Bosque

-bueno, pues si tu no quieres, no voy a obligarte, -le dije suavemente al oido, luego me aparté y le sonreí.
-¿Nos sentamos entonces? toma, siéntate encima de mi mochila, total, solo tengo un par de libros y una camisa...
me senté al pié del arbol y me quedé viendo el cielo:
-Es bonito, ¿verdad?... las estrellas y eso... el mundo...
-Supongo que te abrás preguntado lo de mi oreja... seré tonto, pero no ciego, y puede ver como la buscabas, sin exito jajaja

Retrocedí un par de pasos cuando se acercó a mí. El gesto me había puesto un poco nerviosa. A fin de cuentas, yo no solía acercarme a alguien que acabase de conocer para susurrarle cosas al oído.

Observé cómo se sentaba al pie del árbol, en silencio. A pesar de que me había ofrecido asiento, yo me quedé de pie.

— Estoy bien de pie... Además, no creo que sea buena idea sentarme sobre tu mochila...

Me llevé una mano al cuello. El piscis comenzó a hablar de lo bonitas que eran las estrellas. Alcé la vista al cielo, para observarlas. A mí también me gustaban, aunque no tenía demasiados conocimientos en el campo de la astrología.

— Sí, las noches son bonita... — susurré, más para mí que para él.

Permanecí un rato en silencio. Luego el piscis volvió a alzar la voz. Al parecer se había percatado de que había estado buscando su oreja. Dejé escapar una pequeña carcajada nerviosa. Al parecer no había sido lo suficientemente discreta. Aún así, no me atreví a preguntar el motivo por el que le faltaba una oreja, por lo que me limité a excusarme:

— Es que llama un poco la atención...

Clavé mi vista en el suelo.

En principio parecía solo un ligoteo inofensivo, pero nadie hacía esas cosas a las tantas de la noche a oscuras y en el bosque. Tal vez ese desorejado fuera la tan famosa bestia, o tal vez eso decían sus amantes. No me parecería extraño que la tal Lester fuera prostituta o algo así... En vez de asesina.

La amiga del tal Rich, sin embargo, parecía algo nerviosa (más que nada, por la voz). Me revolví inquieto en el sitio. Saltaría ayudarla si las cosas se ponían feas, pero por el momento no había pasado nada que requiriese mi ayuda.

Le conté todo lo relacionado con Aren, mi oreja, Blues y los Acuaerum.
Después de taaaan ardua tarea, me fijé en que había palidecido un poco.
-Tranquila, Aren es agua pasada, después de lo que me izo, no quiero saber nada de el en una temporada...
Me puse de pié y me quedé a la altura de sus ojos: no sabía por qué, pero aquella chica me atraía de una forma sobrenatural...
-Inger... yo... no se como decirlo... pero...- puse una mano sobre su cintura, la miré a los ojos y le dí un suavisimo beso en los labios...

Empujé con fuerza al piscis, y luego retrocedí.

— ¡¿Qué estás haciendo?!

Di un par de pasos más hacia atrás, sin despegar la vista de Silvanus. No entendía lo que acababa de hacer. Ni los motivos que le había llevado a hacerlo. Hacía unos escasos minutos estaba narrandome su aventura con el jefe Caeruleus y con la jefa piscis. Me había explicado que el amor que sentía por mi líder le había llevado a cortarse la oreja. Y después, en unos escasos segundos, se había acercado demasiado y...

— ¡¿Qué demonios...?! — Miré a los lados —. Ah... ¡No te me acerques...!

Acerqué una mano a mi espada. Si se acercaba un paso más, no dudaría en cogerla para defenderme. Aquel chico era raro. Muy raro. Aquella acción no tenía sentido. Nos acabábamos de conocer.

Tragué saliva, nerviosa. Si huía igual me perseguía. Y yo no quería que me siguiese. Pero tampoco quería estar ahí, sola, en el bosque, a su lado y a solas.

— He... He dicho que no te acerques... ... Quédate ahí y no te acerques...

Era mi momento. Como había supuesto, él era un violador. El olfato de los Dehnel nunca fallaba, y menos el de Rick Dehnel.

- ¡TE HA DICHO QUE NO TE ACERQUES!- bramé con mi poderosa voz, saliendo de mi escondite y acercándome a las dos sombras que no podía distinguir bien.

- Os estareis preguntando "¿Qué clase de persona espía a otros por la noche en un bosque?". ¡Pues ahora ya lo sabeis! ¡Un héroe!

Me volví hacia la dama.

- Tranquila. ¡Estoy aquí para salvarte!

Luego me giré hacia la sombra más alta.

- ¡Tú, violador! ¡Fuera de mi vista si no quieres que te parta en dos! ¡¿Cómo osas tratar de violar a una dama delante de mí?! ¡Insensato!

Luego gruñí, bajando el tono.

- Lárgate y no vuelvas a acercarte a ella o caeré sobre ti y te devoraré sin dejar más que los huesos -siseé.

Por supuesto, no hablaba en serio. No comía humanos, pero... Tal vez así lo asustase y no hiciera falta matarlo.

No me lo podía creer: una bestia pelirroja salió del bosque corriendo como un loco hacia mi.
Lo único que pude hacer fue salir corriendo

*se va*

FDR: perdon por ser tan escueto, ya lo arreglare, ahora me voy

De pronto apareció alguien. De entre los árboles saltó un chico. Al parecer, llevaba un buen rato escondido, escuchando la conversación. Lo observé en silencio. El chico que acaba de salir de las sombras era un flamma, alto y corpulento. Tenía el pelo rojo y los ojos aparentemente marrones. Le contemplé en silencio. Ahí estaba, Rich, el chico R, o el chico flamma.

Rich comenzó a gritarle cosas a Silvanus. Yo observé la escena, en silencio, sin saber muy bien qué decir. Al lado del flamma, el piscis parecía realmente pequeño. Supuse que por eso salió corriendo al escuchar el discurso del Chico R.

Cuando el piscis se fue, me volví hacia Rich. No le había visto desde el viernes. Bajé la cabeza, y clavé mi vista en el suelo.

— Gracias por la ayuda... — susurré mientras me llevaba una mano a la nuca.

Me pregunté cuánto tiempo llevaría escondido, y qué le habría arrastrado hasta el bosque, pero en lugar de decir algo, me limité a observarlo.

— En serio... Gracias...

- ¡Sí! ¡Corre! ¡Los de tu calaña siempre son cobardes! -grité mientras el violador se alejaba asustado.

Así era yo: todo un héroe. Y el que lo negase lo haría únicamente por envidia. Nadie podría ningunearme, porque yo era un héroe hecho y derecho.

Me volví hacia la dama. Tardé un rato en darme cuenta de que me sonaba, y mientras tanto ella me daba las gracias. La miré preocupado.

- ¿Te encuentras bien? ¿Te ha hecho daño?

Esperaba que las respuestas fueran sí y no, en ese orden. Avancé hacia ella un paso más (no veía bien en la oscuridad, pero tampoco quería invocar un flagrare).

- Menos mal que andaba por aquí... Nunca sabes hasta qué punto pueden llegar esos enfermos... -. Sonreí-. Era... Inger, ¿no?

Tal vez este heroico salvamento me diera caché a los ojos de la dama. Uy... eso sí estaría bien.

Asentí.

— Estoy bien, sí. No me hizo daño, pero... No ha sido realmente agradable... — suspiré —. Además, no entiendo que clase de asociación hizo en su cabeza... Al principio me estaba contando por qué se había cortado la oreja... ... Aunque supongo que todo esto lo sabrás... Como estabas escondido por ahí...

Me pasé una mano por el pelo. Rich se acercó un poco, supuse que para ver bien. A fin de cuentas, era un flamma y ellos no podían ver bien en la oscuridad. Esbocé una tímida sonrisa, como respuesta a la suya, y luego respondí:

— Realmente sí... — Le miré de reojo —. Y sí, soy Inger. Nos vimos el otro día... Me invitaste a comer pollo... Y luego te quedaste dormido... — Ensanché la sonrisa —. Gracias otra vez... ... Ahora... Te debo un favor, o algo así, ¿no?

¡¿UN FAVOR?! ¡¿ESTABA LOCA?!

Negué energéticamente. Tanto que casi me da un tirón en el cuello.

- ¡NONONONONONONONONO! ¡Claro que no! ¡No puedo permitir algo así! Alguien que dejase que violaesn a una persona sería un monstruo... ¡Yo lo hice por honor y por justicia! Y... Bueno... Para ayudar a una hermosa dama...

Sonreí. Claro que sí. Las damas eran lo más hermoso del mundo, y no permitiría que ninguna me debiese nada. ¿Acaso no estaba hecho yo para salvarlas si me necesitaban?

Ya me lo decía siempre mi padre... "Rick Dehnel, hijo de Reick Dehnel, hijo de... Una mujer es lo mejor que jamás tendrás. Cuidalas." Y qué razón tenía...

Sonreí al escuchar sus palabras. Al parecer no iba a dejar que le devolviese el favor. De hecho, parecía hasta ofendido por la propuesta.

— Está bien, está bien... Entonces no te debo nada — Ensanché la sonrisa —. Tú lo hiciste por el honor y la justicia — Me llevé una mano al cuello —. Y para ayudar a "una hermosa dama" — Dejé escapar una pequeña risa. Parecía que estaba recitando un discurso o algo parecido —. Hablas como... Como... Como el mítico salvador del pueblo de los cuentos... Esos que aparecen de pronto sin aviso... ¿Cuánto tiempo te ha llevado perfeccionar el discurso?

Le sonreí. Pero no tardé en borrar la sonrisa.

— Es broma, eh... Es decir... No lo digo en serio... Sólo me hace gracia... En serio, si te estoy muy agradecida... Y no digo que todo lo que dices no lo sientas de verdad... ¡En serio! Tampoco digo que todo sea un discurso ensayado... ... Aunque lo haya dicho... Era parte de una broma, ya sabes... Bromas... No se me dan muy bien... ...

Bajé la cabeza y negué varias veces. Tras uno segundos en silencio, me animé a preguntar.

— Eeh... ¿Y qué hacías ahí escondido... ...? Si se puede saber, claro... No es por ser entrometida ni nada... Es sólo curiosidad... Ya sabes... Soy un poco... Bastante curiosa, realmente... ...

Me golpeé el lado derecho del pecho con el puño cerrado dos veces.

- Es discurso sale de aquí -dije-. ¿O era el otro lado? Nunca sé en qué lado está... Debería estar en el medio, ¿no crees? Así no habría confusiones... Bueno... La cuestión. Que surge todo de pronto. Soy un poeta, supongo, pero... Es que al ver una situación que me requiera las palabras brotan solas, ¿comprendes?

Me rasqué la cabeza con nerviosismo, sin embargo, ante la pregunta del espionaje.

- A ver... No es que sea un cotilla, ni nada parecido... Yo solo... ¡Mi sentido heroico me decía que algo malo iba a pasar! Tenía que... Velar por ti, supongo... Mi padre siempre me decía que las mujeres érais los más importante y que debía protegeros... ¿Sabes? Y yo estoy de acuerdo... ¡Lo delicado ha de protegerse! No digo que no sepas luchar, pero... No debes manchar tus manos con sangre porque yo puedo hacer el trabajo sucio... Suponiendo que seas violada, y no una cruel y sanguinaria asesina, pero no creo.

Reí sonoramente.

- ¡Parezco idiota! -. Sonreí.

Qué vergüenza... Estaba haciendo el ridículo.

Esbocé una tímida sonrisa al escuchar sus palabras. Al parecer, no tenía muy claro en que lugar estaba el corazón, pero sí que estaba seguro de que las palabras le salían de ahí. Pensé que era gracioso que estuviese tan convencido de una cosa cuando dudaba de la localización exacta del órgano.

— Es gracioso que estés tan convencido de algo... Y que dudes de dónde se haya ese algo... — dije —. Y... creo que entiendo lo que quieres decir... — Ensanché la sonrisa —. Aunque a mí las palabras no me salen solas... Siempre le estoy dando vueltas a todo lo que digo... ... Aunque supongo que ya te habrás dado cuenta — Solté una pequeña risa —. O no... Quién sabe... ... El caso es que no soy capaz de dar discursos como los tuyos... De hecho, para decir algo tan convencida tendría que entrenarme durante... años.

Me llevé una mano a la nuca, y luego le observé de reojo. Ahora mismo parecía nervioso, como si, al haberle preguntado qué hacía allí, toda su convicción hubiese desaparecido. Sonreí y, cuando terminó, dejé escapar una carcajada. Era bastante gracioso ver el contraste entre su discurso anterior y las palabras que pronunciaba ahora.

— El sentido heroico de Rich hizo que viniese por aquí, ¿no? — Esbocé una amplia sonrisa —. Entiendo lo que dices... Mi padre también dice cosas parecidas... Aunque siempre he creído que eso eran cuentos de padres... ... Que se preocupan demasiado o así... — Me llevé una mano al cuello —. Pero... Bueno, supongo que, si estoy aquí, en algún momento tendré que mancharme las manos...

Ensanché la sonrisa.

— Espero que ahora no creas que soy una asesina... ... Porque no lo soy... Además, nunca está de mal tener... ... Alguien que te... Ayude... ... ¿No?

Miré al suelo. Yo sí que parecía estúpida.

Sonreí, aunque no ampliamente. Era más bien una sonrisa ausente.

- Lo que importa no es el sitio en el que se encuentra... Sino el concepto. El lugar es lo de menos. Derecha o izquierda... ¿Qué más da? Lo que importa es que lo que de él salga sea noble y sincero. Si lo que sientes es sincero, entonces las palabras salen solas. No hace falta pensar ni practicar. Es algo que un día llega y punto.

La miré nuevamente a tiempo para escuchar su segunda intervención. Simplemente sonreí, sin hacer comentarios a algo que, de hecho, era cierto.

- No me pareces una asesina -. Sonreí más ampliamente-. Y tengo buen olfato para esas cosas.

Luego, con delicadeza, esperando no molestarla, corregí un pequeño detalle.

- Me llamo Rick, por cierto. Rick Dehnel.

Le escuché con atención. Parecía que se había desprendido de ese deje gracioso que acompañaba a algunas de sus intervenciones. Asentí, sin más. No sabía muy bien qué debía decir, a pesar de que coincidía, en parte con sus palabras. Cuando terminó de hablar, le sonreí.

— Supongo que tienes razón — Ensanché la sonrisa —. Así que esperaré ese día tranquilamente.

Luego me callé, y permanecimos un rato en silencio, hasta que él admitió que no le parecía una asesina. Me reí con timidez. Era agradable saberlo.

— Me alegra saber que no me consideras una asesina... — Fruncí ligeramente el ceño —. O que tu olfato no me considera una asesina...

Observé a mi alrededor. El bosque estaba cada vez más oscuro. Que la oscuridad aumentase tenía sentido. A fin de cuentas, ya debía de ser bastante tarde. Permanecí así un rato, hasta que Rich volvió a hablar. Entonces lo miré y parpadeé varias veces, notando como me sonrojaba levemente.

— ¿Te llamas Rick? Oh... — Me llevé una mano a la frente y luego reí con nerviosismo —. ¡Perdón! Yo... No sé... No... Pensé que te llamabas Rich... No me preguntes por qué... ... ¡Lo sieento...! Llevo días llamándote Rich... Aunque tú no lo sabías, claro... ... — Suspiré —. Perdona... Soy estúpida... O así... ¡Hubiese sido mejor que te siguiese llamando Chico R! Al menos así no me confundiría en nada... ... Porque tu nombre empieza por R y, claro... Entonces... puedes ser el chico R... Aunque entonces yo podría ser la Chica I, y el resto de la gente también podría tener un mote así... Y... — Negué varias veces —. Olvida eso... No tuvo sentido...

Solté una carcajada. Era graciosa. Un poco tímida, pero graciosa. Mi padre siempre decía que, las mujeres y las ventosidades, cuanto más tímidas mejor.

- No te preocupes. Tranquila. ¡A mí me da igual! Y si a mí no me importa, no tiene importancia. Al fin y al cabo es mi nombre, y Rich se le parece. Debería llamar Rich a mi hijo, ahora que lo pienso. Aunque antes de eso debería tener hijo, y para eso debo encontrar una buena mujer, que es lo primero que hace falta para tener hijos. Bueno... No... Lo segundo, pero lo primero ya lo tengo.

Y rompí a reir durante un buen rato hasta que me di cuenta de que ese no era un chiste apto para contar así como así ante una dama.

- Oh... L-lo siento... Lo primero que hay que tener es, claramente... Un... Gran sentido de la justicia...

Por favor... ¿Cómo había sido tan soez? Negué varias veces. Aquello no podía ser cierto. Esperaba que pudiera disculparme por ello.

- Y... -. Traté de distraerla del chiste-. Es algo tarde, ¿no?

Estreché los ojos para mirarla. No veía un bismonte a tres pasos con esa oscuridad...

Dejé escapar un tímida risa al escuchar sus palabras. A pesar de que la gracia tendría que estar, en teoría, en el chiste, su reacción había sido mucho más divertida.

— No tienes que disculparte — Sonreí —. Sólo es un chiste... ¿no? — Ensanché la sonrisa —. Y creo que tiene algo de cierto... ... ¿No?

Me llevé una mano a la nuca, y le observé de reojo. Era divertido, especialmente cuando se confundía en algo y trataba de explicarse. También era gracioso comprobar cómo el sentido de la justicia aparecía tantas veces en sus intervenciones.

Rick siguió hablando. Ahora hablaba de lo tarde que era. Miré a mi alrededor. Sí que era tarde, aunque no tenía muy claro qué hora sería. Tras darle un rápido vistazo a los árboles que tenía a mi alrededor, le observé. Tenía los ojos entrecerrados, como si intentase observar algo. Recordé, entonces, que probablemente no vería demasiado en tanta oscuridad. Los caeruleus podíamos ver perfectamente sin luz (de hecho, el horario en Caligo difería bastante con el del resto del mundo porque veíamos mejor de noche que de día), pero los flamma y el resto de las razas no. Bueno, tal vez los chrysos pudiesen ver en la oscuridad, pero para hacer eso tenían que "ilumnarse".

Le dediqué una sonrisa al flamma.

— Lo cierto es que sí que es tarde — admití —. Supongo que podemos volver juntos al Palacio... porque no ves nada... — Ensanché la sonrisa —. Y si vas solo igual te pierdes o así... A lo mejor te das un golpe...

Me azoré un poco. Quería que volviésemos juntos. Tuve que bajar la vista al suelo unos segundos para sonreír sin que me viese. Vale, la había salvado del violador, pero... ¿No sería que yo le hacía tilín? Era un chico alto, fuerte... Apuesto. ¿Para qué negarlo? Guapo. De voz grave y fuertes convicciones. Además de heroico y poético. Era normal que se sintiera atraída por mí. De hecho, a veces yo mismo lo hacía.

- Podemos volver juntos-. Sonreí-. Por supuesto.

La miré, tratando de verla lo mejor que pude. Tenía que fingir que no sabía que le gustaba, que ya era bastante tímida, como para hacérselo más difícil.

Sonreí de lado.

- Me agradará mucho regresar con tan buena compañía, especialmente porque he venido solo. Es una gran mejora.

Le guiñé un ojo y sonreí.

Ladeé la cabeza hacia la derecha y fruncí ligeramente el ceño al escuchar su último comentario. Y luego, cuando me guiñó un ojo, arqueé una ceja. No entendía ese extraño cambio de actitud. Ni tampoco el cambio de tono de sus palabras.

— Sí... Podemos hablar mientras caminamos... Y eso... ... Para eso es bueno estar con buena compañía... ...

Miré a los lados. Realmente no tenía muy claro qué debía decirle. Así que decidí comenzar a andar, en silencio. Si no decía nada, no habría ningún problema.

Di un par de pasos, y luego le miré de reojo. Esperaba que entendiese el gesto como un "sígueme" y que no se quedase ahí atrás. A fin de cuentas, él no podía ver nada en la oscuridad y no sería buena idea que se perdiese por ahí. Igual le atacaba la bestia de la que me había hablado. Y yo no quería que le atacase una bestia. Ni a él ni a nadie, claro. Las bestias no eran buenas. Y perderse en un bosque con bestias tampoco.

Seguí andando, en dirección al Palacio.

*se va*

En cuanto se volvió me pasé una mano por el pelo. Quería estar presentable. Nunca estaba de más agradar a una chica.

En cuanto se hubo alejado un par de pasos, me miró. Di por hecho que tenía que seguirla y eso hice. A fin de cuentas, no veía nada de nada. Al menos podría usar el camino de vuelta para estrechar nuestra relación. Uy sí. Sí, sí.

- Bueno... ¿Y qué opinas de...?

Y, hablando, nos perdimos entre los árboles, en dirección al Palacio.

*se va*

Hacía una noche espléndida: había una luna enorme y la claridad era increíble, así que me senté en una piedra que desprendía un agradable calor después de estar expuesta al sol todo el día y decidí ponerme a dibujar en mi cuaderno. Me encendí un cigarro y empecé:

Spoiler:

Spoiler:

La verdad es que me habían quedado muy logrados los dos... llevaba mucho tiempo sin ver a Aren y parecía que cuanto menos lo veía, más tiempo pensaba en el...

Cuando terminé, me fumé otro cigarro, pero se me habían acabado, así que decidí volver al castillo corriendo, pues ya era tarde y Tristán quería comer algo.
Cogí mi mochila y al coger a Tristán, mi cuaderno de dibujo se cayó del interior de mi mochila sin darme yo cuenta.

*me voy*

Me interno en el bosque con el único objetivo de tomar mis cuadernos de notas. Una vez junto al árbol donde se encuentran, abro primero el de jefes para informarme sobre "La jefa Blues" de piscis. Dejo que mis ojos brillen levemente para poder leer en la oscuridad y me fijo en los datos que tengo, tratando de memorizar los más interesantes.

Luego me hago con el otro cuaderno. Tengo mucho que apuntar en él. En primer lugar, la información sobre Silvanus Kettleburn que he obtenido ayer. Una vez he acabado con ello, paso a tomar notas en otro apartado sobre el extraño tema que parece rodear a Aren. Subrayo, además, dos veces la palabra "insubordinación". Parece que algunos alumnos están dando problemas a los jefes. Rick Dehnel es uno de ellos, y eso me alegra.

Tengo ganas de encontrármelo.

Nada más terminar, guardo las cosas de nuevo en su sitio y me fijo en que no haya nadie cerca. Emprendo mi regreso al Palacio, pero a mitad de camino me encuentro con lo que parece ser un tercer cuaderno, solo que este no es de mi propiedad. Lo tomo y lo examino, pero, nada más abrirlo...

Enarco una ceja. Luego las alzo ambas. En tercer lugar, frunzo el ceño.

- ¿Qué...?

Lo del tal Silvanus con Aren de verdad me intriga, aunque no sé exactamente si quiero averiguar más sobre el tema. De todas formas me quedo el cuaderno para decidir qué hacer con él más tarde.

Esta vez sí, con la mente llena de extrañas ideas, emprendo el camino de regreso.

*se va*

Tras lograr despedirme de Kettleburn sin que sea sospechoso, encamino mis pasos hacia el bosque y me adentro en él. No demasiado, y, además, siguiendo el camino de acceso, buscando una zona con pocos árboles para que sea sencillo tanto dar conmigo como verme. Elijo un árbol robusto y recto para apoyarme contra él relajada, de forma que mi espalda pueda descansar sobre el tronco por completo sin dificultad alguna, sintiendo su tacto rugoso que no llega a ser molesto.

Y entonces, con una expresión de total pasividad, espero.

*se queda*

Llegué al lugar poco después. Creí que estaría por allí, pero no estaba seguro de en qué lugar. Instintivamente, había terminado acudiendo cerca del lugar de nuestro primer encuentro, pero tal vez me hubiera equivocado.

Invoqué un flagrare que mantuve en mi mano. Así, por lo menos, podría ver por dónde iba, y me daba igual que ella me viera a mí y me saltase encima. De hecho, ojalá lo hiciera. Entonces la destrozaría.

*vaga*