Baño de los chicos

Zacharyas entró en el baño con la lentitud que lo caracterizaba. También despacio, se desvisitió. Tenía que limpiar aquellas heridas.
Una a una, desenrolló todas las vendas que cubrían su torso, desvelándole al espejo tantas cicatrices rosadas que le era imposible contarlas. Parecían formar un laberinto en su cuerpo, solo que no estaba claro cuál era la salida.

Zacharyas había llevado una esponja que le habían dado en la enfermería. La dejó a una lado y se aseó rápido con agua templada, sintiendo el agradable escozor de su sensible piel al contactar con el líquido. También lavó su cabello espeso, quedando este apelmazado, cubriendo por completo sus ojos y llegando hasta la punta de su nariz, estirado y mojado. Una vez salió, se sentó sobre un banco y tomó aquella esponja, que humedeció. Una a una, fue repasando cada herida con aquella esponja, sintiendo el agradable dolor de su piel, quejándose por ser tocada. Era un proceso necesario para evitar la infección y facilitar la curación y, además, en su caso resultaba morbosamente agradable.

Cuando Zacharyas hubo limpiado todas sus heridas, se secó con suavidad con una toalla. Se tomó un momento más para mirarse al espejo, comprobando que todo estuviese en su lugar. Algunas, las más superficiales, tenían ya buen aspecto.
Finalmente, el caeruleus tomó unas vendas nuevas que había llevado. Fue aplicando un poco de estimulante alcohol en cada herida, para desinfectarlas y secarlas (y, por qué no, sentir aquel extraño placer) y las cubrió de nuevo.

Tras terminar, se puso la camisa, los pantalones y abandonó los baños.

*se va*

Corrió con las manos entre las piernas, con los carrillos hinchados y con cara de circunstancias con pequeños y casi insonoros pasos hacia uno de los váteres. -Masslow pojh dentro- repitió, con una sonrisa, señalando el agua del fondo del inodoro.
Sin embargo, hacer pis de pie no le gustaba y se sentía incómodo, por lo que se zafó y se encaramó para sentarse en él.- Masslow mejhor- dijo con las manos en las rodillas, mientras las movía de delante hacia atrás.- Heylel mejho ahí- señaló el sitio donde estaba él antes de pie- pohque Heylel grande ehjs- aclaró.

Comenzó a tararear una canción sin ningún sentido, con una sonrisa. Sin embargo, el sueño y el relax de no tener la vejiga llena hizo que una enorme modorra se apoderase de él y que prácticamente se quedase dormido sentado en el retrete.

Zacharyas entró en el baño encorvado, con pasos lentos. Una vez allí se desvistió despacio y dejó toda la ropa a un lado excepto la camisa, que estaba rota y ya no servía, por lo que la dejó en el suelo para tirarla luego.

Se acercó a una de las duchas, abriendo el agua e introduciéndose debajo de la misma. El líquido arrastró poco a poco el sudor y la sangre seca, la suciedad, que había en su cuerpo. Frotó luego la herida de su vientre con la mano, limpiándola, y también la de la pierna, que ya podía mover perfectamente.
Cerró los ojos, dejándose lavar por aquel agua templada. Luego se enjabonó el espeso cabello y lo aclaró.

Carraspeó.

El combate había llenado de energía a Zacharyas, y también su enfrentamiento a Stalon, aunque de una energía diferente en ese caso.
Tomó el jabón de nuevo y comenzó a enjabonar su cuerpo, sus brazos, su torso... Su mano descendió al llegar a su ombligo y, apretando la mandíbula, la llevó a su miembro, exhalando algo de aire.

Zacharyas comenzaba a entender todo aquello, o eso pensaba. Aunque, por ilógico que pudiese parecer a cualquiera que lo escuchase, cuanto más lo entendía más confuso le resultaba.
El caeruleus se mordió el labio y su lengua rozó por casualidad la herida de su boca, que ya no sangraba pero sabía a metal.
Jadeó.

No comprendía qué movía a Stalon a hacer o dejar de hacer aquellas cosas tan extrañas para él. Solo sabía que era mucho más placentero si lo hacía ella con los labios o con su cuerpo. Incluso el sabor de su sangre era más estimulante para el mago que el de la suya misma.
Pensar en aquello hacía que Zacharyas sintiese más calor. Tragó saliva de forma aparatosa, dejando ir un gruñido.

Zacharyas no podía evitar pensar que le hubiese gustado más estar dentro de ella, como la vez pasada. O quizás haberle abierto el vientre para desparramar su estómago y su sangre. Y todo aquello lo confundía, pero también lo endurecía. Nunca antes había pensado que algo además de la sangre y el dolor podría provocarle aquello.

Cerró los ojos con fuerza al acabar, convulsionándose apenas un instante. Luego, respirando entrecortadamente, terminó de lavarse, teniendo la sensación térmica de que el agua estaba más fría de lo que había estado antes.

Tras terminar con su aseo y lo demás, el caeruleus se secó y se vistió. Tomó la camisa rota para deshacerse de ella y abandonó los baños con una sensación muy extraña.

*se va*

Al cabo de un rato, noto cómo en el agua deja de haber perturbaciones y doy un tiempo prudencial con el que el intruso se pueda secar a gusto e irse.
Una vez que me siento de nuevo solo, asomo ligeramente la cabeza y compruebo que ya no hay nadie.
Suspiro...
No sé por qué se ha ido tan repentinamente... Quizás le diese miedo estar conmigo o simplemente acabó su baño y se ha ido sin más.
Sea lo que sea, me siento muy incómodo si otro chico guapo está desnudo a mi lado. ¿ES NORMAL, NO? Por lo que decido coger a Tristán, secarme e ir rápido a dormir para las habitaciones.

*se va *

Tras asearme como Mithos mandaba, desnudo, con una toalla en torno a mi cintura caballeresca, me senté frente al espejo, en una banqueta de madera. Entró, entonces, el muchacho al que había hecho llamar hacía un rato. Traía las herramientas, como le había pedido, de modo que esbocé una sonrisa y asentí.
Había llegado el momento...

En la vida de todo mendigo, llega un momento en el que las greñas no resultan heroicas, agradables ni nada bueno y, además, tapan la visión, de modo que me había decidido a cortarme un poco el pelo. Pero como buen héroe, no podía ir por ahí con cualquier pinta, de modo que pedí ayuda a aquel chaval del servicio, cuyo padre era barbero, según decía.

-No lo cortes demasiado -pedí-. Sigo sin haber recobrado toda mi nobleza, y eso me quitaría el aspecto humilde. Solo corta lo suficiente como para que no parezca desaseado.

El muchacho procedió, recortando un poco mi cabello. Cuando acabó, conforme, le di una moneda, terminé de vestirme y salí, contento.

*se va*

El chrysos llegó a los baños arrastrando los pies y cabizbajo. Acababa de despertarse (había vuelto a estropear sus horarios, volviendo a dormirse tarde y a echarse siestas a horas poco recomendables), así que aún estaba algo adormilado. Bostezó; luego se acercó a una de las bañeras y abrió los grifos. Sin interés, observó cómo el agua subía hasta ser suficiente.

Apoyó la ropa que tenía en las manos en una banqueta de madera. Estiró los brazos y, tras unos segundos en los que no hizo nada más que observar el agua, se desvistió y se metió en la bañera. Se pasó una mano por la cara, tratando de despejarse.

*se queda*

fdr. I blame carla for this.

Entré en el baño con una sonrisa cansada en la cara. Llevaba todo el día esforzándome al máximo en todo lo que hacía, como un buen Dehnel, y había llegado el momento del baño. Tras haber estado con Telma buena parte de la tarde se me había pegado el olor a bismonte y no quería irlo echando por todo el palacio. De todos modos, me iría a cama pronto. ¡Aquello era la clave de madrugar! Y madrugar era la clave de una vida noble.

Me sorprendió ver a Lyam metido en la bañera. Así que también él había ido a purigar su piel de los malos olores y la suciedad.
Me puse serio antes de dirigirme a él.

-Buenas noches, Lyam -saludé. Él y yo nunca nos habíamos llevado muy bien, pero tras tantos problemas no quería discutir con otro guerrero. Un baño de hombre a hombre vendría bien para estrechar nuestros lazos.

Comencé a desvestirme con lentitud, dejando la ropa sobre uno de los bancos.

-¿Te hirieron en el ataque? -pregunté, tratando de sonar lo más amable posible, sacando algún tema de conversación de compañeros.

FdR- >.o No me digas que Lyam es un pudoroso.

El chrysos, con la cabeza apoyada en el respaldo de la bañera, observaba el techo sin demasiado interés, bostezando de vez en cuanto. El chrysos no solía tomar baños; prefería las duchas, que eran mucho más rápidas. Sin embargo, a veces se permitía perder un poco el tiempo sumergido en agua. Y tenía que admitir que era mucho más relajante. O, al menos, lo era hasta que Rick Dehnel entró.

Todavía con la cabeza apoyada, el chrysos miró de reojo al flamma y chasqueó la lengua. Por lo general, hablar con Rick Dehnel no estaba entre sus grandes aficiones, así que hablar con Rick Dehnel mientras se bañaba no era algo que le produjese una inefable alegría. Frunció el ceño y apartó la vista. Ver como Rick Dehnel se desvestía tampoco le entusiasmaba.

—Buenas noches. —Volvió la vista al techo. Al menos esperaba que el flamma no lo acusase de traidor a la patria y a la sangre—. No. No me hirieron. Por suerte. —Cerró los ojos—. ¿A ti?

Como parecía, no estaba herido. Era bueno saberlo, pese a que no fuese el guerrero más agradable del palacio. Pero tras haber conocido a aquella claritas loca mi percepticiónde ciertas personas había cambiado, y podría decir que Lyam era una de aquellas personas. Ninguna de las discusiones con él habían sido la mitad de cabreantes que aquella del río, de modo que...

Una vez desnudo decidí meterme con él en la bañera, suficientemente lejos como para que nuestros cuerpos no se tocasen ni por asomo. No quería enfados por su parte. La verdad era que era un poco cascarrabias.

-Me alegro -dije, suspirando al sentir el agua caliente envolviendo mi cuerpo-. Yo tampoco. ¡Los hombres poderosos como nosotros no deben temer!

Realmente pensaba en decir "yo", pero cambié en el último momento, incluyendo al chrysos. A ver si aquello animaba su cara de tristeza.