Jardines (2)

Ben no podía parar de reír. Reconocía que, dadas las circunstancias, se encontraba en una posición privilegiada. O lo habría reconocido si su mente no estuviera demasiado intoxicada como para parar de reír. En sus circunstancias, no pudo sino caer sobre el conjunto de cuerpos que le amortiguaron la caída. Enterró la cara entre dos hombros que habían quedado delante de su cara y la frotó contra ellos, tratando de despejarse mínimamente y sin dejar de reír. Su oreja izquierda tocó un bulto blando y cálido que retumbaba contra su mejilla y se apoyó suavemente contra él, disfrutando del contacto y las vibraciones, que la hacían reír más.

Y entonces oyó la voz de Fif y trató de incorporarse torpemente y sin éxito, apoyando la mano sobre una cabeza a su derecha que resultó estar cubierta de pelo y que no pudo evitar acariciar. Trató de buscar a Fif, de recuperar una seriedad que nunca había tenido demasiado a mano y que en aquel momento, probablemente, había salido volando.

─Ay, Fifi. ¡Ay, Fifi! ─gritó, sin poder parar de reír─. ¡Fifi, perdona, no te enfades, que yo te quiero mucho!

Aún me estoy riendo cuando veo de reojo cómo Kyoti, que resulta que también ha caído, y Johan juntan los labios. Pero realmente no le doy importancia. En esta situación, cualquier cosa me parecería normal.

Ben también se mueve encima de nosotros. Noto cómo se frota la cara y luego se apoya en mi pecho. También ríe escandalosamente. Me siento como si fuese parte de un amasijo de cuerpos fundidos que solo sabe reír. De hecho, tengo que obligarme a parar un poco, que ya empieza a dolerme el abdomen.

Esto empieza a ser incómodo. Pero no lo suficiente como para quejarme o intentar levantarme. Así que solo miro lo que tengo a mi alrededor, divertida, intentando evaluar cómo está la situación. Escucho a Frikka gritar algo y acto seguido, Ben vuelve a moverse. Con su roce algo descuidado siento un cosquilleo en el pecho. Y no puedo evitar llevar mi mano al origen, hacia la cabeza de la chica. No la aparto, solo le toco el pelo.

- Bastante bien, para lo que podría haber sido -contesto a Johan, levantando la cabeza para verle a la cara.

Visto lo visto, la cosa estaba saliéndose un poco de madre.

-Buenas noches -le dije a Curtis, que pareció querer irse antes de que aquello se volviese todavía más ridículo.

Yo me debatía entre hacer lo mismo y quedarme un poco más. Y la risa de mi hermana, la verdad, me incentivaba un poco a ambas. Dediqué una sonrisa de lado a Cierzo, y verlo beber me hizo imitar su gesto.

-Menos mal que quedan guerreros serios -murmuré, aunque con una sonrisa, volviendo la vista a aquel grupo-. No sé si hacer como Curtis, y marcharme antes de que a alguien se le ocurra que son pocos en esa montaña. Y ya empieza a ser algo tarde...

Y ya habíamos dejado de bailar. Aunque quizás podíamos volver dentro y hacerlo un rato más. Miré a mi hermana, buscando algún tipo de respuesta por su parte.

Nada. Que son como una mole de cuerpos. Yo creo que están tropezando a propósito. Una parte de mí quiere quejarse, pero otra, la verdad, quiere tirarse encima. Podría ser la reina de la masa.

-Nada, nada-. Hago a Retales un gesto tranquilizador. No me he roto nada. Y he comprobado que las lentejuelas están en su sitio, que es lo importante. Me acerco un poco como para abrazarla, aunque termino por tumbarme un poquito sobre ella-. Yo también te quiero mucho, Bennie... Aunque hayas intentado matarme.

Froto un poco la mejilla contra la suya, colaborando con la masa.

Pris, que seguía riendo descontroladamente, tardó un momento en entender que su hermana le estaba pidiendo opinión. Trató de dejar de reír, y lo que consiguió fue reducir sus carcajadas a risitas espontáneas cada poco tiempo. Que, a ver, no era tan gracioso, pero no podía evitarlo. Y entonces sintió que le daba el hipo y no pudo evitar echarse a reír de nuevo.

Negó con la cabeza.

─A lo me-jor era buen momento para la r-etirad-a ─coincidió, secándose una lágrima─. Que a ver cómo estoy yo mañ-ana.

No tenía ganas realmente de irse, con lo divertido que estaba siendo todo, pero sabía que tampoco iba a formar parte de lo que estaba pasando, y no era cosa de quedarse toda la noche de espectadora.

Me volví a mi jarra, meditando un momento la posibilidad. Y la terminé. Porque, desde luego, la situación no daba pie a mucho más, por mi parte. No estaba al nivel suficiente para formar parte de aquel otro grupo, y había tenido tiempo de sobra de disfrutar de la noche.

─Os acompaño ─decidí finalmente.

Me agaché a coger la botella de licor, que seguía a mis pies.

─Les ofrecería si la quieren, pero algo me dice que no la necesitan ─comenté, invitando a las dos hermanas a entrar de nuevo en la sala de baile.

Ya le devolvería las gafas a Frikka en un momento en que estuviera más serena.

*Se van*

Johan nota un poco más de peso sobre él. Y movimiento. El movimiento se le clava en el cuerpo. Nota la voz, la vibración, de Kyoti contra su cuerpo y ríe, aunque apenas le sube el pecho porque tiene a mucha gente encima. Pero es agradable formar parte de algo. Además de del ejército de Brontë. Pero esto no es más que parte de ese grupo mayor.

Con una de las manos acaricia el pelo del flamma, que le resulta suave al tacto, aunque no tanto como el propio. Le entretiene variar de texturas. Acaricia también el lateral de su cara, notando las suaves escamas, y las otras, las que sobresalen algo más. Le resulta de lo más curioso.

Con la otra mano palpa un poco los cuerpos que tiene encima, tratando de diferenciar las formas: un brazo, un codo, una ceja, una nariz, una cintura... Incluso se encuentra a sí mismo, al seguir tocando.

Se encuentra con que Krista se encuentra bien, al menos si no le está mintiendo. Tiene la cara muy cerca y Johan le sonríe. Se aproxima un poco más a ella y, cerrando los ojos, acaricia de forma ascendente su mejilla con la nariz, en un gesto suave.

Sigo riéndome un buen rato, aunque realmente siento que me cuesta mucho ver todo lo que pasa: está oscuro, mi vista está borrosa y, además, pasan demasiadas cosas a la vez. Aunque, eventualmente, me doy cuenta de que algunas manos están aprovechando la cercanía para... bueno.

Le doy un pequeño toque a Massen, que está bebiendo, y señalo con lo que creo que es disimulo.

<<Creo que esto no se queda aquí>>, formo como puedo, con gestos algo lentos y una sonrisa pícara.

Una parte de mí quiere unirse a los cuerpos, por la gracia que me hace, pero a decir verdad... Me da algo de vergüenza. Pese al mareo. Y estoy tan cómodo aquí. Aunque la idea del contacto también se me hace apetecible.

Kyoti siente manos en el pelo. Son varias. ¿Son varias? Parecen varias. Es agradable. No recuerda la última vez que sintió manos en el pelo, pero lo agradece, cierra los ojos y entierra más la cara, con una suerte de suspiro satisfecho que desemboca a medias en otra risa más débil. Gira un poco la cara, irguiéndose ligerísimamente, hacia la mano que tiene a su derecha y recorre con la nariz el centro de una muñeca, acaricia la base de una mano con los dientes.

Piensa en apartarse, hace amago de rodar un poco hacia su derecha para dejar más espacio libre a quien tiene debajo, pero entonces ve que, realmente, nadie muestra intenciones de incorporarse, que incluso se les une otra persona, y piensa que, en realidad, él tampoco tiene ganas de levantarse, cuando el suelo tiene estabilidad y calor y caricias. Así que, aunque no se deja caer del todo sobre el resto, se queda donde está, y observa con una sonrisa ladeada el intercambio entre Johan y Krista. Siguiendo un impulso, lleva la mano izquierda hacia la mejilla de la chica y, como ha hecho antes con Johan, recorre con un dedo, despacio y delicadamente la línea de su mandíbula hasta el mentón.

La cosa estaba evolucionando con cierta rapidez, y aunque en la oscuridad no podía distinguir el panorama con claridad, sí veía lo suficiente como para entender qué estaba pasando. Mithos. Se me escapaba la risa sin querer.

Jun me hizo un gesto y lo miré, devolviéndole la sonrisa con aire confidente. Recordé nuestra apuesta. Parecía que no habíamos acertado ninguno. Quise decírselo, pero así como me costaba entender sus signos en aquel momento, más me costaba formular yo una respuesta.

«El cotilleo», fue todo lo que alcancé a expresar finalmente.

Y con la misma mano con el que lo había signado agarré su camisa a la altura del pecho para atraer su cara hacia la mía y besarlo.

Alzo las cejas sorprendida por la respuesta de la costurera, de Anna. Casi se me escapa una sonrisa.

-Es cierto -coincido-. Cualquier cosa puede dar una sorpresa. Depende de las expectativas que tengas sobre ello.

Esta fiesta, por ejemplo. El cambio de Jun. Que incluso Dehnel me parezca menos irritante después de todos estos años. O que Anna me pida que le pase un porro. Doy una calada antes de hacerlo y se lo cedo, con un asentimiento. No parece que su dueño vaya a venir a reclamarlo. No está muerto, pero está enterrado.

Ben sonrió, feliz de saber que Fifi la había perdonado. A ver cómo iba a estar tranquila si no. Sin Fifi. O con Fifi enfadada. Cualquiera de las dos perspectivas era muy triste. Muuuuuuuy triste. Pero en vez de eso Fifi se acercó a ella, se acomodó a su lado, algo sobre ella, y Ben se giró un poco para acogerla en sus brazos, feliz. Se apoyó suavemente en la forma mullida que tenía debajo, y que era francamente cómoda, y se dejó acariciar por la mejilla de Fifi, correspondiendo al gesto con los ojos entrecerrados.

─Ya. Ya, tengo que tener cuidado ─respondió, con tono algo compungido─. Porque si te mueres... Si te mueres, a ver qué hago yo, Fif. Si te mueres me mato. Y si encima es culpa mía... Eso no puede ser.

Siguiendo el camino ascendente de su mejilla contra la de Fifi, acabó depositándole un beso en la parte alta nariz, ligeramente por debajo de los ojos.

Veo cómo la cara de Johan se me acerca y espero pacientemente el contacto. Me recorre la mejilla con la nariz. Yo cierro los ojos para dejarme llevar por la suavidad de su caricia. Entonces siento como algo me toca el otro lado de la cara. Es justo en la mandíbula y me produce un cosquilleo que me hace sonreír. Muevo la cara lentamente para contribuir a ambas caricias. El tacto es tan agradable. Solo quiero más. Acaricio distraídamente la cabeza de Ben, masajeándola, enterrando los dedos en su pelo.

Sin abrir los ojos, deslizo mi cara por la de Johan. Su nariz, su pómulo, su mejilla, su boca. Acaricio mis labios contra los suyos, con delicadeza. Lo siento todo tanto que noto la electricidad recorrerme la piel. Le doy un beso a cámara lenta, con la más leve de las presiones. Pero sigue sin ser suficiente. Le doy otro, ligeramente más fuerte esta vez. Y luego uno más.

Estoy embriagada por el momento. No existe nada fuera de esto.

No puedo evitar reír. Pues sí, "el cotilleo". Massen dijo que me mojase más cuando dije que alguien acabaría bailando desnudo, pero no lo hice lo suficiente. ¿Pero cómo iba a predecir esto? Lo que más me sorprende, realmente, es que nadie haya bailado desnudo.

No tengo tiempo a pensar en mucho más. Massen me agarra, aunque el gesto es tan rápido que soy consciente de ello cuando ya estoy siendo arrastrado. Aún así, al contacto sí respondo deprisa, como si activase una parte primaria de mi cerebro. Y pronto todo se vuelve una espiral que no comprendo por completo, una espiral en la que avanzo hacia ella, en la que la atraigo desde la nuca, en la que una de mis manos desciende por su cuello, acaricia su hombro, recorre su espalda. Y en la niebla de mi cabeza ya no recuerdo la risa, y todo lo que pasa a escasos metros ya no importa.

Al suave gesto de Johan, Krista responde con beso igual de suave. El piscis lo agradece con una sonrisa laxa, contemplando sus ojos un momento. Pero a ese contacto le sigue otro, más intenso, y al segundo un tercero. Finalmente se deja llevar por esa nueva dinámica, aproximándose a su vez a la chica, buscándola, dejando que entre en su boca.

La caricia en la cabeza de Kyoti se convierte en un pequeño tirón sin que casi se dé cuenta.

No sabe cuánto pasa exactamente en los labios de la chica. Johan sabe que cuando se consumen esas sustancias, el tiempo siempre parece ir más lento. Pero a la vez, es fácil dejarse llevar, hasta el punto de perder la noción del mismo.

Se aparta de la chrysos con una sonrisa y se vuelve hacia el flamma sin variar el gesto. Parece que finalmente se encuentra bien, que el bizcocho no le ha hecho daño.

Con cuidado renovado se acerca de nuevo a él, dejando un beso en la comisura de su boca y después uno superficial en sus labios.

No es lo que Johan esperaba al empezar la noche, desde luego. Pero siempre le ha gustado improvisar.

Me aurruco un poco contra Retales, entrecerrando los ojos, disfrutando del contacto. La verdad es que hace fresco. Aunque lo que me resulta un poco raro es estar tumbada sobre Krista. A fin de cuentas, es una persona y se mueve bastante.

-¡Ni se te ocurra matarte si me muero! -le digo indignada a Retales en cuanto habla. Lo que me faltaba, joder-. Como te mates, te juro que te mato.

El beso que me da en la cara hace que me sienta un poco menos indignada. Hago un pequeño mohín, de todos modos, pero acabo por apartar la vista. Me ha dado como algo de vergüenza. Entonces es cuando, pese a los blandos que son mis pensamientos, me doy cuenta de lo que está pasando debajo de nosotras. Mi colchón se está liando con el azulito.

Miro a Retales de nuevo, ligeramente ruborizada. Antes eran una masa, pero ahora ya no sé...

-Ret, se están liando todos... -susurro, acercándome a su oído para que nadie más lo oiga.

Diría que como para no verlo, pero estamos todas bastante ciegas.

La escena evoluciona a pasos agigantados. No puedo evitar sonreír al ver a Massen y Jun enzarzados, y se me vienen a la mente recuerdos de conversaciones de antes de abandonar Brontë. El otro grupo, si es que eso se puede llamar grupo, sigue su propio ritmo. Aunque hay ritmos diferentes dentro del grupo. No me avergüenzo de mirar con interés, con un amago de sonrisa en los labios, aunque una parte de mí siente cierta envidia por el contacto. Aunque no puedo decir que quiera ir y formar parte de esa pila de cuerpos, por diversos motivos.

Miro de reojo a la costurera, que parece interesada en la escena, aunque su expresión trasluzca vergüenza. El pudor no impide que mire. Siente calor. En cierto modo, entiendo, desea se parte de eso. Pero la veo demasiado tímida como para acercarse y subirse sobre el resto de personas.

Cuando me mira de nuevo, sostengo su mirada, con cierto brillo en los ojos. Realmente es tierna, es como un animalillo, como una presa, asustada por su depredador, pero demasiado embaucada como para escapar. En el fondo ella quiere saber lo que pasa después. Es normal, no es más que la naturaleza humana. La curiosidad es habitual. Si la gente tuviese la certeza de que nadie sabe lo que han hecho o lo que piensan y desean, estoy segura de que muchas más personas harían cosas que censuran.

-¿Te parece extraño? -pregunto, con tono curioso, divertido-. Realmente, se veía venir, diría. Claramente.

Recorto ligeramente la distancia y recupero el pitillo para dar una calada. Era grande, pensado para varias personas, pero no le queda demasiado. El humo empieza a rascar más. No estoy tan acostumbrada a fumar como para que no me sea desagradable, pero no toso.

No queda nadie más que ella. Cierzo y la gente que lo acompañaba se han ido dentro. Corbin no está en Brontë. Fera no ha aparecido repentinamente en los jardines, invocada por mis deseos velados. Pero Anna, la costurera, está aquí. Y he visto cómo me ha mirado. Varias veces. A veces la gente no da sorpresas porque no les prestas atención.

-Si no quieres quedarte, podemos ir a otro lugar. Si te apetece -le digo, velando la intención solo a medias-. Si no me retiraré, en cualquier caso.

No pienso quedarme a pasar la noche viendo este espectáculo. Dado el caso, me basto yo misma para irme a dormir tranquila.

Tuve el lejano pensamiento de que eso no era exactamente lo que había planeado, pero quedó completamente eclipsado por la situación. Abrí un momento los ojos de golpe al sentirme atraída y luego los volví a cerrar despacio, sintiendo cómo se me relajaba el cuerpo y me dejaba llevar. La mano que tenía sobre el pecho de Jun relajó el agarre, pero no la retiré, sino que extendí la palma contra él.

La mano que tenía libre ascendió por su cuello hasta su pelo, y quedó acomodada por debajo de la oreja, cuatro dedos enterrados en la mata blanca y el pulgar sobre el lóbulo, acompañando a Jun a mantenerse cerca. Dejé ir una especie de suspiro que me revolvió la nube volátil que el humo me había dejado en el pecho y abrí la boca, buscando más espacio en la suya.

Y entonces, sin entender bien por qué, sentí que me sacudía un poco y que me invadía otra vez la risa, aunque más sutilmente que antes.

Kyoti contempla fascinado el intercambio de las dos caras que tiene frente a sí. Y cuando su dedo llega a la barbilla de Krista, continúa desplazándose por la otra cara, siguiendo la línea de esa otra mandíbula hasta el contacto con el cuello, en el que empieza a descender. Siente un tirón hacia adelante y se deja atraer, depositando los labios sobre un punto de ese cuello cercano a su dedo, acariciándolo, abriendo ligeramente la boca para probarlo y rozarlo con los dientes, sin llegar a aplicar fuerza.

Y entonces siente algo de movimiento bajo él y alza la vista hacia una sonrisa que va a su encuentro, a la que responde con una igualmente relajada. Se deja besar una vez, y entonces siente que se le entreabre un poco la boca y responde con suavidad a un segundo beso. Oye un sonido débil e ininteligible y se da cuenta de forma amortiguada de que es él quien lo ha emitido. Acaricia un momento con la lengua la boca frente a la suya, iniciando un tercer beso, lento.

Se siente en una nube, pero sin vértigo o miedo de caer al suelo.

Ben dejó que Fif se echase un poco sobre ella, y cuando le habló al oído estalló a reír sin poder evitarlo. Le dio un beso en la mejilla, todavía riéndose.

─Si es que esta gente es una viciosa ─coincidió con voz pretendidamente solemne─. Te despistas un momento y... Y a ver, que el cariño es así como adictivo, que eso también es verdad.

Mientras hablaba, alzó una mano para alcanzar la de Krista, que le acariciaba el pelo, y la acarició con los dedos, suavemente, presionando un momento para que aumentara el contacto, luego enredando los dedos en los de ella para cogerla y llevarla un poco más abajo, a su mejilla, y la acarició de nuevo, entrecerrando un poco los ojos. Con la otra mano, como buenamente podía, atrajo a Fifi hacia sí. Quería abrazarla, pero aquella postura era demasiado difícil ya para conseguir tanto.

Johan sigue mi ritmo y lo alimenta, haciendo que me hunda todavía más en las sensaciones. La presión y el ritmo van en aumento hasta que no sé si estoy soñando o despierta. Siento estar así horas. Cuando él se separa suavemente abro los ojos y me doy cuenta de que no ha debido pasar más de un minuto. Los labios de Johan vuelven a Kyoti y no puedo evitar sentir un pequeño vacío. Pero la experiencia me dice que esto es parte de la diversión, así que sonrío todavía algo extasiada.

Siento el contacto de Ben en mi mano y aumento la presión de mi caricia, ejerciendo un leve masaje en su cuero. Después, cuando reclama mi mano, yo la dejo hacer. Me la pone en su cara y la acaricio con delicadeza, imitando su propio contacto. Voy explorando su perfil con los dedos, llegando a pasar por su nariz y sus labios.

De igual manera voy buscando recuperar la sensación que me dejó la boca de Johan. Muevo la cara, estirando el cuello, recorriendo con los labios el hombro del chico hasta su cuello. Dejo algunos pequeños besos allá por donde paso.

Me dejo llevar por la sensación envolvente que me atrae a su boca de una forma tan natural que tiempo atrás me hubiese resultado inpensable. Acaricio su labio inferior con los dientes mientras la mano derecha se mantiene en su espalda la izquierda desciende hasta su cintura y la acaricia. Pero es entonces cuando ella empieza a temblar, y al entreabrir los ojos y darle forma a su figura, levemente borrosa, me doy cuenta de que ríe.

Río contra sus labios, contagiado de su risa, o de lo absurda que es la situación, o simplemente porque llevo riendo constantemente desde poco después de que empezase la fiesta. Termino por soltar su cuerpo y pasarme la mano por la cara. Estoy bastante acalorado. Y la risa no ayuda.

Vuelvo la vista al grupo y me encuentro con que ellos me sacan bastante ventaja. No puedo dejar de pensar que no es el cotilleo que esperaba, por más que lo vea.

Miro a Massen una vez más. Es uno de esos momentos en los que me gustaría ser capaz de hablar. Porque hay cosas que quiero decir ahora mismo, pero los gestos no me parecen suficientes. Es demasiado lento. Demasiado impreciso.