Baño de los chicos

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El chrysos frunció el ceño y entreabrió los ojos al notar cómo alguien (alguien llamado Rick Dehnel) se metía en la bañera. Suspiró. Al menos estaba lejos, muy lejos, lo suficientemente lejos como para que ni sus dedos de los pies se tocasen.

Asintió al escuchar las palabras del flamma. Él también se alegraba de no estar herido. Es más: se alegraba mucho de que no le hubiese pasado nada. No tener heridas, brazos rotos, piernas amputadas u hongos en la garganta era una sensación agradable.

—Yo también me alegro.

Volvió a cerrar los ojos.

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Junté las puntas de mis dedos, pensativo. No parecía demasiado animado. Yo no estaba allí para consolar a nadie, y mucho menos al chrysos, que siempre era bastante borde conmigo, pero, de todos modos, me tocaba ser simpáticos. Si un Dehnel no levataba la moral de la gente, ¿quién lo haría? No podía esperar sentado, en remojo, a que lo hiciese él.

-Hacía mucho que no te veía, Lyam -comenté, esbozando una sonrisa que me quedó algo tirante-. ¿Te ha ido bien?

Carraspeé, enjabonándome el pecho con una pastilla de jabón, frunciendo el ceño.

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El chrysos volvió a mirar al flamma al escuchar su voz, entreabriendo un poco los ojos. Efectivamente, no se veían desde hacía meses, poco después del rescate de Silvanus. Pero tampoco había mucho que quisiese contarle a Rick Dehnel. No tenía pensado contarle nada de lo de la chrysos, ni nada que tuviese que ver con aquel suceso (lo que había pasado antes, lo que había pasado después). Tampoco estaba entre sus planes contarle lo poco que había hecho desde entonces ni, mucho menos, explicarle que en ese preciso momento estaba esperando a que Alehyss Lester volviese de misión o su encuentro con la caeruleus. Nada de eso era de su incumbencia.

Decidió encogerse de hombros.

—Pues sí —mintió. Torció una sonrisa—. Sin mucha novedad. —Miró de nuevo el techo—. ¿Tú?

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Asentí. La verdad era que, además de gruñón y maleducado, Lyam no era muy buen hablador. La conversación que daba era tan cutre como... una conversación cutre. No se le veía tan capaz de comunicarse como a mí, aunque mi familia siempre había sido muy capaz para esas cosas, como para muchas otras.

-Todo bien. He conocido a personas interesantes y Telma está más grande que nunca- expliqué, tratando de contarle yo algo para ver si así él decía alguna cosa-. Es mi bismonte. Una pequeña muy simpática.

Por desgracia no era capaz de usar toda la alegría que trataba de fingir. Al fin y al cabo... ¿Qué teníamos en común?

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El chrysos asintió, desinteresado. Lo cierto era que la bismonte de Rick era un tema que no le importaba demasiado. Los animales, por lo general, no le gustaban, y las historias sobre ellos, menos. Sin embargo, sí sentía cierta curiosidad por las personas a las que el flamma había conocido. Más que nada para saber cómo eran los ¿nuevos? Mithos sabía cuánto tiempo llevarían en Palacio.

—¿Ah, sí? ¿Y cómo son? —Lo miró. Esbozó una sonrisa sesgada—. Esas personas, digo.

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Estreché los ojos, haciendo memoria. Así que le interesaba que le hablase de las personas o cosas que había conocido recientemente... Bueno, podía comentarle alguna cosa, sin profundizar demasiado, para ver si también él decía alguna cosa. Las conversaciones eran aquello.

Comencé, al mismo tiempo, a enjabonarme el pelo y a hablar.

-Hace tiempo conocí a un chico de pelo blanco poco hablador, pero muy servicial. Bastante simpático... -. Apenas recordaba al muchacho, pero había sido bueno conmigo-. También está Lea -. Sonreí. La flamma y yo nos conocíamos mejor, de modo que podía decir más sobre ella-. Es flamma. Le gustan bastante los animales, parece, así que si quieres verla deberías pasarte por los establos-. Me froté el pelo con las manos, sacando espuma, recordando a aquellos espectros o fantasmas que me había topado-. Hay un chico enmascarado... Lo vi por última vez el día del ataque. Es piscis, pero no pude saber su nombre... Y también una chrysos rubia que creo que es una aparición. Es bastante atractiva. Si te interesan las mujeres, podrías buscarla.

La verdad era que tenía recuerdos, pero pocos nombres que darle. Cuando creía que no había nada más, una última imagen, la más reciente de todas, vino a mi mente, nítidosa y perfecta como si fuese un retrato.

-Hay una mujer caeruleus... Tiene el cabello blanco y un aspecto muy refinado... Me salvó durante el ataque. Si te gustan un poco más maduras también podría interesarte.

Aquella mujer era, exactamente, mi tipo de viuda.

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El chrysos escuchó con más atención las palabras de Rick, intentando poner rostro o nombre a las personas que el flamma describía. El muchacho debía de ser Jun, el claritas al que habían salvado de los bandidos; hacía bastante que no lo veía, así que no sabía si seguía estando en Palacio o no. Desconocía quién era Lea o la mujer rubia, pero imaginaba que el piscis enmascarado debía ser la persona de la que Frikka le había hablado el otro día, la persona a la que la loca del destino buscaba. En cuanto a la última, sabía perfectamente a quién se refería.

Asintió.

—No sé quiénes son la mujer rubia o Lea, pero los otros o me suenan o los conozco personalmente.

Miró al flamma. Mientras hablaba, había ignorado los comentarios a mayores sobre las mujeres, pero ahora decidió responderle.

—Y no estoy interesado en ninguna de ellas, gracias.

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Sonreí, asintiendo frente a sus palabras.

-Así que parece que no te he dicho muchas cosas nuevas-. De modo que la chrysos rubia sí que era una aparición. Al fin y al cabo, no había vuelto a verla ni había conocido a nadie que supiese de su existencia. Sin embargo, él sabe más que yo de...-. ¿Conoces a la dama caeruleus de grandes... poderes? -balbuceé de pronto, incorporándome, mirándolo con sorpresa.

¡¿Qué clase de contactos tenía aquel tipo?!
Y su siguiente comentario me arrancó una sonrisa pícara.

-Supongo que estás servido, entonces-. Sonreí, acercándome un poco de buen humor.

FdR- Lyam entrando en la "zona amigo" de Rick.

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Sonrió. Efectivamente, no le había dicho muchas cosas nuevas, pero tampoco podía quejarse. Era interesante saber que había gente ¿nueva? en Palacio. O, al menos, gente a la que no había visto jamás. Y era muy interesante que fuesen pocas, porque eso significaba que no había estado tan desconectado como había pensado. O al menos eso fue lo que pensó.

—El líder Brumm me envió a buscarla. —Miró al flamma—. Fui con Lester, Heylel y dos más. —Omitió los nombres tanto de Bocanegra como de Cero. Dudaba que Rick los conociese—. Es una mujer interesante.

También omitió que la caeruleus traficaba con información y que tenía algún tipo de poder o algo semejante sobre Alehyss. Eso ya lo descubriría el flamma por sí mismo si tenía ocasión.

—Sobre lo otro, no me quejo.

Se encogió de hombros. Luego, empezó a enjabonarse.

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Fruncí el ceño. No había sabido nada de aquello, pero si había ido Heylel... tenía que haber sido hacía bastante. A no ser que hubiese sido después de haber salvado a Silvanus. Yo no podía saberlo, pero lo cierto era que no me interesaba tanto el de dónde había salido como el quién era ella. Parecía una mujer de lo más interesante.
De todos modos, mis días persiguiendo viudas habían quedado atrás. Al nuevo Rick Dehnel no le interesaban aquellas cosas... Era mera curiosidad.

-Interesante... -repetí, pensativo-. ¿Sabes acaso su nombre? Me gustaría agradecerle que nos salvase aquel día.

En cuanto a lo siguiente... No pude sino esbozar una sonrisa pícara. Aún iba a ser que, en el fondo, Lyam, detrás de su hurgañez y su mala educación era un buen tipo. No era peor que la claritas del río, desde luego.

-De modo que estás bien servido, eh. Yo ya estoy pensando en el regalo del día de los enamorados-. Saqué pecho, orgulloso.

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El chrysos arqueó una ceja y torció una sonrisa. ¿En serio quería saber su nombre porque le gustaría agradecerle que lo hubiese salvado? ¿O la mujer le interesaba por otros motivos menos castos? Lo miró de reojo. Fuese como fuese, no había duda del interés del flamma en Madame.

Asintió.

—Responde al nombre de Madame Desmarilles. —Volvió a mirarlo—. O algo semejante.

Se preguntaba qué opinaría la caeruleus del flamma. También qué opinaría el flamma de la caeruleus una vez hubiese hablado (hablado y lo que surgiese) con ella. Por algún motivo, se imaginaba un encuentro bastante cómico, con la caeruleus comportándose como la serpiente que aparentaba ser y con el flamma balbuceando cada dos por tres.

—Yo no pienso en esas cosas —dijo, en respuesta al siguiente comentario de Rick. Frunció el ceño—. No es nada serio.

De hecho, pensó, no era nada.

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Lo miré con ojos expectativos hasta que habló. Entonces bajé un poco mi noble rostro, repitiendo aquel nombre para mí, tratando de grabarlo a fuego en mi prudigiosa memoria. "Madame Dismarines". Asentí, convencido. Ya estaba. No lo olvidaría jamás.
Encontraría a Madame Dismarines y le agradecería lo que había hecho por Lea, Telma, Silvanus y por mí. Y nada más.

Volví en mí al escuchar a Lyam de nuevo, mirándolo fijamente a los ojos. Una nueva sonrisa se me escapó. De modo que el muy pillo tenía un "nada serio" de aquellos.

-En ese caso no te preocupes. ¡Pero ten cuidado! A veces las mujeres confunden un "nada serio" con otras cosas y luego no te las puedes despegar.

Nunca me había pasado aquello, pero mi padre siempre me había dicho que aquello podía pasar.

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El chrysos sonrió con ironía y negó con la cabeza. A diferencia de lo que Rick pensaba, él estaba convencido de que no tendría ningún problema con aquel nada serio. No habría problemas de confusión, ni nadie que esperase más de lo que era realmente. Ni tendría problemas con no poder despegar a alguien.

Sin duda, en su nada serio (que realmente era un nada de nada) con Alehyss Lester, todo aquello no tenía cabida.

—Gracias por el consejo, pero no creo que tenga esos problemas.

Miró al flamma de reojo y se encogió de hombros.

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Me levanté, saliendo del agua al frío, que no podía contra un tórrido flamma como yo, y tomando una toalla enseguida, secándome el pelo y el cuerpo antes de volverme hacia él, entre risueño y desafiante. Me daba igual lo que dijese. Las mujeres eran esquivas. Entenderlas era como intentar cazar una hoja cayendo de un árbol. Podías conseguirlo, pero debías tener la certeza de que había sido suerte, o que el viento soplaba a tu favor.

-En ese caso, te deseo que encuentres a una mujer que de verdad llene tu corazón pronto.

Lea era para Seth, y si no le interesaban las otras... yo no podía hacer nada por él. De modo que comencé a vestirme, sin darle importancia. Quizás fuese aquella chica misteriosa, y no otra. Al fin y al cabo, Lyam tenía pinta de no entender a las mujeres.

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El chrysos observó al agua cuando el flamma se levantó, poco interesado en lo que Rick Dehnel pudiese mostrar o dejar de mostrar. Continuó enjabonándose, y cuando el flamma volvió a hablar, reprimió una risa. Menudo deseo más estúpido. ¡Deseaba encontrar a quién le llenase su corazón de verdad! Por Mithos, ni que él quisiese algo más. No recordaba haberse quejado en ningún momento, así que no entendía por qué el flamma le soltaba aquello.

—Realmente me gustaría no encontrarla. Estoy bien tal y como estoy ahora mismo.

Aquello, si se extrapolaba a otros aspectos de su vida, era mentira. Pero no en el tema que estaban tratando.

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Terminé de vestirme y suspiré, estirándome placenteramente. Un buen baño como aquel sentaba bien a cualquier hora, pero ya era momento de que Rick se fuese a dormir o no podría hacer sus portentuosos ejercicios matutinos al día siguiente. Sin ejercicio no había nobleza, desde luego. No podía descuidar mi cuerpo.
El comentario del chrysos me arrancó una risa, que dejé ir mientras doblaba la ropa tranquilamente.

-En ese caso, si tan satisfecho estás, deberías plantearte cosas- canturreé, dedicándole una última y noble mirada-. ¡Si una mujer te satisface quizás sea amor!

Había otras opciones, pero me gustaba más la hermosa y romántica opción noble. Decir aquello era más mi estilo.

-Buenas noches, Lyam -añadí, tras unos segundos, despidiéndome con un gesto.

Rick Dehnel se iba a dormir. Estaba de lo más cansado...

*se va*

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El chrysos frunció el ceño al escuchar cómo el flamma se reía. No entendía a qué venía aquella risa. ¿Por qué se reía? No recordaba haber dicho nada gracioso. Ni haber hecho nada gracioso. Ni que hubiese pasado algo gracioso ajeno a lo que él hubiese hecho o dicho. Así que no entendía por qué se reía.

Cuando habló, sin embargo, sí entendió el motivo de la repentina risa del flamma. Y el motivo no le gustó. En absoluto. ¿Amor? ¿Dónde? ¡Si le había dicho que no era nada serio! ¡Y que estaba contento con ello! ¿Dónde podía ver el amor? ¿Por qué debería replantearse las cosas? Simplemente, le gustaba estar con la chrysos; disfrutaba con su compañía, sin más. No tenía por qué replantearse nada. No tenía. No había motivos. ¿Verdad? ¿O sí los había? ¿Y si los había? ¿Los había? De pronto no estaba del todo seguro. Era consciente de que la chrysos le gustaba de alguna forma, pero hasta ahí, ¿no? Sin más. Atracción física y esas cosas.

—No hay nada que replantearse —casi gruñó, mirando al flamma. Luego, menos borde, añadió—. Buenas noches.

No, no lo había. No había nada. Todo eso era muy de cuento de hadas. Cuento de hadas que leía Rick Dehnel, el idiota noble. Mithos, ¿por qué se planteaba siquiera algo de lo que decía ese hombre? No tenía sentido.

El chrysos terminó de bañarse y salió de la bañera. Luego, tras secarse y vestirse, vació la bañera y, después, abandonó los baños, odiándose a sí mismo por seguir pensando en lo que el estúpido flamma había insinuado.

*se va*

fdr. nnnnnnnnooooooooo

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Me desvestí rápidamente, nada más llegar al baño. La ropa con la que iba vestido cayó de cualquier manera en el suelo y yo pasé a darme una ducha con un gran bostezo, que me humedeció los ojos. Tampoco había dormido bien aquella noche, aunque mucho mejor que las anteriores, por suerte. Suponía que, finalmente, el cansancio me había derrotado Aquello estaba bien, pues incluso los innobles debían dormir, aunque mereciesen pesadillas.
El agua me sentó también bien, despejándome un poco. Luego, limpio, la abandoné, pasando a secarme por encima con una toalla que terminó enrollada alrededor de la cintura. Me acerqué entonces al espejo y me contemplé. Poco vello corporal tenían los Dehnel, pero sí barba. La de mi padre era más espesa que la mía, por lo que siempre había podido ver, pero, de todos modos, tras tantos días sin haberle hecho caso la sombra rojiza y áspera comenzaba a extenderse también por mi rostro, dándome un aspecto entre desaseado y duro. No sabía si me gustaba o no, pero decidí dejármela porque no me apetecía afeitarme en aquel momento, de modo que simplemente me peiné un poco.

Tras acabar todo aquello, me sequé y vestí con ropa limpia. Me sentía un poco mejor tras la ducha. Y, como fuera, aquella tristeza no podía impedirme trabajar mis habilidades como noble guerrero, de modo que debía seguir con mi vida.
¿Estaría bien Inger...?

*se va*

Edad : 24 Mensajes : 1446

Entro en el baño y enseguida estornudo. Me froto la nariz, malhumorado. Si no hubiese salido a la lluvia ayer no tendría este dolor de garganta, y llevo toda la noche estornudando. No tengo fiebre, por suerte, pero voy a tener que descansar si no quiero que vaya a más...
Hoy me he tomado la medicina y... ya apenas quedan. Llevo mucho tiempo sintiéndome bien, pero tengo algo de miedo. Ni siquiera sé qué enfermedad es, así que no puedo ir a comprar una medicinas sin más. Aunque, por otro lado, dudo que el abuelo me haya dado una medicina cualquiera capaz de hallarse en cualquier lugar.

Con un hondo suspiro, ya desnudo, me meto en el agua. Espero que no venga nadie, porque yo no sería capaz de que...
Niego velozmente, quitándome esa idea de la cabeza. Simplemente me lavaré rápido y así nadie me sorprenderá aquí. Es la mejor opción.

Reconfortado por el calor, entre algunos estornudos, me baño. Finalmente, limpio, me visto, me seco bien entero, incómodo por si cualquier guerrero decidiese entrar, y me visto.

*se va*

Edad : 35 Mensajes : 1331

Llego al baño y dejo las cosas en la repisa más cercana para empezar a desvestirme. Hoy he sudado bastante, me ha venido bien.

Una ves desnudo me meto en la bañera para relajarme un poco y me pongo bajo el chorro por el que se renueva el agua. Me siento y dejo que el agua impacte sobre mi cabeza mientras me acomodo el resto del cuerpo. Siento bastante relajación, a pesar de que el dolor del brazo va en aumento y lo siento enormemente rígido.

Saco la cabeza del agua caliente y tomo aire. Me apoyo del todo al lado del chorro y cierro los ojos. Lo primero que me pide el cuerpo es descansar, aunque también tengo hambre. Y lo cierto es que estaría en el cielo si acabase de liberar tenciones. Creo que me quedaría frito definitivamente.

Pero me gustan este tipo de momentos. Parece que la mente entra en un estado de enorme calma sólo por el hecho de que el cuerpo esté agotado. Placidez e intimidad. Si no me doliera el brazo estaría meneándomela un rato. Aunque creo que eso ahora me da hasta pereza. Lo perfecto sería que me lo hicieran mientras me voy quedando dormido.

Este jodido dolor es lo único que me incomoda. Abro los ojos y me pongo a repasar la tarde de ayer en el comedor. No me había dado cuenta de la preocupación que había tenido por Errald hasta que lo vi allí sentado. Pero algo parecido me pasó con Cierzo cuando lo encontré en la enfermería y ya no mencionemos a Frikka, que ignoró mis palabras y casi se arrepiente de verdad. Creo que son de los más ariscos del palacio, pero no son malos chicos. A veces me pregunto si de verdad vale la pena darle importancia a estas cosas. Después de la borrachera con Cierzo, creí que dejaría de pensar en ello. Es verdad que ahora quiero confiar en Cierzo y en Frikka e incluso en Errald, pero no puedo dejar de pensar en el "por cuanto tiempo". Todo es más sencillo cuando uno vive siendo un individualista, porque nada importa. Estás tú y tus acciones y todo vale cuando son beneficiosas. Sin mayor problema. No quiero entrar en ese horrible círculo que me lleve a desesperarme. Tengo mi vida muy asumida desde aquel día, por mucho que pueda aceptar ciertas cosas, no voy a cambiar de mentalidad a éstas alturas.

Salgo de la bañera cuando me limpio por completo y me seco con calma. Pienso dejar constancia de mi persona. He conseguido más que muchos otros que ahora de lamentan entre babas de vejez el haber sido del montón.

*se va*

Edad : 35 Mensajes : 1331

Me doy una ducha rápida después del entrenamiento de después de comer, sin dedicarle mucho tiempo. No necesito relajarme excesivamente.

Cuando me seco me acerco al espejo, como de costumbres y me reviso el pelo, los dientes y la barba para retocarla un poco y mantener sólo la perilla. Una vez estoy listo me revisto el tatuaje que ya empieza a subir un poco por el cuello. Esta vez no me ha molestado demasiado, se me hace extraño. Entre vistazo y vsitazo me giro un poco para verme la espalda y me doy cuenta de que ya me llega a la parte trasera del otro hombro. Me giro para el otro lado y consigo verlo también. Me sorprende un poco porque esperaba que me doliese bastante y ni siquiera me he enterado.

Una vez doy por terminado mi transcurso en el baño, me marcho.

*se va*

Edad : 32 Mensajes : 2682

Me introduje en la bañera, sintiendo el alivio que el calor aporcionaba a mi cuerpo al instante. Relajarme en el agua caliente era una buena recompensa a mis días de entrenamiento, especialmente en días fríos. Aunque aquel día no se había asemejado en frialdad, ni mucho menos, a los anteriores.

Tras enjabonar noblemente mi cuerpo cultural, limpiando todas las impurezas, y lavar el rojo cabello de mi familia, me sumergí en el agua hasta la cabeza, cerrando los párpados de dentro para poder ver debajo del agua sin molestias. Contemplé las burbujas que dejaba ir por la nariz, que salían y explotaban.

Me quedé allí abajo, un buen rato, sintiendo cómo, con el paso del tiempo, los pulmones comenzaban a arderme. Incluso encontres lo soporté un poco más. Luego apoyé los brazos en el fondo de la bañera y salí, tomando aire, silencioso.
Estaba un poco triste, pero me esforzaría por subir mi ánimo hasta las nubes.

Salí del agua y me sequé. Con la toalla a la cintura, fui al espejo, para afeitarme. Un buen día terminaba si eras suave como un verdadero caballero.

*se va*

Edad : 24 Mensajes : 1446

Aprovecho las horas en las que no hay nadie por aquí para venir a bañarme. Soy bastante pudoroso y no tengo prisa por solucionarlo, de modo que evitar a los guerreros es mejor que ir sin cuidado. Además, así puedo disfrutar de un baño tranquilo en el que relajarme y despejar mis ideas. Desde que empecé con lo del ala de Lluvia no tengo demasiado tiempo para descansar.

Metido en el agua, no puedo evitar pensar de nuevo en el ala. Quizás no pueda encantar materiales hasta dentro de años, pero no puedo dejar a la aether así hasta entonces. Pero... ¿Y si consigo un material ya encantado? Debería servir para ir tirando mientras no puedo hacer nada. Quizás ese sea el enfoque que me fallaba, y si es así puede tener solución... Espero.
Pero... ¿De dónde se saca algo así...?

Suspiro.
Tras terminar el baño, me apresuro a secarme y vestirme, no vaya a ser que entren ahora.

*se va*

Edad : 24 Mensajes : 1446

Al final me he despertado a esta hora intempestiva, con el pelo revuelto y la lengua pastosa. No volveré a acostarme tan tarde como ayer. Esta no es la educación que he recibido. Y una cosa es que haya escapado de la Torre, pero otra muy distinta que reniegue de las enseñanzas que el abuelo me dio. No es para nada lo mismo.

Me meto en el agua, más fresca de lo normal, para despejarme. Me lavo bien y rápido, como siempre, para que nadie llegue y me encuentre aquí. Qué vergüenza...
Al terminar salgo y me seco, tímido. Como para que entren justo ahora, que ya no me queda nada. Pero en vez de vestirme me da por acercarme a un espejo. Por supuesto, me ato la toalla a la cintura por si acaso.
Noto que soy más alto más porque antes Massen era más alta que yo y ahora le saco un trozo. Pero verme aquí no me dice mucho. Solo que yo no soy uno de esos que hacen pesas, porque tengo unos brazos que parecen espaguetis... Pero yo me veo igual que cuando llegué, de todos modos.

Mejor.

Vuelvo junto a mis cosas y me visto. Tengo que ver si aprovecho algo del día antes de quedar con Lluvia, que una cosa es descansar y otra ser un vago.

*se va*

Edad : 35 Mensajes : 1331

Llego al baño, asqueado de los pasillos, del palacio entero. Del ruido, la lluvia, el traqueteo del granizo en todas partes. Voy a volverme loco.

Tiro las cosas a un lado cuando me desvisto y me meto bajo la ducha, con agua bien caliente. Me limpio y froto rápido para poder dedicar el resto del tiempo a mantener la cabeza bajo el chorro, apoyando la frente en la pared.

El agua caliente en la cabeza me calma un poco, distorsiona ligeramente el sonido de fuera, me tapa los oídos. Ojalá pudiera decidir cuándo escuchar y cuando no. Tiene que haber algo que la magia haga al respecto. Me esforzaré en aprenderlo.

No pienso en el tiempo que estoy bajo el agua, simplemente siento como si no pasara, porque no siento ganas de salir de debajo del chorro.
Poco a poco me voy relajando, respirando hondo. Estoy cansado, molesto. Me siento atrapado y ahogado, necesito salir, marcharme. Ver el camino despejado y echar a caminar, a correr. Alejarme de todo y de todos y reencontrare conmigo. Yo, el mundo y mi albedrío. El mundo. Qué pequeño es el mundo. Mithos, sus continentes. Fulmen, Ignis, Hummus, Ventus, Aqua, Caligo, Lumen y ya está. Que angustia. No hay escapatoria posible.

El agua caliente por la espalda me produce un cosquilleo agradable. Cada vez que consigo escuchar un trueno me irrito y tenso más de lo deseado. Todo se hace tremendamente pequeño, claustrofóbico. No tengo espacio ni aire. La gente no se siente así. Necesita un espacio pequeño, lazos o más bien cadenas. Es estresante. Siento el tatuaje cuando cierro los ojos. Me recorre el cuerpo: los brazos, la espalda, el pecho, el cuello. Me abraza y me ata de forma incómoda y asfixiante. A veces tengo ganas de arrancarme la piel.

No he podido evitar pensar en mi padre y mi hermana y me parece absurdo. Tanto oportunismo, tanta conveniencia. Cinco años sin pensar en ellos más que como mero recuerdo y ahora que hay problemas vuelven a mí. Espero que estén a salvo, por supuesto. Más allá de eso, se acabó.

Mujeres. Te hacen olvidar que el mundo es un pequeño espacio cerrado. La carne y el desasosiego momentáneos son una de las mayores liberaciones. El cariño y la compañía concentradas en unos minutos de roce y cercanía plenos y empalagosos. ¿Cómo pueden sobrevivir las parejas al contacto prologado? Una fusión, una violación de intimidad tan magnánima y después continuar abrazados, besándome, tocándose, mirándose sin poder marcharse sin explicaciones. Es aterrador.

Mujeres. Y todas bellas. Qué más dan los detalles nimios. Con más o menos carne, con más o menos gracia. En todas cierras los ojos y dejas que su carne te succione, te atraiga y te capture como un animal tentaculado. Por eso lo mejor es el final, liberarse de esa ventosa apresadora con un disparo certero e inmortal. Un choque que grita "¡Adiós, antes de que sea demasiado tarde!". Caras, cuerpos, situaciones salpican mi mente. Sonidos que se encabalgan y mezclan escenas vividas e inventadas. Dejadme. Dejadme en paz.

Me echo hacia atrás con un grito ahogado y ronco, apoyándome contra la pared contraria de la ducha y respirando agitadamente.

Tardo unos segundo en recobrarme y, en cuanto lo hago, me aclaro con el agua caliente y salgo de la ducha al fin, secándome con la toalla de forma calma y pausada.

Recojo mi ropa y me pierdo en los pasillos.

*se va*

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