Jardines (2)

Ben se volvió a mirar a Fif, que se había sentado con ella, con una sonrisa. Pero, a medida que su amiga hablaba, iba sintiendo que se le subía cada vez más la emoción. Casi sintió que se le iba a escapar una lagrimita.

─Ay, mi Fifi ─suspiró, abrazándola suavemente, sin poder evitar el impulso─. Pero qué clave ni clave, si yo sin ti no soy nada. Si es que si no llegas a estar tú aquí ni me apetecía la fiesta.

A ver, quizás eso era un poco exagerado, pero algo de ese sentimiento sí había. Una fiesta sin Fifi no era tan fiesta como una fiesta con Fifi.

Entonces Valter, un poco más allá, pidió que alguien le tocara la cara y a Ben se le escapó la risa. Se incorporó un poco, sin dejar de abrazar a Fif del todo, y se estiró hacia él, inclinándose para ponerle la mano de lleno sobre la cara, empujándolo ligeramente hacia atrás y sin dejar de reír.

Cuando me di cuenta, el sonido a mi alrededor era como de algodón, y yo flotaba en él con suavidad. La noche estaba fresca, pero como tenía a Jun al lado, apenas lo notaba. Alcé la vista para mirarlo con una sonrisa suave cuando sentí el cosquilleo de su dedo recorriéndome la cicatriz de la cara.

─¿Hm? ─pregunté, divertida.

Justo entonces le pasaron el pitillo y se volvió para cogerlo. Yo me quedé como estaba, mirándolo fumar. Por un momento se me pasó por la mente el Jun de hacía unos años, tan formalito, y lo escandalizado que estaría viéndose a sí mismo hacer aquello. Se me escapó una risita justo cuando estaba dando un trago a mi bebida y casi me atraganté.

Entonces Jun se volvió para tenderme el pitillo y volví a sonreírle. Dejé distraídamente el vaso sobre el banco, a mi otro lado, y con la misma mano tomé el peta para fumar. Di una calada profunda y sentí una sensación de vértigo antes de expulsar el humo. Pero aquel era un vértigo agradable, un vértigo que no me quitaba el suelo de debajo de los pies. Di una segunda calada, dejándome envolver por la sensación, todavía mirando a Jun, y solté el humo despacio, muy despacio, dejando que se acumulase poco a poco entre él y yo.

Me giré entonces buscando a quién pasárselo.

─¿Ale? ─llamé, tendiendo el cigarrillo a nadie en particular.

Pero entonces la vi un poco más allá, y Anna le estaba tendiendo otro. Así que busqué en otra dirección a quién cederlo, pero Ben estaba ocupada en taparle la cara a Félix Julián y tenía a Frikka rodeada con el otro brazo.

─¿A quién le toca? ─pregunté, llevándomelo a los labios de nuevo para dar una tercera calada, visto que todo el mundo parecía muy ocupado como para reclamarlo.

Kyoti está algo distraído. Bueno, quizás «algo» es decirlo suavemente. El entorno a su alrededor es oscuro y agradable, el humo empieza a llenarlo todo con su olor particular, y no puede evitar sonreír, cómodo en su lugar sobre la hierba.

Cuando Johan pide que alguien le toque la cara se da cuenta de que sigue mirándolo, y sonríe, inclinándose un poco hacia él para hacerlo. Pero Ben llega antes, poniéndole toda la mano sobre la cara, así que Kyoti tiene que buscar una alternativa al gesto que estaba empezando. Termina de alargar la mano que tiene estirada y le recorre con un dedo la línea de la mandíbula, en un punto que no tapa la mano de Ben.

Deja ir una risa suave, divertido sin saber por qué.

Me encogí de hombros, disculpando su ignorancia con respecto a los licores continentales. Tampoco era la bebida más conocida ni comerciada, que yo supiese. Me pregunté de dónde la habría sacado Dehnel. Quizá era más popular en Fulmen de lo que yo tenía entendido.

─No creo que sea el licor más habitual en el desierto ─comenté─. Aunque en la costa sí es bastante popular, por lo que tengo entendido.

Miré un poco más allá, a la multitud que, una vez fuera, había acabado por reunirse en otro punto. Poco a poco el humo iba rodeándoles, haciendo más difícil distinguir sus siluetas en la oscuridad. Cómo iba a acabar aquella gente la noche.

La chica es atrevida, de eso no hay duda. Le sonríes, por supuesto, dándole esa atención tuya que tan abiertamente reclama. Puede ser divertido, realmente.

─Oh, claro que estaría bien alguna vez ─aceptas─. Mientras sea por mera diversión.

Sabes lo que es hacer de algo que te gusta un trabajo, y sabes que moderar esa tendencia es esencial para seguir disfrutando de las cosas. No quieres ni comprometer tu tiempo y atención ni darle falsas esperanzas con respecto a tu disponibilidad y la seriedad con la que lo contemplas. Pero, de todos modos, no deja de ser algo divertido.

Me dedico a ver a Anna. No parece segura de si fumar o no. Yo le sonrío con calma, para que no se sienta presionada. Pero sigo mirándola curiosa, como esperando la conclusión. Finalmente decide hacerlo y le da la tos. Por un instante me preocupo, pero cuando me pregunta no puedo evitar reír levemente.

- Supongo que es cuestión de acostumbrarse. Las primeras veces me daba la tos. Intenta no llevar el humo directamente a los pulmones. Cógelo en la boca y luego inspira suavemente.

Lo vuelve a intentar y parece que esta vez le va mejor. Le sonrío. Luego se va y yo me quedo mirando a la oscuridad del jardín. Me da mucha tranquilidad. Es una oscuridad cálida. Después de un poco siento como si me abrazase. Me dispongo a ir hacia sus brazos. Casi doy el primer paso, cuando escucho a Johan a mi espalda. Me giro y veo la mano de Ben en toda su cara. Y me echo a reír. Me agacho aún con la risa en la boca y pongo la mano en un hueco que queda entre la mandíbula y la oreja. Y me quedo expectante, sin saber que va a ocurrir. Sigo sonriendo entretenida.

En algún momento el piscis, Johan, ha sacado un segundo cigarro y, aunque inicialmente seguía  la ruta del primero, es ese el que me llega a mí. Traído por nadie menos que la costurera. No es que me sorprenda que sea complaciente, porque en absoluto. El punto es que me lo trae porque ella ha sido la última persona en darle uso. Dirijo una sonrisa a Massen, que me ha llamado para ofrecerme lo mismo, pero creo que tocará para la próxima.

-Gracias -declaro tranquila, tomándolo y dándole una profunda calada. Disfruto de la sensación de mareo agradable-. No te hacía a este tipo de ocio, reconozco.

Echo un vistazo, en lo que doy la segunda calada, a lo que está pasando en torno al piscis. Enarco una ceja. Massen y Jun, por otro lado, parecen en otro mundo de forma especialmente acusada. Esbozo una sonrisa. Y eso que ella decía que no le había subido el primer trozo de bizcocho.

Me levanto, dando una tercerca calada, y es entonces cuando más siento el tiempo que he pasado sentada. Mantengo la compostura, pero creo que me he balanceado ligeramente.

-¿Alguien?

Si nadie quiere, yo no tengo problema con seguir con él. Parece que van sobrados.

Correspondo al abrazo de Retales escondiendo momentáneamente la cabeza en su hombro. Si es que me estoy poniendo toda sentimental. Pero es que... lo que me dice es muy bonito.

-Bah, lo dices por quedar bien... -le respondo, aunque con la voz algo tomada. Pero no pienso llorar-. Yo soy la que no es nada sin ti, joder. ¿Dices que sin mí no te apetecería fiesta? ¡Es que contigo cualquier momento es una fiesta, Ben!

Incluso ahora, que no voy a llorar, pero ganas no me faltan. Pero no voy a llorar. Ojalá llevar las gafas que le dejé a alguien para poder ocultar que no tengo en absoluto ni por asomo los ojos nada húmedos.

El momento intenso se rebaja un poco con el azulito pidiendo que le toquen la cara. Pero vaya pavo raro. Pues yo no le toco la cara, pero me tumbo a lo largo en la hierba y me dedico a sentir el cosquilleo y relajación que me recorre todo el cuerpo.

Aprovecho mientras Massen fuma para revisar el entorno. Es curioso, incluso gracioso, ver los cambios que me encuentro cada vez que recorro el panorama con la vista. Es como si todo estuviese sucediendo en flashes, en imágenes estáticas, y me encontrase con ilustraciones similares pero diferentes cada vez que me fijo.

Vuelvo a mirar a Massen mientras ofrece de nuevo el pitillo y espero unos segundos, o quizás minutos, sin ver respuesta por parte de nadie.

"Pasa lo que tienes en la boca", pienso, acercándome a su boca.

En Aqua hicimos eso alguna vez.

Me dor cuenta, otra vez, de que no lleva puesto el collar. Esto es insoportable. Intento, entonces, aunque sin apartarme, coger el cigarro aunque no sea mi turno. La gente parece más interesada en la cara de Johan.

Johan recibe no una ni dos, sino tres manos en su cara, y no puede estar más contento. Con el primer empujón, el de Ben, siente que pierde un poco el equilibrio al inclinarse hacia atrás y tiene que apoyar las manos en el suelo bien afianzadas para no terminar de desplomarse. De pronto, con sus dedos delante, le es difícil ver, así que cierra los ojos. Es entonces cuando siente una suave caricia en la línea de la mandíbuja y ensancha la sonrisa, disfrutando del cosquilleo que le produce ese gesto. No pasa mucho más tiempo hasta que una tercera mano llega y termina de ocupar su espacio facial.

Mueve un poco la cara, acariciando las manos a su vez, con la piel y con la nariz, tratando de imaginar quiénes son sus dueños, pero sin estar seguro simplemente por el contacto. Cada temperatura es diferente, al igual que las texturas, aunque eso le es más difícil de saber solo con un roce.

Termina por inspirar y agarrar una de las manos, todavía a ciegas, con uno de sus brazos para tirar de ella hacia él, buscando aumentar el contacto. Le gustaría que acabasen todos amontonados, unos sobre otros, y sentir la temperatura de los distintos cuerpos.

No parecía que nadie fuese a reclamarlo, así que deje de ofrecerlo y me lo quedé. Y entonces Jun se me acercó más y me volví de nuevo a mirarlo, recuperando la sonrisa. Era extraño verle la cara tan de cerca. Era extraño y, por algún motivo, era algo gracioso. Al reír, sin abrir la boca, me empezó a salir el humo en volutas por la nariz.

Entonces alargó él la mano para tomar el cigarro y se lo cedí, sin moverme de donde estaba, mirándolo fijamente y esperando a que se lo llevase a los labios.

Ben soltó una risita al sentir la cara de Valter moviéndose bajo su mano, el cosquilleo de su nariz y pestañas contra la palma de las manos y los dedos.

─Qué gente más cumplidora, ¿eh? ─canturreó entre risas.

Entonces Fif se inclinó hacia atrás, con lo que Ben tuvo que soltarla y perdió el punto de apoyo que había aprovechado para inclinarse hacia adelante. Buscó a ciegas otro, y lo encontró en el hombro de Kris, que era la que estaba más cerca. Al tiempo, para huir de las cosquillas de la cara de Valter, avanzó más la mano hacia su frente, hundiendo los dedos en su pelo. Pero Valter también se iba inclinando más hacia atrás, pese a la resistencia inicial que había ofrecido, así que el avance de Ben se daba en un equilibrio cada vez más precario.

Kyoti cierra los ojos, centrándose en el tacto de esa piel suave contra la yema de su dedo. Y entonces abre los ojos de golpe, repentinamente alarmado por el firme contacto de una mano en torno a su muñeca que tira de él hacia delante. Se ve obligado, así, a abrir del todo la mano, que queda apoyada contra la mandíbula y la mejilla de Johan, que resulta ser, precisamente, quien está tirando de él.

Siente lejanamente la sensación de un cosquilleo que le sube desde el estómago.

No tiene mucho más tiempo para reaccionar porque la languidez de su propia postura hace que, atraído hacia adelante, tenga que servirse de su otra mano para apoyarse y no caer directamente sobre su compañero. Solo que, en la cercanía y la falta de espacio, su mano acaba apoyada en blando, empeorando su equilibrio y haciéndolo precipitarse hacia adelante.

La cara de Johan es suave cuando pongo mi mano sobre ella. Y lo noto todavía más cuando se mueve. Me gusta el tacto. En ese momento su cabeza se va moviendo hacia atrás, y yo siento que mi centro de gravedad se va desplazando inevitablemente.

De repente algo se agarra a mi hombro. Resulta que es la mano de Ben, que parece estar perdiendo el equilibrio. Mi impulso es echar la mano que me queda libre para ayudarla. Le alcanzo la cintura y la sujeto firmemente. Esta postura en la que estoy no va a durar mucho, lo presiento. Pero lejos de preocuparme por caerme, solo puedo soltar una pequeña risa.

Y, tal y como era de esperar, Johan se inclina cada vez más y nosotras con él. Hasta que algo hace que todos acabemos de precipitarnos al suelo. No entiendo cómo ni por qué. Lo siguiente que noto es la hierba y mi cuerpo contra algo calentito que resulta ser Johan. Hay también un leve peso sobre mí, donde Ben ha caído. Cuando me doy cuenta me estoy riendo a carcajadas.

Estábamos hablando de aquel licor en lo que, sorprendentemente, se me hacía una conversación bastante agradable. Curtis había aceptado, también, mi propuesta para bailar alguna vez. No era que me estuviese haciendo un favor, tampoco, pero estaba bien encontrar a alguien con quien compartir uno de mis mayores gustos. Pero de pronto dejé de hablar, porque mi atención se dirigió a la zona de hierba, donde toda la gente se precipitaba sobre uno de ellos, no alcancé de ver quién estaba abajo, y me quedé, boquiabierta, contemplando el panorama.

-¿Qué... diantres?-. Sonreí, incrédula-. ¿Es este el famoso ejército de Brontë?-. Miré a Cierzo-. ¿Son entonces esos los niños guerreros que se han criado aquí? No sé qué pensar.

Si bien no era capaz de distinguir con claridad quiénes conformaban la masa de cuerpos, sí era suficiente para vislumbrar lo patético de la situación. Puse los ojos en blanco al tiempo que Zaih'ra cuestionaba mi comentario anterior. Hasta a mí me apetecía cuestionarlo, realmente. Defender a nadie para que así me lo pagasen.

─Será por esto que no celebramos este tipo de fiestas demasiado a menudo ─murmuré, antes de dar un trago a mi cerveza.

Me di cuenta de que todavía tenía en la mano las gafas que me había dado Frikka y me las guardé en el bolsillo. Dado el plantel, lo más probable si se las devolvía aquella noche lo más probable era que acabasen rotas.

Me había dado cuenta de que era su primera vez al oírla toser, pero no merece la pena que lo diga. Tampoco me sorprende que reconozca que no es su ocio habitual. Pero sí que se muestre tan animada con la idea de celebrar algo. Aunque, sinceramente, no puedo decir que hubiese hablado mucho con ella antes de irme. Ni tampoco ahora que he vuelto.

-Admito que me ha servido para ver caras nuevas. Y para hacerme un poco a la idea de quién sigue por aquí-. Y un poco para pasar un buen rato. Al final está siendo divertido. Estoy lo suficientemente borracha como para que todo me parezca divertido prácticamente-. Reconozco, costurera, que no esperaba encontrarte aquí a mi vuelta.

Visto que nadie reclama el cigarro, le doy otra calada yo misma. Y entonces se da la tragedia. Lo veo perfectamente, y ni siquiera puedo decir que no lo haya visto venir. Echo a reír. Creo que hace tiempo que no me pasa, pero es inevitable. Es demasiado ridículo.

Un cierto jaleo te hace volverte hacia la escena que se desarrolla más allá, en la que un amasijo de cuerpos se enreda de forma confusa en la oscuridad. Ríes como un cascabel, suavemente, tan divertida como el resto por la situación.

Al cabo de un momento, niegas suavemente para ti y terminas tu copa, tras lo cual te incorporas grácilmente, estirando ligeramente las alas.

─Ha sido una velada encantadora ─comienzas─. Pero desgraciadamente creo que para mí ha llegado la hora de retirarme. Nos veremos pronto.

No quieres que supliquen, que tu marcha les apague el humor, así que tienes que dejar esa última promesa para sosegar sus inquietudes. Pero el hecho es que, si bien has sido indulgente con tu rutina por una vez, llega un momento en que abusar se vuelve casi peligroso, y tampoco quieres que una noche de ocio acabe por volverse en tu contra.

Con total naturalidad y elegancia, te pones de pie sobre el banco y, tras estirar las alas completamente echas a volar, perdiéndote en la noche como una estrella fugaz que deja, por un instante, su magia en el cielo.

*Se va*

Para cuando Pris se volvió a mirar, había un confuso amasijo de brazos y piernas en el suelo, voces y risas por todas partes. Trató de mantener la entereza. Trató con todas sus fuerzas de respirar hondo, de no echarse a reír, de mantener una cierta dignidad en aquella situación absurda.

Era, inevitablemente, imposible. La primera carcajada se le escapó despacio, con un sonido extraño, casi como un ronquido, y al poco estaba riendo a mandíbula batiente, sin poder reprimirse. Tuvo incluso que apoyarse un poco sobre su hermana, sintiendo que se le escapaba una lagrimita y que cada vez que intentaba parar le daba la risa de nuevo.

La relajación que siento es poca, ciertamente. No sé si es que sin mí el mundo se viene abajo, o qué pasa, pero en cuestión de segundos la mitad de Retales está en mi estómago y expulso el aire en un jadeo de sorpresa y un poco de dolor. Ni siquiera sé qué ha pasado. Me revuelvo, tratando de quitarme de encima su cuerpo, pero es que ni siquiera sé qué está pasando. Alzo la cabeza, tratando de entender el amasijo de cuerpos que están tratando de fusionarse de alguna forma. Vaya panda de mataos, joder.

Me arrastro como puedo hasta salir del conjunto de personas con cierta expresión de ofensa. A mí que no me metan en su sexo extraño, o lo que sea esto.

-¡Eh, cuidadito!

Massen no me lee la mente sin el colgante, al parecer. Tendremos que seguir practicando. En vez de pasarme el humo lo suelta por todas partes, y yo río también. Es como un dragón que se ha quedado sin fuego dentro.

Fumo de nuevo, ya que nadie nos exige esto, pero no tengo tiempo a mantener el humo dentro demasiado tiempo porque los que están en la hierba se desmoronan como un castillo de naipes y el ataque de risa que me da hace que expulse todo lo que hay en mis pulmones. Siento que me he perdido una parte importante de la escena, pero me he enterado de la graciosa. Si solo puedo guardar un recuerdo de esta noche, quiero que sea esta imagen.

De pronto se formó un estruendo a mi lado y cuando me volví me encontré un revoltijo de cuerpos tendidos unos sobre otros de manera absurda. Jun se había echado ya a reír para cuando yo reaccioné, pero al momento me uní a las risas, soltando humo a vaharadas hasta tal punto que me dio un ataque de tos. Me doblé un poco sobre mí misma, superada por la situación e intentando recuperar el aire.

─¿Pero qué os pasa? ─pregunté entre risas, aunque con la tos la voz me salió apenas en un hilo y no contaba con que lo oyeran, en medio de semejante caos.

En un momento, medio a ciegas, tuve que agarrar el vaso que tenía al lado, porque estuve a nada de tirarlo al suelo de un manotazo. Aproveché cuando se me pasó mínimamente la risa para dar un trago que me aclarase un poco la garganta.

Johan piensa que quizás lo del tirón no ha sido una buena idea, porque cuando abre los ojos para ver qué está pasando solo ve un cúmulo de personas precipitándose y de rostros de sorpresa. Y luego risas. Hasta él ríe, divertido, aunque la verdad es que se ha hecho daño. Pero bueno, el dolor es solo una forma del cerebro de avisar que ha pasado algo, pero Johan ya se ha dado cuenta de que ha pasado algo.

Sin duda, piensa, ha sido una buena idea.

Pronto deja de sentir dolor alguno. Su cuerpo está demasiado lejos de él como para que nada le duela demasiado tiempo. Y al mismo tiempo tiene el tacto muy presente.

Alterna la mirada entre Kyoti y Krista un instante, ya que están directamente sobre él. Al final, su deseo de ser todos un amasijo de cuerpos se ha cumplido. La noche ya ha merecido la pena. En un impulso, acorta el espacio con el flamma, lo suficientemente despacio como para que él pueda apartarse, para dejar un roce en sus labios. No llega bien a Krista desde su postura, aunque siente todo su cuerpo pegado al suyo y notra a través de sus vibraciones la intensidad de su risa.

-¿Está todo el mundo bien? -pregunta, en general.

Kyoti cae. ¿Cómo no va a caer, cuando tiran de él de forma tan repentina, cuando buscando el suelo ha dado con algo mucho más inestable, cuando todo a su alrededor parece desmoronarse de pronto? Cae, cae contra el calor de los cuerpos, una forma bajo su pecho, un hombro que se le clava en el brazo, una sensación momentánea de perder el aliento. Y a eso le siguen las risas, en un mundo que ha dado un giro pero que le ofrece ahora menos posibilidades de seguir cayendo, y Kyoti ríe con ellas, y va a alzar la vista para ver qué es exactamente lo que está pasando, pero nota un aliento muy cerca y el movimiento es el contrario, salirle al encuentro, responder a esos labios, cerrar los ojos y seguir riendo.

Tras el breve contacto se deja caer del todo, la frente contra el suelo, la cara contra un cuello, o una clavícula, o algún otro ángulo, no lo sabe muy bien, y una paz interior que no acaba de cuadrar con la realidad de cambios tan bruscos que lo rodea, pero eso no importa.

─Hmm ─responde a la pregunta, su voz ahogada por su cara enterrada, un amago de afirmación que, probablemente, no es muy esclarecedor.

Y entonces la risa le hace temblar de nuevo el cuerpo.