Baño de los chicos

Me encojo de hombros, algo inseguro.

-Bueno, matar. O disparar a una persona, bueno. No es que sea el guerrero de más renombre de por aquí. Nunca he hecho algo demasiado peligroso -termino por confesar.

Y me está llevando su tiempo cambiarlo, aunque me voy sintiendo más seguro de mí mismo. Eso es algo que creo que no puede negarse. Aunque a veces uno ve las cosas de una forma y luego desde fuera...

Algo avergonzado asiento, terminando por pasar. El agua caliente es agradable, aunque la sensación es de lo más extraña. No creo que pueda relajarme.
Me dejo la toalla puesta, por si acaso.

-Bueno, y no te he dado las gracias apropiadamente. Por ayudarme en la biblioteca aquel día.

Kyoti lo escucha serio, y acaba por asentir. Lo cierto es que nunca ha tenido un aspecto muy imponente, y él mismo tiende a repetir esas cosas. Sin embargo, no le parece un mal guerrero, dentro de lo que le ha visto hacer.

-Supongo que hay formas diferentes de servir aquí -reflexiona. Luego lo mira-. Ah, por supuesto, hay que aprender a servir de todas las maneras, pero... Supongo que...

A Kyoti lo incomodan un poco tantos remilgos. Es como... muy poco natural. Y una idea al respecto empieza a formarse en su mente sin que pueda evitarlo. Bueno, él cree que no hay motivos, pero, ¿acaso no podría estar equivocado, después de todo?

Cuando él saca un nuevo tema, se aferra a él rápidamente. Asiente con entusiasmo, quizás con más del necesario.

-¡Ah! Es cierto, quería preguntártelo -responde, raudo-. Bueno, si es que hay algo que preguntar. Y si no te molesta que te pregunte... La verdad es que me quedé un poco con mal cuerpo. ¿Fue grave? ¿Estás bien ya? Si necesitas algo...

Pero calla sin terminar de hablar. Si necesita algo, después de todo, Kyoti no va a poder hacer gran cosa al respecto. Mejor será que se ponga en manos más hábiles.

Asiento, conforme con lo que dice. No todos podemos ser grandes espadachines, claro. Aunque confieso que me gustaría aprender. Porque sigo pensando que esa imagen del fuerte guerrero con una espada en la mano es tan increíble...

-Claro. La gracia es la diversidad. No creo que se pida que todos sepan hacerlo todo. Es más interesante que cada uno esté especializado en algo para hacer equipo.

Al final me encojo un poco en el agua, decidiendo que no tengo nada que temer. Solo es un baño. Nadie muere por bañarse acompañado.
Bueno, estoy seguro de que alguien ha muerto por eso. Pero por motivos que no son el hecho de estar acompañado...

Lo noto incómodo al referirse a lo de la biblioteca. Lo cierto es que también es algo incómodo para mí, pero he sido el que lo ha dicho primero, así que...

-A veces me pasa -confieso-. Aún están viendo de qué se trata. De momento no parece grave-. No lo estoy poniendo muy bien. Termino por sonreír, algo tenso-. No te preocupes.

Kyoti acaba por sonreír, consiguiendo un poco de confianza. Hasta que se da cuenta de un pequeñísimo, diminuto detalle.

-Nunca he probado a hacer equipo con nadie -confiesa entonces-. Quizás debería probarlo. Bueno, y sin el quizás...

Realmente, todavía no se lleva demasiado con nadie, y no se le ha ocurrido decirlo. De hecho, probablemente Jun sea la persona con la que más ha hablado. Y si no, una de las que más. Tal vez sea hora de que empiece a relacionarse más con sus compañeros, o acabará teniendo problemas para integrarse.

Escucha mientras él habla, con aire un poco preocupado. Aunque diga que no es grave, no suena demasiado bien. Aquel día parecía tan... conmocionado.

-Cuídate bien -advierte-. Podría ser peligroso. Incluso si parece que... -Se interrumpe, sintiéndose de pronto un tanto avergonzado-. Bueno, supongo que lo sabes mejor que yo.

¿Nunca? Bueno, yo tampoco soy un experto en esas cosas.
Esbozo una sonrisa, tranquilizador.

-Aquí es fácil hacer eso. Aún no hemos entrenado juntos, al final. Entre unas cosas y otras... ¿Conoces a Massen? ¿A Lluvia? ¿A Ben?

Si no las conoce puedo presentárselas, por otro lado. Y... sí que tiene razón Ben. No tengo amigos, parece...
Quizás Kyoti sea una buena oportunidad para conseguir eso.
¿Pero por qué dejo que me afecte?

Asiento con energía, sonriendo para tratar de tranquilizarlo. Que no quiero que se preocupe por algo como eso. Ya llega con que yo lo haga...

-Sí, tranquilo. Me estoy encargando de ello. Bueno, los médicos.

Alargo la mano mientras para coger algo de jabón. A ver cómo hago, pero...

Frunce el ceño, pensativo.

-¿No...? Creo... -Entonces abre los ojos de golpe, al venir un recuerdo a su mente-. ¡Ah! ¡Sí! ¡Conozco a Lluvia! -De pronto, su expresión es absolutamente triunfal... aunque no tiene muy claro a qué se debe el triunfo.

Respecto a la enfermedad, decide que es mejor guardar silencio, y se limita a asentir. Esas cosas son temas delicados, eso por supuesto. Es mejor no meterse en cuestiones ajenas.

Al ver que, de nuevo, duda, Kyoti aparta la vista de él con tanto disimulo como puede, preocupándose de su propia limpieza. ¿De verdad que no...?

¿Conoce a Lluvia?
Lo miro curioso. ¿Hará mucho de eso? La última vez que la vi ella no me mencionó nada, así que imagino que sería de luego. No tardo en sonreír, animado.

-¿La has conocido? Es un poco tímida, pero es una chica muy simpática, ¿verdad?

La verdad es que tendría que verla antes de irme, y no creo que falte mucho para eso. Al menos despedirme o algo...

-También deberías conocer a Massen y Ben. Y hay mucha más gente agradable. Un guerrero llamado Rick, ¿lo conoces? O otro que se llama Lyam.

Al final conozco a bastante gente, pero no debo de ser muy amistoso...

Kyoti asiente, aunque no sabe muy bien qué añadir. Lo cierto es que sí, tímida parece una descripción adecuada para la chica. Aunque tampoco es que él sea de lo más extrovertido, precisamente.

-Sí, fue muy... agradable -fue todo lo que se le ocurrió decir. Quizás demasiado dulce para Brontë, aunque, de nuevo, él no es el colmo de la dureza.

Entonces llega la retahíla de nombres. Repite los dos que no conoce, y luego añade otro, y... Kyoti ensancha la sonrisa, sintiéndose algo más cómodo.

-También conozco a Lyam -declara, contento de poder aportar algo-. Me lo encontré en la sala de entrenamiento y me explicó algunas cosas. No entrenamos juntos, porque él estaba... Bueno... Y yo...

Prefiere no dar detalles. Lo cierto es que le da algo de vergüenza reconocer que estuvo a punto de ensartar a un compañero con una flecha. Es algo así como lo contrario que se supone que debe hacer.

No tarda mucho en aclararse. Jun querrá que lo deje tranquilo. Es evidente que no está cómodo.

-Voy a salir ya -anuncia, tirando de una toalla al tiempo que se levanta-. Así estarás más... Es decir... Podrás... Bueno, eso...

No debería haber dicho nada. Incluso si resulta evidente. Probablemente no ha hecho más que empeorarlo. No tarda mucho en salir, y antes de irse, deja junto a los lavabos el amuleto del chico. Después de vestirse rápidamente y sin mucho cuidado, se despide y abandona el baño.

*Se va*

También conoce a Lyam. Bueno, entonces no está tan desubicado. Quizás deba presentarle un día a alguien para, agradecerle su ayuda y para ayudarlo a adaptarse un poco.

Alco las cejas cuando dice que se va, y me siento repentinamente (más) incómodo. ¿Se ha dado cuenta? Yo no quería que...

Lo despido un poco cortado. Ha salido pitando, de alguna forma. Solo soy tímido y he debido de parecerle un maleducado. Cuesta mucho explicar que te da vergüenza, que nunca te has bañado con nadie...
Seguramente no soy la imagen de un buen guerrero. Al menos no para él.

Termino por bañarme solo y cuando acabo, no mucho después, salgo, me seco y me visto. Al final parece que tendré que venir de verdad a otras horas, cuando no haya nadie.

*se va*

Zacharyas entró en los baños con Julia en brazos. Era tan buena hora para el aseo como cualquier otra. Generalmente usaba un baño pequeño que había en la habitación que habían cogido prestada para no molestar al resto de guerreros, pero een aquel baño había una bañera mucho mas grande, y Zacharyas quería enseñársela a su hija.

Le quitó la ropa a ella primero, y la dejó en el suelo para que gatease tranquila. Se movía con interés, mirándolo todo, echando sus manitas adelante para dar cada paso.
Mientras tanto, él se quitó la ropa, y dejó tanto la suya como lo de Julia sobre un banco apartado. Procedió entonces a la bañera, si se podía llamar de aquella forma al lugar que podía contener a bastantes más personas que ninguna que hubiese visto en otro lugar. Comenzó a llenarla de agua templada, y Julia fue a ver qué hacía, por lo que la cogió en brazos y le enseñó cómo el agua vaporosa caía.

A él le gustaba más caliente, o tan helada que cortase, pero los bebes, sabía el caeruleus, eran más sensibles.

El baño fue divertido, especialmente para Julia. Zacharyas la dejó flotar en e agua, sin soltarla, y jugar con la espuma de los diferentes jabones del baño.
Cuando acabaron la secó con cuidado y la vistió para luego hacer lo propio consigo mismo.

Aseados, se dispusieron a hacer otras cosas.

*se va*

Johan entra en el baño cojeando un poco. Al final la adrenalida del salto se ha marchado y solo le queda el dolor. Ya le parece una peor idea.

Se desnuda y va a una de las duchas, donde se aclara rápidamente todo el cuerpo. Una vez mojado, pero con agua caliente esta vez, se frota el brazo y la pierna, que todavía sangran un poco, buscando limpiar bien los rascazos, que no es que parezca que vayan a ser un problema. El problema es más bien lo otro.

El piscis baja la vista al suelo para toparse con sus pies. Uno de ellos, el izquierdo, está impoluto, como siempre. Lo cierto es que considera que tiene unos pies bonitos, algo grandes para su altura, pero bonitos. Tiene casi todos los dedos de la misma longitud, quizás el segundo un poco más largo que el pulgar, y son estilizados. No tiene esos típicos deditos pequeños que apenas se dejan mover, no. Sus dedos pueden moverse individualmente, en todas las direcciones imaginables, y le permiten un excelente agarre en todo tipo de suelo si está descalzo. Podría ser bailarín si quisiese.

El problema es el pie derecho. En el golpe, con la caída, la uña del pulgar se ha roto. Y eso sí tiene peor pinta. Una vez el agua retira la sangre, compone una mueca. Por eso le duele y le hace cojear, pero creía que solo sería un golpe. No sabe si es tan importante como para ir a la enfermería o si llega con darle un poco de reposo.

*se queda*

Salí de uno de los cubículos con la intención de lavarme las manos y seguir con mi vida, pero al bajar la vista al suelo me encontré con algo que no esperaba: huellas de sangre. Enarqué una ceja, volviendo la vista automáticamente a una de las duchas. Era allí adonde guiaba el rastro, y se oía el sonido del agua cayendo. Dudaba que se tratase de nada grave, pero tenía experiencia más que suficiente en Brontë para saber que era mejor asegurarse.

Toqué suavemente contra la puerta un par de veces.

─¿Todo bien? ─pregunté.

El sonido de alguien llamando a la puerta coincide con el final de su ducha. Se escurre un poco el pelo. No entiende la pregunta. De hecho, dudaría de que se dirige a él si no fuese porque han llamado directamente a su puerta.

-Sí, ¿por qué? ¿Llevo mucho tiempo? Lo siento.

Hay otras duchas y cuando llegó al baño estaba vacío, pero hay gente muy especial con dónde hace las cosas. Johan se envuelve la toalla a la cintura y abre la puerta. El hombre que está al otro lado es Cierzo. Le sonríe.

-¿Ha pasado algo? Perdona por la espera, estaba limpiándome unas heridas.

El que abrió la puerta era Johan, y pronto quedó claro el por qué de las manchas de sangre. Lo miré de arriba a abajo. Tenía marcas de raspazos en todo un lateral del cuerpo y, efectivamente, su aspecto explicaba a la perfección el por qué de las huellas.

Negué con la cabeza.

─He visto marcas de sangre y quería comprobar que no le hubiese pasado nada grave a nadie ─expliqué, sencillamente.

Aunque, viendo ese pie, haría bien en hacer una visita por la enfermería.

Johan casi se siente conmovido por la preocupación.

-La verdad es que no me había fijado. Si he dejado manchas en el baño quizás las haya dejado también en los pasillos. Tendré que ir a ver luego...

Como bajó del mirador sin prestar mucha atención al entorno, mojado por la lluvia y descalzo, es más que probable que haya dejado un rastro desde allí. Al menos parte del camino. Tampoco quiere que nadie se preocupe o generar un misterio en el palacio. Bueno, quizás eso sí. Una historia de fantasmas.

-No creo que sea grave, pero estaba pensando en si debería ir a la enfermería o no. Me molesta un poco al caminar. ¿Crees que es exagerar?

Dadas las circunstancias, no era de extrañar que le hubiera pasado por alto. Negué con la cabeza.

─Para serte sincero, estaba pensando que te vendría bien ─respondí─. Ese pie no tiene buen aspecto. ¿Necesitas ayuda? Puedo acompañarte.

Volví la vista a la zona de vestuario, en busca de sus cosas. Su ropa estaba en una pila sobre un banco, pero no había rastro de sus zapatos. Y, considerando que el rastro parecía seguir fuera, me atrevería a asumir que había venido descalzo hasta el baño.

Si iba así por la vida, no era de extrañar que acabase cojo.

Johan mira de nuevo su pie. Si un tipo tan serio le dice que tiene mal aspecto, ¿quién va a ser él para contradecirlo? No parece ser de esas personas que exageran las heridas pequeñas. Pero qué sabrá él.

-Iré entonces. Pero no te preocupes, puedo ir por mi cuenta. No me duele tanto como para no poder andar o nada parecido. Gracias-. Sonríe.

Dicho aquello, cojea un poco hasta llegar al banco donde lo había dejado todo y se sienta. Al menos debería secarse un poco y vestirse primero. Se pone a ello. Empieza por el pelo, que es tan largo que siempre va dejando un surco de agua tras de sí si no lo seca a conciencia.

- Una vez tuve que caminar descalzo por una zona volcánica y se me quemaron las plantas de los pies. Aquel día sí que necesité ayuda.

Sus andares renqueantes parecían contradecir sus palabras, pero yo no era la niñera de nadie, así que no pensaba entrometerme si él considera que no necesitaba ayuda. Además, tenía mejores cosas que hacer.

De todas formas, ya sabía de sobra lo que se podía confiar en la palabra de aquel tipo. En este caso, en cualquier caso, sus fantasías solo le hacían daño a él, así que no era asunto mío.

─Que te mejores ─me despedí.

Me acerqué un momento a lavarme las manos y abandoné los baños.

*se marcha*

FdR- Sed como Cierzo lavaos las manos

-Gracias.

Johan lo despide de la mano. Luego termina de secarse el cuerpo. Finalmente se dedica al pie, con sumo cuidado, evitando la herida en la medida de lo posible. Su querido pie. Tan azul. Acaricia el empeine con un gesto delicado. Intenta acomodar un poco la uña y le asalta una mueca de dolor.

Mejor dejar de jugar, que sí que parece que necesita que le apliguen algún ungüento o algo. ¿Existirá algún hechizo para arreglar uñas? Seguro que si no lo hay, estaría bien crearlo. ¿Y cómo se crean los hechizos? Habría quien pagaría dinero por algo como eso...

Una vez vestido, toma rumbo a la enfermería.

*se va*

Termino de peinarme y me miro bien en el espejo: impecablemente afeitado, el traje negro y la camisa negra impolutos y, como única nota de color, una pajarita roja a juego con mis ojos. Me vuelvo para verme bien la espalda, pero la verdad es que me sienta como un guante. Espero no ir demasiado formal.

Me echo un poco de colonia que he traído de Aqua. Me gusta mucho porque tiene una fragancia fresca y no muy fuerte, de forma que, en mi opinión, parece que no notas el perfume hasta que lo notas. Es agradable y no sobrecarga.

Le sonrío al espejo y, satisfecho con lo que veo, salgo para ir a la fiesta.

*se va*