Dormitorio de los chicos

Me he metido en la cama después de comer porque había empezado a dolerme el brazo durante la tarde pero, como temía, aunque llevo bastante rato dando vueltas y tratando de dormirme para aplacar el dolor, éste no hace más que crecer y molestarme con lo que ha llegado un punto en el que soy incapaz de estar acotado. El dolor agudo me recorre desde el codo hasta el hombro en forma de latigazos y tengo el omóplato que casi no lo siento ya.

Me siento en la cama apretando los dientes y me llevo la mano opuesta al brazo que me molesta. Entre el calor y el dolor estoy teniendo ganas de arrancarme el brazo y meterme el hielo. Si al menos el maldito conjuro fuese silente, me daría totalmente igual.

Sudado y molesto, dejo la cama atrás para ponerme una camiseta de asas y salir de la habitación con el pantalón de dormir y descalzo. Al menos intentaré despejarme.

Vuelvo a los dormitorios descubriendo el desastre de cama que dejé ayer noche antes de irme. Ahora tampoco es que me apetezca pararme en eso, ya que con el hombro en estas condiciones  hacer la cama se me hace horripilante.

Simplemente me visto pantalón y camisa para volver a salir pronto a dar una vuelta. Hoy vuelve a llover. Lo siento por Cierzo, seguramente se le haya ido el buen humor. Al menos sigue haciendo calor.

Entro a las habitaciones para cambiarme y probar a airear un poco el brazo. Desde que vine a Brontë no me he fijado si ha crecido demasiado o no, aunque supongo que no importa demasiado.

Camino entre las camas y me encuentro con que Errald está descansando sobre la suya. Cuando paso no dejo de mirarlo ni de sonreírle y me acerco a mi apartada cama, al lado de la ventana.

Llego y me quito el abrigo, dejándolo sobre la cama. Luego me deshago de las correas para sacarme la espada de la espalda y estiro los brazos, descansado.

-¿Tanto tienes que reflexionar, Erri? -Le comento, entretenido. El día del entrenamiento no se fue de muy buen humor. Me pregunto si seguirá preocupado por ello.

Alzo las cejas con su respuesta. Entonces sí le había molestado bastante. Sonrío con cierta frustración. Lo cierto es que a mí también me pareció injusto lo de esa caeruleus. No pensé que me tomase en serio.

Me saco la camisa y rebusco entre mis cosas para encontrar una camiseta de asas muy cómoda y fresca. Vuelvo a estirar los brazos y me miro el tatuaje. Luego me acerco a la cama de Errald.

-La verdad es que no sabía que estabas aquí. Pero igualmente no pretendo reírme -Comento, amigable. Me siento en su cama, tomándome las confianzas que mejor me parece. A fin de cuentas no me cae mal. -¿Tanto te preocupa que me haya reído la otra noche? -Le pregunto, franco.

Mantengo una sonrisa agradable ya que al menos se gira para hablarme a la cara. Eso me parece buena señal.

-No esperaba menos -Le respondo, ampliando la sonrisa. Luego pregunta por mi tatuaje, que está algo hinchado y rojizo. Me miro el brazo y luego a él, que ahora está sentado. Miro su pecho y río.

-Es... un tanto especial -Le digo, interesante, alzando las cejas -Bueno, bueno, los parvus sois un tanto horterillas... -Bromeo, dándole un pequeño capirotazo en el pecho. Luego miro al frente.

-La maga, Eld, lo cierto es que me dejó con ganas de patearla un poco -comento con determinación y cierto entusiasmo. -Y Vatra, esa es dura de pelar, pero también se merece un escarmiento -Añado.

Nada. Llevo ya media hora buscando la piedra de afilar y nada, no hay forma de encontrarla. Supongo que tendré que pedirla prestada, rebuscar por algún lugar del palacio o pedírsela al servicio. Es una lata.

Me dispongo a salir de la habitación pero, entre cama y cama, me doy cuenta de que hay una nueva ocupada con las cosas de alguien. ¿Chico nuevo? Sonrío para mí. Me fijo a mi alrededor para ver si hay alguna más que no haya visto antes y me doy cuenta de que, la verdad, no tengo mucha idea de que todas las que están ahora ocupadas lo estaban cuando llegué. Me rasco la cabeza, algo atolondrado. Debería ser más cuidadoso.

Debido a mi nerviosismo a causa de la ajetreada noche no me siento con fuerzas de irme a la cama, pues estoy demasiado pendiente de todo lo que pueda pasar, preguntando una y otra vez a los mensajeros si saben algo.

Sin embargo tengo que ver si Masslow se encuentra bien y, para mi sorpresa, cuando llego a las habitaciones lo encuentro llorando en mi cama, con lo que corro hacia él para tranquilizarlo y que no despierte a los demás. En cuanto llego a la cama lo abrazo.

—Chsss, chsss. Estoy aquí, Masslow. Tranquilo —Le susurro, pegándolo a mí y acariciándole el pelo. —¿Qué pasa? ¿Pesadilla? —Le pregunto, preocupado por él. Enciendo la pequeña lamparita de al lado de la cama, para que se tranquilice un poco y veo una mancha en el colchón. El pobre se ha vuelto a hacer pis.

<< Me muevo por el bosque de Lith puñal en mano, pues la katana es demasiado engorrosa para un lugar así. Mi pequeño pelotón de tres se mueve en formación de expedición para comprobar el terreno, haciendo un leve semicírculo entre los cuatro de forma que puedo ver a todos los integrantes mejor o peor. Nos movemos en silencio tratando de saber si hay alguien por los alrededores.

Al poco damos con un pequeño claro donde hay restos de metal pertenecientes a lo que en mejor momento fue un carromato y se escuchan quejidos y palabras. Pongo a mis hombres en guardia con un silencioso gesto y me adelanto sabiendo que ellos me siguen.

Una vez sorteo las ramas y altas raíces, además de algunos escombros y rocas llegó al lugar y entonces veo como dos mecñas tiran del cuello y pierna de una mujer mientras esta patalea con los ojos prácticamente en blanco. Abro mucho los ojos de la impresión y escucho llorar a una niña que está con ella. La niña se gira y grita todavía más.

"¡HEYLEL!"

¿Heylel?>>

Me despierto de golpe, con la respiración algo agitada y abro los ojos lentamente, frunciendo el ceño. Abro y cierro la derecha tratando de agarrar el cuchillo que tenía hace un momento, pero me doy cuenta de que no tengo nada. Me llevo la izquierda a la cabeza, notando dolor en el brazo. Así que un sueño.

Trago saliva, pero me doy cuenta de que los lloros todavía siguen. Me levanto un poco y veo a un aether meciendo al niño que duerme con nosotros. Agh, el niño, ya tardaba en darme alguna nochecita...

—Prueba a llevarlo a una guardería —Comento, adormilado. Me giro para seguir durmiendo.

*se duerme*

Escucho a Masslow mientras me agarra y le doy un beso en la cabeza, meciéndolo un poco para que se tranquilice. Me dice que ha tenido una pesadilla con Flastio y suspiro. Pobrecito, ese ser nauseabundo no deja de torturarlo ni en sueños.

—Chss... Ya pasó, aquí no está Flastio. Perdona por haber tardado. Hoy estoy un poco ocupado, Masslow —Le explico con cariño.

Escucho un comentario de algún guerrero de la habitación que apenas entiendo y frunzo el ceño por su queja. Es cierto que puede resultar molesto, pero no pensarán que, después de lo que ha pasado, lo deje dormir solo en otra habitación. Escucho al poco a otro hombre de la habitación, muy maleducado.

—Si tanto te molesta puedes irte tú de aquí —Le replico con un tono más bajo que el suyo para no molestar tanto a los demás. Será estúpido el tipo este... Ni que fuera su casa.

Vuelvo a prestarle atención. Parece que todavía tiene ganas de ir al baño así que lo cojo en brazos.

—No pasa nada, ¿vale? —Le sonrío. Avisaré a alguien del servicio —Al volver estará limpio. Tranquilo. Vamos a haces pis. "Seeh" piiis —Le digo.

De nuevo llegamos a las habitaciones donde, por lo que parece, los ánimos vuelven a estar calmados. De verdad, hay cada gente más imbécil... Cuando llegué todos eran bastante más amigables.

Dejo a Masslow sobre la cama, ya con los ojos prácticamente cerrados y veo como se encoge y bosteza de nuevo, casi sacando fuerzas para no dormirse. Le froto el pelo.

—Venga, Masslow, ahora a dormir otra vez. Ya verás como mañana estoy a tu lado —Le explico. Como todavía parece algo receloso, acabo por meterme con él en la cama y sacar el retrato de Gabrielle.

—Mira, esta es Gabrielle. Gabrielle va a ser tu mamá a partir de ahora. Ya verás. Yo hace mucho que no la veo. Se va a poner muy contenta al verte. Ya verás, es muy guapa y encantadora y se dará muchos besos y abrazos —Le explico, dejando que coja el retrato. Poco a poco, a medida que mis palabras avanzan, Masslow se va quedando dormido. Siempre intento contarle cosas bonitas antes de que se duerma. Así me da la impresión de que tiene mejores sueños.

Cuando por fin está totalmente dormido vuelvo a besarle en la mejilla y espero un rato a su lado. Esta vez le dejaré la pequeña luz encendida por si acaso vuelve a levantarse.

Como se ha dormido con el retrato decido dejárselo a él. Así también nos tendrá delante si se despierta.

Cuando lo veo oportuno, le doy un beso de despedida y me levanto con cuidado. Todavía no puedo dormirme aunque quiera. Pero estaré con él cuando se levante, seguro.

Llego a los dormitorio con el mismo paso plomizo y lento. Todo lo que se cruce en mi camino podría frenarme en seco y hacer que me quedase un buen rato plantado. Estoy demasiado cansado como para ver claramente.

Una vez localizo mi cama simplemente me tiro sobre ella, notando como todo mi cuerpo parece fundirse con el colchón que ahora parece enormemente mullido. Ni siquiera me da tiempo a disfrutar de lo cómoda que se siente.

Estoy tirado en cama descansando todavía. Después de la paliza de ayer hoy me he levantado muy tarde. Como siga así acabaré volviendo al horario Caeruleus y entonces le quitaré las ganas de esforzarse a Fi-fi. Con el cuerpo todavía algo dolorido me levanto y me pongo en marcha.

No hay nada mejor que lavarse los dientes después de haber cenado mucho, por lo que entro con una enorme sonrisa en los amplísimos dormitorios masculinos para, después de dar un par de giros y cambios de dirección, encontrar mi ya conocida cama. Separo las cortinas que me dan intimidad y decido que lo mejor será entretenerme antes de dormir.
Tristán, como si estuviera en su casa, vuela hacia en cajón de la mesilla de noche que es su hogar y se introduce por un agujero que le he hecho a la madera. Está atascado y no tengo la llave, así que no sé qué hay dentro ni cómo es la casa de Tristán por dentro. Aunque me da un poco igual.
Con una enorme sonrisa, saco mi cuaderno de dibujo y un poco de tinta que, cuidadosamente coloco encima de la cama. Me acuesto boca abajo y, lamiendo mi labio superior, como si estuviese calculando algo, me quedo pensando en qué dibujar.
Ya tengo 63 retratos de Aren y 22 escenas de Aren y yo juntos, por lo que me gustaría cambiar algo mi temática. Pero... no se me ocurre nada que no sea él, la verdad.

¡Ya sé! Dibujaré la carpa de Barthemius. Es algo que no he hecho nunca. ¡Manos a la obra!

*se queda*

Después de ducharme y cenar tras el entrenamiento, me voy a las habitaciones y bostezo enormemente estirando los brazos. No sé si me apetece merterme en cama todavía. Tengo ganas de darle a la lengua o algo, un poco de jaleo.

Paso por las camas sin prestar mucha anteción, pero una de ellas está iluminada y abierta, mostrando al rubito piscis tumbado en su cama. Al pasar por él le sonrío de medio lado y muevo la cabeza a modo de saludo. Bueno, al menos hay alguien despierto.

Llego hasta mi cama y me quito el abrigo y las correas de la katana para dejarlo todo en su sitio. Que gusto.

—Aaaah, ya era hora... —Digo al aire a medida que me voy acomodando y mi cuerpo se relaja. Me desabrocho la camisa y me la quito, doblándola un poco y dejándola sobre el baúl, luego me siento en la cama y me desato las botas. Cuando mis pies se sienten liberados emito otro suspiro. —Oh, sí... Silavanus, ¿qué haces? —Pregunto mientras me froto un poco los pies. Está bastante callado.

Entonces me dejo caer de espaldas en la cama. Qué gusto... Levanto la cadera y lucho por desabrocharme el cinto y los pantalones para quitármelos. Que ganas tengo de complicarme la vida.

Veo como pasa delante de mí el hombre rubio chrysos. Gerald se llamaba, si mal no recuerdo.
Al principio no le hago ningún caso, sin embargo, puedo escuchar cómo va dejando sus objetos metálicos, por lo que hace algo de ruido, lo que, disimuladamente, me hace levantar la vista un poco hacia él.
Pestañeo un par de veces al ver cómo se quita la camiseta y rápidamente bajo la vista, algo avergonzado. Es... realmente atractivo y... noto mi desesperada entrepierna apretarse contra la colcha. Jolín...

Intento abstraerme, calcando algo más en el dibujo. Pero entonces me habla y sin querer, los nervios me traicionan y hago un machón en el dibujo.- Jolín...- Digo para mí mismo antes de responderle, chasqueando la lengua. - Pues... estoy dibujando un pez.- Digo contento, intentando enmendar el error dibujando un alga encima del machón. -¿Y tú qué tal?- Comento contento, intentando evitar verle, para no ponerme nervioso. Tengo las rodillas flexionadas, de modo que mis pies juegan con los dedos del contrario entre ellos.

Puedo, sin embargo, escuchar como se tumba en su cama y aprovecho para estirar el cuello un poquito para verle algo más y... Enseguida los cierro al ver que se está desnudando casi por completo. ¿Por qué demonios hace eso? Debería... echar las cortinas si va a... Trago saliva y mis mejillas se encienden, mientras mis pies, nerviosos, comienzan a moverse con algo más de torpeza y mi bultito se hace algo más grande, oculto, contra la cama. - ¿Ha... sido un día duro?- pregunto, con el fin de intentar recuperar la normalidad.

Así que está dibujando. Creo que le pega. Me pregunto si lo hará bien. Asiento para mí. Un pez, es piscis a fin de cuentas. Un poco aburrido a mi parecer.

—¿Te gusta dibujar? ¿No ganas pasta con eso? —Le digo con un poco de dificultad por culpa de que tengo que encojer un poco el cuello por la postura. Cuando por fin tengo los pantalones fuera y vuelvo a estar sentado sobre la cama suspiro aliviado. —Brrufff... —Me recorre un escalofrío por el cambio de temperatura. —Que frío... —Comento frotándome el pelo.

Mientras cojo los pantalones para dormir escucho como pregunta si ha sido un día duro y me giro para ver dónde está.

—Ah, pues... Normal. Un poco, no sé —Digo, divertido. —¿Y el tuyo? ¿O es que te has pasado aquí el día? —Cuando por fin estoy listo me quedo sentado en la cama. Finalmente me puede la curiosidad y me levanto de la cama para ir hasta la suya y sentarme.

—¿Puedo? —Pregunto con una media sonrisa. Entonces echo la cabeza por encima de su hombro para ver el dibujo. —Que bonito... —Comento algo indiferente.