debo hacer lo propio.

Veo el golpe venir y me preparo para contrarrestarlo, pero entonces sube el filo y veo la necesidad de una protección más adecuada. Interpongo el arma entre ambos, sin oponer más resistencia que la justa para frenar su avance. Al tiempo, me impulso hacia la derecha, ayudada por el empuje de mi arma, ganando así nueva distancia.

Remo con el filo inferior para alcanzar su mano, pero tras el rápido amago cambio la dirección y procedo con el superior, buscando las muñecas, el punto más adelantado de su cuerpo.

No me importó que su arma estuviese allí y descargué la mía de todas formas. Quizás parase el golpe, pero sabia que podía romper su defensa y aquello causaría cierta impresión en ella. Demostraría el peligro que representaba.

Enseguida ella escapaba de mí, buscando un nuevo punto por el que atacar, usándome como impulso para ganar distancia. Aquello no me importó, y giré un momento los hombros, relajándolos, preparándome concentrado.

Era el arma lo que más confuso me resultaba: tenía que estar atento en todo momento a qué lado usaría para alcanzarme, y aunque siguiese sus gestos siempre podía cambiar el origen del ataque con un simple movimiento. Y el peso de Värdjas la volvía firme y segura, pero no especialmente ágil.

Plegué los brazos retrocediendo un tanto para salir de su alcance. Aquello era lo bueno de mi espada frente a la suya: quizás ella fuese más ágil, pero yo tenía más distancia.
Inmediatamente después de haber retrocedido, aún mientras lo hacía, ataqué con la hoja de la espada, lanzándola hacia sus manos con el fin de alcanzar los dedos.

Ella tenía razón con sus ataques: inutilizando las manos podían evitarse la mayoría de los ataques.

FdR- Pausa

De nuevo, un retroceso. Sé que no es su forma habitual de actuar. Rick tiende a lanzarse, no a retroceder. Pero, teniéndome a mí en frente, no se atreve a avanzar. Me pone nerviosa.

Repito el gesto de antes para mantener a salvo las manos. En esta ocasión es tan sencillo como bajarlas para mantenerlas fuera de su alcance. Y, una vez la espada ha pasado de largo, me lanzo de nuevo, en una ráfaga de ataques que combina amagos con cortes, aprovechándome de las posibilidades que ofrece mi espada.

Quizás si presiono consiga que él avance.

Aquella vez me asedió de tal forma que me vi obligado a cubrirme con Värdjas, notándome inútil de pronto. E incluso entonces llegué a sentir algunos cortes en la piel, allí donde me alcanzaba el arma.

Iba dando pasos atrás como un cobarde. Me notaba rígido, poderoso como un muro, pero incapaz de avanzar. Incapaz de barrerla. Solo podía tapar aquellos ataques con mi fiel compañera, que se había convertido en un escudo en mis manos.
¡¡MALDITO BASTARDO COBARDE!!

Apreté la mandíbula, aquella vez con especial decisión, y entonces hice lo que debía haber hecho hacía tiempo y liberé la mano izquierda, dejando ir un gruñido de esfuerzo mientras lanzaba un corte vertical y avanzaba con fuerza, buscando alejarla de mí.

-¡Flagrare! -invoqué entonces con la mano libre, frunciendo el ceño, directamente a su rostro, para tener ocasión de avanzar.

Debía recuperar terreno. Ella no podía hacerme retroceder solo con su presencia.

En el momento en que veo cómo suelta la mano izquierda sé lo que vendrá a continuación. Aprovecho uno de mis golpes para impulsarme a la izquierda, alejándome de él, de su magia y de su espada. No tardo más que un momento en ponerme en guardia de nuevo.

Sonrío. Eso ha estado mejor, pero sigue por debajo de mí. Tener que soltar una mano para lanzar un hechizo es, desde luego, engorroso. Una suerte que yo no tenga esa necesidad.

Me lanzo prácticamente de lleno, con la espada por delante, buscando su costado. No hay fintas, no hay amagos. Pero hay algo más que el filo.

-¡Huah! -grito en mi avance, abriendo la boca hacia él.

La vi venir. Tan segura de sí misma... Parecía que pudiese romperla en un momento, pero de hecho era ella la que estaba acabando conmigo, así que debía aprovechar aquello. Debía aprovechar su...

Invoqué un baadha, pero aquella no fue lo único que recibí de ella. Me sorprendió un poco el fuego, desde luego era imponente, pero no tenía tiempo para aplausos, y desde luego no iba a soltar la otra mano para hacerlo.
Podía soportar el fuego. Y también algunos cortes. Así había sido siempre.

Embestí contra ella, con Värdjas por delante, en horizontal, para evitar clavarme contra la suya. Y cuando estuve lo suficientemente cerca lancé el golpe con la hoja, directo a su cuerpo, en un barrido que por la corta distancia entre ambos tendría más probabilidades de alcanzarla.
Iba a acabar con aquello. Iba a demostrar a Lea que era perfectamente capaz de enfrentarme a cualquier cosa que pudiese herirla. Y también a ella.