Dormitorio de los chicos

Abrí los ojos, agitado, despertándome en medio del sueño. Un sudor frío recorría mi cuello y tenía el pelo revuelto, algo húmedo también. Mi musculado y viril pecho subía y bajaba al compás de mi respiración rápida y impricisa. Siempre me habían dicho los fuertes guerreros que me habían adiestrado que había que respirar por la nariz, pero en aquel momento me estaba resultando imposible. No podía evitar coger bocadas de aire con la boca entreabierta, como si acabase de correr cientos de kilómetros.
O como si...

Me aparté el flequillo húmedo hacia atrás con una mano, quedando con los ojos fijos en el techo. Por la luz que entraba, pese a ser invierno, ya debía de ser hora de levantarse desde hacía tiempo.

Tras unos segundos, conseguí calmarme un poco. El rubor teñía mis mejillas heroicas como si fuesen las de una delicada y virginal zagala. Solo de recordarlo...
¿Cómo podía llevar ya tantas noches soñando cosas como aquella? Quizás el hechizo de aquella mujer fantasmal en el bosque me había revuelto el seso...

-No es tiempo de alzar el vuelo -musité a mi dragón una vez me hube sentado sobre la cama, todavía contrarizado.

No me hizo demasiado caso, por lo que nos ignoramos mutuamente. Una ducha fría y a entrenar...

*se va*

FdR- En este sitio todo lo que pasa es porno o qué? (Acabo de leer el Gerald-Silvio again)

*Se queda*

Al escuchar tantas negativas juntas, me achico un poco. Después de aquellas palabras, sólo deseaba no tener que ir con aquel hombre a ningún lado de misión. Qué terrorífico compañero de viaje resultaría.
Suspiro y dejo entrever una cara triste.- Bueno... pues quédese ahí, sólo y triste. - Mi tono adquiere algo de enfado y reproche- ¿Qué le pasa? ¿Ha vivido toda la vida metido en una cueva sin amigos? Anda a paseo...- Digo molesto. Ya no volvería a ser amigable con aquel hombre idiota y borde. ¡Qué mal le caía esa gente!

*se va a la cama enfurruñado*

Veloz, todo lo que mi enorme y musculoso cuerpo me permitía, entré en el cuarto de los chicos y fui a mi cama. ¡Hacía tanto que no dormía en este lugar! ¡Hacía tanto que, simplemente, no visitaba mis pertenencias! No pude evitar abrir el baúl para mirar en su interior, encontrándome con mi ropa, mis accesorios... Qué hermosos recuerdos. Sin embargo, no es eso lo que buscaba en aquel momento.

Con gesto solemne, tomé mi espadón, mi mandoble, mi fiel compañera. Pesaba más de lo que recordaba, pero también parecía más poderosa.

-¡Värdjas! ¡He regresado!

Contento me la colgué a la espalda. Tocaba el siguiente lugar.

*se va*

El chrysos, tumbado en su cama, leia concentrado. A pesar de que el otro dia habia pensado coger un libro de ficcion, al final habia acabado haciendose con una nueva enciclopedia sobre Aqua, pensando que, tal vez, si leia mucho sobre el tema podria llegar a conocer el pais casi como si hubiese estado alli. Por algun motivo, creia que cuanto mas leyese sobre el tema, menos le costaria averiguar donde se encontraba Dena. Por cabezoneria, se negaba a preguntarle a Madame, a pesar de que sospechaba, casi sabia con certeza, que conocia su paradero. Si se lo preguntaba, tendria que pagar un precio. Y si pagaba un precio, acabaria yendo, y pese a todo, pese a todos los libros leidos en los ultimos meses, todavia no estaba decidido a hacerlo.

A veces pensaba que era por orgullo; otras, porque le habia prometido a Alehyss que la esperaria. Pero cuando pensaba en lo lejos que debia estar la chrysos, cuando pensaba en lo lejos que estaba Ignis, pensaba tambien, pasados unos segundos, en que realmente Aqua era lo que estaba lejos, y entonces ya no pensaba en la chrysos, ni en misiones ni en Ignis, y se limitaba a preguntarse donde estaba la flamma. La certeza de que estaba a salvo le aliviaba, y habia pensado en que tener la opcion de preguntarle a Madame donde se encontraba exactamente haria que no pensase tanto en el tema, pero lo cierto es que apenas habia servido para quitarselo de la cabeza. Aunque no lo dijese, aunque no hablase de ello, en el fondo de su cabeza estaba ese runrun, ese cumulo de preguntas. Resultaba exasperante de alguna forma. Y por algun motivo, esperaba, confiaba que engañandose a si mismo, imaginando que sabia donde estaba, acallaria aquel incensante runrun.

Lyam chasqueo la lengua. Hacia meses que era incapaz de entenderse, incapaz de llegar a un acuerdo consigo mismo. No sabia que queria. Pero sabia que no le gustaba aquel palacio, que no era un guerrero (no estaba hecho para ello) y que tampoco le caia bien la mayoria de la gente que habitaba en el (tambien estaba casi convencido de que lo mismo ocurria inversamente). Pero ¿entonces por que no se iba? ¿Por la chrysos? ¿Por que le habia dicho que esperaria? Esperaba que no; a pesar de que no lo descartaba del todo, no le gustaria aquella sensacion. Aunque tampoco le gustaba la opcion de no irse por cobardia. Ambas opciones eran igual de pateticas.

*tras leer un rato mas, se duerme*

Un trueno me despertó. Estaba tumbado directamente sobre el colchón y abrazado a la almohada de una forma muy sugestivizada. Al menos daba calor a mi pecho varonil, aunque no tuviese las curvas de una mujer despampanante.
Me di la vuelta en la cama, cansado, intentando ignorar el sonido de la lluvia y los ronquidos de algunos guerreros. No sabía cómo sonaba yo, pero había uno que pobre la mujer que se lo llevase a la cama.

Dormir con Telma era encantador, pero las camas daban una comodidad especial. Y debía estar descansado para cuando la tormenta parase, pues tenía muchos pueblos que reconstruir.

-Inger, me quitas la manta -mascullé, con la lengua pastosa, acurrucándome bien.

Pronto estaba respirando profundamente de nuevo.

*se duerme*

Cuando el sol ya había salido me desperté. Una ducha marcaría el comienzo de mi día, y después un buen desayuno.

*se va*

*entra con Frikka*

Sigo arrastrándola tras de mí hasta llegar a mi desastrosa cama. No se la ve muy contenta, ¡pero hace tanto tiempo que no puedo hacer algo divertido con alguien!

- Perdona por el desastre- me revuelvo el pelo un tanto avergonzado. Todo está manga por hombro, las sábanas revueltas y mis pertenencias tiradas. Continúo escarbando y aumentando el desastre sobre la colcha hasta al fin dar con una bolsita que contiene todos mis utensilios necesarios. Lo sacudo ante Frikka, orgulloso-. ¡Aquí está! ¿A dónde quieres que vayamos a dar cuenta de esto?

Me veo arrastrada a las habitaciones por Narbe. Por supuesto, algún guerrero me mira con cara de pocos amigos, y tengo que seguir adelante intentando ignorarlos.

-Venga, Narbe. Yo no puedo estar aquí -murmuro, acercándome a su cama, con él. Alzo las cejas, al llegar, con aire reprobatorio-. Mis hermanos estarían orgullosos de ti... -añado, con un tono más jocoso.

Observo la bolsa que me enseña y asiento, metiéndole un poco de prisa, con mis gestos. Venga, hombre... Que no quiero encontrarme con una polla de frente al girarme.
Tiro un poco de su manga, hacia la puerta.

-Donde quieras, pero vamos ya -insisto, frunciendo ligeramente el ceño.

Ya no es solo por estar en la habitación de los chicos... Tampoco quiero ir corriendo por ahí la voz de lo que voy a hacer cuando ni siquiera tengo claras mis motivaciones.

FdR- Pausado (en un contexto extraño, sí XDU)

- No creo que a nadie le moleste que estés aquí. Con las cosas que se pueden ver en esas camas, eres un notable cambio a mejor- me levanto de un salto y pateo el desastre hasta que forma un precioso montón de desastre. Magnífico.

Miro por las ventanas y todo parece apuntar a una noche preciosa.

- ¡Vamos a los jardines! Incluso con los destrozos de la tormenta, están más limpios que esto- y huelen mejor. Hay guerreros a los que no han debido enseñar dónde está el baño.

Me dejo llevar hacia la puerta, de un humor increíble. La vida en Brontë es maravillosa cuando quiere.

*Salen*

Aproveché que aquella noche Lyo dormía para ir al dormitorio a por un par de mudas limpias: al día siguiente entrenaría como un verdadero héroe, y prefería no despertar a nadie al alba. Si eran unos irresponsables perezosos allá ellos, que yo luchaba por los que, dignos, sentían la llamada del madrugón.

Una figura detuvo mis nobles pasos. Pestañeé varias veces, como sin creérmelo. No podía ser que aquello que... Que aquello que... Que... ¡MITHOS!

-¡HEYLEL TULVIND! ¡Dime, por favor, que esto no es un sueño y que acabará si me froto los ojos! -exclamé, acercándome a él con pasos veloces, incredulizado. Lo palpé primero, luego lo abracé con fuerza, alzándolo del suelo; de la cama, de hecho-. Ahora mismo es más grato verte que ver a la dama más hermosa que podrá haber sobre la faz de Mithos...-. Tras estrujarlo un momento, lo solté, mirándolo aún con los ojos brillantes y las manos sobre sus hombros-. Dime que acabas de llegar, amigo, o me sentiré traicionado... Ya me parecía que tu última carta era algo apagada. ¡¿Acaso era un engaño?!

De pronto me sentía tan contento...