Jardines (2)

Cuando menciona el nombre de "Azael", nombre que no me sueno en absoluto, no puedo evitar sonreír, aunque de forma algo incómoda esta vez. Quizás me equivoque, pero no creo que me equivoque.

-Eh... Azael no será, por casualidad, un piscis de color azul con el pelo largo y negro, ¿verdad?-. Me acomodo las gafas, apartando un poco la visa-. Porque... Si es así, ese es Johan-. O quizás su nombre sea Azael, realmente. Quién sabe-. Es habitual que se presente con nombres... que no son su nombre. O cuenta historias dudosas... Yo lo conocí como Astin, por ejemplo, pero hace mucho de eso...-. Carraspeo-. O sea, no estoy tratando de hablar mal de él. Me cae muy bien. Pero bueno, es algo que si no estás acostumbrada se hace raro... Pero es muy agradable, de verdad -insisto. Justamente hace poco hablé con Priscilla de esto mismo y siento como si estuviese ensuciando injustamente la reputación de Johan. Aunque, por lo que sé de él, no parece importarle que la gente sepa la verdad.

Todavía turbada por la duda sobre si el claritas que ha pasado es o no es Jun, ya que parecía demasiado alto para serlo, pero a la vez tiene esos rasgos tan inconfundibles, me acerco a la zona que me indica Kris y me agacho para ver la flor de cerca.

-Sí que es bonita... -murmuro con una sonrisa sincera. De modo que florece en invierno. Es un alivio-. ¿Qué flor es? -pregunto mirando a la chica.

Lino se acerca a curiosear también, siempre pegado a mí, cómo no. Lo acaricio un poco, distraídamente.

Suspiro con alivio cuando veo que no se enfada por lo de Johan. De modo que ya había empezado a atar cabos por sí misma...

-Sí, es buena persona -confirmo, con una sonrisa dulce-. Es muy bueno con Rina, y a veces me ayuda con Lino. Se ha quedado con él siempre que lo he necesitado. Y, bueno, haya lo que haya detrás de esa conducta, yo también creo que no finge su carácter.

Me gustaría decir que Johan es mi amigo, pero no llego a sentirme así del todo. Es un compañero que me cae bien, pero al final nuestro trato es más bien cordial. Pero no le deseo, en absoluto, problemas.

-Una hortensia de invierno -repito, una vez me da el nombre de la planta-. Pensaba que solo estaban las hortensias normales. Diría que se parece un poco, pero nunca hubiese llamado hortensia a esta flor.

Paso un brazo por encima del lomo de Lino cuando ella lo menciona, y entierro un instante la cara en su suave plumón.

-Claro que sí. Es muy bueno. Se deja hacer cualquier cosa. Lino, ¿no saludas a Krista?

El híbrido deja ir un chillido suave, mirando a la chrysos sin separarse de mí, tranquilo.

Lino deja que la chica se le acerque sin hacer más que mirarla con curiosidad y cuando, finalmente, Kirsta lo acaricia, pía con suavidad y se deja tocar reaccionando moderadamente, pero sin emocionarse. Aún así, es fácil ver que está cómodo. Y yo, que lo conozco bien, sé que está disfrutando plenamente de las atenciones.

-Qué suerte, verdad, Lino... -le digo al híbrido, acariciando su cabeza también con una de las manos. Entre las dos conseguimos que cierre los ojos un momento.

Ante la propuesta de Krista, asiento con suavidad.

-Hemos estado volando un poco. Poniendo a Lino en forma. Aún se cansa cuando lleva jinete, no está acostumbrado, ¿eh, peque?-. Su siguiente comentario me hace ruborizar levemente y dejo ir una pequeña risa, avergonzada, a la vez que me acomodo la bufanda ante los labios-. Bueno, a veces no te das cuenta y lo que necesitas es algo de compañía, ¿no?-. Aliso con un gesto suave un par de pliegues que se me habían formado en la capa, probablemente mientras volaba, y luego vuelvo a mirar a Krista, dejando que nos guíe a donde desee, ya que es ella la que estaba paseando-. Cuéntame, ¿cómo han ido las cosas desde tu llegada? ¿Ya te has acostumbrado a todo esto?

Seguimos a Krista en lo que avanza, y la escucho en silencio, con atención, mientras habla. A medida que lo hace se me termina dibujando una sonrisa tierna en los labios, aunque queda semioculta tras la bufanda que llevo. No puedoe evitar recordar momentaneamente a Kyoti y nuestro reciente encuentro en el comedor.

-Bueno, acabas de llegar -respondo, adelantándola un poco y volviéndome hacia ella-. Todos hemos tenido dudas alguna vez-. Yo todavía las tengo.

Es entonces cuando encontramos un laberinto de setos. Kris insiste en meterse dentro y yo elijo un camino diferente, seguida siempre por Lino.

-A ver quién logra salir primero por el otro lado -la reto, aunque con tono conciliador.

No obstante, aunque inicialmente camino con rapidez, tratando, de alguna forma, de convertir ese reto en una competición real, termino por detenerme en la mitad del laberinto. Somos más altas que los setos, de modo que puedo mirarla desde aquí.

-No quiero que te asustes... Y mucho menos que te sientas fuera de lugar. Yo me siento así algunas veces, aunque en otras Brontë se ha convertido en mi hogar. En un buen hogar. Y he tenido que... renunciar a cosas importantes para estar aquí-. Tuerzo la sonrisa, aunque recupero la expresión amable al instante-. Yo creo que Brontë te recibirá con los brazos abiertos y que pasarás a ser parte de ello antes de darte cuenta. Y que podrás ayudar a mucha gente. Pero... es peligroso. Lo sabes, ¿no?

Veo el rostro de Charlie. Recuerdo sus palabras exactas, su tono. La amargura. "Es peligroso, Anna. ¿Piensas arriesgar tu vida? Tú no vales para luchar". Ojalá fuese capaz de negar sus palabras a estas alturas. Ahora que tenemos poco o nada que ver.

Pese a la turbación de mi mente, mantengo un semblante tranquilo, sin apartar la vista de Krista, que está a varios setos de distancia.

Durante un momento se pone seria, cuando responde a lo que he dicho. Yo me mantengo serena, todavía con la suave sonrisa en los labios.

-No quiero disuadirte, ni soy nadie para juzgar tus motivos para estar aquí-. Aparto la vista, sin variar la expresión, centrándome en alisar una arruga de mi capa que realmente no existe. Tardo un momento en continuar, mientras por mi mente pasan varias líneas de pensamiento distintas. Finalmente la miro otra vez-. Me recuerdas mucho a un amigo que tuve hace años, antes de venir aquí. Él no fue llamado a Brontë, pero solía decir cosas parecidas. Siempre decía que las personas que tienen el poder para hacer algo deberían hacerlo-. También decía que si estabas esperando a que el mundo cambiase y no pasaba nada, quizás era porque tú eras el agente del cambio-. Me parece un buen pensamiento a seguir para esforzarse.

La examino sin abandonar la sonrisa. Noto a Lino contra mi pierna y lo acaricio distraída, sin apartar la vista de la chrysos. Y recuerdo de nuevo la conversación con Kyoti en el comedor. Y a Charlie. Y tantas mañanas sonriendo al espejo antes de afrontar un nuevo día. Quizás esa voluntad es lo que encuentro solo a medias.

-Yo creo que te irá bien aquí. En cuánto hayas ido de misión y te hayas acostumbrado a la gente un poco más seguro que te sientes completamente parte de esto.

Alzo las cejas y me ruborizo ligeramente cuando dice algo que no me espero en absoluto. Y luego, inmediatamente después, me llevo una mano a la boca, cubriéndola, y me río. Son dos o tres carcajadas, solamente, claras y sinceras. Me ha tomado completamente por sorpresa.

-Veo que también eres de esas personas que dicen directamente lo que piensan-le digo, todavía con la sonrisa divertida en los labios. Hay algunos más de esos por aquí. Retomo la marcha, siguiendo el laberinto, como ha hecho ella-. Encontrarás a gente bastante más genial que yo por aquí. Salvo que busques a alguien que te haga una camisa. En eso diría que sigo siendo la mejor. Ah, bueno...-. Lo recuerdo de pronto. Estoy acostumbrada a que la gente lo sepa, pero ella ha llegado hace poco-. También hago armaduras para los guerreros. Cuando hayas vuelto de tu primera misión ven a verme y hablamos de eso.

Veo por fin la salida del laberinto a pocos metros y compruebo, de reojo, cómo de cerca está ella.

Asiento con suavidad, pero con cierto orgullo. Si bien en algún momento pensé que por ser costurera no podría ser una buena guerrera, ahora sé que no están necesariamente relacionados. Y al final he aportado a Brontë de las dos formas.

-Antes de venir a Brontë trabajaba haciendo prendas. Fui a una escuela de costura. Siempre ha sido mi pasión-. No puedo evitar que el tono me salga algo más emocionado que de costumbre-. Y al llegar a Brontë me surgió la posibilidad de combinar mi gusto con todo esto, así que me dan materiales para hacer armaduras para los guerreros. De cuero, claro. Así que puedo encargarme de la tuya, claro. No es tan divertido como hacer un vestido, pero es infinitamente más útil si te disparan una flecha.

Los vestidos también tienen su utilidad. No quiero infravalorar a lo que he dedicado tanto esfuerzo. Pero es cierto que a los guerreros les suelen interesar más las armaduras.

Salimos tras Krista, que parece haber recorrido el laberinto a mayor velocidad. O quizás ha encontrado el camino más rápido. Tampoco es que perder resulte una molestia.

-¿Eres buena cocinando?-. Lo cierto es que no lo hubiese dicho-. Me gusta... Todo un poco, la verdad. No soporto bien el picante, y me gusta más el dulce que el amargo -confieso-. Pero me gusta casi cualquier cosa. Prefiero que me sorprendas.

Qué aduladora. Aunque no puedo evitar ruborizarme de nuevo. No estoy acostumbrada a que la gente sea tan directa. O no de esta forma.

-Me hago mi propia ropa -confirmo-. Bueno, casi siempre. A veces en alguna tienda del pueblo de paso tienen cosas bonitas. Pero normalmente solo compro telas y cuando tengo un rato diseño alguna cosa. Estoy deseando que llegue el buen tiempo para estrenar las cosas que he confeccionado para la primavera -confieso, con un deje de ilusión.

De hecho, lo que ella dice me hace pensar un poco más en eso: en el buen tiempo. Asiento con energía.

-Sería genial hacer un picnic cuando se vaya la nieve un día que haga bueno. No sé si conoces a mucha gente, pero podríamos juntarnos varias personas, en el prado, por ejemplo. No tendrías que cocinarlo tú todo, claro -añado rápidamente. No quiero que piense que me aprovecho de la oferta.

Me cuesta seguir el ritmo a Ben, aunque termino por conseguirlo yendo solamente un poco por detrás. De hecho, termino por descubrir que tampoco me resulta tan espantoso. Supongo que tanto entrenamiento ha servido de algo.

Saludo a Frikka con una mano cuando llegamos. Parece sorprenderse más a medida que Ben habla, hasta el punto de que llega a preocuparme un poco. Quizás me haya entrometido. Pero espero paciente mientras se lleva a su amiga para que lo arreglen primero ellas.

La verdad es que ahora la perspectiva de hacer una fiesta hace que no pueda evitar esbozar una sonrisa. Es que creo que hace años de la última vez que hice algo parecido. Quizás menos tiempo si cuento alguna de las visitas de Charlie, pero bastante tiempo en cualquier caso.