Claro del bosque

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Sonrío y asiento concesiva. Lo he pensado. No voy a negárselo.

-Fue una suerte que contasen con el artefacto adecuado -admito. Suerte o no, lo cierto es que de no haber sido así seguramente tendríamos más muertes que lamentar. Y, personalmente, con una me es suficiente-. En lo personal, espero que todo eso de "enfrentarse a líderes" se haya acabado -zanjo después.

Lea me recalca que lo de Dehnel es temporal. Bueno, un descanso no es malo para nadie. Yo me lo he permitido. Si pienso en alguien que no lo haya hecho, al que imagino es a Corbin, pero Corbin no descansa de la lucha. En todo caso, estar aquí entrenando es su descanso.

-Pues espero que se recupere -le digo, sorprendiéndome de que, dentro de la indiferencia, es bastante cierto-. Supongo que no es de los que se van dejando cabos sueltos. Eso sería "innoble" -añado, matizando las comillas con los dedos.

Llegó a ser cansino. Pero últimamente estaba relajado y no me molestaba.

-En fin... Creo que ya he descansado suficiente. Tengo que terminar mi entrenamiento de hoy -anuncio, mirando fugazmente al vulpus.

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Enarco una ceja, dedicándole una mirada significativa.

-No creo que nadie te lleve la contraria a ese respecto -asiento, con una sonrisa suave.

Asiento de nuevo. Rick se está olvidando de esas cosas, y no sé hasta qué punto es bueno. Tener que ser yo la que le recuerde la importancia de su nobleza resulta de lo más extraño. Pero, por lo visto, también es necesario; parece un punto de apoyo muy importante en sus convicciones.

-Dudo que se permita algo así -coincido-. Le supondría demasiadas noches de insomnio.

Vilo le devuelve la mirada cuando ella repara en él. Yo, por mi parte, asiento.

-Quizás, al final, sea yo la que te ha interrumpido -comento, aunque en tono de broma-. Te vas a quedar fría. Yo creo que, a estas alturas, me limitaré ya a un paseo.

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Parece que en los puntos finales estamos de acuerdo. Lo que más raro me resulta es estar hablando de Dehnel. Pero asiento de todos modos. Sus noches de insomnio la preocupan más a ella que a mí, por lo que veo, pero me lo tomaré como que está bien tener a los guerreros bien descansados. A fin de cuentas, ahora somos menos.

Sostengo la mirada del animal un momento, pero cuando ella me habla la miro, y no puedo evitar una sonrisa. Asiento, siguiendo con su pequeña broma, sin excederme.

-Eso lavará mi conciencia-. Hago mago de ir a darme la vuelta-. Bueno, ha sido un placer, pero me voy ya. Buenas tardes.

Un gesto y inicio un trote ligero para recuperar el ritmo, alejándome de ellos.

Bueno, no está mal. Es simpática.

*se van*

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La muchacha entró al claro, siendo iluminada al momento por el sol, haciendo que su pelo arrojara destellos rojos. Sacó los tessen de entre los pliegues del vestido y los abrió al mismo tiempo, escuchando el sonido particular que ese movimiento hacía. No desplegó las cuchillas, no tenía sentido en ese entrenamiento, no estaba allí para practicar técnicas de combate, sino para pulir su nuevo hechizo.

-Igneste.

Dos bolas de fuego se presentaron ante ella, tal y como había pretendido, de un tamaño y potencia perfectos, lo que le hizo curvar los labios en una sonrisa de satisfacción. Ahora sólo tenía que usar lo que había aprendido.

Era como un baile, sólo que estos abanicos bien usados podían, si no partirte en dos, rajarte el cuello. Las llamas danzaban al compás de sus posiciones y se colocaban a modo de escudos flotantes, apartándose cuando lanzaba un ataque, adaptándose a sus pensamientos y sus necesidades. Le sorprendió la facilidad con que lo estaba consiguiendo aunque lo cierto era que estaba bastante más relajada de lo que estaría en un combate y que sólo eran dos.

Posición de defensa, y los fuegos se situaban como una barrera extra a sus tessen, como para amortiguar el golpe que de no poder parar se encargarían de frenar o desviar los abanicos.

Posición de ataque. Aquí se complicaba la cosa. Los abanicos se movía rápidamente y los fuegos debían hacerlo igual, en alguna ocasión falló y perdió el control de uno de los dos pero consiguió recuperarlo. Podía o bien situarlos a modo de defensa, cubriendo sus puntos flacos, o en una táctica más ofensiva, evitando se alcanzada mientras asestaba golpes más continuos.

Esta vez fueron 3 las llamas que hizo aparecer. Giraron a su alrededor, adoptando posiciones según sus movimientos, siguiéndola al avanzar o retroceder, revoloteando a su alrededor. La esquivaban si se movía en su dirección, se reorganizaban sin cambiaba de táctica, en resumen, había conseguido controlarlos. Donde controlarlos era conseguir moverlos con agilidad, pero no acababa de hacerlo lo suficientemente deprisa como para no notarse.

-Igneste.

Cuatro.
Eran más débiles, más lentos. Fue controlándolos y adaptándolos a sus necesidades, pero tampoco pensaba que fueran a ser tan rápidos como siendo uno.
En cualquier caso, pensó, la idea es defenderme, no ser imparable, ya iría mejorando. Estaba bastante orgullosa de lo que había conseguido, su primer gran logro en ese lugar.

Plegó los tessen y se los guardó, las llamas se fueron apagando hasta desaparecer. Miró a lo alto, el sol se había escondido mientras entrenaba, lo cual era bueno.
Ahora quería cambiarse, darse un baño largo o algo así, tal vez cenar algo. Se lo había ganado, ¿no?

*Fin de escena*

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En realidad, cualquier lugar del bosque habría servido. Corbin era plenamente consciente de ello. Pero un buen impulso se tomaba mejor sin obstáculos de por medio, y eso era algo importante a tener en cuenta cuando uno tenía por objetivo embestir y llevárselo todo por delante. Cuando se le ocurrió ponerse a entrenar así, Corbin se planteó que podría ser muy útil contra sus enemigos. Sin embargo, al verse frente a los árboles, empezaba a pensar en otras alternativas, tales como puertas cerradas.

Llevaba un buen rato de calentamiento, y se veía preparado para enfrentarse a los gruesos troncos que tenía ante sí. Si todo salía como él lo tenía previsto, quizás llegase a limpiar un poco más la linde del claro. Por el momento, miró alrededor, serio, buscando una posición interesante desde la que lanzarse y un objetivo que pareciera factible. Y aunque había troncos más endebles, Corbin escogió uno más o menos grueso, que podría, tal vez, resistir su fuerza.

Una vez se hubo decidido, todo lo que necesitó fue echar a correr hacia él. Corbin avanzaba sin miedo. No tenía motivos para reprimirse, después de todo. Así que se echó directamente hacia su objetivo y, cuando estuvo a escasa distancia, saltó hacia él con energía, adelantando el hombro derecho y tensando los músculos, dispuesto a llevarse el tronco por delante.

La madera no crujió, y el árbol no cayó derribado. Pero, a pesar de su tamaño y grosor, el tronco tembló, y un buen número de hojas cayeron alrededor de Corbin. El chico ignoró un efecto tan nimio de su golpe y se concentró en la madera, en las marcas que pudiera haber dejado en ella. No le parecieron significativas. Y eso solo podía significar que debía seguir con su entrenamiento.

Con un trote suave, regresó a su posición inicial y encaró el tronco de nuevo. Corbin echó a correr, concentrado, directo a su objetivo, y saltó contra él, adelantando de nuevo el hombro para embestirlo una vez más. Más hojas cayeron, perturbadas por el golpe, y Corbin llegó a sentir y oír al árbol protestar con un ligero crujido. Se estaba acercando.

Decidido a continuar, si era posible, hasta echar el tronco abajo, volvió a su posición inicial y cargó contra él de nuevo, en una tercera embestida.

*Se queda haciendo el bruto*

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Telma me acompañaba por el bosque. El tiempo era mejor que a mi llegada y, como si fuesen de la mano, mi humor estaba bastante más tranquilo también. La furia se había ido disiparizando, y al final solo quedaba una especie de pequeña molestia dentro que me recordaba que no iba todo bien.
Pero tampoco iba mal.

Un sonido, como un topetazo especialmente fuerte, me hizo decirle a Telma que se quedase quieta. La bismonte, lejos de alarmarse, se puso a pastar en el sitio, y yo me aproximé al claro, en guardia, preparado para cualquier peligro. No llevaba a Värdjas, llevaba tiempo sin llevarla encima, aunque seguía cortando. Mientras Värdjas estuviese herida me sentía incómodo portándola.

El que estaba en el claro no era una bestia, ni un bandido, ni algún malnacido arrepentido buscando que yo lo atrapase; era Corbin. Relajé el gesto y, sonriendo, me apoyé de lado contra uno de los árboles que cercaban el lugar.

-Si quieres quedarte sin sentido hay formas más apropiadas de hacerlo -le dije, a modo de saludo, con una sonrisa tranquila.

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Corbin percibió una figura un poco más allá un momento antes de reconocer a Rick, que se quedó mirándolo desde cierta distancia. Lo miró un momento de reojo, pero no dejó a medias el movimiento que lo llevaba, una vez más, contra el tronco. Cuando se impulsó contra él para intentar derribarlo una vez más, el árbol soltó un sonoro chasquido y una rama fina se desprendió, cayendo al suelo a escasa distancia del claritas. Este estudió el resultando de sus golpes en el tronco, y decidió que no debía faltar mucho para lograr su objetivo.

En lo que acomodaba el cuerpo para un nuevo golpe, se volvió hacia Rick con su habitual gesto serio, manteniendo, pese a todo, la calma.

-Espero que me sirva, más bien, para mantener el sentido... o hacérselo perder a otros -respondió, con su habitual tono monocorde, aunque sin la menor tensión en la voz.

Se dirigió de nuevo hacia el punto desde el que empezaría a tomar impulso y echó a correr con decisión hacia el tronco. Ya a escasa distancia, saltó de nuevo contra él, embistiéndolo con tanta fuerza como su capacidad le permitía. Había acabado por concluir que no se vería satisfecho hasta que el árbol cayera derribado.

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Dejé ir un resoplido y lo observé atacar de nuevo. Yo había pasado por cosas parecidas a aquella alguna vez, recordé. Desde luego, los árboles tenían que temernos. La personas, sin embargo, se movían, y eran más difíciles de alcanzar. Quizás me faltaba algo de juego de pies. Una mole lenta aplastaba, pero seguía siendo lenta.

Al verlo me daban ganas de imitarlo, pero me pareció un poco infantil, de modo que solo lancé un par de puñetazos al aire, sin mucha intención, como probando los golpes. Me detuve con la derecha estirada y la izquierda plegada, preparando un golpe. Me fijé en el final de su movimiento, cuando chocaba contra el árbol, de forma especialmente atenta. No sabía hasta qué punto estaba bien que ampliásemos el claro, pero se me hizo gracioso pensar que quizás aquel claro en el bosque se hubiese generado de aquella manera.

-Después prueba una conmigo -le dije a Corbin, bajando las manos, con la misma expresión risueña.

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Corbin impactó contra el árbol con los músculos en tensión, y el tronco tembló con el impacto. Después de tambalearse un momento, cayó hacia atrás y quedó apoyado contra uno de sus congéneres, con el tronco visiblemente astillado. Corbin se volvió hacia Rick con un brillo de interés en los ojos. Incluso se permitió una suerte de mueca, algo ligeramente parecido a una sonrisa.

-Como gustes -respondió, afianzando los pies al terreno y encarando a su compañero.

Corbin sabía de sobra que una persona no era un árbol. Rick era fuerte y robusto como uno, pero, además, podía moverse. Y aunque Corbin sabía que su velocidad no era nada destacable, seguía siendo algo a tener en cuenta.

Concentrando su velocidad para tomar un buen impulso, echó a correr contra él sin rodeos. Si él no hacía nada por evitarlo, se lanzaría contra el flamma tal y como había hecho contra el árbol.

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Dejé ir un silbido al ver el árbol caer, sin contener la sonrisa. No obstante, pronto miré a Corbin con interés, más dispuesto a comprobar su embestida que a alabar su fuerza demostrada contra un árbol.
Me puse en posición y lo observé mientras se preparaba. Lejos de apartarme, o de tener intención de hacerlo, flexioné las rodillas para asentar el cuerpo y apreté un poco la mandíbula, concentrado. Desde luego, verlo venir resultaba algo perturbador. Y yo tenía el cuerpo frío, y hacía tiempo que no luchaba.

Me preparé para aguantar el golpe y recibirlo. Mi intención era detenerlo, de alguna forma. Y lo hice. Recibí el impacto y resoplé, sorprendido por el golpe, y noté cómo mis pies, clavados en la tierra, retrocedían por el impacto, dejando un surco. Estuve a punto de caerme y el golpe en el pecho me hizo toser un momento.
Pero aguanté. Logré aguantar.

-Vaya... -comenté, reforzando la sonrisa-. No está mal.

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Embestir un árbol no era lo mismo que embestir a un hombre. Corbin se encontró con que Rick sabía afianzarse en su sitio y absorber su impacto. Y se encontró también con una suerte de tensión, creada en el momento en el que había decidido enfrentar a su compañero. Se trataba de una sensación débil, sin embargo, y Corbin se vio capaz de ahogarla con facilidad.

Buscó de nuevo su intento de sonrisa y rotó los hombros mientras se alejaba un par de pasos del flamma. Siempre le había parecido un oponente a tener en cuenta.

-Lo mismo puedo decir -respondió, con su tono monocorde-. Hacía tiempo que no te veía. Tengo mucha esgrima que practicar, y creo que tu ayuda no me vendría nada mal.

Después de todo, él se había encargado de su primera clase con la espada.

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Cuando se alejó moví un poco los brazos, deshaciéndome de aquella sensación de tensión en el cuerpo por el impacto y la poca costumbre. No todo el mundo tenía la capacidad de darme un golpe tan poderoso como aquel, que me moviese del sitio, y lo tenía claro. Corbin era un hombre fuerte. Quizás había pasado demasiado tiempo creyendo que solo yo podía defenderlos a todos.

-Es cierto, la esgrima -recordé, alzando las cejas cuando lo dijo-. He estado fuera un tiempo. La verdad es que hacía tiempo que no me ponía delante de alguien para que me diese un golpe así -reconocí, bajando un poco la vista, con una sonrisa algo ausente-. Hasta sienta bien-. Ladeé la cabeza, mirándolo de nuevo-. Podemos entrenar de nuevo con espada alguna vez. La verdad es que suena bien -accedí.

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Corbin asintió, satisfecho de haber conseguido su objetivo. No había tenido demasiada ocasión, o quizás motivación, de coger aquella espada. Después de todo, no tenía tiempo para aventurarse solo a técnicas desconocidas que no fueran a coincidir con su estilo de lucha. Para dedicar tiempo a eso y que de verdad valiera la pena, necesitaba una guía fiable.

-Bien -concluyó, conforme-. Cualquier momento y lugar está bien para mí. Dime dónde y cuándo y allí estaré. Me gustaría enseñarte mi espada. No se parece a la tuya en absoluto, pero espero que sea válida para iniciarme en ese tipo de armas.

De lo contrario, pedir ayuda a Rick también sería una pérdida de tiempo.

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Verlo tan dispuesto me hizo sentir, de alguna forma, nostalgia. Me palmeé las mejillas, obligándome a quitarme aquella sensación. Yo estaba allí, junto a él, en Brontë. No tenía que sentirme como si aquella clase de cosas formasen parte de mi pasado.
Cuando hube respirado le sonreí de nuevo.

-¿Tienes una espada? Eso sí es una novedad -comenté, poniendo los brazos en jarras-. ¿Y cómo es? Supongo que pocas personas utilizan el tipo de arma que yo uso... -añadí, para mí, bajando algo el tono.

Pero Värdjas estaba fuera de combate. Aquello no lo dije.

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Corbin lo pensó un momento antes de responder.

-Diría que es un arma bastante común -respondió por fin-. De filo estrecho, no demasiado largo, y a una sola mano. Es bastante ligera, lo cual ayudará a moverse rápido. Desde luego, no se parece mucho a tu mandoble. La conseguí en mi última misión.

No tenía del todo claro por qué se había decidido a conservarla. Quizás porque Rick le había enseñado las bases, y se trataba de un arma común, de apariencia versátil. Pero, desde luego, si lo que iba a conseguir era que la espada cogiese polvo en un rincón, prefería no tenerla. Necesitaba asegurarse de que le daría uso, de que valía la pena conservarla.

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De modo que había obtenido un arma en una misión. Me encontré asintiendo, sin saber muy bien por qué. Lea había conseguido unas extrañas púas una vez, y otros muchos guerreros mostraban armamento muy diferente de unas veces a otras. Yo tenía a Värdjas y mi cuerpo, pero nada más. Ni siquiera mi magia era demasiado poderosa. Quizás hacerme con otro arma, se me ocurrió, fuese buena idea. Si volvían a quitarme a Värdjas de las manos, como en Ignis, no me vendría mal tener otras opciones.

-La verdad que eso de conseguir nuevas armas suena bien -le dije, revelando mis pensamientos-. Debería planteármelo. Aquí hay que estar preparado para todo. Me pregunto qué me sentará bien...

Notaba el tono algo vago. En el fondo, seguía sin tener claro que pudiese plantar cara a un enemigo poderoso de nuevo. Un ladronzuelo era cosa fácil, pero aunque había vuelto y me sentía dispuesto el fuego de mi interior seguía sin arder como siempre.

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Corbin notaba el tono de Rick poco interesado, pero no le dio demasiadas vueltas. Pensó que le habría gustado tener la espada allí para enseñársela. Tenía, al menos, sus puñales y puños. Sacó todo para mostrarle su pequeño arsenal personal.

-Te recomendaría que buscases instrumentos acordes a tu estilo de lucha, o perderás tiempo en adaptarte. Las armas deben adaptarse a uno -apuntó, mostrando con un par de movimientos cómo combinaba los puños con los puñales-. Quizás te conviniera un arma que pudiera complementar a tu mandoble. O, en su defecto, sustituírlo. Claro que eso sería demasiado aparatoso.

Salvo que tuviera una manera cómoda de transportarlo. Corbin sabía que existían objetos capaces de acabar con el problema del peso o tamaño de las armas, pero no poseía ninguno. Quizás Rick, que utilizaba un arma tan enorme, debería plantearse hacerse con algo que la hiciera más manejable.

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Observé sus armas con curiosidad, y tomé uno de los puños con curiosidad. Era cierto que él usaba cosas como aquella. Lo miré interrogante.

-¿Puedo probarme uno? -le pregunté.

Sabía que muchos apreciaban tanto sus armas como para ofenderse si uno las usaba en su lugar. No quería faltarle al respeto. Pero, a la vez, sentía curiosidad por aquel refuerzo para puños.

Estaba escuchando sus propuestas para armas cuando dijo una palabra que me hizo tensarme. ¿Sustituir a Värdjas?
A fin de cuentas, estaba...
Bajé la vista al suelo un momento.

-Tendré esos consejos en cuenta. Buscaré algo -le dije, algo incómodo-. Supongo que es cuestión de investigar. Pero sí que es importante. Tu pareces muy preparado. Es lo mínimo.

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Corbin dudó un momento cuando Rick quiso tomar uno de sus puños, y volvió a hacerlo cuando pidió permiso para usarlo. Al final, sin embargo, consintió, y asintió al flamma. Las manos de Rick eran algo más grandes que las suyas, pero no creía que la diferencia fuera tal como para que él no pudiera hacerse una idea de cómo sería tener unos propios.

Se encogió de hombros, manteniendo su habitual seriedad.

-Nunca sabes cuándo tu arma quedará invalidada, y las razones por las que eso puede pasar son infinitas. Hay que cubrirse de alternativas si el objetivo es sobreponerse a todo -apuntó.

Y el objetivo siempre era sobreponerse a todo.

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Cuando dio su permiso introduje los dedos en los agujeros con cuidado. Me quedaban algo justos, no era cómodo del todo, pero sí daba una imagen más imponente. Con aquello podría golpear una espada, incluso. Nunca me lo había plateado, pero...
Di un puñetazo al aire y luego se lo devolví.

-Es cómodo -reconocí, aunque no me refería concretamente a los suyos, que no eran apropiados para mis manos-. Además, es bastante discreto. La verdad es que es una opción a tener en cuenta, si no te importa que te copie -le dije, con una sonrisa algo más animada. Luego la relajé un poco-. Sí que es cierto que puede pasar cualquier cosa en cualquier momento...-. Me moví en el sitio, algo inquieto-. Hay que ser flexible.

Seguía frustrado, al final...
Agité la cabeza. ¡No! ¡Nada de frustraciones!

-Eh, Corbin -lo miré, sonriendo de nuevo-. Repitamos eso-. Adopté la posición para enfrentarlo-. Venga.

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Corbin guardó sus armas cuando Rick le devolvió el puño. Tal y como había pensado, él necesitaría unos a su medida, si los quería. Los de Corbin no le resultarían del todo cómodos. Se preguntó si habría algo disponible en la sala de entrenamiento; nunca se había parado a buscar.

-No creo que la originalidad sea lo más importante en el combate... salvo que no tenerla dé ventaja a tu enemigo -apuntó, convencido.

La propuesta de Rick le pareció una fantástica idea, así que asintió y preparó de nuevo el cuerpo. La charla lo había despistado de su condición física, y eso era algo que no debía permitir. Se alejó hasta obtener una distancia que le pareció suficiente, y desde su nueva posición, lo encaró de nuevo. Concentrado, echó a correr de nuevo hacia él, dispuesto a llevárselo por delante.

*Fin de escena*

Edad : 29 Mensajes : 711

El fresco parece sentar bien a Lino, que cada vez se muestra más activo. Ya ha dejado atrás el plumón, y es mucho más grande que cuando lo encontré, aunque creo recordar que la madre era algo mayor. Hace poco se atrevió a volar, definitivamente, y ahora mismo lo hace sobre los árboles, aunque se cansa deprisa y enseguida baja. Hace vuelos cortos, sin perderme de vista, y yo me entretengo paseando por el claro mientras tanto.
He traído mi bolso con una labor a medio terminar. Es una bufanda de lana fina, de un color gris ceniza, y es tan sencilla que avanzo rápido, entreteniéndome solo con Lino cuando baja y me pide que le preste atención.

*se queda*

Edad : 20 Mensajes : 155

Pris tenía que prestar mucha atención a su hermana, porque se suponía que era una invitada pero, sobre todo, porque Zaih no se encontraba bien y ella debía cuidarla. De todos modos, tenía unas ganas irremediables de explorar, así que de vez en cuando aprovechaba para dar pequeños paseos.

El bosque quizás no había sido su mejor idea. No lo conocía, y había acabado por desorientarse un tanto. Así que, cuando vio a una chica a lo lejos, echó a correr hacia ella con una sonrisa entusiasta y la saludó con energía.

-¡Hola! ¿Eres de por aquí? -preguntó.

Edad : 29 Mensajes : 711

Levando la vista de mi labor cuando escucho los pasos que se acercan a toda prisa. Hacia mi corre una chica a la que he visto en las habitaciones alguna vez. Enseguida aparto un poco la media bufanda que llevo, asintiendo a su pregunta mientras hago amago de ir a levantarme, pero no lo hago.

-Sí, sí -le digo, con tono amable-. Soy Anna-. Hago una pequeña pausa antes de proseguir-. Has llegado hace poco, ¿no? Te he visto en las habitaciones con otra chica. ¿Habéis llegado juntas? -inquiero, con suavidad, educada, no entrometida.

Edad : 20 Mensajes : 155

Pris asintió, parándose con un saltito al llegar a su altura. Anna. No era fácil de olvidar. Al estar siempre con Zaih y estar ella de un humor tan bajo, no habían hecho grandes esfuerzos por conocer a sus compañeros. A Pris, que siempre había sido muy dicharachera, le hacía sentir un poco aislada.

-Soy Priscilla -saludó, con una sonrisa dulce-. Sí, es mi hermana, Zaih'ra. Es que he salido a dar un paseo, pero como no conozco bien el bosque estoy un poco perdida. Tampoco quiero que Zaih se piense que voy por ahí haciendo el loco...

Bajó la vista a las agujas. ¡Pero si hacía frío! Para dar un paseo, entendía que hubiera salido al bosque, pero, ¿qué hacía allí tejiendo? ¿Qué era eso?

-Oye, ¿qué haces? -preguntó, sentándose a su lado-. Me voy a quedar aquí un rato contigo, si eso. Es que al final solo hablo con Zaih. ¿Para qué es eso?

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